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Índice de Sostenibilidad Urbana: una propuesta para la ciudad compleja

Mario Torres Jofré
 
 

Comprensión del concepto de ciudad y sostenibilidad urbana

Diferentes autores, distintas disciplinas, diversas corrientes de pensamiento, cada una ha estructurado una visión particular del "objeto" de estudio llamado ciudad. Valorándose todos los intentos, podemos afirmar que es difícil lograr asumir una definición de ciudad que incorpore todas las variables que intervienen en este fenómeno complejo y dinámico.

La definición más simple y reduccionista es la que han formulado las instituciones que manejan información estadística, para las cuales ciudad es aquel ente que concentra o supera un determinado número de habitantes. Este umbral estadístico no es único, varía de acuerdo a diversos factores, situaciones, criterios o realidades, e incluso con a diversos momentos históricos. También éstos han sido objeto de cuestionamientos por la importancia asignada al número de habitantes dejando de lado otros factores tanto o más relevantes, como son: la diversificación de actividades y el predominio de las actividades económicas secundarias y terciarias. La necesidad de establecer una definición de ciudad se remonta a tiempos pretéritos y ésta dependerá de quien la defina. Mas lo que interesa determinar es el objetivo a lograr con aquella.

En consecuencia, la definición de ciudad o de asentamiento urbano debiera contribuir a establecer los requisitos para la sostenibilidad del territorio, donde el ser humano debe estar en el centro. Para que exista ciudad deben existir, hombres y mujeres, ésta ha sido creada por y para el ser humano y es en ella donde debe alcanzar su mayor grado de desarrollo, espiritual y material.

En el entendido anterior, la dinámica de los procesos de urbanización, el impacto y los efectos en la conformación de los sistemas a diferentes escalas territoriales o espaciales, han determinado la conformación de escenarios de análisis teniendo como enfoque conceptual la consideración de la ciudad como sistema, complejo e incierto; cuyos componentes o subsistemas, desarrollan una serie de interrelaciones mutuas, donde los ajustes y desajustes le asignan la particularidad de desarrollarse en un estado de equilibrio inestable. A esto se agregan los peculiares procesos actuales de globalización que influyen sobre la calidad ambiental de la ciudad, en la reproducción de la vida de sus habitantes y la competitividad de sus actividades productivas.

Para la ciudad como proceso, complejo y dinámico las categorías de análisis a través de las cuales se ha intentado dar cuenta de ella son insuficientes. Dualidades como urbano–rural; público–privado; centro–periferia, distancia–tiempo, concentración–dispersión, jerarquía–poder pasan a tener un nivel de relatividad frente a otro tipo de mecanismos o relaciones que subyacen en los procesos urbanos. La ciudad no es un ente autónomo y endógeno, la ciudad es parte de un sistema exógeno, donde la capacidad de carga disponible del territorio por habitante se reduce constantemente.

Si el concepto de ciudad actual da cuenta del cambio de visión: de la «ciudad objeto» a la «ciudad proceso», complejo e impredecible, al menos sitúa otros escenarios desde la perspectiva del desarrollo urbano. La ciudad grande, densa y heterogénea se ha constituido en una verdadera red urbana, de múltiples centralidades, con roles y jerarquías diversos, que generan otro tipo de relaciones ya no basados en la contigüidad sino en la continuidad.

En un escenario de desafíos e incertidumbres, la importancia y la capacidad de generar condiciones de calidad de vida para sus habitantes dependerá de las condiciones para transformarse en soporte de potencialidad innovativa, de la capacidad de inserción en los sistemas locales, regionales, nacionales y globales, con adecuados niveles de equidad, habitabilidad, competitividad y gobernanza; y, con adecuada capacidad de integrar redes de administración, control, conocimiento e información, dado que las ciudades siguen siendo consideradas como aquellas entidades articuladoras del crecimiento y del desarrollo humano, cuya relevancia y poder aumenta cada vez más en la denominada era de la globalización.

La pregunta pertinente es ¿cómo lograr que las ciudades, que los conglomerados urbanos, las regiones urbanas o los sistemas urbanos se transformen o se adecuen a los requerimientos de innovación, competitividad, eficiencia y capacidad de inserción, junto con la coherente identidad y calidad de vida que se requiere para los propios habitantes? Al respecto parecería fundamental que cualquier formulación de modelo o estrategia de desarrollo urbano debería asentarse en el concepto que de la ciudad estructuran sus habitantes y donde todas las dimensiones del desarrollo humano convinieran simultáneamente. Una ciudad como lugar de encuentro, desarrollo e integración, es una ciudad sostenible.

Una ciudad sostenible ha de sortear la capacidad depredadora del actual modelo económico imperante, que procura con fuerza eliminar todo vestigio del pasado bajo el argumento de simplicidad para un mejor futuro; ha de resolver la forma y el modo de consumo de cientos o miles de hectáreas anuales de suelo, de energía y de agua; ha de responder en forma eficiente a la creciente disposición de residuos; ha de evitar la concentración de la homogeneidad social como mecanismo de control, que segrega, especializa, y ataca al planeamiento con apologías a las políticas de gestión y facilitación de mecanismos económicos que excluyen y degradan el medio ambiente.

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