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Neurocepción, una forma de comprender el comportamiento amoroso*
Benjamín Domínguez Trejo
 

Emoción, un estado controvertido

Al parecer, las emociones tienen, algunas veces, la apariencia de super-racionalidad que ahorra recurrir a razones puras. En el funcionamiento emocional no es así todo el tiempo, si así fuera, el punto de vista negativo de las emociones nunca hubiera sido divulgado a pesar de la influencia que ha logrado. El hecho de que las emociones hayan tenido tan “mala prensa”, en los escritos de muchos pensadores occidentales, es testimonio de que no siempre se puede demostrar que las emociones funcionan bien. Algunas veces sus efectos en el razonamiento son claramente dañinos, por ejemplo, podemos gastar más dinero en nombres de productos con marcas familiares, que en productos más baratos que pueden ser tan buenos como los más comerciales, pero fabricados por compañías menos conocidas. El efecto del estado de ánimo en el juicio, significa que podemos inclinarnos por una situación simplemente porque nos resulta más conocida y no por alguna fundamentación de otra naturaleza.

El punto de vista positivo de las emociones que hemos descrito no excluye que algunas veces éstas afecten el razonamiento deteriorándolo. Nuestro trabajo con personas afectadas por padecimientos como el dolor crónico, nos ha permitido constatar que el sólo temor a experimentarlo es mucho más incapacitante que el mismo dolor (Domínguez y Olvera, 2005). Este argumento simplemente plantea que estas instancias son rebasadas y adquieren mayor peso que las ocasiones en las que las emociones afectan nuestro razonamiento mejorándolo. El enamoramiento es el ejemplo más ilustrativo. El balance es que una criatura que carezca de emociones, tendrá más dificultades de adaptarse al ambiente.

Las emociones no sólo están relacionadas con cómo lograr una meta establecida, sino también con la decisión de qué metas perseguir; si queremos darle un nombre a esta noción ampliada de racionalidad, podríamos, de acuerdo con Gigerenzer, llamarla “racionalidad ecológica”. Otro término podría ser “racionalidad evolutiva”, puesto que nuestras preferencias están fuertemente influidas por la herencia biológica que poseemos, ya que la selección natural diseñó nuestras emociones justamente como ha diseñado otras facultades mentales: para ayudarnos a sobrevivir y a reproducirnos de la mejor manera en un ambiente peligroso, incierto y emocionante.

Pero, ¿qué tipo de factores intervienen para modular la reacción de dos personas cuando se encuentran? La manera en que responden inicialmente ¿es producto del aprendizaje, de la cultura, de las experiencias familiares o de otros procesos de socialización? Y ¿en qué medida se trata de una respuesta que es la expresión de un proceso neurobiológico programado en el DNA en nuestra especie? Si la respuesta es neurobiológica, ¿cuáles son las características neurobiológicas que desencadenan los sentimientos de seguridad, amor, y comodidad o el sentimiento de peligro?, ¿por qué algunas personas o pacientes responden cálidamente y con gusto a los abrazos y al apoyo desinteresado, mientras que otras lo rechazan?, ¿por qué algunas personas sonríen y se involucran activamente cuando se encuentran con personas nuevas, en tanto que otros desvían su mirada y se alejan? ¿Qué tanto nos pueden ayudar los avances en el conocimiento de la biología y psicologia humana (Gross, 2002) a comprender los mecanismos que activan estas conductas durante el desarrollo normal y atípico? Comprender mejor el cómo las características conductuales activan los circuitos neurales que facilitan la conducta social (sobre todo el amor), aumentará nuestras opciones profesionales para ayudar a pacientes con dificultades en su comunicación y relaciones sociales.

 

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