Christine
Longaker menciona que si queremos encontrar sentido
a nuestra vida, así como a nuestra muerte, deberemos
asumir los siguientes tres compromisos:
a) Ser conscientes de nosotros mismos y aceptarnos.
b) Proponernos un diálogo auténtico con
los demás.
d) Decidir adoptar una dirección positiva de crecimiento.
a) Conciencia y aceptación de uno mismo:
Para encontrar sentido a nuestra vida, debemos querer sentirnos vivos, y esto significa ser plenamente conscientes de nuestra experiencia presente y aceptarla. Por el contrario, la mayoría nos pasamos la vida intentando vivir de acuerdo con los papeles que nos han asignado otros “nuestros padres, la pareja, o los hijos“ o, constreñidos por la imagen que nos imponemos a nosotros mismos. Reprimimos nuestros sentimientos naturales al intentar acoplarnos a esos moldes restrictivos, y así vamos perdiendo gradualmente el contacto con lo que somos y con lo que sentimos realmente.
Así cuando sufrimos o morimos, nos encontramos frente a frente con esos aspectos de nosotros mismos que estuvieron largo tiempo enterrados, con sentimientos de los que ni siquiera conocíamos su existencia, con anhelos y miedos profundos que no habíamos verbalizado. Preocupados por no perder el control, juzgando con dureza nuestras emociones dolorosas, temiendo que si parecemos vulnerables los demás nos pierdan el respeto, no sabemos ni por donde empezar a aceptar esas partes desconocidas de nosotros mismos de las que ahora nos hacemos conscientes.
Cuando no encontramos una salida al sufrimiento, con frecuencia nos escondemos detrás de una concha de aislamiento. Intentando filtrar de la consciencia cualquier sentimiento desagradable o que nos dé miedo. Limitamos además nuestra capacidad para experimentar todo lo que puede darle valor a la vida: el sentimiento de estar vivo y de alegría, de paz interior, de compasión auténtica, de juego y curiosidad, de apertura y confianza para dar y recibir amor.
Para sentir que nuestra vida tiene sentido es necesario romper con esas viejas “protecciones“, estar abiertos a experimentar nuestros auténticos sentimientos, sean los que sean y aceptarnos con comprensión y con compasión.
El paso por las cinco etapas del duelo es un proceso en el que se avanza hacia la bendición, la “aceptación“, pero sólo podemos realizar plenamente ese proceso cuando sentimos la aceptación de otra persona..... La “aceptación“ de nuestro propio ser, es decir, reconocer nuestro valor como personas, depende de saber que somos aceptados por alguien o algo más grande que nuestro yo individual... La aceptación es el comienzo del crecimiento.
b) Proponernos un diálogo auténtico con los demás:
El segundo compromiso para encontrarle un sentido a la vida es proponernos una relación auténtica y un diálogo creativo con los demás. Tenemos que asumir el riesgo de abrirnos y mostrarnos como somos, aunque sólo sea ante una persona, estableciendo una comunicación auténtica y sincera. Al comprometernos con un verdadero diálogo, tenemos que estar dispuestos además a escuchar y aceptar a la otra persona y su experiencia.
Lo que nos hace sentirnos desvalidos no es lo difícil de la situación; es quedarnos aislados en el sufrimiento, el temor o la pena, y no poder conectar con los demás. Tarde o temprano, tendremos que soltar nuestro orgullo y nuestros temores y decir la verdad. Tenemos que empezar por salir y pedir la ayuda que necesitamos. Si en los periodos más oscuros de nuestra vida, conectamos auténtica y sinceramente con al menos una persona, eso nos dará un rayo de esperanza.
El primer compromiso significa en realidad dejar de ocultarnos a nosotros mismos. En el segundo compromiso se nos invita a dejar de ocultarnos a los demás y a conectarnos humanamente y con sentido, a valorar a los demás como hemos empezado a valorarnos y aceptarnos a nosotros mismos. Las relaciones abiertas y auténticas que hayamos cultivado a lo largo de la vida son unos recursos inapreciables, que nos ayudarán a afrontar las pérdidas y el sufrimiento inevitable.
|