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Las travesuras de Hermes: ¿conocimiento más allá del lenguaje?
José Manuel Redondo Ornelas
 

Los Comentarios de Proclo

Quizás con arte deficiente, hemos tejido conjuntamente en nuestro discurso (como con la lanzadera, separando y urdiendo al mismo tiempo) los argumentos que Sócrates conviene tanto con Hermógenes como con Crátilo. A pesar de indicar el papel de la intuición como el modo de “conocer las cosas por sí mismas”, sigue siendo un misterio qué es la intuición misma. Sin embargo, el neoplatonismo va a insistir de manera mucho más abierta y directa aún, en seguir por esta vía (incluso la dificultad de explicar y demostrar qué es la intuición tiene una razón de ser para nuestros autores, por necesidad metafísica –y esto no es “curarse en salud” sino coherencia de la tradición neoplatónica-), cuando por lo general la mayoría –por exagerado que suene- de los comentadores modernos de los que tengo conocimiento, simplemente relegan la alusión a la intuición (cuando no de plano ignoran la idea de intuición por completo) interpretando nóesis como otra forma de razonamiento y aferrándose así a la idea exclusiva de la razón – amén de Hobbes y de la Escuela de Frankfurt- como instrumental; herramienta de deliberación y cálculo y no más que eso.10

Ya nos advierte también Proclo (parágrafo XXIII 11 ) sobre la dificultad que supone la investigación de la corrección de los nombres,12 pues “las cosas bellas son difíciles”, nos dice. Mas nos aclara de manera sucinta: “XII. Que incluso los nombres en los que domina lo que es por naturaleza, participan de lo que es por convención, y los que son por convención participan también de lo que es por naturaleza; y por eso todos los nombres son por naturaleza y todos por convención, y no unos por naturaleza y otros por convención”.13 Además afirma que los nombre relacionados con las cosas eternas participan más de lo que es por naturaleza y los nombres relacionados con las cosas perecederas participan más de lo que es por azar (X).

En línea con la tradición neoplatónica anterior (especialmente Plotino y Jámblico14) Proclo concibe en toda su obra a la realidad como una unidad jerarquizada en diferentes niveles que corresponden a diferentes grados de conciencia y contemplación, tanto en el cosmos como dentro del hombre; existe una correspondencia entre ambos. Así pues, el filósofo de Constantinopla llegará a considerar que también los nombres existen en diferentes niveles de la realidad (psíquicos en el nivel de psique, o bien nombres inteligibles en la hipóstasis del intelecto e incluso nombres divinos, desconocidos para los hombres, en el nivel de las hénades15 ). Para Proclo, el Crátilo nos hace conocedores de la corrección de los nombres (V), en tanto que enseña los principios de los seres y de la dialéctica (VIII). El dialéctico maestro en el diálogo es obviamente Sócrates; sus interlocutores fallan en su comprensión por no estar a la altura de él, pero, no se referirá Proclo a una simple altura o superioridad erudita o intelectual –en el sentido común de la palabra-, sino a una superioridad moral/espiritual:

Conforme al gran Platón, que sabe adaptar perfectamente la dialéctica sólo a los purificados en su pensamiento e instruidos por los conocimientos y purificados de lo inmaduro de sus caracteres por las virtudes, y que han practicado la filosofía absoluta y auténticamente, una dialéctica que es coronación de las ciencias matemáticas y que nos eleva a la causa única de todo, el Bien. 16

Pues así como se desvía la actividad dividida de las almas –sigo el texto-, hay una incorrección de los nombres; lo que los vuelve fortuitos, “no vástagos de la ciencia intelectiva” (I). Ya desde el primer parágrafo de los Comentarios, Proclo afirma que “El objeto del Crátilo es mostrar la actividad fecunda de las almas en los últimos seres y la potencia asimiladora que muestran, una vez que la han mantenido en esencia, a través de la corrección de los nombres” 17. Dicho brevemente y de otro modo –y que espero se vislumbre más claramente al final de este ensayo- Proclo nos apela desde una perspectiva que tiende a ver de modo integral el problema de la filosofía, entendida como práctica de vida y no mera labor intelectual; en donde el individuo, psique, está al centro de todo problema y búsqueda filosófica –no como observador tangencial-: la filosofía entendida como auto-conocimiento (conócete a ti mismo) respecto al cual el problema de la corrección de los nombres no es de interés objetivo, filológico, lingüístico; sino en última instancia, soteriológico (por difícil que en primera instancia esto nos pueda parecer o podamos apreciar). Ya Plotino18 había dejado muy claro que la profundización en los niveles del conocimiento significa necesariamente un cambio y profundización en los niveles del sí mismo; un correspondiente cambio de conciencia hacia el verdadero ser del hombre, el nous. Esto rápidamente se suele despachar como “misticismo”, signifique eso lo que signifique; pero lo que estos autores quieren dejarnos ver es que se trata de no una experiencia irracional, a-logos19; al contrario: de una expansión progresiva de luz y claridad intelectual así como pureza de alma. El dialéctico será el intérprete adecuado; como había observado Guthrie respecto a Platón, paradójicamente el nombre “sirve” sólo si se conocen de antemano las esencias.

Proclo critica la filosofía peripatética de su tiempo; ha esos les dejamos la analítica y la demostración, dice –parafraseándole- así como también en otros parágrafos dice que la preocupación del conocimiento como demostración es para los sofistas (XXIV; XXVI). La dialéctica es también, o igualmente, parte del ser de la realidad: describe la procesión de todas las cosas desde el Uno y su conversión o retorno al Uno.


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