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Índice de Sostenibilidad Urbana: una propuesta para la ciudad compleja

Mario Torres Jofré
 
 

Principios orientadores para indicadores urbanos

Si se sigue a Alburquerque (1997), cuando indica:

El concepto de “espacio” como spot geográfico en el que se desenvuelven las actividades socioeconómicas, suele llevar implícita la idea de homogeneidad y en él preocupan fundamentalmente los temas relacionados con la distancia, los costes de transporte, la aglomeración de actividades, o la polarización del crecimiento. Pero, desde la perspectiva del desarrollo local y regional, nos interesa básicamente otro concepto diferente, como es el “territorio”, que incluye la heterogeneidad y complejidad del mundo real, sus características medioambientales específicas, los actores sociales y su movilización en torno a estrategias y proyectos diversos, así como la existencia y acceso a los recursos estratégicos para el desarrollo productivo y empresarial. En pocas palabras, frente al concepto de “espacio” como contexto geográfico dado, nos interesa resaltar el concepto de “territorio” como factor de desarrollo (p.23).

se comprenderá que los conceptos de espacio y territorio refieren aspectos distintos en el campo de la planificación.

Sin embargo, espacio y territorio no pueden separarse, hoy más que nunca, van de la mano. La preocupación por la ordenación del territorio ha alcanzado tal amplitud, vistiéndose de manera sistemática, hasta el punto de aparecer como uno de los deberes primordiales e ineludibles de los gobernantes. También, los avances –cada vez más vertiginosos– introducidos por la ciencia y la tecnología en la época actual, afectan el espacio de la ciudad y, por ende, el territorio de mil maneras. Incluso, muchos países ya han desterrado algunos de los principios impulsado por el neoliberalismo económico en el ámbito urbano, según los cuales la localización de las actividades económicas al libre arbitrio de la iniciativa privada suscita espontáneamente una armonía perfecta en un mercado perfecto (Torres, 2003).

Lira (2003), reconoce la existencia y correlación de tres aspectos en ordenamiento territorial, crecimiento y desarrollo económico, necesarios de tener presente al momento de poner en práctica la planeación del desarrollo. Los aspectos existentes son: la multicausalidad en los procesos de crecimiento y desarrollo; la interdependencia entre el proceso de desarrollo, la estructura y evolución de los subsistemas territoriales; y, la realidad multiescalar de las regiones y localidades, donde el todo y cada una de sus partes deben ser producto de análisis (p.9).

En consideración a lo reseñado en los párrafos precedentes, la organización espacial o el ordenamiento del territorio, se entiende “como una reflexión abocada a la acción, sobre los esfuerzos que el hombre emprende deliberada y colectivamente con vistas a modificar las condiciones espaciales de la existencia de una comunidad” (Labasse, 1987, p.18) , para concretar el bien común y, de esa forma, posibilitar el desarrollo integral de la persona humana. Pues

El bien común no se restringe a los valores económicos, sino que abarca todos los ámbitos de la vida social...: el complejo de bienes, fines y condiciones que interesan a todos y de los cuales todos pueden participar. En este sentido, el contenido del bien común está formado:

• por aquellas condiciones externas necesarias al conjunto de los ciudadanos para el despliegue de sus cualidades y de sus funciones, de su vida moral, intelectual y religiosa;

• por el conjunto de condiciones que permiten a los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia perfección;

• por la defensa de los derechos y deberes de la persona humana, sobre todo en la época actual. (Vidal, 1991, p.55).

Borja, en el contexto de lo que ha de ser la proyección de bien común en la ciudad, aportará indicando, que la época actual afecta a éstas con un hecho fundamental, pasar de derechos simples a derechos complejos, y agrega:

(…)no basta con el derecho a la vivienda, es necesario afirmar el derecho a la ciudad. No es suficiente promover viviendas “sociales”, porque puede ser una forma de fabricar áreas de marginalidad urbana. Si hacen falta, se deben construir, pero integradas en el tejido urbano, accesibles y visibles, comunicadas y monumentalizadas, en conjuntos diversos socialmente, con actividades que generen ocupación y servicios. Y sobre todo con espacio público de calidad… Es necesario complementar el derecho al medio ambiente con el derecho a la calidad de vida… Debemos superar el derecho a un estatus jurídico igualitario para llegar al derecho a la inserción social, cultural y política… El derecho a la ciudad supone el civismo y la tolerancia en el espacio público; el derecho a la formación continua, el esfuerzo individual para asumirla; el derecho a la calidad de vida supone un conjunto de comportamientos para respetar el derecho de los otros, etc. Sin deberes no hay derechos. Sin derechos y deberes no hay ciudad. (Borja, 2001)

La determinación y valoración de los indicadores urbanos deben contribuir al proceso de planeación del territorio, pues

el desarrollo no es un proceso rectilíneo, casi automático y de por sí ilimitado, como sí, en ciertas condiciones, el género humano marchara seguro hacia una especie de perfección indefinida… …la mera acumulación de bienes y servicios, incluso a favor de una mayoría, no basta para proporcionar la felicidad humana... Al contrario, la experiencia de los últimos años demuestra que si toda esta considerable masa de recursos y potencialidades, puestas a disposición del hombre, no es regida por un objetivo moral y por una orientación que vaya dirigida al verdadero bien del género humano, se vuelve fácilmente contra él para oprimirlo. (Juan Pablo II, 1998)

Por lo expresado en los párrafos precedentes, para procurar “la consecución de la estructura espacial adecuada para un desarrollo eficaz y equitativo de la política económica, social, cultural y ambiental de la sociedad" (Gómez, 1994, p.1) , que tiene su fundamento en la consecución del bien común, los indicadores urbanos han de trascender el mero resultado absoluto que proporcionan. El fin último sería la sostenibilidad urbana, sustentada en las metas teleológicas de la sociedad, basadas en cuatro dimensiones básicas a reconocer en el medio ambiente urbano: habitabilidad, equidad, competitividad y gobernanza, reflejando el contexto social y las metas individuales. Será necesario asociar las dimensiones a traducciones normativas diseñadas por el conjunto social en forma participativa y democrática.

La justificación de las dimensiones remite a los fines últimos e inscritos en el dinamismo de los deseos humanos. Las dimensiones de sostenibilidad urbana formulan metas irrenunciables del vivir humano al incorporar elementos éticos para la vida en la ciudad y la participación democrática posibilita establecer la primacía valorativa de un indicador sobre otros y de una dimensión sobre otras.

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