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Instrucciones para comportarse en sociedad

Belén Gache
 
 

El cuerpo subyugado por los discursos sociales

Nos centraremos aquí en el cuerpo constreñido por las normas sociales. Si bien en Cortázar el enunciador de este cuerpo intenta liberarse de las redes simbólicas que le son impuestas, lo hace consciente de que a la larga, no puede sino guardar esos mismos ridículos sistemas de convenciones y pautas morales. Cortázar reflexiona sobre los condicionamientos sociales de los cuerpos en varias oportunidades. Veamos aquí dos ejemplos en particular: el caso planteado por el texto “Teoría del agujero pegajoso” y el caso presentado por el protagonista del cuento breve “No se culpe a nadie”.

Hasta los quince años no hubo nada. Solamente un agujero rodeado de amor materno y tricotas y tablas de aritmética y partidos de fútbol. Una mañana, el agujero (…) se dio cuenta de que había que hacer algo para no reventar como una pompa de jabón (…) así que se volvió pegajoso (…). Atrapó primero unas pelusitas de aire, después la elegante costumbre de fumar tabaco inglés (…) y el nombre de Ramón (…). Se rodeó de una chaqueta de tweed, se vistió deportivamente y compró gadgets para resolver los problemas de higiene, la cocina, la calefacción, se volvió una autoridad en marcas de jabón de afeitar, la mejor gasolina para autos suecos, la sensibilidad adecuada de la película fotográfica en un día de niebla, se abonó a Times y a Life, se hizo una idea de Picasso, otra de los tocadiscos y las playas de veraneo y la alimentación y ahí va carrera arriba, subjefe, jefe, jefazo. Una voz sonora donde solamente unos pocos adivinan que la sonoridad le viene del agujero. (Cortázar, 1968)

En este texto Cortázar nos presenta un cuerpo que existe únicamente en tanto construido por un entramado de discursos sociales. El protagonista absorbe estos discursos que se van adhiriendo sobre su "vacuidad" y falta de cualquier tipo de cuestionamiento hasta finalmente adquirir consistencia corpórea. Observamos aquí a un cuerpo construido exclusivamente a partir de relaciones de docilidad-utilidad.

En el cuento "No se culpe a nadie", por su parte, el protagonista sufre las restricciones de un estilo de vida sumamente convencional. Se viste porque la mujer lo está esperando en un negocio para comprar un regalo de casamiento. Se pone un sweater de color azul porque combina con el color gris: "ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris." Notemos la utilización de un lenguaje prescriptivo. Sin embargo, parece sobrevivir en el protagonista una parte que aún se rebela a la tiranía del universo simbólico de los otros que lo atraviesa. Esto termina por motivar que se instaure una mortal lucha entre las voluntades escindidas que conviven en su interior, representadas aquí directamente por diferentes partes de su cuerpo. La parte atravesada por los discursos sociales intenta, en su búsqueda de represión, asfixiar a la parte rebelde, que se defiende desesperadamente. La lucha termina con la caída del protagonista, doce pisos, desde la ventana de la habitación.

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