Vol. 24, núm. 3 mayo-junio 2023

Degustar un cheesecake en Do Mayor: el placer musical y su función biológica adaptativa

Pablo Valdés-Alemán Cita

Resumen

¿Por qué nos gusta la música? Los seres humanos disfrutamos de escuchar música, tanto que inundamos nuestras actividades diarias con esta práctica. Este fenómeno parece ser algo que se extiende en todo el mundo, aunque no todas las culturas tengan una misma concepción sobre la música. Desde una perspectiva evolutiva, si la música es tan importante para la especie y ha permanecido a lo largo de todos estos miles de años, alguna importancia biológica adaptativa debería de tener. No obstante, ciertos autores sugieren que la música no es más que un subproducto de la evolución sin una función relevante para la reproducción o la sobrevivencia de la especie, por lo que únicamente sirve para deleitar al oído, como si fuera un cheesecake auditivo (Pinker, 1997). ¿Realmente la música no es trascendental para la vida humana? Eso es lo que exploraremos en este artículo.
Palabras clave: placer musical, adaptación biológica, música, cognición musical, musicología, evolución.

Tasting a cheesecake in C Major: On musical pleasure and its adaptive biological function

Abstract

Why do we like music? Humans enjoy listening to music, so much so that we flood our daily activities with this practice. This phenomenon seems to be something that spreads throughout the world, although not all cultures have the same conception of music. From an evolutionary perspective, music is so important to the species and has remained among us throughout all these thousands of years that we may think that it has some adaptive biological importance. However, certain authors suggest that music is nothing more than a by-product of evolution without a function relevant to the reproduction or survival of the species. According to them, it only serves to delight the ear, as if it were an auditory cheesecake (Pinker, 1997). Is not music transcendental for human life? That is what we will explore in this paper.
Keywords: musical pleasure, biological adaptation of music, music cognition, musicology and biology, evolution.

Partiendo de la idea que plantea el psicólogo evolutivo Steven Pinker (1997), uno puede entender por qué somos tan débiles ante la tentación de un dulce y cremoso cheesecake que se encuentra frente a nosotros, listo para ser devorado. ¿Me encuentro hambriento? No. ¿He corrido un maratón? Tampoco. ¿Mi cuerpo lo necesita? No realmente. Para poder explicar mucho del comportamiento humano —y el de otras especies también—, sobre todo aquel que a simple vista pareciera un tanto irracional, es relevante pensar en sus posibles funciones adaptativas.

Bien es sabido que aquellas conductas que llevan a la sobrevivencia y a la reproducción de los animales están asociadas con los mecanismos cerebrales de recompensa; esto mediante largos procesos evolutivos de selección natural, lo que permite su adaptación biológica. Tal es el caso de la alimentación, en la que existe una clara motivación por la búsqueda de alimento y una sensación placentera ante los estímulos químicos de la comida, que son disueltos en la saliva y, posteriormente, captados por los receptores gustativos en la lengua. Entonces, si el fin es saciar una necesidad biológica, ¿por qué comemos de más?, o ¿por qué preferimos los alimentos azucarados sin importar su valor nutricional? Se trata de la capacidad que tienen los carbohidratos para hackear nuestros mecanismos cerebrales de recompensa, tal como sucede con otros estímulos placenteros, lo que ocasiona una búsqueda de dicho estímulo, aunque no exista una necesidad fisiológica real.

Pinker (1997) sugirió que algo similar podría estar sucediendo con la música, lo que explicaría la experiencia placentera percibida ante dicho estímulo, sin una aparente función biológica. El autor incluso propuso que la música se trata de un cheesecake auditivo, es decir, un simple producto secundario de la evolución que únicamente sirve para entretener y deleitar al oído humano. No obstante, dicha postura ha tenido un gran rechazo por parte de biólogos, neurocientíficos, psicólogos, etólogos, lingüistas y musicólogos (Brown et al., 2000; Sborgi Lawson, 2022). De acuerdo con David Huron (2003), este debate surge tras reconocerse que, en efecto, existe un deseo o una búsqueda de ciertos estímulos placenteros no-adaptativos (naps, por sus siglas en inglés), que actúan sobre el sistema de recompensa sin realmente proporcionar beneficios para la sobrevivencia o la reproducción de la especie —por ejemplo, drogas—. En ese sentido, y siguiendo con el discurso del autor, existe la postura de que la música pertenece a este grupo de estímulos naps.

Uno de los argumentos que van en contra de esta posición establece que si la música no tiene ningún valor de sobrevivencia, entonces, cualquier tipo de comportamiento musical terminaría por empeorar el desempeño de la especie (Huron, 2003). Por lo tanto, según esta misma fuente, esta aseveración no tiene sustento al tomar en cuenta la vasta evidencia que sitúa los orígenes del comportamiento musical en la especie humana —vestigios de instrumentos musicales— mucho antes de los orígenes de la agricultura (ver video 1). Es decir, que la antigüedad del comportamiento musical sugiere algún tipo de valor biológico, debido a su prevalencia en la especie a lo largo de todos estos años (Killin, 2018).



Video 1. Posible flauta paleolítica de Homo Neanderthalensis.
(Primoz Jakopin, 2010)

Incluso, de manera empírica, no hace falta indagar demasiado para darnos cuenta del rol central que tiene la música en nuestras vidas. Prácticamente en todas las actividades que realizamos podemos encontrar música: en el trabajo, en el auto, en el supermercado, en la casa, en reuniones sociales, al estar solos, mientras descansamos, o si nos ejercitamos. En fin, la lista puede seguir, y no cabe duda de que en nuestra sociedad la música importa. Sin embargo, no hay que olvidar que es necesario tomar en cuenta los estudios culturales, e intentar dejar de lado nuestra perspectiva occidental que, desde luego, puede llegar a sesgar nuestras observaciones sobre el comportamiento musical.



