Una
característica de la educación
que se propone lograr el ideal de la sabiduría
es otorgar conocimientos útiles, siendo
indispensable que el profesor vincule este saber
con el interés del alumno, pues en cualquier
disciplina a impartir se debe exhibir la importancia
del “aquí y del ahora.”
Obtener
conocimiento es uno de los principales objetivos
de la formación intelectual. Sin embargo,
insiste el autor, existe otro ingrediente que
tiene mayor predominio e importancia: la sabiduría.
Ésta no se puede poseer sin tener cierta
base de conocimientos, pero es factible tener
sólo información y permanecer
carente de ella.
Hay
que distinguir entre erudito y sabio (o culto),
el primero posee conocimientos amplios adquiridos
por el estudio en una o varias materias, en
cambio, la persona sabia o culta es poseedora
de esos conocimientos, sabe usarlos, los domina
en función de los valores más
altos del género humano, como son: la
creatividad, la tolerancia, la veracidad, la
justicia.
El
proceso educativo es una tarea compleja que
se propone lograr del estudiante la aprehensión
de ideas generales, hábitos intelectuales
y un interés placentero en la realización
mental. El profesor que aspira a contribuir
en esta tarea no puede confiar exclusivamente
en las palabras. La práctica educativa,
para ambos, es un paciente proceso de dominio
de los detalles, día a día, en
donde no hay un camino real hacia el aprendizaje,
por más que nos ofrezcan brillantes generalizaciones.
Whitehead
enfatiza que es imposible educar primero y después,
en consecuencia, utilizar lo aprendido. No se
puede equiparar la actividad educativa con un
instrumento al que primero se deba de afilar
para luego utilizarlo, tal idea sería
equivalente a proponer que la educación
es una actividad consistente en postergar la
vida hasta haber sido afilada, como el instrumento.
La
educación debe considerarse como un proceso
activo el cual comprende conocimiento, eficiencia
e interés. En palabras del autor: