Espectáculos
itinerantes
Actividades recreativas
Tal
como ahora, existían también individuos que se ganaban
la vida distrayendo a los otros. Este era el caso de músicos,
danzantes y bufones. De ello da fe, entre otras fuentes, uno de
los textos de origen prehispánico que sobrevivieron en los
Cantares de Dzitbalché, llamado "El apagamiento
del anciano sobre el monte", metáfora para referirse
a las ceremonias del fuego nuevo con que se recibía un katún,
un nuevo período de tiempo. En él, junto con la erección
de la estela que daba cuenta del acontecimiento, se mencionan los
dioses venerados, los instrumentos musicales, la escuela de canto
y danza (popolná), sus maestros, y algunos de los
actores que participaban en las representaciones:
Declina el sol en las faldas del cielo al poniente;
suenan el tunkul , el caracol y el zacatán y se sopla la
cantadora jícara.
Se seleccionan todos... han venido.
Después, saltando, van a llegarse hasta el popolná,
donde está el Ahau Can...
Han llegado los músicos cantantes, los farsantes, bailarines
contorsionistas, saltarines y los corcovados y los espectadores.
Todas las personas han venido a la diversión que se hará
enmedio de la plaza de nuestro pueblo.
Al comenzar a penetrar el sol en las faldas de la superficie del
cielo
es el momento conveniente para iniciar...
El
texto, como vemos, alude a los prestigiados “nigrománticos”
o “farsantes” que, a la usanza de los juglares occidentales,
viajaban por los pueblos representando comedias jocosas e incluso
obscenas, imitando sonidos de aves, contando y cantando historias
antiguas o creando otras nuevas en las que acostumbraban satirizar
a los gobernantes en turno (“Son graciosísimos en los
chistes y motes que dicen a sus mayores y jueces: si son rigurosos,
si son blandos, si son ambiciosos, y esto con mucha agudeza y en
una palabra...”, apuntó Sánchez de Aguilar hacia
1615), o interpretando distintas clases de suertes que sin duda
harían las delicias del pueblo.
Así,
quemaban un pañuelo para luego mostrarlo completo, sacaban
agua de la cacha de un cuchillo, se golpeaban con gruesas piedras
en el pecho y otras partes del cuerpo sin mostrar dolor o daño,
quebraban huevos y los volvían a unir, tragaban fuego sin
quemarse, cortaban el tronco de un árbol "de gran magnitud"
y tornaban a pegarlo. Y según los cronistas había
algunos tan hábiles que fingían formar "en las
plazas o campos un mar, un río y una fuente o poza muy profunda".
El
célebre Bernardino de Sahagún consignó desde
época muy temprana la ejecución de este tipo de juegos
de ilusionismo entre los mayas-huaxtecos, de quien nos dice que
además de cantores y bailadores eran “amigos de hacer
embaimientos, con los cuales engañaban a las gentes, dándoles
a entender ser verdadero lo que es falso, como es dar a entender
que se queman las casas que no se quemaban, y que hacían
parecer una fuente con peces. Y no era nada, sino ilusión
de los ojos. Y que se mataban a sí mismos, haciéndose
tajadas y pedazos sus carnes, y otras cosas que eran aparentes y
no verdaderas”.
Aunque
las descripciones de tales actos proceden de la época colonial,
no cabe duda que el arte de los nigrománticos era de raigambre
profundamente prehispánica. En el Popol Vuh se habla de cómo
los héroes gemelos, con tal de vencer a los señores
del Inframundo, se dejaron quemar en una hoguera, moler sus huesos
y lo resultante ser arrojado a las aguas de un río, para
luego aparecer como hombres peces. Asimismo, quemaban las casas
y las volvían a su estado anterior, se mataban y resucitaban
mutuamente.
Al
igual que sus descendientes del siglo XVIII, Hunahpú e Ixbalanqué
entremezclaban tales actos de magia con bailes como el ixtzul, danza
particularmente violenta que entre sus pasos incluía el meterse
"palos por las gargantas y huesos de las narices" y darse
"grandes golpes en los pechos con una gran piedra". Ni
más ni menos que como los "nigrománticos"
descritos siglos después.
La
civilización maya también creó espacios e individuos
para el disfrute. Músicos y bailarines profesionales, maestros
de danza y canto, y sexoservidoras, entre otros múltiples
oficios, se daban cita tanto en los grandes centros urbanos como
en los pequeños poblados rurales, procurando entretenimiento
y solaz a las elites gobernantes o prestando sus servicios al pueblo
humilde, cuando no a unos y a otros al mismo tiempo, como hacían
en ocasión de fiestas públicas los comediantes de
moda quienes, según el testimonio de Landa, deleitaban al
pueblo de Chichén Itzá desde altos escenarios en “teatros
de cantería”.
Pocos
años después de la conquista española, el encomendero
Juan Farfán presenció una de las últimas festividades
de un “año nuevo” en Yucatán, y se sorprendió
ante la diversidad de bailes (“que serían más
de mil géneros”) y la nutrida asistencia: “...se
juntarían más de 15 mil indios y que venían
de más de 30 leguas a verlo porque, como digo, lo tenían
ellos por muy grandísima cosa”, apuntó.
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Continua

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