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Figura 1. Hallazgo de una posible flauta paleolítica de Homo Neanderthalensis.
Crédito: Wikimedia Commons.

Con respecto a lo anterior, aunque está ampliamente reconocido que la música forma parte de las actividades presentes a lo largo de las diversas culturas y sociedades del mundo, siempre hay que ser cautelosos al momento de generalizar o proclamar este tipo de universales en la especie. De acuerdo con el etnomusicólogo Bruno Nettl (2000), la actividad musical es pieza central de muchas culturas, no obstante, su significado puede variar bastante, sobre todo si partimos del concepto musical occidental.

En la actualidad, la música, en las sociedades industrializadas y occidentalizadas, forma parte de rituales individualistas, social-elitistas y de contemplación estética (Eerola et al., 2017). Una clara distinción entre este tipo de sociedades y el resto es precisamente esta tendencia individualista, por lo que la música cada vez va perdiendo más ese papel como una actividad que se realiza para y con la sociedad —sin olvidar al baile, que muchas veces queda como un elemento independiente o excluido de la música— (Nettl, 2000).

Esa diversidad en la forma de entender y practicar la música recuerda la importancia de tomar en cuenta la evolución cultural que, si bien, desde el punto de vista de la sociobiología, estas habilidades y comportamientos sociales son producto de adaptaciones por selección natural, la psicología evolutiva añade que, debido a que los contextos cambian, dichas adaptaciones pueden ya no ser funcionales en la actualidad (Sperber y Hirschfeld, 1999). Tomando en cuenta esta postura, se podría pensar de la música como una especie de vestigio evolutivo —como el apéndice—, que en algún momento fue crucial para la sobrevivencia humana, pero que ahora ya no lo es (Huron 2003).



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Figura 2. Dos hombres tocando música tradicional de la India.
Crédito: SwastikArora.

Por tal motivo, una de las hipótesis sobre la función adaptativa de la música y, por lo tanto, del placer musical, es su capacidad de fomentar los lazos sociales. Por ejemplo, Tarr y colaboradores (2014) mencionan que las actividades sociales, como el baile, la música y el juego, suelen ser una fuente de placer, pues promueven los vínculos sociales, sobre todo mediante los procesos rítmicos que requieren de sincronía. Huron (2003) propone que la función adaptativa de la música para la cohesión social parte de su capacidad para sincronizar estados mentales y emocionales en grandes grupos de personas, y que prepara al grupo para poder actuar de manera conjunta. El autor añade que, debido a este poder de la música para manipular las emociones, la música pudo funcionar como un mediador para reducir la tensión y la agresión en el grupo, partiendo de la evidencia de que escuchar música puede reducir los niveles de testosterona. Asimismo, Ian Cross (2003) mantiene que la música pudo servir como un pasatiempo grupal para la catarsis, mediante la expresión y la experiencia emocional colectiva. También sugiere que la música, al facilitar la interacción social, permitió la adquisición y el mantenimiento de las habilidades y el conocimiento del grupo, lo que fue crucial para el desarrollo cognitivo humano y para el propio surgimiento de la cultura humana.

Actualmente, se han llevado a cabo experimentos que demuestran la importancia sobre el vínculo entre el placer musical y su capacidad para evocar emociones y valores sociales relacionados con la identidad y el sentido de pertenencia, los cuales fomentan esta cohesión social. Tal es el caso de Weinstein y colaboradores (2016), quienes pudieron observar cómo los miembros de un coro numeroso, donde no se conocían previamente, reportaban mayores niveles de inclusión social y placer después de cantar.



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Figura 3. Banda callejera tradicional, representativa de la música de Bali.
Crédito: 5477687.

Otra propuesta, es la función que tuvo la música para fortalecer el vínculo madre-hijo, ya que el canto materno regula los niveles de ansiedad en el bebé (Trehub, 2003). Incluso, de acuerdo con esta fuente, la música permitiría el sano desarrollo y crecimiento del infante: al facilitar la relajación y el sueño, la madre tendría más oportunidades de ocuparse tanto de sus propias necesidades como de las del bebé —por ejemplo, en la búsqueda de alimento—. Mucha de la evidencia que existe sobre la predisposición humana para la musicalidad —es decir, poder detectar tonos, intervalos, melodías y ritmos— desde una edad muy temprana ha servido como apoyo para la hipótesis de que la música es relevante para el desarrollo humano y, por lo tanto, una pieza clave para la evolución de ciertas capacidades cognitivas (Saffran, 2003; Trehub, 2003). En ese sentido, los hallazgos sobre estructuras cerebrales especializadas en el procesamiento musical han dado pie para hablar de la musicalidad como una capacidad congénita, aunando a la discusión sobre su relevancia evolutiva (Huron, 2003).



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Figura 4. Bebé explorando sonidos con instrumentos musicales de percusión.
Crédito: thedanw.

Además de su importancia como cohesor social, algunos autores, como Saffran (2003), mencionan que el surgimiento de la música (protomúsica) fungió como un medio de comunicación entre los miembros del grupo, por lo que es un precursor del lenguaje (protolenguaje). En el sentido opuesto, Dale Purves (2004) argumenta que la música es un producto secundario del lenguaje, que parte de la capacidad que tenemos para detectar tonos (frecuencias consonantes), que son propios de la voz humana. Esta idea recuerda bastante a la postura planteada en un inicio por Pinker (1997). Asimismo, se puede añadir la hipótesis de que la música fungió como una actividad lúdica, un pasatiempo seguro, un espacio de juego y aprendizaje, donde no habría consecuencias en el mundo real; esto, partiendo del hecho de que, tras dominar la agricultura, cada vez había mayor cabida para el ocio (Huron, 2003).



