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Mujeres del surrealismo, vínculos sentimentales y su exclusión del movimiento
Roxana Sosa Sánchez
 

Propuestas del arte feminista

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El arte feminista es, ante todo, una postura ideológica. El término “arte feminista”, a diferencia de casi todos los ismos del mundo del arte, no implica automáticamente un tratamiento formal o temático, y, si implica un aspecto distinto a la concepción masculina del arte; el interés del artista no es tanto la obra de arte en sí sino que ésta es el resultado de la vivencia personal. Las mujeres toman conciencia de su historia y deciden hacer de su identidad el tema del arte. Las obras de arte se conciben, por tanto, como crítica a la ideología sociopolítica, y tratan de transformar las relaciones deponer insertas en la sociedad. El arte feminista es deconstructivo: de ahí que cuestione los valores sociales y estéticos, pero en esta construcción de la conciencia feminista, y por tanto del activismo contra la visión (patriarcal) dominante, la acción emprendida por el feminismo no se convirtió en una postura unidireccional, sino que abrió un debate en torno a qué reivindicar, cómo hacerlo, qué estrategias utilizar, etc. Aparecieron propuestas heterogéneas que se pueden agrupar en dos enfoques básicos que tuvieron una distancia temporal: feminismo de la igualdad y feminismo de la diferencia.

El feminismo de la diferencia, señalaba el carácter femenino como específicamente diferente al masculino. Este modelo postula que existe un estilo femenino diferente y particular. Sostiene que es el momento de privilegiar unas categorías distintas a las privilegiadas históricamente por el varón, así estaremos en condiciones de equilibrar tantos siglos de desigualdad. Este modelo reclama una sensibilidad femenina y considera importante subvertir las estrategias, hasta el momento dominantes.

El feminismo de la igualdad sostiene, por el contrario, que privilegiar un sexo en detrimento de otro no es más que caer en otra jerarquización y en un error similar al propuesto por el modelo patriarcal. Este feminismo intenta reconstruir las estructuras patriarcales, pero reivindicando la igualdad desde la diferencia, sin caer en las eternas descalificaciones. Esta segunda posición fue defendida, entre otras autoras, por la historiadora Griselda Pollock en los años ochenta del sigo XX.

Ambas posturas tuvieron enormes aportaciones, y, analizadas dentro del contexto histórico correspondiente, fueron acertadas. Sin las luchas feministas de principios de siglo XX, con la condena a la situación de desigualdad y opresión de la mujer en los ámbitos sociales, políticos y laborales, probablemente ninguna ley se hubiera aprobado.

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