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Armonía del cosmos

Ciencia y literatura en la Nueva España

Jorge Gutiérrez Reyna
Armonía del cosmos. Ciencia y literatura en la Nueva España

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Cuando escuchamos la palabra ciencia, quizá por nuestra mente desfilen una serie de cálculos blancuzcos sobre una pizarra, un telescopio, unos líquidos fluorescentes y humeantes mezclados por un par de sujetos de bata blanca… Un novohispano habría imaginado mucho más que eso: la palabra ciencia en nuestros siglos virreinales significaba, sin más, 'conocimiento'. Cuando Eugenio de Salazar —poeta español que vivió y escribió en la ciudad de México— enlista en una conocida epístola en verso las diversas ciencias que adornan, a fines del siglo XVI, esta urbe del Nuevo Mundo, no duda en incluir la astronomía, la aritmética, la geometría y la medicina, pero tampoco la música, la filosofía, la gramática y la teología.

Para el novohispano, lo mismo que para otros individuos de la época radicados en otras latitudes, los elementos que componen el cosmos orquestan una sinfonía. Para escucharla, para desentrañar los símbolos del mundo —el libro escrito por Dios, se decía—, había que dominar todos los saberes, desde lo ínfimo hasta lo majestuoso: "¿cómo entenderá el estilo de la reina de las ciencias quien aun no sabe el de las ancilas?", se pregunta sor Juana, a propósito de la teología, en la Respuesta a sor Filotea. Las ciencias, ya de la naturaleza ya del espíritu, no estaban rigurosamente separadas las unas de las otras, como a veces lo están hoy en día; por el contrario, se complementaban y, a través de su adquisición en conjunto, se alcanzaba el conocimiento global del cosmos en armonía.

No es extraño, por tanto, que entre la literatura y las diferentes ciencias se tendieran muchos puentes: las dos eran vías igualmente válidas de acercarse al conocimiento. Los grandes escritores de la Nueva España fueron a la vez grandes astrónomos, matemáticos, arqueólogos y biólogos. Este número de la Revista Digital Universitaria busca dar una pequeña muestra de esos diálogos entre la literatura y lo que hoy denominaríamos ciencia.

Se ha dicho más de una vez que nuestros primeros escritores fueron los cronistas, a cuya pluma se debió la narración del descubrimiento y conquista de los territorios americanos y la descripción de su naturaleza, novedosa y apabullante a sus ojos europeos. A dos de estos cronistas, Gonzalo Fernández de Oviedo y fray Bernardino de Sahagún, se avoca el artículo de Alicia Escárcega Freixas. En la obra de estos dos verdaderos zoólogos podemos encontrar las primeras descripciones, que podríamos tildar de científicas, de la fauna oriunda de México.

Si "las estrellas escriben", como dijo Octavio Paz, también los astros de tinta de las palabras constelan las páginas en blanco. Además de los astrónomos, los más devotos observadores de los astros son los poetas, a quienes se les debe un arsenal antiquísimo y vasto de metáforas, de imágenes, inspiradas en la exacta relojería celeste. El artículo de Jorge Rodrigo Limón Bonilla rastrea la evolución de los modelos de nuestro sistema solar en la poesía de la Nueva España: del ptolemaico, con la Tierra en el centro, al copernicano, orquestado por el sol.

Sin duda, junto a don Carlos de Sigüenza y Góngora, la figura más representativa de este periodo de saberes armonizados es sor Juana Inés de la Cruz. Raro ingenio que llegó a conocer las ciencias todas, o casi todas, de su época. Intelecto fascinante que floreció en el tránsito de los métodos antiguos de conocimiento —sustentados en la auctoritas: la Biblia, Aristóteles— y los modernos —sustentados en la experiencia—. Podía preocuparse seriamente tanto de encumbradas cuestiones geométricas como de disquisiciones religiosas, tal vez ociosas desde nuestro punto de vista: ¿cuál fue la mayor fineza de Cristo, morir en la cruz o legarnos la Eucaristía? De la presencia de las ciencias en la obra poética de sor Juana se encarga el artículo de David Galicia Lechuga.

Al llegar el siglo XVIII, los aires ilustrados van ganando, tímidamente, terreno en la Nueva España, y una muestra clara de ello es el periodismo naciente. A partir de 1722, Juan Ignacio de Castorena y Ursúa edita el primer periódico de nuestro país: la Gaceta de México. Como nos muestra el artículo de Nayeli Crespo García, la Gaceta desbordaba información científica de suma utilidad para los lectores: diagnósticos médicos, descripción de fenómenos astronómicos y su correspondiente influjo sobre los hombres —algo semejante a nuestros horóscopos—, o precisiones geográficas dispersas a lo largo de los relatos de viajes.

