10 de octubre de 2004 Vol. 5, No. 9 ISSN: 1607 - 6079    
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Galeria

Retrato y cadáver de Zapata

A.V.C.7

En lo que a Casasola concierne, éste siempre permanece del lado de la instantánea, en relación a Hugo Brehme, y las imágenes mismas rinden cuenta de esa intencionalidad; tal es el caso de: “El soldado con su esposa y su hijo (AV.C. 6), “La soldadera y sus niños” (AV.C. 7),

y más aún el “Enfrentamineto entre porfiristas y zapatistas”, donde la acción es directa y prácticamente el fotógrafo está en la línea de fuego (AV.C. 10); así como en los fusilamientos de Chalco y de Fortino Sámano (AV.C. 11-12).

A.V.C.10

Razones, justamente, del quehacer fotográfico del “cazador de imágenes” nos enfrentan a dos obras clásicas de Casasola: “El retrato de Zapata”, hecho en 1911 (A.V.C. 13), y la foto del “Cadáver de Zapata en Cuautla” (AV.C. 14).

A.V.C.13

Aquí estamos frente a dos trabajos diferentes, inclinados más hacia el retrato, que hacia la instantánea. El primero no es exterior ni tampoco interior; es en el patio de una casa. La segunda fotografía (“El cadáver de Zapata”) es decididamente un interior, sin ser necesariamente un retrato, puesto que no hay ninguna pose, ni forzosamente un decorado. No excluye esto la puesta en escena de los personajes del derededor que miran, unos al objetivo del fotógrafo, otros —sorprendidos— a la luz de magnesio que explota en el aire.

“El retrato de Zapata”, con el fusil en la mano derecha, el brazo izquierdo apoyado en el sable y una banda transversal cubriéndole el pecho bajo las cananas, denotan la “retratificacion” y la pose del sujeto. A diferencia del retrato clásico de la época, esta imagen, que sí obligó a una “puesta en escena”, no recurrió a ninguna truculencia de una imagen de estudio, como sería el caso del telón de fondo en trompe a l'oeil de los retratos de Romualdo García. La foto de Zapata se realizó en decorado natural y con la consecuente luz de ambien­te. Esta hibridación de la puesta en escena del personaje al natu­ral nos obliga a considerarla como un enunciado fotográfico que oscila entre el retrato y el no-retrato, pero que no se aproxima en nada a la instantánea.

La foto contrapuesta dentro de la edición de Benteli Verg es justamente la imagen de Zapata asesinado, con la camisa ensangren­tada, lo que permite suponer que fue realizada el mismo día del crimen, pues una marca de enunciación espacio-temporal así lo indican: “Cuautla, Morelos, abril 19, 1919”. El cuerpo inerte de Zapata fue expuesto a la prensa, inmediatamente después del asesinato. Por su carácter periodístico, esta imagen posee el rasgo de una instantá­nea. Sin embargo, la necesidad de depositar el cadáver de una cierta manera; de levantarlo por asistentes de la comandancia policíaca o militar para que el cliché fuera realizado, denotan una cierta “puesta en escena” requerida por el fotógrafo, a pesar de la evi­dente dificultad espacial para lograrla. La espontaneidad de los mirones, cuyos rostros sorpresivos miran al objetivo, o a la luz de magnesio que explota en el aire, pasó a la “historia”, junto con el rostro de un Zapata inerte. Esta instantánea/no-instantánea se opone al retrato/no-retrato de la página precedente. (Re­cordamos la semejanza de esta foto, con aquella del “Che” Gueva­ra en la comandancia militar próxima a Ñacahuazú, cuando el cuerpo fue expuesto a la prensa internacional).

Esta instantánea/no-instantánea del cadáver de Zapata que temporalizada, espacializada y actorializada, rinde cuenta de la muerte objetiva del caudillo del sur, ubicando al sujeto en el rango de personaje real/no-real (o no vivo), dentro de un discurso historiográfico en que este documento se convierte. Por el contrario, el retrato/no-retrato de Zapata y los zapatistas (que también es un documento historiográfico) ubican estas imágenes en el rango de mito/no-mito. Recordemos que cultural y semánticamente, en la actualidad se reconoce a un Zapata “viviente” a través de los carteles serigrafiados que se realizaron a partir de esta imagen del retrato clásico hecho por Casasola, y que circuló mucho durante la última fase del movimiento estudiantil-popular de 1968. De acuerdo a la estructura elemental de la significación, tanto el retrato/no-retrato de Zapata y los zapatistas en Sanborn's, como el de la instantánea/no-instantánea de Villa en su Rancho y de Zapata muerto, se podrían localizar en un cuadro semiótico de la siguiente manera:

Retrato

Instantanea

(mito/irrealidad)

(historia/realidad)

no instantánea

no-retrato

(no-realidad/no historia)

(no-mito/no irrealidad)

La oscilación entre retrato à no-retrato de la foto de Zapata con el fusil en la mano y en consecuencia, entre mito à no-mito de una historia oficializada, permite también un recorrido semiótico de la significación entre irrealidad y no-irrealidad. La foto requirió de una pose, de una cierta “puesta en escena”; no obstante, el interior/no-interior de esta fotografía (el patio de una casa) determino también una cierta libertad no-libertad del fotógrafo para acondicionar el escenario y, al mismo tiempo, condicionarse a las circunstancias en las que se encontraba.

El hecho de verlo con el fusil en la mano derecha, la izquierda apoyada en un sable y una banda atravesándole el pecho, bajo las cananas, no es sino prueba de la “retratificación” de la fotografía.

A diferencia del retrato clásico, como los del estilo de Romualdo García, esta imagen no recurrió —salvo la pose y el “vestua­rio”— a ninguna otra truculencia de una foto de estudio, como se­ría el necesario telón de fondo en trompe a l'oeil . Más bien aprovechó el decorado natural del patio de la casa, donde incluso percibimos observadores en la parte inferior de la misma. Esta hibridación de la imagen, en donde aparecen características de una “puesta en escena” del personaje en un decorado al natural, permi­ten ubicar la fotografía entre retrato/no-retrato, mito/no-mito, irrealidad/no-irrealidad.

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