10 de agosto de 2004 Vol. 5, No. 7 ISSN: 1607 - 6079
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Espectáculos itinerantes

Actividades recreativas

Tal como ahora, existían también individuos que se ganaban la vida distrayendo a los otros. Este era el caso de músicos, danzantes y bufones. De ello da fe, entre otras fuentes, uno de los textos de origen prehispánico que sobrevivieron en los Cantares de Dzitbalché, llamado "El apagamiento del anciano sobre el monte", metáfora para referirse a las ceremonias del fuego nuevo con que se recibía un katún, un nuevo período de tiempo. En él, junto con la erección de la estela que daba cuenta del acontecimiento, se mencionan los dioses venerados, los instrumentos musicales, la escuela de canto y danza (popolná), sus maestros, y algunos de los actores que participaban en las representaciones:

Declina el sol en las faldas del cielo al poniente;
suenan el tunkul , el caracol y el zacatán y se sopla la cantadora jícara.
Se seleccionan todos... han venido.
Después, saltando, van a llegarse hasta el popolná, donde está el Ahau Can...
Han llegado los músicos cantantes, los farsantes, bailarines contorsionistas, saltarines y los corcovados y los espectadores.
Todas las personas han venido a la diversión que se hará enmedio de la plaza de nuestro pueblo.
Al comenzar a penetrar el sol en las faldas de la superficie del cielo
es el momento conveniente para iniciar...

El texto, como vemos, alude a los prestigiados “nigrománticos” o “farsantes” que, a la usanza de los juglares occidentales, viajaban por los pueblos representando comedias jocosas e incluso obscenas, imitando sonidos de aves, contando y cantando historias antiguas o creando otras nuevas en las que acostumbraban satirizar a los gobernantes en turno (“Son graciosísimos en los chistes y motes que dicen a sus mayores y jueces: si son rigurosos, si son blandos, si son ambiciosos, y esto con mucha agudeza y en una palabra...”, apuntó Sánchez de Aguilar hacia 1615), o interpretando distintas clases de suertes que sin duda harían las delicias del pueblo.

Así, quemaban un pañuelo para luego mostrarlo completo, sacaban agua de la cacha de un cuchillo, se golpeaban con gruesas piedras en el pecho y otras partes del cuerpo sin mostrar dolor o daño, quebraban huevos y los volvían a unir, tragaban fuego sin quemarse, cortaban el tronco de un árbol "de gran magnitud" y tornaban a pegarlo. Y según los cronistas había algunos tan hábiles que fingían formar "en las plazas o campos un mar, un río y una fuente o poza muy profunda".

El célebre Bernardino de Sahagún consignó desde época muy temprana la ejecución de este tipo de juegos de ilusionismo entre los mayas-huaxtecos, de quien nos dice que además de cantores y bailadores eran “amigos de hacer embaimientos, con los cuales engañaban a las gentes, dándoles a entender ser verdadero lo que es falso, como es dar a entender que se queman las casas que no se quemaban, y que hacían parecer una fuente con peces. Y no era nada, sino ilusión de los ojos. Y que se mataban a sí mismos, haciéndose tajadas y pedazos sus carnes, y otras cosas que eran aparentes y no verdaderas”.

Aunque las descripciones de tales actos proceden de la época colonial, no cabe duda que el arte de los nigrománticos era de raigambre profundamente prehispánica. En el Popol Vuh se habla de cómo los héroes gemelos, con tal de vencer a los señores del Inframundo, se dejaron quemar en una hoguera, moler sus huesos y lo resultante ser arrojado a las aguas de un río, para luego aparecer como hombres peces. Asimismo, quemaban las casas y las volvían a su estado anterior, se mataban y resucitaban mutuamente.

Al igual que sus descendientes del siglo XVIII, Hunahpú e Ixbalanqué entremezclaban tales actos de magia con bailes como el ixtzul, danza particularmente violenta que entre sus pasos incluía el meterse "palos por las gargantas y huesos de las narices" y darse "grandes golpes en los pechos con una gran piedra". Ni más ni menos que como los "nigrománticos" descritos siglos después.

La civilización maya también creó espacios e individuos para el disfrute. Músicos y bailarines profesionales, maestros de danza y canto, y sexoservidoras, entre otros múltiples oficios, se daban cita tanto en los grandes centros urbanos como en los pequeños poblados rurales, procurando entretenimiento y solaz a las elites gobernantes o prestando sus servicios al pueblo humilde, cuando no a unos y a otros al mismo tiempo, como hacían en ocasión de fiestas públicas los comediantes de moda quienes, según el testimonio de Landa, deleitaban al pueblo de Chichén Itzá desde altos escenarios en “teatros de cantería”.

Pocos años después de la conquista española, el encomendero Juan Farfán presenció una de las últimas festividades de un “año nuevo” en Yucatán, y se sorprendió ante la diversidad de bailes (“que serían más de mil géneros”) y la nutrida asistencia: “...se juntarían más de 15 mil indios y que venían de más de 30 leguas a verlo porque, como digo, lo tenían ellos por muy grandísima cosa”, apuntó.

Continua