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Figura 5. Grupo de personas bailando al sonido de la música.
Crédito: terimakasih0.

Todas estas ideas e hipótesis sugieren algunas de las posibles razones por las cuales hacemos y disfrutamos la música. Estos investigadores han tratado de estudiar, desde una perspectiva evolutiva, la función que tiene la música para la especie, y si tiene algún valor adaptativo. Sin embargo, al abordar el porqué del placer musical, queda la pregunta del cómo. Es decir, concretamente, ¿cómo es que la música logra sus efectos placenteros en nosotros? Ya decía Purves (2004) que los músicos aprovechan la capacidad innata de los humanos para percibir tonos consonantes (y el placer que de esto resulta). para componer estructuras sonoras (piezas musicales) que intercalan sonidos disonantes y consonantes, es decir, tensión y relajación, generando así efectos placenteros en quienes las escuchan. Sin embargo, considerando que la música es un fenómeno dinámico que se desenvuelve a través del tiempo, se ha descubierto que uno de los mecanismos que subyacen al placer musical es la expectación musical (Zatorre, 2015).

La expectación musical se da cuando escuchamos música. De manera inconsciente tratamos de predecir la estructura musical conforme se va desarrollando en el tiempo, y si nuestra predicción es correcta recibimos una recompensa. Por tal motivo, la experiencia o el conocimiento que tenemos sobre cierto tipo de música o estructura musical está directamente relacionado con nuestro gusto por ella. No obstante, si una pieza musical es demasiado simple y fácil de predecir, ésta resultará monótona y poco placentera, al igual que si la pieza es muy compleja y difícil. El compositor debe, entonces, saber en qué momentos violar la estructura musical para generar efectos sorpresa placenteros (error de predicción positivo) (Mas-Herrero et al., 2018; Mas-Herrero et al., 2013; Salimpoor y Zatorre, 2013; Zatorre, 2015; Zatorre y Salimpoor, 2013). Quizá esto nos recuerde a aquella canción que nos encantaba pero que, después de tanto escucharla, una y otra vez, terminó por hartarnos. O lo mismo a esa canción que, en un principio, tal vez nos parecía un tanto extraña o poco familiar, y que, al cabo de un tiempo, nos comenzó a agradar. Y también a esa estrofa que esperábamos después del coro, pero que, tras un cambio repentino y sorpresivo, nos puso la piel de gallina.

En conclusión, no es descabellado pensar que la humanidad hace música porque es placentero. Siguiendo la misma lógica de Pinker (1997), si algo es placentero, es porque está actuando sobre nuestro mecanismo cerebral de recompensa, mismo que es responsable de reforzar comportamientos que son de relevancia para la sobrevivencia de la especie. Sin embargo, aquí es donde diverge nuestra narrativa de la de dicho autor, ya que, de acuerdo con su postura, la música sólo es un accidente dentro de nuestra historia evolutiva, que simplemente activa vías cerebrales que originalmente estaban destinadas para otros fines. Así, según Pinker, la música no contribuiría en nada para el desarrollo humano.

Pero, entonces, ¿realmente la música no es trascendental para la vida humana? Llegados a este punto, la pregunta se contesta sola. La música, tan antigua como es, ha tenido y sigue teniendo un fuerte impacto en nuestras sociedades. Nos une en comunidad, nos da identidad, nos mueve y motiva, tanto para la realización de metas conjuntas como individuales, modula nuestras emociones, fortalece nuestras relaciones y, a todo esto, nos gusta.

Al integrar este conocimiento, el rompecabezas del placer musical y su función biológica adaptativa va quedando cada vez más completo. Desde luego quedan muchas piezas por resolver, y no hay que olvidar que muchas de ellas sobrepuestas son interpretaciones o sugerencias sobre estas posibles funciones del placer musical. No obstante, hay que reconocer el esfuerzo y el creciente interés científico por estudiar el fenómeno musical desde diferentes perspectivas y disciplinas. Ya son 26 años desde que Steven Pinker (1997) desdeñó el valor de la música al de un mero cheesecake auditivo; sin embargo, los estudios surgidos desde entonces han arrojado más luz sobre la importancia de la música para la evolución y el desarrollo de la cognición humana, lo que ha impulsado la generación de disciplinas como la cognición musical, la biomusicología, la neuromusicología y la psicología de la música (Brown et al., 2000; Sborgi Lawson, 2022). La investigación continúa, la música aún no acaba, y no hay mayor placer que el de tratar de estudiar sus misteriosas notas y acordes que resuenan en nuestros cerebros.

Referencias

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  • Eerola, T., Vuoskoski, J. K., Peltola, H. R., Putkinen, V., y Schäfer, K. (2017). An integrative review of the enjoyment of sadness associated with music. Phys Life Rev, 25, 100-121. https://doi.org/10.1016/j.plrev.2017.11.016
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  • Trehub, S. E. (2003). Musical Predispositions in Infancy: An Update. En I. Peretz y R. J. Zatorre (Eds.), The Cognitive Neuroscience of Music (pp. 3-20). Oxford University Press.
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  • Zatorre, R. J., y Salimpoor, V. N. (2013). From perception to pleasure: Music and its neural substrates. Proceedings of the National Academy of Sciences, 110(SUPPL2), 10430-10437. https://doi.org/10.1073/pnas.1301228110

Recepción: 29/04/2022. Aprobación: 10/04/2023.

