La conversación de sobremesa En cuanto analogía de la República, la conversación de sobremesa debe, pues, según él, sujetarse a condiciones tales "para que ninguno de los convidados retorne a casa disgustado con otro," así como ningún miembro o clase de una sociedad debe tener razones para quejarse de injusticia. Esas condiciones son: 1.) Evitar ante todo el silencio, como si se tratara de la muerte misma del ejercicio (no los compases de espera, sino el silencio persistente, que Kant llama "mortal", en cuanto representa el estado original de insociabilidad y desconfianza mutua). 2) Evitar que surja o, si surgiera, evitar que perdure un espíritu de contradicción, pues en materia de conversación, la contradicción representa la guerra, pero "este diálogo no debe ser una ocupación, sino sólo un juego". 3) Procurar que la experiencia signifique para todos los participantes un progreso cultural; y eso ocurrirá siempre que puedan reconstruir el diálogo, cuando posteriormente recapitulen, conforme a algún "hilo conductor", lo cual a su vez depende de que la transición temática esté siempre guiada por razones. En este punto, Kant reconoce su fuente en el anecdotario de Ateneo de Naucratis (ca. 200), según el cual, un convidado a los banquetes de Platón dijo a éste una vez "Tus comidas no agradan sólo cuando se las goza, sino también tantas veces como se piensa en ellas."4 4) Procurar que la materia temática de la conversación sea tal que interese a todos por igual, y dé a cada uno la ocasión de contribuir con algo propio. 5) Procurar que, cuando la discusión se torne seria ("lo que, pese a todo [cuidado], es inevitable"), cada uno mantenga sus propias emociones cuidadosamente disciplinadas, y use cada uno con todos un "tono" de "recíproco respeto y benevolencia". (Cfr. §88, p.. 224)
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