Mea culpa

una vez me senté frente a la computadora para ver si durante la primera hora de la entrevista cedías, como el que rompe las reglas del juego, a la pulsión de mirar a la cámara de frente; de paso, noté que, como el Che, usabas cómodamente el tú en vez del vos.

Una entrevista que, a su vez, los cibernautas, como lectores cómplices, han fragmentado según los tópicos que Joaquín y tú tocaron en la conversación: “Cronopios y famas,” “El boom latinoamericano,” “Rayuela,” “Los primeros pasos,” “Presencia,” “Las armas secretas,” “Julio Cortázar nos advierte del imperialismo norteamericano,” “El jazz.” (Fuera de You Tube, la complicidad de Pilar Peyrats Lasuén, una cronopia con agallas, llegó más lejos que nadie; se atrevió a escribir un libro con un título que te habría gustado acuñar a ti: Jazzuela. Julio Cortázar y el jazz, 1999).

A lo largo de la entrevista te fumaste un motón de cigarrillos y, una vez terminaste tu vaso de whisky, le pediste a Joaquín que compartiera un poco del suyo; me gustó cuando rehusaste quedarte con el vaso que te ofreció Joaquín, respondiéndole que él también lo necesitaba. Pensé de golpe en los tres vasos “propiciatorios” de whisky que te tomaste la vez que viste a Thelonious Monk en París, durante los años sesenta. También me gustó cuando hablaste de Francisco Ayala y el contrato que te facilitó con la Universidad de Puerto Rico para traducir la obra de Edgar Allan Poe.

Más lírico, el documental de Tristan Bauer, de 1994, con fragmentos de la entrevista con Soler Serrano, está marcado por la cronopiedad que ontologizaste. Justo al principio de esta película documental te oímos hablar, en la voz de un personaje que necesita parecerse rápidamente a ti, desde la muerte (como si fueras Juan Rulfo). De frente, mientras tu personaje habla, aparece la imagen de un niño que juega a la rayuela en una acera inconfundiblemente argentina. En 1 minuto y 25 segundos te hacen decir que la muerte te resulta idónea para escribir; terminas ese escaso minuto introductorio con una reflexión epistemológica que desemboca en la imagen de una grabadora reel to reel —quizás la tuya— de donde surge tu voz .