Vol. 24, núm. 3 mayo-junio 2023

El problema del cuerpo y la muerte: contingencia y ausencia

Luis Ernesto Cruz Ocaña Cita

Resumen

A partir de la lectura de un breve texto titulado Limbo eterno FM-2030, escrito por la investigadora argentina Flavia Costa, este artículo presenta un conjunto de reflexiones para mostrar el modo en que la filosofía moderna y el proyecto transhumanista contemporáneo han luchado contra el cuerpo y la muerte en un afán por superar su condición contingente. El temor a “ser un ausente”, a no mantenerse con vida, nos ha llevado a la formulación de diversas técnicas orientadas hacia el mejoramiento constante del mundo y de nosotros mismos en la búsqueda de la inmortalidad. De acuerdo con este modo de pensar, la condición humana, marcada por la vulnerabilidad y la fragilidad, puede y debe ser superada, de ahí que uno de los ideales más perseguidos en los últimos cinco siglos sigue siendo la previsión y planificación absoluta de la vida cotidiana. Previsibilidad es igual a orden, orden igual a progreso, progreso igual a riqueza. Capitalismo, ciencia y tecnología caminan de la mano en su lucha contra el cuerpo y la muerte, contra la contingencia y la ausencia.
Palabras clave: cuerpo, muerte, antropotécnicas, filosofía moderna, transhumanismo.

The problem of the body and death: contingency and absence

Abstract

Based on the reading of a brief text entitled “Limbo eterno FM-2030”, written by Argentine researcher Flavia Costa, this article presents a set of reflections to show how modern philosophy and the contemporary transhumanist project have struggled against the body and death in an effort to overcome their contingent condition. The fear of “being absent,” of not staying alive, has led us to the formulation of various technics oriented towards the constant improvement of the world and ourselves in the quest for immortality. According to this way of thinking, the human condition, marked by vulnerability and fragility, can and must be overcome, hence one of the most pursued ideals in the last five centuries continues to be the absolute foresight and planning of daily life. Predictability equals order, order equals progress, progress equals wealth. Capitalism, science and technology walk hand in hand in their struggle against the body and death, against contingency and absence.
Keywords: body, death, anthropotechnics, modern philosophy, transhumanism.

A modo de inicio…

En su breve escrito “Limbo eterno FM-2030”, publicado en la Revista Anfibia1, la profesora argentina Flavia Costa (2019) plantea, entre otras cosas, que “el problema es el cuerpo” (párr. 1). Esto lo indica a partir de reflexionar sobre la propuesta de mirada hacia el futuro desplegada por el atleta e intelectual persa Fereidoun M. Esfandiary, autonombrado FM-2030, para mostrar su búsqueda de la inmortalidad. Dicho personaje, en 1969, pronunció por vez primera el término transhumanista, con lo que se gestaron las condiciones para el inicio de un proyecto filosófico-científico que persigue el mejoramiento de lo humano a través del uso de las tecnologías disponibles (Diéguez, 2017).

Con el término transhumano, FM-2030 señaló la necesidad y la posibilidad humana de prescindir de esa “camisa de fuerza biológica” que es el cuerpo, de llegar a un momento en que no necesitemos más de él, que podamos trascenderlo. Pero ¿por qué el cuerpo es el problema? Porque está marcado, como señala Costa (2019), por la fragilidad y la vulnerabilidad, porque sufre y se duele, porque se enferma, porque se desgasta y envejece; en suma, porque muere y deja de existir. El cuerpo es finito, no dura para siempre, tiene sus días contados. Es la muestra más palpable de la contingencia propia de la existencia, no sólo humana sino de todo lo que nos rodea.

Al estar marcado por la finitud, el cuerpo —y con él la vida humana— se percibe como un breve intervalo de tiempo entre el nacimiento (entrada en la vida) y la muerte (abandono de la vida). Pero, como ya indicó el filósofo alemán Martin Heidegger (1971), en su obra principal Ser y tiempo, la nada originaria de la que procedemos no genera cuestionamiento ni preocupación, mientras que la nada postrera, a saber, la muerte, en tanto certeza más certera —no hay algo de lo que podamos estar más seguros que del hecho de morir—, imposibilidad de todas nuestras posibilidades —el final de todos nuestros proyectos—, es el fenómeno esencial que suscita angustia, ese estado afectivo que produce una especie de temor ante un objeto indeterminado.

Es por el horror ante la muerte, ante la posibilidad de la ausencia, que se producen todas las formas de negación a través de las cuáles intentamos ocultar o alejar la posibilidad más propia e ineludible del ser humano. Ocultamos durante la mayor parte de nuestra vida el hecho de poder morir, la posibilidad de ser un ausente.

Pero volvamos al problema…

¿Por qué el cuerpo es el problema?

Más allá de las discusiones desarrolladas durante la Edad Media, principalmente teológico-religiosas, sobre si el cuerpo era el lugar del pecado y la concupiscencia (los malos deseos), el que nos separa de una relación genuina con lo divino, en la época moderna y contemporánea el cuerpo es igualmente negado al considerarse como un elemento, si bien no maligno o profano —distinto de lo sagrado—, sí accesorio e innecesario. Dicha negación adopta dos formas distintas.

