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10
de abril de 2004 Vol. 5, No. 3 ISSN: 1607 - 6079 |
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La polémica: Martinet En opinión de Martinet, esta justificación explícita no basta para comprender porque "el tratado que contiene el cuerpo de la Física lleva el nombre de la Luz." (14) Pues -cuestionamos, por nuestra parte- si la elección del fenómeno de la luz es de carácter fortuito, y pudiera haber ocupado tal sitio el fenómeno del sonido, o algún otro; su papel en el Mundo bien pudo haberse restringido al de caso paradigmático o ejemplar, pero jamás hubiera desempeñado el papel de modelo organiza tuvo del universo. Para este intérprete el tema de la luz se perfila como el aspecto intrínseco del orden de razones que se relacionan en la explicación del conjunto de las cosas materiales. A ello apunta el hecho de que Descartes, habiendo resuelto emprender un tratado completo de Física donde el tema de la luz ocuparía el sitio de compendio, integrando una de las partes de la obra, este fenómeno cobró, sin embargo, mayores proporciones (15). La explicación que ofrece nuestro intérprete se funda en hacernos advertir -como hemos dicho- la casi simultaneidad con que son elaborados los distintos proyectos de su obra científica. Así, afirma que al trabajar alternadamente, va orientando sus resultados y descubrimientos al cuerpo de cada obra, dependiendo de las finalidades de cada una de ellas, evitando las repeticiones. Esta circunstancia es posible derivarla a partir de la correspondencia de Descartes en el período de 1629 a 1636. Según estas evidencias, el Discurso de la luz que debía insertarse en La Dióptrica y contener casi una Física completa, fue trasladado al Mundo, quedando sólo en la anterior un primer discurso sobre este tema y prescindiendo de la exploración de los principios o causas que la explican. Gran parte de las evidencias que presenta Martinet en apoyo de su propuesta descansan en el análisis de La Dióptrica, Los Meteoros y El Mundo. De tal análisis desprende que, de igual forma en que los problemas específicos que están a la base de La Dióptrica y Los Meteoros; a saber, respectivamente: la construcción de las lentes y la explicación del fenómeno de la aparición de “diversos soles”, sólo aparecen -según el orden de exposición- al final de cada ensayo; Descartes ha elegido, para exponer la solución de los problemas de la Física, un orden inverso a aquél de su descubrimiento. Para detallar esta situación -nos dice- basta revisar el orden en que se tocan los diversos temas en los Ensayos. (16) Esta sería una de las bases constitutivas en que reposa esta interpretación; a saber: que el orden de la exposición de las obras científicas cartesianas no obedece al orden de los trabajos que han permitido obtener la solución a los problemas que, finalmente, expone en otro orden, mismo que obedece a razones insitas a la metódica asumida para la construcción de una “verdadera ciencia”. De manera tal que, según Martinet, para entender cabalmente el papel desempeñado por el fenómeno de la luz en la Física, debemos escudriñar las conexiones internas, los requerimientos de orden teórico que no se encuentran explícitamente en las obras de Descartes. Aproximándonos con más detalle a lo anterior, veremos –siguiendo a nuestro autor- que las suposiciones de que parte Descartes en La Dióptrica y Los Meteoros son demostradas a posteriori, pues la demostración a priori, las verdades indiscutibles, se deducen de aquellos principios que no juzga conveniente exportar conjuntamente a dichos Ensayos y que desarrolla en El Mundo. Se establece, pues, entre estos proyectos una dependencia recíproca, cuyas finalidades obedecen al programa de ciencia perfecta que requiere explicar los efectos por las causas y no a la inversa. Sin embargo, lo que constituye la tesis que soporta esta propuesta es que, a efectos del procedimiento seguido, Descartes no se prohíbe explorar los fenómenos según el sentido inverso que parte de los efectos para buscar las causas. En opinión de Martinet, este procedimiento pasa generalmente desapercibido, porque Descartes no lo ha teorizado, por el hecho de que no se responde así al status que asigna a la ciencia perfecta, esto es, proceder escrupulosamente derivando los efectos de las causas. |