Humorismo, ironía y misoginia en el Quijote de Avellaneda El humor verbal, que continúa fielmente el de pasajes muy divertidos de la Primera parte, tiene momentos grandiosos. Cuando Don Quijote reconoce a “La gran Zenobia, reina de las amazonas”, ésta protesta: "—Yo señor, si bien soy mozona, no soy la reina Zenobia" (XXII). Y por supuesto Sancho pronto convierte este nombre en "la reina de Segovia" (XXVI). Otro rasgo frecuente de Avellaneda es la ironía, incluso en temas delicados: al comienzo, Don Quijote, en vías de curación, es alejado de las sanguinarias aventuras de caballerías para dedicarse a lecturas reconfortantes:
El retorcimiento
de Avellaneda queda patente en muchos lugares. El mencionado cuento
de "Los felices amantes" tiene un argumento que sonará
al lector: la monja pecadora cuya ausencia del convento guarda un ángel,
o la misma Virgen. Viene de fuentes medievales, poco tiempo antes había
dado lugar a La buena guarda o encomienda bien guardada de
Lope de Vega y luego produciría Margarita la Tornera
de Zorrilla. Avellaneda dilata, como hemos dicho, la parte amorosa,
pero cuando llega el final no puede dejar de observar que el confesor
de la priora del convento ha estado confesando y dando la comunión
nada menos que... a la mismísima la Virgen María, que
cubría su puesto (XIX).
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