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Por un lado, el cuerpo es ignorado al situarlo como una entidad secundaria, de menor valor, con respecto a la mente o la conciencia, que es considerada lo más propio de la naturaleza humana, tal como sucedió a partir de la separación realizada por el filósofo francés René Descartes —padre de la filosofía moderna en el siglo xvii— entre res cogitans (sustancia pensante con carácter infinito e ilimitado) y res extensa (sustancia extensa con carácter finito y limitado).

Por el otro, se niega el cuerpo al inhabilitarlo a través de estrategias bio-tecnológicas que permitan superar sus límites orgánicos, con lo que la condición humana mortal puede y debe ser trascendida. Así como sucede con las ideas del movimiento transhumanista que concibe lo corporal como un “dispositivo obsoleto” (Costa, 2019).

Ambas formas de negación, la de la filosofía moderna y la del transhumanismo contemporáneo, utilizan estrategias diferentes. La primera pone énfasis en un olvido del cuerpo con el fin de centrarse en lo verdaderamente relevante: el pensamiento, la conciencia, el espíritu, o sea, en lo no material e invisible del ser humano. La segunda, en cambio, intenta superar la entidad primitiva y superflua que es el cuerpo para orientarse hacia el aspecto evolutivamente superior: el cerebro o, en otros términos, las redes neuronales que hacen al cerebro funcionar.

Como se puede notar, el cuerpo es el residuo de lo animal que aún habita al interior de la especie humana. El imperativo moral es, entonces, des-animalizar al ser humano porque lo animal es inferior, es el eslabón débil e inútil, algo primitivo que requiere ser suprimido. La máquina —un robot o un ordenador—, aun habiendo sido creada por el ser humano, aparece como el camino más efectivo hacia la autotrascendencia.

¿Cómo se niega el cuerpo [y la muerte] en la filosofía moderna?

En la época moderna se des-animaliza al ser humano cuando se promueve la ruptura con todo aquello asociado al cuerpo, como las emociones, afectos, sentimientos y pasiones, a través del fomento de una instancia superior: la razón. En términos del filósofo alemán, Peter Sloterdijk, el humanismo, ese movimiento filosófico, artístico y cultural que coloca al ser humano y su dignidad como centro de la reflexión, no fue otra cosa que un conjunto de antropotécnicas, es decir, operaciones realizadas por unos hombres considerados superiores sobre otros vistos como inferiores, destinadas a la “domesticación y amansamiento […], con el fin de salvarlo[s] de sus tendencias animales” (Castro-Gómez, 2012, p. 68). Este conjunto de antropotécnicas se orientaba tanto hacia el disciplinamiento de los cuerpos individuales como a la regulación de la población o el cuerpo social.

La tarea fundamental del humanismo era, entonces, doble. La primera, con un matiz positivo, formar un tipo de pensamiento y una comunidad política basados en la alfabetización y lectura de textos que incrementaran las habilidades espirituales y humanizaran al ser humano —el ser humano no nace, se hace a través de la cultura—. Y, la segunda, con un matiz negativo, el sometimiento y re-orientación de los instintos y pulsiones más salvajes que habitan el cuerpo y obstaculizan el desarrollo racional de la civilización. Esto funciona a través de un ejercicio de promoción y contención, incitamiento e inhibición.

En la naciente modernidad occidental de los siglos xvii y xviii, el cuerpo se convierte, como muestra el filósofo francés Michel Foucault (1977), en una preocupación política y objeto de vigilancia. En lo que denomina la época del biopoder2, en la que se le da una forma adecuada a las necesidades del orden económico y se hace que el poder fluya a través del cuerpo para funcionar mejor, se busca la incorporación de la norma en nuestras vidas por medio de la creación de dispositivos institucionales —la cárcel, el hospital, el psiquiátrico, la escuela, la fábrica, entre otrosꟷ, orientados a que las personas aprendan a autovigilarse y vigilarse entre sí. Se interviene, primero, en los cuerpos individuales, pero, eventualmente, en el cuerpo social o población —impulso de saberes médicos, pedagógicos, higiénicos y estadísticos—.

Ese humanismo que piensa lo humano en una tensión entre lo duradero y lo contingente, lo ordenado y lo caótico. Con una clara primacía del polo de lo durable y lo ordenado, la muerte espera poder ser aplazada. Se aleja de las reflexiones filosóficas. Tanto el cuerpo como la muerte son los temas ausentes, aunque implícitamente presentes en la época moderna. Mientras la filosofía parece callar, la ciencia se hunde en una ambigüedad en torno a la muerte: por un lado, es la que permite comprender cada vez más procesos vitales, pero por otro es “el enemigo a vencer”. En palabras de Costa (2019), “terminar con la muerte sería el triunfo trascendente que de un solo golpe disolvería todos los problemas humanos” (párr. 8).

Pero la filosofía y la ciencia modernas no alcanzaron el objetivo de aplazamiento de la muerte, sólo contribuyeron a la formación de un tabú. Se toparon con un ámbito difícilmente administrable a conveniencia. En la época del biopoder, en donde se privilegia, según la fórmula antes mencionada, el “hacer vivir”, el polo del “dejar morir” aparece como una instancia menos activa, pero no por ello sin importancia. La muerte, aunque temida y ocultada, está ahí. Comienza a convertirse en un elemento de autodefinición de lo humano y, al mismo tiempo, en aquello contra lo que es preciso revelarse. La muerte, la posibilidad de morir y saber esa posibilidad, es parte de la condición y la existencia humanas, mismas que comienzan a ser pensadas cada vez más ancladas a la corporalidad. Definirnos por y frente a la muerte constituyó uno de los aportes centrales de las primeras tres cuartas partes del siglo xx, período marcado por las grandes guerras mundiales.

