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El inevitable cambio en la lengua. Entrevista con la Dra. Marcela Flores Cervantes, investigadora del IIFL-UNAM
Libia Brenda Castro R.
 
 

El papel de los medios

RDU: En el tema de los medios de comunicación, y la influencia que tienen sobre el uso del lenguaje, la gente ve a alguien en la televisión u oye a alguien en el radio y de tanto oír el noticiero se le empiezan a pegar ciertos giros, sin importar que algunas de las expresiones estén mal empleadas, ¿crees que es responsabilidad de los comunicadores cuidar el uso de lenguaje?

MF: Si se trata de modas lingüísticas, como de las que estamos hablando, realmente me parece que resulta irrelevante hasta cierto punto, porque irán y vendrán, como van y vienen todas las modas. Nosotros podemos, al escuchar al locutor, al ver televisión, darnos damos cuenta de cuántos cambios están presentes; algunas las podemos calificar de barbaridades, pero generalmente estos locutores tampoco son conscientes de lo que están haciendo, lo que veo es que estos locutores están siguiendo las corrientes mismas del cambio lingüístico. Hay una variación tremenda en el uso de las preposiciones, se supone que tendríamos que decir “con base en”, pero todo mundo dice: “en base a”, este problema de las preposiciones es antiguo y tiene muy poco que ver con el control que podemos tener como hablantes; nosotros sabemos que es “con base en”, porque nos corrigieron muchísimas veces, por conocimiento de la norma, pero no toda la gente tiene ese conocimiento y actúa de acuerdo con lo que se está moviendo en la lengua, con lo que oye.

RDU: Me acuerdo de un jefe que tuve, quien no tenía nada que ver con la norma lingüística, no era un especialista ni mucho menos, pero se tiraba de los pelos al señalar: “parece que en la televisión está prohibido decir ‘agua’: esto es el ‘liquido vital’ para acá, el ‘vital líquido’ para allá”. Esa es una cuestión como de estilo; si digo “agua” me voy a ver chafa, es señal de que no tengo un gran vocabulario o una gran cultura. También cuando decimos “arribó al aeropuerto” en vez de “llegó al aeropuerto”.

MF: Eso tiene que ver con el éxito mismo que esas formas llegan a tener entre el público, porque suenan prestigiosas y a veces son graciosas. Pero mira lo que pasa con las revistas amarillistas, que son las peores para hacer eso. Esas que se nos atraviesan en la calle, cuando vamos caminando y pasamos junto a un puesto de revistas y de repente nos plantan una imagen horrible. Si tú lo piensas, estas revistas, cuando llegas a leer sus titulares, tienen ciertos usos que ya son reconocibles, como propios de ese tipo de publicaciones.

RDU: A eso me refería con la imposición de un estilo.

MF: Tienen un estilo, pero a pesar de eso la gente no habla como las revistas amarillistas, que es lo que más se lee en los ambientes populares. Los hablantes tienen cierta sensibilidad para reconocer que se trata de estilos, si quieren parafrasear a la revista a lo mejor van a utilizar el estilo, porque lo reconocen, pero más quizá para mofarse.

Sin embargo, son modas, no me parece que los medios de comunicación tengan la capacidad de incidir de manera definitiva en el uso de la lengua.

RDU: Yo creo que no tenemos conciencia de si la injerencia que pueden tener es profunda o, como tú dices, si es superficial. Ahora, bien, en este mismo sentido, el problema del mal uso del lenguaje de algunos reporteros, los que redactan mal, se rompe la comunicación: si yo pongo mal las comas, los acentos, puedo estar mandando un mensaje que no es el que quiero y el problema es que es un medio masivo.

MF:Sí es un problema, en el sentido que los medios de comunicación son educadores también. Si no usas adecuadamente las normas de escritura estás mal informando, los lectores van a tener problemas para leerte. Si algo está mal escrito, no le estamos ayudando a la gente a expresarse a través de la lengua escrita, que es una forma muy importante de expresión.


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