31 de enero de 2004, Vol. 5, No. 1 ISSN: 1607-6079
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Otro filósofo como Jean Paul Sartre cuestionan la actitud de los docentes en las Universidad, el poder que tienen de hacer exámenes, de acuerdo a sus manías, y de “recitar” de manera exclusiva durante su ejercicio docente la tesis presentada para obtener su licenciatura o grado, estas actitudes propician poco espacio para dar vida a una actividad universitaria que permita la comunicación con colegas y alumnos (Cf. Hernández, (2000) “Whitehead y Sastre: pautas para una educación filosófica en el bachillerato.”)

Quiero dar por terminado este artículo precisando el ideal de la Universidad que defiende nuestro filósofo, respaldarla con dos apreciaciones contemporáneas y concluir con una reflexión personal.

El ideal de la Universidad no es tanto el conocimiento como el poder. Su función es convertir el conocimiento del muchacho en el poder del hombre. (Whitehead.1957. p. 46.)

“La función esencial de la Universidad es enseñar a pensar…La Universidad es una institución formadora de mentalidades. Ésta, y no otra, es su misión” Jacques Marcovich, (2001) Rector de la Universidad de Sao Paulo.

“Aunque las Universidades han cambiado y ahora su misión es en parte nueva, no lo han hecho hasta tornarse irreconocibles...Las universidades contemporáneas en lugar de recluirse en su torre de marfil, deben lograr metas directamente vinculadas con el conocimiento útil, cotidiano e inmediato. Aunque aún puedan dedicarse a la especulación, ésta no es más su justificación social.” Augusto Argandeña. (2001) Rector de la Universidad de Cochabamba, Bolivia.

En este artículo nos propusimos (esperando haberlo logrado) acercar a todo aquel interesado en la educación a una reflexión filosófica sobre esta actividad, desde la perspectiva de un filósofo del siglo XX, cuyos ideales siguen siendo apreciados y profundizados, aunque no se reconozca en ellos la temática de moda.

Si bien una constante en nuestros días consiste en privilegiar la investigación educativa desde perspectivas epistemológicas y psicológicas nuestra intención es reafirmar la reflexión filosófica, porque no podemos eludir la respuesta a las preocupaciones más esenciales que vivimos en la práctica educativa: cuál es el objetivo de educar, cómo podemos vincular la libertad y la disciplina en el proceso educativo, cuál es la misión de la educación superior, de qué manera contribuimos a lograr esa finalidad.

Mi invitación sigue siendo conocer, cuestionar, apreciar, analizar propuestas que nos permitan comprender el valor de educar, reafirmar, como dice Whitehead, que el arte de la vida consiste en estar vivos, vivos de manera satisfactoria y en incrementar esta satisfacción, poner a su consideración la viabilidad de un ideal filosófico que considera la educación una guía que posibilite el arte de vivir.

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