¿Qué pasó con el cuerpo y la muerte después de la filosofía moderna?

A fines del siglo xx comienzan a vislumbrarse cambios radicales en los modos de organización de la vida. Aparecen lo que el filósofo Gilles Deleuze denomina sociedades de control, es decir, modos de organización de la vida donde predominan las “conjunciones de sistemas orgánicos y tecnológicos” (Lash, 2005, p. 42), junto a “formas ultrarrápidas de control al aire libre” (Deleuze, 2014, p. 116), en las que las instituciones cerradas se ven cuestionadas por las redes digitales. La mutación del capitalismo en el mundo actual va ligada a una transformación tecnológica. En este contexto aparece la versión contemporánea del problema del cuerpo y de la muerte.

Si esta nueva versión continúa con la negación del cuerpo, no lo hace del mismo modo que la versión moderna. Comienza con lo que Costa (2019) denominó “una ampliación del campo de batalla biopolítico”, es decir, un incremento de los modos en que la vida se convierte en una preocupación política. Profundiza su preocupación por el cuerpo, pero, a partir de los cambios suscitados en la tecnociencia, se aleja de la dimensión puramente material, tangible. Impera la reflexión sobre procesos energéticos y se privilegian las tecnologías informático-comunicativas y las de ingeniería genética.

Ya no se queda a nivel de la vigilancia efectiva del cuerpo individual o del cuerpo social a través de dispositivos institucionales donde el tiempo y el espacio funcionan de modos convencionales sobre los cuerpos realmente existentes. Ahora se establecen estrategias de control desterritorializadas y ampliamente aceleradas, que ponen atención a entidades infracorporales (principalmente los genes) y supracorporales (lo referido a procesos ecológicos), cuyo objetivo es la optimización de los cuerpos que podrían llegar a existir. Ya no se trata ni de corregir lo que es, ni de vigilar que se transite por el camino correcto, sino de intervenir y modificar la corporalidad en sus condiciones más íntimas y, a su vez, las más abarcantes.

En este sentido, el cuerpo se hace operable, modificable, en cierto modo, a conveniencia —ese es, al menos, el idealꟷ. En palabras del profesor estadounidense Jonathán Crary, “no hay determinantes inalterables de la naturaleza […] Creer que hay alguna característica ‘esencial’ que distinga los seres vivos de las máquinas es, se nos dice, ingenuo y nostálgico” (2008, p. 14). La corporalidad, el estar en un cuerpo como nuestra forma de ser en el mundo, no es un destino, no es una cosa a la que debamos sujetarnos, sino un soporte provisional sobre el cual es posible actuar y modificar. De ahí que sea preciso, por un lado, retrasar lo que parece necesario como parte de la temporalidad del cuerpo: el envejecimiento; y, por otro, desarrollar las técnicas imprescindibles para la “creación de cuerpos durables, versátiles, atractivos” (Costa, 2019, párr. 8). No se tiene un cuerpo, se es un cuerpo. Sin embargo, ese cuerpo no es definitivo, puede y debe ser intervenido. Es tiempo de modificaciones corporales, prótesis, extensiones…

esbozo_de_un_robot_del_futuro_con_rostro_humano

Pero ¿para qué hay que intervenir, operar y modificar el cuerpo? Para “minimizar el dolor” primero y, después, para “inmortalizar la vida”, dice la profesora Costa (2019). En suma, para destruir cualquier sentido de contingencia. La muerte ya no sería un destino ineludible, sino algo más entre lo que, aparentemente, se puede elegir.

La ideología neoliberal del consumo permite pensar que todo puede ser seleccionado a la carta con el pago correspondiente. La utopía (o distopía) planteada por Aldous Huxley en Un mundo feliz, donde parece posible elegir cuándo, cómo y dónde nacer, cómo, cuándo y dónde morir, es actualmente una tendencia perseguida por algunos defensores del transhumanismo (Diéguez, 2017). Si bien la muerte llegará en algún momento, es posible aplazarla lo más posible y, en cierto modo, manipularla para no aparecer de forma abrupta o sorpresiva, sino que se ajuste a los deseos humanos de previsión y certeza. Morir será posible sólo cuando uno se haya aburrido de vivir.

¿Qué hacer, entonces, con el cuerpo y la muerte?

Con todos los avances tecnológicos mencionados es plausible pensar en la superación de las limitaciones biológicas del cuerpo, en la superación del ser humano ligado aún a la condición animal, y la superación de la posibilidad de ser un ausente, de morir, sin saber cómo ni cuándo. El ideal planteado en el siglo XIX por el filósofo francés August Comte: “saber para prever, prever para obrar” (Velázquez, 2006), es aquí llevado al extremo, ya que mientras en la versión moderna la vida y el cuerpo podían ser manipulables solamente durante el período de tiempo que los circunscribía al mundo; en la versión más contemporánea se pretenden trascender los límites contingentes y azarosos del nacimiento y la muerte, interviniendo tecnológicamente esas posibilidades.

La previsión y la planificación absoluta de la vida cotidiana, continúa siendo, tal como lo fue en la filosofía moderna y como se nota en el proyecto transhumanista, uno de los ideales más perseguidos: se lucha de diferentes maneras contra la contingencia y contra la ausencia. Previsibilidad es, al fin y al cabo, igual a orden, orden igual a progreso, progreso igual a riqueza; y, actualmente, la mayoría deseamos estar en esta condición. Capitalismo, ciencia y tecnología caminan de la mano en su lucha contra el cuerpo y la muerte.

