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Bioética y alimentos transgénicos. Entrevista con el Dr. Jorge Enrique Linares Salgado
Alonso Zavala Núñez
 
 

Beneficios e intereses

RDU: En este sentido ¿está justificado para, por ejemplo, países no muy desarrollados adoptar o imponer esas tecnologías en su agricultura, en su quehacer tecnológico basándose en el interés económico y político?, porque ya lo hacen las grandes potencias, pero los países no desarrollados ¿podrían también justificarse por la economía, por la producción y la alimentación de su población?

JEL: Ese ha sido un poco el debate en México y se puede ver un poco en la tendencia, por ejemplo, los productores del norte del país, que están más industrializados, en donde hay menos variedad en el caso específico del maíz, están pugnando porque se abra, se liberalice el cultivo de transgénicos y ellos argumentan que hay una necesidad social de incrementar la producción del maíz, todo el maíz que nos comemos no lo producimos nosotros.

Ante esa realidad económica, se dice que hay que abrir la oportunidad de hacer crecer la industria tecnológica, pero ahí hay un problema en términos éticos. La necesidad económica desde luego es un incoveniente que hay que resolver, pero no es el único problema, el otro punto que hemos debatido mucho justo en el caso especifico del maíz mexicano,(porque México es el origen del desarrollo del maíz, de tantas variedades que nuestros antepasados cultivaron), debería protegerse el que aún es natural y evitar la contaminación con transgénicos, y la forma de hacerlo es con un monitoreo y una regulación muy estricta, protegiendo reservas, semillas y variedades autóctonas, porque existen otros métodos en la agronomía, otras técnicas orgánicas para aumentar la producción, pero no se han hecho los esfuerzos suficientes en realidad para poder incrementar la producción por otras vías, la de los transgénicos no es la única, ni la mágica, ni es el único recurso que nos queda.

Ahí está ese debate y el punto es que sea un debate social, sociopolítico que tiene que darse, pero no se está ventilando lo suficiente. Entonces, ante la necesidad económica requerimos producir más maíz pero los que digan: “solamente con transgénicos” habría que ver si en realidad es el medio más eficaz…

RDU: Si, porque se está sobreponiendo muchas veces este interés político y económico sobre el bienestar social y el equilibrio del medio ambiente. En ese aspecto la Bioética me imagino que está muy vinculada.

JEL: Si porque hay que atender diferentes principios éticos para poder evaluar estas tecnologías, normalmente hablando de la producción a nivel mundial se da en función de su rentabilidad de su eficiencia técnica, pero desde hace muchos años, los que nos dedicamos a estas áreas pensamos que hay que ponderar otro tipo de criterios, el social, las condiciones ecológicas, los efectos a largo plazo, los riesgos y justamente estos efectos distorsionadores del mercado. Si la producción de transgénicos se hubiera liberado en el mundo totalmente ahora habría dos o tres empresas que controlarían prácticamente el mercado, y eso no se ha dado así, pero tampoco sabríamos si eso económicamente podría ser benéfico. Entonces, no es oponerse a la producción desde el punto de vista económico, ni siquiera al negocio lícito que hay en la producción de transgénicos, sino tratar de equilibrar y ponderar todos los defectos que tienen estas tecnologías. Las biotecnologías son muy complejas, tienen efectos sociales limitados que antes no eran conocidos.

RDU: Y quizás no salen a la luz y la gente no está vinculada con esta información, sobre qué tanto perjudican. En este sentido ¿cómo puede influir la Bioética para el manejo de los alimentos transgénicos por parte de las transnacionales y los gobiernos, para que estos sean regulados de una manera más transparente?

JEL: La regulación debe ser local y global, y ahí está el problema grave porque no es suficiente que en un país se regule, porque es parte de reglas sobre transferencia de productos, esto desata controversias de orden económico: si un país en los foros mundiales establece reglas proteccionistas entonces incumple compromisos que tiene para liberar su mercado, éste ha sido un problema que se ha mezclado con el desarrollo transgénico. De este modo la regulación social tiene que ser local pero también global, de nada serviría tener unas reglas muy estrictas en un país si no se negocian al mismo tiempo en el resto de las naciones.

Algunos hemos dicho, particularmente un organismo llamado Unión de Científicos comprometidos con la Sociedad, hemos propuesto, que se establezca una protección mundial del maíz mexicano y que sea reconocido mundialmente México como el santuario del maíz, y que se evite lo más posible la contaminación con transgénicos, ¿por qué? por la sencilla razón de que aquí está el origen de tantas variedades de maíz que se consumen en el mundo y porque eso es biodiversidad que tiene un valor intrínseco y tenemos la responsabilidad de conservar y heredar a los demás. Pero no sería suficiente con que México unilateralmente dijera: “yo establezco estas reglas” porque entraría en contradicción con el resto, es necesaria una regulación mundial, un acuerdo mundial. Y así comenzó, de hecho, la regulación de los transgénicos con el Protocolo de Cartagena que establecía unos principios acordados mundialmente para lo que se llama bioseguridad que es el manejo adecuado de los organismos genéticamente modificados.


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