Hay
dos variantes, una que sostiene la presencia de la persona, mientras
la otra considera la presencia de un ser humano individual:
- Dos
posiciones:
a) El cigoto o embrión es una “persona potencial”
pues en él hay un DNA único, específico
para cada individualidad.
b) o al menos resulta indiscutible que se trata de un ser
humano y no de ninguna otra especie: tiene nuestra misma
condición. Hay continuidad entre inicio y fin
de la vida humana.
Más allá de este matiz, ambas posturas coinciden
en los siguientes aspectos ontológicos y biológicos:
- El
cigoto está conformado por una célula madre o
stem cell, por tanto, está conformado por una
célula totipotencial: que tienen la potencia de reproducirse
a sí misma, es “eterna” y posee la capacidad
de crear un individuo gracias a que contiene un programa genético
que rige no sólo al cuerpo sino las características
de la personalidad, actividad cerebral o pensamiento.
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El cigoto es un fin en sí mismo porque ya tiene
una actividad: tiene la astucia de hacerse invisible al sistema
inmunológico de la madre, para lograr implantarse.
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La
primera célula no tiene por qué ser sagrada,
pues todas las células del cuerpo contienen la información
del organismo completo. No hay por qué respetar las
células de la piel, del cabello o de las uñas,
tampoco la primera célula.
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En el cigoto no hay aún una individualidad conformada,
pues ésta requiere del paso del tiempo y de
la complejidad de las relaciones con el
cuerpo de la madre y el ambiente, así como a la posible
aparición de diversas contingencias que pueden
influir en que no se logre la implantación y no se
logre el desarrollo de la individualidad. No hay “astucia
del cigoto” sino suerte favorable a la sobrevivencia.
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El cigoto es una célula totipotente, pero justo por
ello, puede dar lugar a cualquier órgano, de modo que
ella es indiferenciada. El programa genético
que contiene en el DNA es algo “abstracto”: como
lo es el plano arquitectónico respecto de una casa
construida.
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En síntesis: no se es humano desde el inicio, sino
a partir de un cierto momento, cuando se cumplen ciertas condiciones:
la implantación (a los 14 días), o bien, la
conformación del cerebro (a los tres meses) o cualquier
otro momento –algunos piensan que es sólo a partir
del nacimiento. Antes de nacer somos pura biología,
y sólo después entramos en el reino de la cultura
y la humanización.
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El cigoto no es un ser “en sí” y “por
sí”. Su status es dado por la mirada de los otros,
de los padres. Para unos padres que desean tener hijos, la
primera célula tiene toda la importancia, para una
madre que no quiere embarazarse, no tiene ninguna.
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