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Admirables maravillas. Galileo y el telescopio

Susana Biro
 
 

Galileo cortesano

A partir de su encuentro con el telescopio, los cambios fueron grandes y diversos para Galileo. Gracias a sus descubrimientos, en especial el de los satélites de Júpiter, fue aceptado en la corte de los Médicis, en Florencia. Por una afortunada coincidencia, este notable descubrimiento fue justamente acerca del planeta cuyo nombre y personaje mitológico la familia de los Médicis había escogido como el símbolo de su dinastía, de modo que les dedicó los cuatro satélites de Júpiter y a cambio de ello, a finales de 1610, era el “Filósofo y matemático del Gran Duque de la Toscana”. De esta manera tuvo muchas ventajas materiales: se mudó a la ciudad donde quería vivir, aumentó su salario enormemente y obtuvo la libertad para perseguir sus proyectos sin la obligación de dar clases. Además, como miembro de la corte, gozó de su apoyo y pronto se volvió famoso en toda Europa. Una vez instalado en Florencia, continuó observando el cielo de noche e hizo aún más descubrimientos, ahora sobre el Sol y Venus.

Hace aproximadamente tres meses empecé a observar a Venus con el instrumento, y lo vi de forma redonda y muy pequeño; fue creciendo cada día en tamaño y conservando la misma redondez hasta que finalmente, cuando estaba a una gran distancia del Sol, comenzó a perder su redondez del lado este, y en unos cuantos días se había reducido a medio círculo. Se quedó de esa forma por muchos días, pero siempre creciendo en tamaño; ahora empieza a tomar la forma de una hoz (Galileo-Kepler, 2007, p. 235) .

Así explicó Galileo lo que descubrió sobre Venus y acto seguido dejó bien claro para todos las implicaciones:

Mediante esta admirable experiencia tenemos una demostración sensible y cierta de dos grandes cuestiones hasta ahora dudosas para los más grandes intelectos del mundo. Una es que los planetas todos son oscuros por naturaleza propia (ocurriéndole a Mercurio lo mismo que a Venus); la otra, que Venus necesariamente gira en torno al Sol (Galileo - Kepler, 2007, p. 233).

Como vimos un poco antes, sus demás descubrimientos con el telescopio ponían en duda lo dicho por Aristóteles. Éste, en cambio, claramente apoyaba al sistema propuesto por Copérnico. Fig. 5

 


Dibujos del Sol hechos por Galileo entre el 1 y el 8 de julio de 1612

En 1612 Galileo recibió de un amigo en Alemania una breve obra anónima sobre algunas observaciones del Sol. Ahí se decía que las manchas que se podían ver en él utilizando el telescopio, eran en realidad pequeños planetas que arrojaban su sombra sobre el disco solar al pasarle por delante. Desde el inicio Galileo estuvo en desacuerdo con esta explicación pero, antes de expresar su opinión, dedicó dos meses a observar y dibujar al Sol para tratar de entender el fenómeno. Encontró que las manchas cambian de forma y tamaño, que su movimiento es más rápido cuando están cerca de las orillas del disco solar, y que la distancia entre dos manchas disminuye cuando éstas se acercan a una orilla. Combinando sus cuidadosos dibujos, su conocimiento de geometría y estos tres datos clave, llegó a la conclusión de que las manchas están sobre la superficie del Sol y rotan con él. De este modo, no sólo dejó claro que otro más de los planetas era imperfecto, sino que además mostró de manera magistral, el modo en que se pueden usar las herramientas de los matemáticos para entender mejor el mundo.

La nueva posición de Galileo en la corte le permitió mayores libertades profesionales, pero también significó nuevas responsabilidades, entre ellas la de presentar sus maravillas ante la corte para entretenerlos. Debatir en público se volvió parte de sus obligaciones como miembro de la corte. Siendo una figura pública y representante de los Médicis, no siempre pudo escoger sus temas, a veces tuvo que dejar del lado unos porque así se lo pedían. En general, Galileo se movió con éxito dentro de la sociedad cortés y los problemas que tuvo eran típicos de esos tiempos.

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