La postura religiosa de Cervantes

El ideal religioso de don Quijote no es teocéntrico ya que el caballero no parte de un precepto divino para elegir su profesión, ni espera ver reconocidas por Dios sus virtudes y sus hazañas, y si bien no encarna exactamente un paradigma de humanistas y alumbrados, sí se revela como portavoz de muchos de los ideales humanistas del siglo XVI.

La segunda postura que mencionábamos en un inicio se presenta también con infinidad de matices; algunos estudiosos nos proporcionan un don Quijote respetuoso de la institución católica y sus representantes; por ejemplo, Salvador Muñoz6 considera al caballero como portavoz del ascetismo, Amado Alonso matiza tal aserto en “Don Quijote no asceta, pero ejemplar caballero y cristiano” ensayo donde refuta el artículo de Hatzfeld; empero nos parece que la estructura de su argumentación presenta el mismo error de su contrincante, pues sustenta que el ideal del Hidalgo corresponde al de los jesuitas, punto con el que discordamos, ya que el cristianismo de don Quijote es muy distinto al de San Ignacio, ya que el Manchego insigne, pudiendo pensar en servir a la religión, piensa servir primero a su república, por lo cual su caballería no se dirige ad majorem Dei gloriam,7 sino ad majorem hominis gloriam.8 Un articulo que resulta sumamente inspirador para el tema que nos ocupa es el titulado “Instituciones y costumbres eclesiásticas en Cervantes”, en él Celso Bañeza expone la idea de que Cervantes era un cristiano practicante, respetuoso de la institución religiosa, por lo cual contradice a Américo Castro y a Vicente Gaos, quienes opinan que Cervantes distaba mucho de ser católico en una forma tradicional.

Bañeza juzga que Cervantes queda libre de toda sospecha de anticlericalismo, ya que “anota, por su parte, muchas de las ceremonias litúrgicas sin criticarlas”,9 así que sus ataques al clero serían tan sólo aparentes “y en los pocos relatos en que existe, se dirige a los vicios, pecados o prepotencia del clero y no a la sagrada institución del sacerdocio, a la que respeta y cuya dignidad reconoce.10 Una de las pruebas que Bañeza presenta para demostrar el aserto anterior y contradecir, por tanto, a sus oponentes, está en el capítulo diecinueve de la parte primera, donde don Quijote asevera, luego de haber atacado a los religiosos, que no creía ofender a sacerdotes. Aquí nosotros nos preguntamos, ¿A quién creía ofender el caballero de La Mancha? Nada más y nada menos que al mismísimo Satán... pero ¿Quién encarna este adversario?