¿El cuerpo es, entonces, el problema al tener la marca de la finitud y la mortalidad tal como se mostró en las líneas anteriores? ¿O el problema es no aceptarnos en tanto que cuerpos marcados por la vulnerabilidad o la fragilidad propias de nuestra condición humana, tal como se ha venido notando en la historia del pensamiento en los últimos cinco siglos? Preguntas espinosas que quizás no encuentren una respuesta definitiva, pero que nos obligan a continuar pensando. El reconocimiento propiamente humano de que vamos a morir se enfrenta ante el deseo igualmente humano de inmortalizarnos, con lo que se genera un choque de trenes difícilmente superable.

Quizás una sana dosis de aceptación de que somos cuerpos y, por lo tanto, mortales, no nos ayudaría a vivir por más tiempo, a alargar lo más posible el momento último de nuestra existencia, pero sí a vivir con más intensidad y coraje el tiempo que nos es dado para que, cuando nos convirtamos en ausentes, lo hagamos sin penas o arrepentimientos. Para que cuando ya no estemos sean los relatos de quienes se quedan los que permitan sobrevivir en una memoria herida.

Referencias

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Recepción: 31/01/2022. Aprobación: 10/04/2023.

Vol. 24, núm. 3 mayo-junio 2023

Muérdago: una plaga o un recurso en el bosque

Clara Yered Pérez Hernández, Eliezer Cocoletzi Vásquez y Michelle Ivonne Ramos Robles Cita

Resumen

Las interacciones ecológicas que ocurren en los diferentes ecosistemas permiten un flujo de energía y nutrientes. Pueden ser intraespecíficas o interespecíficas y categorizarse en mutualismos, cuando las especies involucradas se ven beneficiadas; o en antagonismos, cuando existen efectos negativos derivados de su interacción. Existen plantas parásitas con capacidad de establecerse sobre otras plantas para nutrirse y desarrollarse, como los muérdagos, que son un grupo de plantas que tienen un impacto negativo en las especies forestales y arbolado urbano, ya que pueden afectar su desarrollo. A pesar de lo anterior, también puede beneficiar a otros organismos como aves o mamíferos al proveerles alimento, refugio o sitios de anidación. El presente trabajo describe casos y características de estas interacciones.
Palabras clave: antagonismo, especies forestales, frugívoria, interacciones ecológicas, mutualismo, parasitismo.

Mistletoe: bad or good depends on who is looking at it

Abstract

The ecological interactions that occur in the different ecosystems allow a flow of energy and nutrients. They can be intraspecific or interspecific and can be categorized in mutualisms, when the species involved are benefited; or in antagonisms, when there are negative effects consequence of the interaction. Also, there are parasitic plants with the ability to establish themselves on other plants, to feed and develop. An example is mistletoe, which are a group of plants that have a negative impact on forest species and urban trees, since they can affect their development. Despite this, it can also benefit other organisms such as birds or mammals by providing them with food, shelter, or nesting sites. This paper describes cases and characteristics of these interactions.
Keywords: antagonism, ecological interactions, forest species, frugivory, mutualism, parasitism.

Interacciones en la naturaleza

De las primeras cosas que nos enseñan cuando pequeños es que somos parte de la naturaleza. En las escuelas nos refuerzan la idea de pertenencia a un ecosistema y que, si alguno de los participantes o elementos desapareciera, esto afectaría la supervivencia de los demás. Esto puede llegar a ser complejo, ya que no es completamente claro nuestro papel, ni el de todos los componentes que están involucrados en los ecosistemas. Chapin et al. (2011) definió al ecosistema como un conjunto de especies que habitan un área determinada, que interactúan entre ellas y su ambiente, y forman un flujo de energía y nutrientes. Estas interacciones comprenden la depredación, el parasitismo, la competencia y la simbiosis a diferentes niveles de organización, en las que se incluyen grupos como las bacterias, hongos, plantas y animales.

A continuación, se describen casos y características de estas interacciones que permitirán ayudar a entender algunas situaciones que suceden en el ecosistema del que somos parte. Las interacciones ecológicas ocurren en los diferentes ecosistemas del planeta, y pueden ser intraespecíficas, dentro de la misma especie, o interespecíficas, entre especies distintas. Asimismo, se pueden categorizar como mutualistas o antagonistas.

Las interacciones mutualistas son aquellas en las que las especies involucradas se ven beneficiadas; un ejemplo de ello es la polinización. Los insectos, aves y algunos mamíferos son los principales responsables de la polinización, ya que remueven, trasladan y depositan polen en la misma flor o de una flor a otra (Aguilar et al., 2009). A cambio las plantas tienen recompensas para los polinizadores, como el néctar. De esta manera, tanto las plantas como los polinizadores se benefician de esta interacción.

En las interacciones antagonistas, en cambio, existen efectos negativos cuando las especies interactúan. Por ejemplo, los herbívoros pueden llegar a tener un impacto negativo en el crecimiento y éxito reproductivo de las plantas, mientras que se benefician de las plantas al alimentarse de ellas (Aguilar et al., 2009).

Algo sorprendente de las interacciones es que una misma especie puede tener interacciones mutualistas o antagonistas dependiendo con quién o quiénes se esté relacionando y de la temporalidad de la interacción. Cuando una larva de mariposa (oruga) se alimenta de las hojas de una planta, le ocasiona un daño (herbívora). Pero esta oruga en su estado adulto, como mariposa, puede polinizar las flores de esta planta, por lo que esta interacción sería mutualista. Otro ejemplo son los muérdagos, que son plantas parásitas que necesitan de otras plantas para desarrollarse y reproducirse, es decir, su fuente principal para obtener recursos energéticos son otras plantas (antagonismo).

