10 de abril de 2004 Vol. 5, No. 3 ISSN: 1607 - 6079
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En Auschwitz no había espacio alguno para la muerte...

Auschwitz

Para Améry, como para Levi, Auschwitz se convirtió en una experiencia fundadora, sólo que el judaísmo del primero no puede entenderse en los términos en que éste aparece en Levi. Para Améry, ser judío es cargarse de un desgarramiento de la historia, el judaísmo, en pocas palabras, no puede asumirse de manera positiva. Por el contrario, se trata siempre de guardar la herida siempre abierta, sólo así es posible moralizar la historia. Como diría Jankélévitch, “El perdón murió en los campos de la muerte” (Jankélévitch, 50), de ahí que lo único que quede es recordar “en presente” todas las afrentas del pasado, impedir que el pasado deje de serlo, actualizarlo de manera permanente moralizándolo a través del resentimiento. Tratar de comprender lo que fue esa experiencia de la muerte es de alguna manera, para Améry, legitimarla, archivarla. Y el archivo es un arma de doble filo. Se archiva ciertamente para “guardar memoria”, pero, ¿en cuántos casos, el archivo no es justamente una forma irremediable de olvido?

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