Las
actividades musicales
El
dominio del razonamiento espacial es relativamente
tardío en la infancia, no obstante
es importante en diversas materias, especialmente
en conceptos centrales de las matemáticas
como las proporciones y las fracciones.
De ahí el interés de diversos
investigadores, entre ellos Rauscher, de
examinar la influencia de la realización
de la instrucción musical y las actividades
musicales en tareas académicas.
En
un meta-análisis realizado por Hetland
(2000) se sugiere que la instrucción
musical produce mejores resultados en tareas
espacio-temporales (reconocimiento espacial,
memoria espaciañ rotación
mental y visualización espacial)
en niños, con edades comprendidas
entre los 3 y 12 años, en comparación
con niños que no han tenido dicha
instrucción. Practicar en instrumentos
de teclado ha resultado ser eficaz en promover
las capacidades espacio temporales en niños
de 3 a 9 años de edad (Costa-Giomi,
1999; Bilhartz, Bruhn y Olson, 2000), aunque
también se han encontrado efectos
similares con actividades corales y rítmicas,
siendo estas últimas las que mejores
resultados producen (Rauscher, 2003) principalmente
en situaciones naturales donde los niños
tiene que realizar actividades físicas
empleando el espacio (Young, 2003). No obstante
los datos de Hanson (2003) dejaron ver que
las habilidades espaciales de niños
que realizaron actividades del método
Kodaly no fueron mejoradas tras practicar
7 meses. Estas investigaciones revelan que
los resultados son mejores si las actividades
musicales se realizan en edades no mayores
de 5 años y si se tiene como mínimo
dos años de estar practicándolas
(Costa-Giomi, 1999; Costa-Giomi, 2003; Rauscher
y Zupan, 2000; Rauscher, 2003).
También
el desempeño matemático de
los niños se ha mejorado con la práctica
musical. Rauscher (2003) reporta haber encontrado
con niños que llevaban realizando
actividades musicales durante dos años,
en comparación con niños que
no practicaban música, una ventaja
significativa en la realización de
tareas aritméticas de seriación
y de proporcionalidad, así como en
un examen matemático estandarizado.
Aunque hay algunos trabajos más que
tienen evidencias de efectos similares,
éstos son insuficientes y se sugiere
investigar más a fondo debido a que
también hay pruebas de que el desempeño
matemático no guarda relación
con las habilidades musicales (Anvari, Trainor,
Woodside y Levy, 2002) ni con la práctica
de actividades musicales (Costa-Giomi, 2004).