Frónesis:

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Aristóteles expresa (Retórica, I, 2,) que a las personas de buenas costumbres se les cree más y en especial en aquellos asuntos en los cuales las opiniones están divididas. Es una credibilidad pragmáticamente condicionada. Deriva del carácter del emisor. Aristóteles presenta a frónesis y a areté como si fueran dos aspectos distintos del ethos. Como se ha mostrado antes, la areté (como virtud) involucra una compleja organización con dos tipos de virtudes, uno de las cuales incluye a la frónesis. Dentro del sistema de pensamiento de Aristóteles “no hay virtud que no vaya acompañada de razón”. (Ética Nicomaquea, VI, 13). La disposición moral es efectiva cuando va acompañada del discernimiento aportado por frónesis.

Frónesis es la sabiduría práctica, traducida al latín como prudentia, en inglés como “practical wisdom” (Ross) o como “sound sense” (Corbett) y en español como “prudencia” y “sensatez”. Representa la eficacia intelectual de una mente lúcida y práctica al mismo tiempo, organizada y con sentido común. Lleva consigo la posesión de un hábito en la persona que lo guía a elegir apropiadamente, a evaluar la existencia de un tiempo y un lugar apropiado para hacer las cosas. Admitir a la frónesis dentro del ethos del comunicador social supone una consideración holística de la persona en relación con sus competencias para actuar en la arena, en el debate, y en relación con la necesidad de contar con una preparación, con una formación académica para el ejercicio de una actividad práctica y pública. Con el fin de presentar las connotaciones implícitas en el término, se procederá a apuntar las diferentes acepciones que aporta el diccionario Manual Griego-Español (1974):

espíritu, mente, inteligencia, sabiduría, esp. divina, pensamiento, manera de pensar, razón, sentimientos, esp. elevados [nobleza, magnanimidad, valor, etc.]; idea, propósito; sensatez, cordura, buen juicio, presencia de espíritu; temple, corazón, ánimo, confianza en sí mismo, orgullo. (p. 631)

“Prudencia [frónesis] es la virtud de la inteligencia, según la cual se puede deliberar rectamente, respecto de los bienes y de los males, que se ha dicho se refieren a la felicidad.” (Retórica, I, 9 ). Es “una disposición, acompañada de razón justa, dirigida hacia la acción y con referencia a lo que es bueno o malo para el hombre” (Ética Nicomaquea, VI, 5). Queda claro en las definiciones expuestas que la frónesis es una virtud que se muestra en la acción y que le permite a la persona tomar provecho del momento.

La frónesis por ser objeto de enseñanza depende de unos conocimientos previos que enseñan a inferir. No obstante, su fin no está en la creación, sino en la acción. No es un arte, es una virtud que le permite a la persona tanto calcular lo que le es provechoso para sí mismo y para los hombres, como regir una familia o a una ciudad. Es la virtud de conjeturar que tiene la razón. Una cosa es poseer un conocimiento teórico, científico. Otro es el saber práctico anclado en un tiempo y en un lugar. El que posee sophía tiene conocimiento de los principios, de las verdades inmutables. El que posee frónesis mira al propio interés en todas las circunstancias. Se puede ser sabio y poseer amplios conocimientos, pero no ser phrónimos porque no se mira a los bienes de este mundo, ni se calcula la acción a realizar con miras hacia un fin. La frónesis mira a lo que es propio del hombre y sobre lo cual puede deliberar, particularmente sobre los bienes que son necesarios. Juzga en función de un contexto, de unas circunstancias. Aristóteles (Confróntese Ética Nicomaquea, VI, 12,13), a quien se sigue en todo lo expresado en este párrafo, manifiesta que la prudencia (frónesis) es legisladora cuando se le considera en función del gobierno de la ciudad. También atiende al hombre particular:

La virtud, sin duda, nos hace elegir el justo fin al que se aspira, pero la sabiduría práctica nos hace elegir los justos medios. La sabiduría práctica, sin embargo, no puede existir independientemente de la virtud. El poder alcanzar el fin que nos proponemos, bueno o malo, es no la sabiduría práctica sino la habilidad. Pero si el fin perseguido es justo -y la virtud sólo puede asegurarnos eso- la habilidad se convierte en sabiduría práctica; si el fi n es malo, la habilidad se convierte sólo meramente en una habilidosa picardía, y así como la sabiduría práctica implica la virtud moral, la virtud moral por su parte implica la sabiduría práctica. Podemos estar dotados, en efecto, de una sabiduría natural, de una disposición para conducirnos, por ejemplo de una manera justa o temperante, pero si esta disposición no está acompañada de un conocimiento de los efectos probables de las acciones, nunca se convierte en una virtud propiamente moral, sino que permanece vana y aun (como en el caso del malhechor a conciencia) puede llegar a ser dañina. (Ross, op.cit, p. 314)

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