10 de agosto de 2004 Vol. 5, No. 7 ISSN: 1607 - 6079
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Estilo Maya-tolteca

Desde hace tiempo se ha reconocido al Posclásico en el área maya, lapso de tiempo de cambios complejos y profundos, como un periodo de "mexicanización", "una época en que rasgos culturales del centro de México y de otras regiones fueron incorporados al arte, la arquitectura y la cerámica maya" (Sharer, 1999: 371) (Fig. 39). Así, aparece entonces al norte de la Península de Yucatán, lo que se ha llamado el estilo maya-tolteca, que presenta fuertes influencias ajenas a la cultura maya, provenientes del Altiplano; sin lugar a dudas Chichén Itzá sería el ejemplo más acabado de éste, donde se integraron espléndidamente las líneas suaves y delicadas del primero (Fig. 40) y la rudeza y la fuerza del segundo.

Figura 39. Dibujo reconstructivo del Chichén Viejo; al fondo el Observatorio.
Figura 40. Edificio de Las Monjas en Chichén Viejo.

El Caracol, observatorio cilíndrico que se desplanta sobre dos plataformas, construido en el periodo de transición, conserva aún elementos ornamentales del estilo Puuc, pero ya son unas serpientes toltecas las que adornan la escalinata. A partir de entonces, la traza urbana se modifica, y los edificios ya no se agrupan en forma compacta en cuadrángulos o "acrópolis", sino que se dispersan en medio de grandes explanadas. Por otro lado abunda el uso de columnas serpentiformes en la entrada de los templos así como de cabezas de serpientes emplumadas al pie de las alfardas de las escalinatas con sus remates en forma de dados.

Las antiguas cresterías mayas se ven sustituidas por remates escultóricos, como por ejemplo los del techo del recinto superior del Castillo (edificio con una clara orientación calendárica), donde se colocaron caracoles cortados o flechas cruzadas. Se le da mucho mayor importancia a los espacios interiores, usándose para ello hileras de columnas o pilares como sostén de los techos. Algunos de estos últimos fueron esculpidos con figuras de guerreros ataviados a la usanza tolteca, como en el caso del templo de Los Guerreros, mientras que en el Grupo de las Mil Columnas o el Mercado las magníficas columnatas muestran precisamente esta nueva disposición, amplitud y flexibilidad de los recintos cerrados.

Sin embargo, aunque hay otros muchos elementos de clara tradición tolteca, como el tablero-talud, la presencia de atlantes sosteniendo un altar en el interior del templo, las bancas adosadas al pie de los basamentos que en un momento dado sobresalen a manera de altares, el estilo de los relieves de guerreros y serpientes emplumadas, las esculturas de los portaestandartes, etc., hay también otros de la antigua tradición regional como los mascarones narigudos o las molduras biseladas, que le dan un carácter ecléctico a este estilo.

Éste, en efecto, supo lograr –en edificios como el caracol o el castillo- una fusión más íntima, una verdadera síntesis de dos herencias tan disímiles; mientras que en el templo de los Guerreros presenta tan sólo los elementos provenientes de cada una de ellas (Gendrop, 1984: 56).

Finalmente, no se puede dejar de mencionar el juego de pelota principal de esta ciudad peninsular. Aunque es cierto que el juego de pelota es una construcción común no sólo a las ciudades mayas —independientemente de los estilos arquitectónicos— sino en general a toda Mesoamérica, el de Chichén Itzá llama la atención por su descomunal tamaño. Tiene forma de I, mide 95 m de largo y tiene banquetas en talud con bellos relieves sobre las que se desplantan elevados paramentos verticales. Tanto en los dos extremos como en el lado oriente, se construyeron templos que completan el conjunto arquitectónico.

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