Estilo
Maya-tolteca
Desde hace tiempo se ha reconocido al Posclásico en el área
maya, lapso de tiempo de cambios complejos y profundos, como un
periodo de "mexicanización", "una época
en que rasgos culturales del centro de México y de otras
regiones fueron incorporados al arte, la arquitectura y la cerámica
maya" (Sharer, 1999: 371) (Fig. 39). Así, aparece entonces
al norte de la Península de Yucatán, lo que se ha
llamado el estilo maya-tolteca, que presenta fuertes influencias
ajenas a la cultura maya, provenientes del Altiplano; sin lugar
a dudas Chichén Itzá sería el ejemplo más
acabado de éste, donde se integraron espléndidamente
las líneas suaves y delicadas del primero (Fig. 40) y la
rudeza y la fuerza del segundo.
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Figura
39. Dibujo reconstructivo del Chichén Viejo;
al fondo el Observatorio. |
Figura
40. Edificio de Las Monjas en Chichén Viejo. |
El
Caracol, observatorio cilíndrico que se desplanta sobre dos
plataformas, construido en el periodo de transición, conserva
aún elementos ornamentales del estilo Puuc, pero ya son unas
serpientes toltecas las que adornan la escalinata. A partir de entonces,
la traza urbana se modifica, y los edificios ya no se agrupan en
forma compacta en cuadrángulos o "acrópolis",
sino que se dispersan en medio de grandes explanadas. Por otro lado
abunda el uso de columnas serpentiformes en la entrada de los templos
así como de cabezas de serpientes emplumadas al pie de las
alfardas de las escalinatas con sus remates en forma de dados.
Las
antiguas cresterías mayas se ven sustituidas por remates
escultóricos, como por ejemplo los del techo del recinto
superior del Castillo (edificio con una clara orientación
calendárica), donde se colocaron caracoles cortados o flechas
cruzadas. Se le da mucho mayor importancia a los espacios interiores,
usándose para ello hileras de columnas o pilares como sostén
de los techos. Algunos de estos últimos fueron esculpidos
con figuras de guerreros ataviados a la usanza tolteca, como en
el caso del templo de Los Guerreros, mientras que en el Grupo de
las Mil Columnas o el Mercado las magníficas columnatas muestran
precisamente esta nueva disposición, amplitud y flexibilidad
de los recintos cerrados.
Sin embargo, aunque hay otros muchos elementos de clara tradición
tolteca, como el tablero-talud, la presencia de atlantes sosteniendo
un altar en el interior del templo, las bancas adosadas al pie de
los basamentos que en un momento dado sobresalen a manera de altares,
el estilo de los relieves de guerreros y serpientes emplumadas,
las esculturas de los portaestandartes, etc., hay también
otros de la antigua tradición regional como los mascarones
narigudos o las molduras biseladas, que le dan un carácter
ecléctico a este estilo.
Éste,
en efecto, supo lograr –en edificios como el caracol o el
castillo- una fusión más íntima, una verdadera
síntesis de dos herencias tan disímiles; mientras
que en el templo de los Guerreros presenta tan sólo los
elementos provenientes de cada una de ellas (Gendrop, 1984:
56).
Finalmente, no se puede dejar de mencionar el juego de pelota principal
de esta ciudad peninsular. Aunque es cierto que el juego de pelota
es una construcción común no sólo a las ciudades
mayas —independientemente de los estilos arquitectónicos—
sino en general a toda Mesoamérica, el de Chichén
Itzá llama la atención por su descomunal tamaño.
Tiene forma de I, mide 95 m de largo y tiene banquetas en talud
con bellos relieves sobre las que se desplantan elevados paramentos
verticales. Tanto en los dos extremos como en el lado oriente, se
construyeron templos que completan el conjunto arquitectónico.
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