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El amor como concepto filosófico y práctica de vida, entrevista con Edgar Morales
Libia Brenda Castro R
 

La herencia simbólica del amor pasional

¿Podemos afirmar entonces que toda expresión contemporánea del amor es necesariamente trágica? Esto puede parecer reduccionista

De acuerdo, de nuevo acoto lo dicho, no se afirma que todo “amor” en nuestros días sea amor pasional (trágico, malhadado, doloroso), sino que dicha noción pertenece a nuestra herencia simbólica, psíquica, que lidiamos con ella en el seno de nuestras relaciones ordinarias, que los medios de comunicación se encargan de recordarnos este arquetipo y que las crisis amorosas de quienes nos rodean suelen dar una vuelta más a la tuerca del amor pasión. Pero hay que traer a la memoria otra revolución axiológica: la del nihilismo, que ciertamente no pudo anular el halo significativo del amor pasional, en venganza lo hizo “extraordinario” e inoculó dosis letales de amor aletargado, intrascendente, indoloro. Pero cabe la pregunta de si es este tipo del que hablamos cuando pensamos en el “amor” hoy en día, me parece que no es así, y que de hecho la fuerza simbólica que adquieren las obras nihilistas es posibilitada por la nostalgia de algo que se ha perdido para siempre. Nos alarma pensar, lo digo por la opinión generalizada, que nuestras relaciones amorosas sean frágiles y estrictamente temporales, imperfectas, ordinarias e irredentas. .

¿Esto quiere decir que el amor o es trágico o es intrascendente?.

Es trágico en la medida simbólica correspondiente, todos estamos en capacidad de relatar nuestras tragedias amorosas, pero resulta sintomático que dichas “tragedias” sean más bien convencionales, si comenzamos a hurgar en los expedientes amorosos de los demás pronto nos damos cuenta de cuán ordinaria es la tragedia y cuán vulgar es el desgarro. Por lo mismo, contamos con múltiples válvulas que permiten nuestra sobrevivencia, las nuevas fábricas de imaginarios son los medios de comunicación, y en ellos está dictado el impersonal “imperativo de felicidad”, pero debe resultar obvio, a quien piense en ello, que no se trata de un imperativo novedoso, está en nuestra sangre cultural desde hace varios siglos, expresa las necesidades eufémicas del imaginario, si nos entregamos al amor sufriremos múltiples penas pero al final seremos recompensados. Este patrón narrativo permite oxigenar la imaginación que queda aplanada por la intrascendencia e insatisfacción real producidas por las contingencias y caprichos de las relaciones ordinarias. Por supuesto, el amor no es esencialmente trágico ni intrascendente, como tampoco es esencialmente bueno, bello y armonioso: se trata solamente de luchas en el imaginario. A fin de cuentas no sólo vivimos en la realidad de hechos fácticos sino también en la región de los significados y aspiraciones.


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