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Marco
conceptual del la Teoría del apego
El
término apego fue introducido por Bowlby
(1958, 1969, en Bowlby, 1988), posteriormente
fue estudiado por Ainsworth (1963, 1964, 1967,
en Ainsworth, 1979) y es actualmente utilizado
por los teóricos del desarrollo y del
vínculo (Main, 1999).
El
concepto de apego alude a la disposición
que tiene un niño o una persona mayor
para buscar la proximidad y el contacto con
otro individuo, sobre todo bajo ciertas circunstancias
percibidas como adversas. Esta disposición
cambia lentamente con el tiempo y no se ve
afectada por situaciones del momento. La conducta
de apego, en cambio, se adopta de vez en cuando
para obtener esa proximidad (Bowlby, 1976,
1983, 1988). En particular, los bebés
despliegan conductas de apego tales como llorar,
succionar, aplaudir, sonreír, seguir
y aferrarse, aunque no estén claramente
discriminando para dirigir esas conductas
hacia una persona específica (Ainsworth,
1970; Bowlby, 1976, 1983, 1988).
La
conducta de apego es definida por Bowlby (1983)
como “cualquier forma de conducta que tiene
como resultado el logro o la conservación
de la proximidad con otro individuo claramente
identificado al que se considera mejor capacitado
para enfrentarse al mundo. Esto resulta sumamente
obvio cada vez que la persona está
asustada, fatigada o enferma, y se siente
aliviada en el consuelo y los cuidados. En
otros momentos, la conducta es menos manifiesta”
(Bowlby, 1983, p. 40) .
El
postulado original de Bowlby considera que
los bebés humanos, como muchos otros
mamíferos, están provistos de
un sistema conductual del apego, como una
condición esencial de la especie humana,
así como de otras especies. Esto significa
que el bebé llegará a vincularse
con una figura materna en el rol de cuidador
principal (Ainsworth, 1979; Fonagy, 1993;
Jané, 1997). Así, ya sea un
niño o un adulto, mantienen su relación
con su figura de apego dentro de ciertos límites
de distancia o accesibilidad (Bowlby, 1976,
1983, 1986, 1988; Jané, 1997). La indefensión
prolongada del ser humano durante su infancia
implica graves riesgos vitales, por lo que
al parecer el código genético
proveería al bebé de conductas
cuyo resultado suele ser que madre y bebé
estén juntos (Ainsworth, 1970). Figura
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