Sin embargo, no todos los saberes del intelecto novohispano resultaban inofensivos para la ortodoxia católica. Un centinela vigilaba, a vista de pájaro, las ideas potencialmente peligrosas que merodeaban por las calles de la ciudad: el Santo Oficio de la Inquisición. Celosa defensora de la fe, la Inquisición prestaba especial atención a las ideas difundidas en los libros. Y aun así, Íñigo Silva nos muestra en su artículo que, en realidad, las obras científicas, entendidas a la moderna, perseguidas por el Santo Oficio no fueron demasiadas como se piensa. No obstante, existieron juicios seguidos a individuos que aprendieron ciencias menos "exactas" de otra clase de libros: astrología judiciaria, adivinación, quiromancia… Es el caso del proceso inquisitorial del bibliófilo Melchor Pérez de Soto, del cual Íñigo nos ofrece los escandalosos pormenores.

El presente número cuenta también con una breve pero sustanciosa entrevista con la Dra. Dolores Bravo Arriaga, quien nos invita a cuestionar la idea de que en la Nueva España las ciencias modernas siempre estuvieron retrasadas con respecto de Europa. Los ingenios novohispanos no sólo no estuvieron a la saga de los europeos, sino que muchas veces llegaron incluso a enseñarle a estos últimos una cosa o dos. Es el caso, por ejemplo, de Sigüenza y Góngora, gran políglota, cuyas observaciones astronómicas rivalizaron con las de grandes científicos europeos, como el padre Eusebio Francisco Kino, y de quien mucho aprendió el viajero italiano Gemelli Careri; o de José Antonio Alzate y Ramírez, científico mexicano del siglo XVIII, nombrado miembro de la Academia de Ciencias de París. Asimismo, la Dra. Bravo nos habla de la obra de nuestras letras virreinales en la que ciencia y poesía se enlazan con mayor tino: el Primero sueño de sor Juana.

Por supuesto, los nombres de muchos autores, de muchas obras, se nos han quedado en el tintero. Espero que estos pocos ejemplos basten para que el curioso lector se forme una idea de lo que significaba la adquisición del conocimiento en la Nueva España y se sienta atraído por la vida y obra de quienes construyeron ese periodo de nuestra historia. Quizá su particular modo de ver el mundo, múltiple pero unitario, vasto pero armónico, pueda resultarnos iluminador, sobre todo en nuestros tiempos de excesiva, y a veces perniciosa, especialización. fin

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Jorge Gutiérrez Reyna
Estudiante de posgrado en Letras y profesor de la asignatura de Literatura novohispana en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.


Jorge Gutiérrez Reyna Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM, institución en la que cursa actualmente el posgrado en Letras e imparte la asignatura de literatura novohispana. También imparte algunos módulos del curso colectivo "Introducción a la lírica de los Siglos de Oro". Pertenece al Seminario de Estudios Áureos y a "Sileno", Seminario de Estudios sobre la Risa en la Literatura, ambos albergados por la UNAM.

Formó parte del equipo editorial de la Sintaxis histórica de la lengua española. Tercera parte, obra dirigida por Concepción Company; actualmente forma parte del equipo de filología del Corpus Diacrónico y Diatópico del Español de América (CORDIAM), auspiciado por la Academia Mexicana de la Lengua. Fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía (2012-2014). Ha participado en diversos congresos nacionales e internacionales con ponencias, casi siempre, orientadas al estudio de los clásicos españoles. Ha publicado diversos artículos y reseñas en revistas especializadas, como la NRFH. Publicó en 2014 Óyeme con los ojos. Poesía visual novohispana (Conaculta/La Dïéresis), una antología de la poesía más descabellada de nuestro virreinato. La propia la ha publicado en antologías y revistas como Fundación, Este país, Límulus y Cuadrivio. Actualmente coordina, junto a Ana Castaño y Jessica Locke, la Historia de las literaturas en México. Siglos XVI-XVIII, proyecto del IIFL de la UNAM.

Actualizado hasta diciembre, 2015.

GUTIÉRREZ REYNA, Jorge, "Armonía del cosmos. Ciencia y literatura en la Nueva España", Revista Digital Universitaria, 1 de diciembre de 2015, Vol. 16, Núm. 12. Disponible en Internet: <http://www.revista.unam.mx/vol.16/num12/editorial/index.html> ISSN: 1607-6079.