Y qué pasa si sólo lo es
Si la moral filosófica es del mismo orden que cualquier otra moral, hay que reconocerla en lucha con las demás, porque al menos en el plano de esa lucha no es ni superior, ni dominante. Y es que pese a su linaje, la moral filosófica está siendo arrastrada por la misma tormenta desatada por ella: hoy la moral se ha vuelto uno de los principales objetos de atención y una de las obsesiones de nuestra cotidianidad: hay ética en los medios, hay ética en las empresas, bioética. Hay un torrente de personas, grupos, religiones que difunden valores; hay una centralidad de los derechos humanos, del respecto a la diferencia, de la reivindicación de lo originario, del respeto a las costumbres en la discusión política. Hay un vehemente deseo de legitimidad moral, en un sin número de personajes públicos y de grupos sociales. En el extremo, la publicidad se ha vuelto un vehículo de difusión de perspectivas y caminos morales. Y es ahí, a mitad de esa confusión y de esa lucha, que la moral filosófica debe probar que realmente es superior y que lo es por su eficacia moral, por su mayor imaginación moral, su capacidad creativa, su capacidad real de conducir al hombre hacia la felicidad. En suma, de proporcionarle un horizonte, en medio de esta tormenta de alternativas.
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