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La
desinfestación del tejido a usar
como fuente de explantes se realiza con
agentes desinfestantes como hipoclorito
de sodio o calcio y cloruro mercuroso. La
penetración del agente desinfestante
en superficies rugosas o vellosas del tejido
vegetal se puede incrementar con la adición
de agentes tensoactivos como el Tween 20
(Webster 1966).
En las plantas silvestres, el tejido calloso
se forma en respuesta a daños mecánicos
sufridos por influencia del medio ambiente
o por invasión de tejidos por ciertos
microorganismos (Figura
2). Sin embargo, en cultivos
in vitro, el tejido calloso se induce
mediante la influencia de substancias reguladoras
del crecimiento vegetal o fitohormonas adicionadas
al medio de cultivo (Yeoman 1970, Tempé
y Schell 1985, Crozier et al. 2000).
El
éxito en la inducción y establecimiento
de cultivos de callos, y en consecuencia la
subsiguiente regeneración a tejidos
y plantas, son función de la calidad
del explante usado, que a su vez depende de
la planta madre o del tejido del que se inició
el cultivo. De cualquier forma, para el inicio
de los cultivos se prefieren utilizar tejidos
que contengan células meristemáticas.
Estas se diferencian rápidamente en
respuesta a estímulos organogenéticos
como variación en el tipo y concentración
de substancias reguladoras del crecimiento
vegetal. Las células meristemáticas
se distinguen de otras células por
su tamaño relativamente pequeño,
citoplasma denso, forma isodiamétrica,
pared celular fina, mínima vacuolación
y un gran núcleo (Doerner 2000). En
los cultivos in vitro, este tipo
de células se encuentran en la periferia
de los callos o en las suspensiones como masas
o nódulos de tejidos preembriónicos,
lo que produce una gran variabilidad en la
expresión genética entre la
población celular de esos cultivos.
También es necesaria la presencia de
este tipo de células para poder regenerar
una planta a partir de un cultivo in vitro.
La
variabilidad genética entre y dentro
de los cultivos se refleja primero en la morfología
de los callos y posteriormente en los cultivos
en suspensión o sistemas de cultivo
con los que se trabaje. Algunos autores (Wareing
y Al Chalabi 1985, Petiard y Bariaud 1985)
opinan que este fenómeno puede ser
consecuencia de la alta frecuencia de división
celular que tiene lugar en los cultivos
in vitro. Otros indican que también
pueden ser causadas por alteraciones o cambios
de factores epigenéticos originados
por la forma en que se establecen los cultivos.
Así, hay estudios donde se observa
que callos establecidos a partir de diferentes
órganos pero de una misma planta varían
en apariencia y presentan características
únicas (Petiard y Bariaud 1985, Holden
et al 1988). Pero más aún,
callos procedentes de un mismo explante también
difieren en su morfología y características
intrínsecas como color, friabilidad,
dureza, tamaño, grado de diferenciación
y producción de metabolitos (Lindsey
y Yeoman 1983, Bhom 1982, Calva y Ríos
1999). Respecto a esto último se ha
observado que cuando los cultivos se inician
de tejidos que naturalmente presentan la mayor
producción de determinados metabolitos,
se obtienen cultivos que dan mejores rendimientos
respecto a otros provenientes de órganos
o tejidos que no producen o lo hacen en muy
bajas cantidades (Lindsey y Yeoman 1983).
No
obstante, hay reportes que demuestran que
cualquier cultivo in vitro puede
alcanzar producciones tan altas o más
de un determinado compuesto respecto a las
que presenta una planta desarrollada en condiciones
silvestres, sin importar de qué parte
de la planta se haya establecido el cultivo
(Petiard y Bariaud 1985). Así, las
condiciones fisicoquímicas y nutricionales
actúan sobre los cultivos para orientar
la expresión genética de las
células a diversos grados de diferenciación
que proporciona a los cultivos características
propias y únicas, aún cuando
éstos provengan de una misma planta
y todavía más, de un mismo explante.
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