10 de abril de 2004 Vol. 5, No. 3 ISSN: 1607 - 6079
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Ello plantea el problema de la fundamentación ontológica de la luz, que –en opinión de Martinet- reviste prioridad sobre la sensación que hace la denominemos así. Nos hace notar que, en una de sus respuestas a Morin, Descartes declara que “los cuerpos luminosos tienen en ellos todo por lo cual lo dominamos luminosos, es decir, que tienen todo lo que deben tener para hacernos sentir la acción de la luz(21)

El problema sobre la naturaleza objetiva de la luz, sólo encuentra solución desde la concepción mecánica, a partir de la teoría de los elementos (22), misma que posibilita:

  1. La concepción de la instantaneidad de la acción de la luz.
  2. La asimilación de un movimiento virtual, sin contravenir el movimiento efectivo.
  3. La exposición ordenada del universo, deduciendo los efectos de sus causas, según principios uniformes y extensibles a todo fenómeno particular.

La teoría de los elementos admite estos requerimientos por encontrarse en ella una solución ad-hoc, dada por la naturaleza de los cuerpos materiales.

Así, aunque como sabemos Descartes no mantiene la teoría de los elementos en sus Ensayos, Martinet propone que ésta representa un soporte inevitable en los planteamientos de los ensayos. Pues la comparación de la cuba viene en apoyo de la distinción entre dos tipos de materia: la materia sutil (que denomina cuerpos líquidos en el Mundo) y la materia gruesa (denominada en esta obra, cuerpos sólidos). Cabe advertir que esta distinción no contraviene la concepción homogénea de la materia, sino que se establece sólo en función de la disposición a la separabilidad de sus partes. Estos tipos de materia, requieren, sin embargo, del complemento de otra más sutil que tiene por función llenar los huecos de los poros, misma que por añadidura, es requisito para explicar la transmisión de la luz.

Ello puede advertirse también en los siguientes pasajes de Los Meteoros, que hacen referencia a la luz al explicar la naturaleza de la materia corpórea:

Supongo primeramente que el agua, la tierra, el aire y todos los otros cuerpos que nos rodean están compuestos de múltiples pequeñas partes de diversas figuras y grosores que nunca están tan bien dispuestas ni tan justamente unidas, que no queden intervalos en torno a ellos; y que esos intervalos no están vacíos, sino rellenos de esta materia muy sutil, a través de la cual, como he dicho antes, se comunica la acción de la luz(23)

Más adelante agrega:

Por lo demás, es necesario pensar que la materia sutil que llena los intervalos que están entre las partes de los cuerpos es de naturaleza tal que no cesa nunca de moverse, muy rápidamente pero a diferente velocidad según el lugar y el tiempo, pero que se mueve comúnmente un poco más rápido hacia la superficie de la tierra... De ello la razón es evidente, suponiendo que la luz no es otra cosa que un cierto movimiento o una acción, pues los cuerpos luminosos empujan esta materia sutil a todos lados en torno a ellos en línea recta tal como he dicho en La Dióptrica. (24)

Por lo anterior -advierte Martinet- no debe pensarse que es en función de la problemática de la luz que Descartes establece este doble tipo de materia, pues inicialmente ya aparece desde 1630 para resolver el problema de la condensación y de la rarefacción (25). En efecto, lo que resulta claro a partir de lo anterior es que las investigaciones llevadas en el marco de La Dióptrica obligan a Descartes a asociar los problemas de la luz con los de la materia y, más precisamente, conducen a distinguir dos variedades de ésta que, evidentemente, -según lo antes dicho- supone la teoría de los tres elementos.

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