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La evolución tecnológica del telar
Raúl Vicente Galindo Sosa y Yissel Hernández Romero
 



 
 

 

Desarrollo tecnológico del telar

Telares manuales
Aunque no se sabe a ciencia cierta donde y cuando se inventó el telar, existen vestigios que lo colocan en tiempos prehistóricos. Se cree que el primer telar debió ser tan simple como una rama de árbol moviéndose de manera más o menos paralela al suelo formando tejidos más bien toscos. “En telares primitivos los hilos de urdimbre (longitudinales) debían mantenerse rígidos de manera horizontal, posteriormente se remplazó la rama de árbol por una estructura fija de madera (modificada para ese fin en especifico) que permitía trabajar en forma vertical, tal como lo demuestran pinturas pertenecientes a la antigua Grecia; por otra parte se cree que los egipcios fueron los primeros en utilizar una lanzadera para sostener y manipular la trama en telas que datan de mas de 6000 años” (Interface, 2007). Se ha encontrado, que civilizaciones separadas geográfica y temporalmente basaron su producción textil en el mismo principio, particularizándose de acuerdo a las necesidades y materias primas propias de la región.

El siguiente paso en la evolución tecnológica fue el denominado telar de cintura, cuyo uso, en la actualidad, continúa en nuestro país por algunos pueblos indígenas. La estructura es de forma rectangular o cuadrangular; los hilos de urdimbre se mantienen tensos al fijar uno de los soportes a una estructura vertical y el otro a una cinta que se ajusta alrededor de las caderas del tejedor, el cual se arrodilla o se sienta para realizar el trabajo. Los hilos de trama (transversales) se insertan por encima y por debajo ayudándose con los dedos y, más tarde dentro del desarrollo histórico, con la ayuda de una lanzadera que se hace pasar a través de los hilos de urdimbre que se han levantado.

Para separar los hilos de urdimbre y hacer más rápido el tejido, se fijaron barras de madera que podían elevarse separando así la mitad de los hilos. Para apretar los hilos de trama que se pasan y se cortan, se utiliza un peine, similar al usado para el cabello. Posteriormente, con la especialización del trabajo y la necesidad imperante de aumentar la producción, el mecanismo de barras de madera fue transformado en mallas y lizos, que se fijaron a pedales de manera que el tejedor podía separar la urdimbre con los pies dejando libres las manos para poder insertar los hilos de la trama (Hollen, 1999:176). Este tipo de cambios, que requirieron una estructura con mayor estabilidad, dieron lugar a los telares de piso.

Durante mucho tiempo el tejido fue realizado bajo un sistema de producción autosuficiente utilizando telares de cintura operados por dos personas. Sin embargo, el aumento poblacional demandaba mayor producción, surgiendo así los primeros talleres textiles. A principios del siglo XVIII en Inglaterra, comienzan a darse los primeros intentos de mejora tecnológica, pues fue en este país donde los avances en la agricultura habían permitido elevar sustancialmente la producción de fibras como el algodón, lo cual incentivó la optimización del proceso de tejido. La necesidad de dichos cambios también se vio impulsada alrededor del año 1700, cuando los textiles importados de la India empiezan a reemplazar a los europeos en los mercados internacionales, debido a su alta calidad y bajo costo. Los objetivos de los productores ingleses fueron entonces incrementar la producción y reducir los costos a través de la sustitución de procesos manuales por operaciones mecánicas más efectivas. Es por ello que muchas innovaciones tecnológicas tuvieron lugar en este período e influyeron enormemente a otras ramas de la industria.

En 1733 el inglés John Key patenta la lanzadera volante (flying shuttle) que consistía en un mecanismo de palancas que empujaba la lanzadera a través de una guía, esto permitía que la trama pudiese ser manejada por un solo trabajador que limitaba sus movimientos sólo al acomodo de ésta, incrementado con ello la velocidad del tejido. El aumento de la producción supuso una mayor demanda de materias primas, lo cual impulsó el mejoramiento de las máquinas hiladoras. Cuando éstas lograron avances significativos –los hilos eran producidos con mayor rapidez de lo que podían ser tejidos- presionaron a su vez la optimización de los telares, manteniendo un proceso constante de innovación tecnológica. Este ciclo de mejoramiento marcó el inicio de la Revolución Industrial.

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