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Wallace, el defensor del darwinismo

Juan Manuel Rodríguez Caso
 
 

Un victoriano poco común


Wallace a los 55 años
Imagen tomada de:
www.wku.edu/~smithch/index1.htm /

A su regreso en 1862 del archipiélago Malayo, Wallace se había ganado una gran reputación como colector y como naturalista entre los círculos científicos, situación que le permitió ser miembro de diversas sociedades científicas, como la Royal Geographical Society o la Anthropological Society of London. Pese a ser una persona con un carácter reservado y hasta tímido, sus presentaciones públicas y sus publicaciones causaron siempre una enorme polémica, la mayoría de ellas con el mismo Darwin. Algunas de sus convicciones tuvieron mucho que ver en ello: desde su juventud, concretamente desde 1837, fue un socialista convencido, gracias en buena medida a las ideas del socialista utópico Robert Owen, situación que lo motivó sobre todo en sus últimos años de vida a comprometerse de manera activa en diversas causas sociales como la lucha por el derecho al voto de las mujeres, la nacionalización de las tierras y reformas al sistema de salud para evitar la vacunación y fomentar la medicina preventiva. La más polémica de sus convicciones fue sin lugar a dudas su creencia en el espiritismo, detonante de algunas de sus ideas más controvertidas, como la limitación de la selección natural para actuar sobre capacidades distintivitas del ser humano, concretamente la mente.

En 1864 publicó un artículo sobre el origen de las razas humanas, explicándolo a partir de la aplicación de la selección natural, que fue uno de los primeros trabajos en que expresamente se trataba el tema del ser humano desde esa perspectiva, logrando gran éxito dentro de la comunidad científica y el enorme beneplácito de Darwin. Esto no duró mucho, ya que en 1869, publicó una reseña de los trabajos de Charles Lyell en la que al final declaraba la imposibilidad de la selección natural para explicar el origen de la mente, por lo que en su opinión se requería de una explicación alternativa, que él encontraba finalmente en lo que denominaba un “poder superior”; de sobra está decir que Darwin se decepcionó mucho, y aunque no significó un rompimiento de su relación personal y académica, es claro que a partir de ahí se abrió una brecha entre ambos.

Pese a todo, Wallace se consolidó como el principal defensor y divulgador del darwinismo, especialmente a través de obras como Contribuciones a la teoría de la selección natural (1870) y Darwinismo (1889), dos libros que conjuntaban ensayos cuyo tema central era la selección natural. Un punto destacable es que Wallace siempre concedió el crédito a Darwin como el que construyó lo que ya se denominaba como darwinismo, partiendo siempre de considerarlo como la explicación evolutiva basada únicamente en la teoría de la selección natural.7

Falleció en 1913, mostrándose hasta el último día de su vida como un autor muy activo, ya que publicó 753 escritos entre libros y artículos de los más diversos temas, incluidos más de 100 escritos en la prestigiosa revista Nature, además de haber recibido numerosos reconocimientos, incluidas la Orden al Mérito y la Medalla Copley de la Royal Society of London, ambas por sus aportaciones a la ciencia y a la cultura, todo ello muestra inequívoca del protagonismo que ganó entre sus colegas por su trabajo y sus ideas.

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