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Sobre la actividad de los demonios: un tratado medieval bizantino sobre demonología
Alejandro Flores Jiménez
 

Michael Psellos y su obra

Michael Psellos fue tal vez el pensador más influyente del Imperio Bizantino. Su vida transcurrió durante el siglo XI. Desde que entrara en la corte de Bizancio en el año 1014 como secretario, se mantuvo en los primeros puestos del gobierno durante treinta y seis años y bajo siete emperadores de tres dinastías distintas. Utilizó la intriga en la corte, era de pensamiento maquiavélico, sin escrúpulos, temible e implacable, de carácter vanidoso, altanero y adulador, pero al mismo tiempo fue un hombre de inmensa erudición, dedicado a la enseñanza, magnánimo, excelente humanista y, en la vida privada, tierno, sensible y hasta «femenino», según el mismo se expresa.3El propio Psellos señala en una carta: "Reconozco ser un hombre, animal cambiante e inestable, alma racional que sirve de un cuerpo, singular mezcla de tendencias discordantes".4

Psellos intentó conciliar el cristianismo con la sabiduría griega, para lo cual tomó como guías a Platón, Aristóteles y a Proclo, a quien consideraba un gran sabio.5Además, conoció el neoplatonismo como nadie en el Imperio Bizantino, ya que también estudió y explicó la filosofía de Plotino y de Jámblico, dejó un comentario y una versión de los Oráculos Caldeos, y parece que la versión en griego llegada hasta nosotros del Corpus hermeticum es una edición o antología que hizo el propio Psellos.6

La obra de Michael Psellos es bastante extensa y variada; está constituida por obras de carácter filosófico (como las Opiniones sobre el alma o Sobre la psicogonía de Platón), obras médicas (Sobre la dieta), sobre gramática y retórica (Sinopsis de Retórica), sobre lapidaria (Sobre las virtudes de las piedras), o comentarios a obras literarias griegas como las Comedias de Menandro o la Ilíada de Homero; pero sus obras más importantes fueron la Cronografía y Sobre la actividad de los demonios. En la primera, narra la vida de los Emperadores de Bizancio, desde la muerte de Juan Tzimisces en 976 hasta el reinado de Miguel VI en 1070, ésto, a través de una descripción biográfica del carácter de los emperadores y no tanto política, en donde se puede observar en buena medida el pensamiento filosófico y la psicología del pensador bizantino. Por su parte, Sobre la actividad de los demonios (Perì energeías daimónôn) es tal vez la obra de Psellos con más influencia hasta el siglo presente. Tal influencia, ejercida por el tratado demonológico de Psellos, se debe en gran medida a su invectiva por llevar a cabo una caracterización y clasificación de los demonios en un pequeño opúsculo que sirvió en épocas posteriores como un breve y conciso manual de la materia; en efecto, hasta entonces, Occidente contaba, sobre todo, con alusiones a la actividad demoníaca dispersas en diversos tratados de autores cristianos cuya temática principal no era la de la actividad de los demonios. Como ejemplos de ello podemos citar la descripción que hizo San Atanasio en su Vida de San Antonio a mediados del siglo IV, en donde afirma que Satanás sugería a Antonio "el recuerdo de sus propiedades, el cuidado de su hermana, el afecto por sus parientes, el amor al dinero, el amor a la gloria, el placer de un alimento variado y todos los demás encantos de esta vida",7 más adelante –cuenta Atanasio– Satanás recurre a la carne para tentar a Antonio, de forma que tomando el aspecto de una mujer para seducirlo le sugiere "pensamientos obscenos" y "las dulzuras del placer".8

Por su parte, a comienzos del siglo V, San Agustín escribió un tratado Sobre la adivinación de los demonios, en el cual, más que tratar sobre la naturaleza de los demonios, Agustín intenta condenar la adivinación de los cultos paganos, no sin dejar de señalar el modo en que los demonios se insinúan a los hombres: "Persuaden por sorprendentes e invisibles modos, penetrando los cuerpos de los hombres sin que sientan gracias a la sutilidad de sus cuerpos y mezclándose a través de ciertas representaciones imaginarias con los pensamientos de los que están despiertos o duermen".9 En la misma época, San Jerónimo afirmaba que "los demonios eran capaces de adoptar formas grotescas y ser vistos, oídos y sentidos por los seres humanos".10 Finalmente, podemos considerar el que, casi al mismo tiempo que Psellos, durante el periodo que cruza el siglo XI y XII, Pedro Abelardo señalaba que los demonios eran capaces de tentar a los hombres a cometer pecado a causa de que tenían conocimiento y experiencia en torno a las "fuerzas naturales", de tal manera que sabían "por qué lado puede la naturaleza humana deslizarse hacia la sensualidad y demás pasiones".11 En efecto, nos dice Abelardo, los demonios se valen de su conocimiento de artes desconocidas por los hombres mediante las cuales manipulan y ordenan la naturaleza en general, así como las almas de los hombres en específico, agitando y fijando estas últimas "sea en el gusto por la comida, sea en los placeres de la cama. O bien las centran de una u otra manera en algún objeto interior o exterior a nosotros".12

Así pues, el opúsculo demonológico de Psellos responde a una inquietud del todo cristiana en torno a la actuación de los demonios que fue esbozada ya antes que el autor bizantino por distintos autores cristianos de la cultura latina de Occidente; sin embargo, a Psellos le corresponde el mérito de haber elaborado una pequeña obra que pretendiera describir el orden y actividad de los demonios sin constituir un apartado o especulación dentro de una obra más extensa cuyo fin último no fuere la caracterización demonológica, razón por la que, quizá, la obra tratada tuvo tanto éxito en Occidente siglos después, cuando Europa renovó su interés y producción de la literatura demonológica entre los siglos XV y XVIII: primero a través de la traducción que efectuara Marsilio Ficino en pleno Renacimiento italiano, que produjo un interés inmediato en torno a la concepción de los demonios por parte de pensadores y literatos tales como Cornelio Agrippa, Giordano Bruno, Gerolamo Cardano, John Milton o Robert Burton; así como más adelante, a causa de la persecución a manos de la Inquisición de aquellos a los que se acusó de tener trato con los demonios.

En lo que sigue daré cuenta de la concepción de los demonios que encontramos en esta breve obra, así como de una reflexión que podría dar luz en torno a una posible reinterpretación.

 


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