10 de octubre de 2004 Vol. 5, No. 9 ISSN: 1607 - 6079    
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La técnica de la albúmina

El proceso de la albúmina tiene numerosos puntos en común con el del papel salado, sobre todo en lo que se refiere a la composición química de la emulsión sensible a la luz. La diferencia fundamental reside en que la impermeabilización del soporte se realiza con albúmina, es decir, clara de huevo, en lugar de utilizar gelatina, (producto que se utiliza para impermeabilizar cualquier soporte para cualquier emulsión). El inventor del proceso a la albúmina fue el francés Desirè Blanquart-Evard que lo presentó en la Academia de Ciencias de París el 27 de mayo de 1850. La albúmina se prepara batiendo la clara de huevo con sal y dejándola reposar hasta que se vuelva líquida de nuevo y se le añade cloruro de amonio, dejándola reposar durante 15 para que se pudra.

La albúmina ofrece mayor contraste y densidad que el papel salado, y al ser brillante ofrece también variaciones de tonalidad. La albúmina además se adhiere con mucha más facilidad que la gelatina a cualquier tipo de superficie, incluso aquellas superficies más lisas como el cristal. Hacia mediados de la década de los 50, casi todos los fotógrafos habían adoptado éste proceso, abandonando poco a poco el papel salado.

El uso generalizado del proceso a la albúmina indica una valorización cada vez mayor de las cualidades propias del medio fotográfico: la superficie brillante y la precisión de los detalles se contraponen a los resultados más cercanos al dibujo que proporcionaban los papeles salados.

A partir de 1863, se empezaron a fabricar papeles albúminados cuya capa de albúmina era teñida previamente con anilinas de color rosa o malva para así contrarrestar un amarilleo precoz.

Otra práctica corriente para evitar la formación (caso de que así se quiera) de manchas amarillas y para cambiar el tono marrón-rojizo de las albúminas simplemente fijadas, es el viraje al oro que protege de la contaminación de compuestos de azufre dando, al mismo tiempo, un tono violáceo a la imagen final. Igual que con las otras técnicas, los negativos a positivar deben presentar un amplia gama tonal y un buen contraste, es decir una buna separación entre las luces altas y las sombras.