10 de abril de 2004 Vol. 5, No. 3 ISSN: 1607 - 6079
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Martinet señala el tipo de relaciones intrínsecas a la formulación de soluciones en que convergen las tres obras mencionadas y que no es otro que, desde luego, el fenómeno de la luz. A tal fin, vayamos a los Ensayos.

La primera observación al respecto apunta que Descartes, a fin de conciliar la concepción mecanicista con la naturaleza del movimiento, se ve constreñido a formular una alternativa: la acción o tendencia al movimiento, misma que corresponde al comportamiento de la luz.

Sigamos sus argumentos. En La Dióptrica, a partir del ejemplo del bastón:

…deseo que piensen que la luz no es otra cosa en los cuerpos que se denominan luminosos sino una cierta acción muy rápida y muy viva, que pasa hacia nuestros ojos, a través del aire y de otros cuerpos transparentes, de igual manera que el movimiento o resistencia de Ios cuerpos, que experimenta un ciego, pasan hacia su mano, por medio de un bastón. (17)

Descartes establece -según se ve- una analogía entre la acción de la luz, el medio o aire y el ojo, con, respectivamente: la resistencia de los cuerpos, el bastón y la mano del ciego que experimenta la presencia del objeto. A través de esta analogía presenta la naturaleza de la luz como una acción, que sin embargo, es necesario distinguir del movimiento propiamente dicho, como lo indica en su segunda analogía, la de la cuba:

Pero, por qué hay gran diferencia entre el bastón de ese ciego y el aire o los otros cuerpos transparentes, ...es necesario que me sirva de otra comparación ... Vean una cuba en tiempo de vendimia, repleta de uvas a medio prensar, y en el fondo de la cual se han hecho uno o dos orificios... por donde el vino que contiene pueda colarse... entenderán fácilmente como las partes de ese vino ...tienden a descender en línea recta por el orificio A en el mismo instante en que se abre al igual que por el orificio B, y las partes del vino que están hacia (otras partes) tienden también al mismo tiempo a descender por esos dos orificios, sin que ninguna de esas acciones sea obstaculizada por la otra, ni tampoco por la resistencia de los racimos que están en esa cuba ...así todas las partes de la materia sutil que tocan el costado del sol que nos mira, tienden en línea recta hacia nuestros ojos en el mismo instante en que se abren, sin obstaculizarse unos a otros e igualmente sin ser obstaculizados por las partes gruesas de los cuerpos transparentes que están entre ambos... Y adviertan aquí que es necesario distinguir entre el movimiento e inclinación a moverse... Y así, pensando que no es tanto un movimiento (el del vino) como la acción de los cuerpos luminosos lo que se necesita para tomar su luz, deben ustedes juzgar que los rayos de esta luz no son otra cosa que las líneas según las cuales tiende esta acción. (18)

En esta analogía Martinet advierte el problema que se presenta a Descartes: la justificación de la instantaneidad del movimiento que caracteriza a los rayos solares, misma que queda fuera de la explicación que proporciona la concepción mecánica del movimiento, pues aunque los choques de las partículas de los cuerpos materiales se concibe instantánea, sus efectos se advierten en sucesión, no simultáneamente, a diferencia de la acción de los solares en el ojo.

Un problema más encuentra este autor a partir de la analogía siguiente, la de la bala:

…pero, cuando (los rayos) toquen algunos otros cuerpos, están sujetos a ser desviados por ellos, o amortiguados, de la misma manera que lo es el movimiento de una bala, o de una piedra arrojada al aire que toca. Pues es bien fácil de creer que la acción o inclinación a moverse, que como he dicho, toma la luz, debe seguir en ella las mismas leyes del movimiento. (19)

Tenemos que la luz es una acción o tendencia al movimiento que debe distinguirse de éste, y ahora, con la comparación de la bala, se afirma que esta inclinación a moverse (movimiento virtual) debe sujetarse a las leyes propias del movimiento efectivo, real o local.

Las dificultades para conciliar la concepción mecánica con el comportamiento de la luz, conduce a Martinet a plantear que no hay en este ensayo una verdadera solución a éste, lo cual, bajo el carácter de la obra puede ser admisible, ya que Descartes advierte:

No habiendo otra ocasión aquí para hablar de la luz, sino para explicar cómo sus rayos entran en el ojo, y cómo pueden ser desviados por los diversos cuerpos que tocan, no hay necesidad de exponer verdaderamente cual sea su naturaleza. (20)

Sin embargo, el problema se remite al Mundo donde nuestro intérprete subraya el carácter problemático que Descartes asigna al problema de la luz, desde el primer capítulo. Pues si la sensación de la luz no nos da información directa sobre la naturaleza de lo que provoca, no queda otra alternativa para Descartes que, por motonimia, denominar luz a ese pensamiento que tenemos de la sensación.

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