Y si lo es pero de manera especial
Puedo coincidir
con Juliana en que la moral filosófica se distingue de otras
morales en función de la forma en que es concebida; es decir,
a partir del instrumento que le es propio: la reflexión filosófica.
Tampoco concuerdo en que la diferencia de esta moral filosófica con el resto sea que no da normas particulares y concretas, porque basta repasar la historia de la filosofía para encontrarnos justo con lo contrario, que los filósofos han concebido normas y formas específicas de conducta, que de hecho siguen siendo objeto de la discusión filosófica, a lo largo de toda la historia. Que estas
no sean el objeto primario de la reflexión actual y que estas
no sean frecuentes en filósofos más actuales, no implica
que la reflexión de la moral filosófica no las implique. Juliana tal vez al recoger estos argumentos sobre la superioridad de la moral filosófica, haciéndose eco del tópico heredado del siglo XIX, de que hay algo que puede ser llamada moral es “convencional, acrítica, inauténtica y anquilosada”. Esa moral a la que con tanta vehemencia atacaba Wilde, Nietzsche, Freud, Sartre, Marcuse. Pero hoy,
en un mundo en que se confrontan muchas morales, desde las que tienen
que ver con el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, la bioética,
hasta las que hacen una defensa religiosa de la vida, sustentan la existencia
de un comercio humanista, etcétera ¿tiene sentido hablar
de una “moral convencional”? Es cierto que todavía
vemos a algunos sacerdotes y a algunos comunicadores responder a una
especie de “moral convencional” a veces casi como caricaturas.
¿Pero realmente se trata de una moral?
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