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Wallace, el defensor del darwinismo

Juan Manuel Rodríguez Caso
 
 

Un viajero incansable


Ilustraciones de Wallace.
Imágenes tomadas de: http://wallacefund.info/

Con el paso de los años, ese interés por el ser humano fue la principal motivación para realizar un viaje al Amazonas (1848-1852), aunque también tuvo mucho que ver su precaria situación económica, que lo llevó a ver en la colecta de especímenes un negocio redituable. Finalmente, junto a su amigo Bates, partió hacia allá en 1848. El viaje duró para Wallace cuatro años, pasando sólo el primero con Bates, de quien se separó con la intención de que pudieran abarcar una mayor cantidad de terreno y pudieran realizar colectas más amplias.4 Durante su estancia cada cuatro o cinco meses enviaba a Samuel Stevens, quien vivía en Inglaterra, los especímenes y muestras para que fueran vendidos; uno de los más asiduos compradores de hecho fue Charles Darwin.

El viaje de regreso de Wallace no terminó de manera muy agradable, ya que el barco en el que regresaba se incendió, perdió la mayor parte del material colectado en los últimos años, pero para su fortuna otro barco lo pudo recoger y logró salvar algunos dibujos que hizo de los peces del Amazonas, algunos pocos insectos y notas que a su regreso a Inglaterra le permitieron escribir un par de libros, entre ellos la narración de sus experiencias durante el viaje.

Como consecuencia de este desastroso final, concibió la idea de un segundo viaje, en el que pudiera seguir enfocándose en sus dos intereses: la búsqueda de una respuesta para el origen y la evolución de la humanidad, y las colectas con fines económicos. Después de analizar varias opciones, se decidió por el inexplorado territorio del archipiélago Malayo, a donde partió en 1854; vivió ahí ocho años, siendo el único europeo (aunque sí había algunos holandeses, portugueses e ingleses en la zona desde hacía muchos años, Wallace fue el único en esa época que vivió y convivió con los nativos, sin tener mayor contacto con europeos la mayor parte del tiempo) establecido en las zonas selváticas del archipiélago, recorriendo en los ocho años de su estancia en la zona más de 22,500 kilómetros y colectando cerca de 126,000 especímenes, entre ellos por lo menos cien nuevas especies. Un resultado de estos viajes de colecta fue también la profundización en temas biogeográficos, como fue el escrito Sobre la ley que ha regulado la introducción de nuevas especies (1855), en el que planteó la aportación de la distribución geográfica de los organismos como una clave para entender su evolución; fue hasta tres años después que dio con el mecanismo que explica esos cambios.

Fue durante este viaje, en febrero de 1858, que sucedió un momento clave en su vida, que ha sido denominado por sus biógrafos como un “momento malthusiano”:5 durante un ataque de fiebre, fue que empezó a recordar las lecturas que había hecho en los últimos años, y junto a las observaciones que había estado haciendo durante sus viajes, pudo llegar a la conclusión que resultaría en la idea de la selección natural, una lucha entre los organismos con su medio ambiente por conseguir los recursos necesarios para sobrevivir y poder dejar descendencia. Esta idea la puso por escrito, en un pequeño ensayo, intitulado Sobre la tendencia de las variedades a alejarse del tipo original, conocido para la posteridad como “documento Ternate”,6 y que sabida cuenta que era una idea muy similar a la que Darwin llevaba dedicados más de veinte años, decidió enviárselo para su revisión, y si lo consideraba apropiado, para su posterior publicación.

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