Sin embargo, muchas especies de plantas parásitas dependen de animales tanto para la polinización como para la dispersión de sus semillas, proveyéndoles al mismo tiempo de alimento (mutualismo). Por lo que, entre plantas y animales ocurren una amplia gama de interacciones. Podemos decir que el beneficio o perjuicio de las especies con respecto a sus interacciones depende de las especies y del contexto espacio-temporal en el que se están llevando a cabo (Rico-Gray, 2005).

El muérdago como antagonista

Las plantas, al igual que muchos otros seres vivos, mantienen relaciones antagonistas con los organismos con los que interactúan, una de las principales es el parasitismo. Las plantas parásitas tienen la capacidad de establecerse en los tallos, troncos, ramas y raíces de plantas herbáceas o arbóreas, obteniendo así sus recursos nutrimentales (Tercero-Bucardo y Kitzberger, 2005).

Dentro del parasitismo entre plantas podemos encontrar diferentes categorías, como el holoparasitismo, que comprende organismos que obtienen sus nutrientes únicamente del árbol hospedero, y el hemiparasitismo, que comprende a plantas que dependen parcialmente de sus hospederos, ya que son capaces de producir parte de sus nutrientes. Un ejemplo del hemiparasitismo son los muérdagos (Oliva Rivera et al., 2011).

En México, los muérdagos tienen una amplia distribución en Durango, Oaxaca, Chiapas, Chihuahua, Veracruz, Zacatecas, Nayarit, Jalisco (Mathiasen et al., 2008; Mathiasen et al., 2011). En Veracruz, los árboles que principalmente son parasitados por los muérdagos son de importancia económica, como los cítricos y cultivos de mango, tamarindo, guayaba, tejocote, manzana y pera (Oliva Rivera et al., 2011).

Además, en el arbolado urbano de muchas ciudades de nuestro país, es común encontrar poblaciones de muérdago. Esta planta posee un amplio potencial para establecerse en una gran diversidad de hospederos, ya que se tienen registros de que, en la época de fructificación a inicios de año, las semillas pueden germinar hasta en superficies inertes (Shaw et al., 2004).

El muérdago como mutualista

Aunque primordialmente al muérdago se le considera parásito, también presenta interacciones que pueden beneficiar a otros organismos a través de procesos como la polinización y la dispersión. La dispersión se lleva a cabo por los organismos que consumen los frutos maduros y defecan semillas sobre sitios potenciales para su establecimiento (Shaw et al., 2004). Se han identificado aves paseriformes y ardillas como principales dispersores de las semillas a grandes distancias (Ornelas, 2021). Por ejemplo, se han registrado visitas de zorzales a poblaciones de muérdago; una forma de dispersión es cuando algunos frutos se adhieren a sus plumas debido a una sustancia viscosa de la que están cubiertos (viscina) y al posarse en ramas de otros hospederos las semillas se pegan a las nuevas ramas.

También se han registrado a colibríes, abejorros y murciélagos como polinizadores de algunas especies de muérdagos (Fadini et al., 2018). Las visitas a las flores de los muérdagos se dan debido a los elevados niveles de néctar que producen, se ha registrado que la secreción diaria de néctar, entre 3.6-7.2 mg de azúcar por flor al día del muérdago Psittacanthus (Ramírez y Ornelas, 2010; ver imagen 1), a diferencia de otras flores adaptadas a colibríes que tienen una secreción promedio de entre 0.4-6.2 mg (León-Camargo y Rangel-Churio, 2015). Otra interacción que se da con los muérdagos a nivel del haustorio (estructura que se forma en el punto de unión entre los muérdagos y el hospedero) son el anidamiento y refugio para aves rapaces, búhos y ardillas rojas (Shaw et al., 2004).

Psittacanthus calyculatus y Psittacanthus auriculatus. Crédito: María José Pérez-Crespo.

Figura 1. Psittacanthus calyculatus y Psittacanthus auriculatus.
Crédito: María José Pérez-Crespo.

Además de las interacciones que tiene el muérdago con otras plantas y animales, también posee interacciones con el hombre. Sotero-García et al. (2018) registraron que en comunidades del área natural protegida Nevado de Toluca los muérdagos de la especie Phoradendron velutinum son utilizados con fines medicinales para el tratamiento de afecciones respiratorias (por ejemplo, asma) y nerviosas, mediante infusión, o para elolc uso lúdico, con la creación de pinturas con los tallos o frutos. De igual manera, Oliva Rivera et al. (2011) reportaron que la especie Arceuthobium vaginatum es utilizada como alimento para cabras en llanos del cofre de Perote y en la zona de los volcanes las Derrumbadas.

Asimismo, en la zona limítrofe de Veracruz y Puebla se usa la especie Phoradendron galeottii como alimento para el ganado caprino y ovino, mientras que con el muérdago Psittacanthus schiedeanus schiedeanus se obtienen estructuras conocidas como “flores de madera”, que son deformaciones en las ramas de los hospederos que se generan en la unión con los haustorios1, que se usan para elaborar artesanías (Oliva Rivera et al., 2011).

Conclusión

Recapitulando, el muérdago presenta interacciones antagonistas al ser considerado un parásito por el efecto negativo que tiene en sus hospederos en el crecimiento y reproducción, pero también establece interacciones mutualistas al proveer y beneficiar a otros seres vivos como las aves que se alimentan de sus frutos o anidan en su follaje (Pacheco y Chávez, 2020). Esto nos muestra que las especies que existen en la naturaleza no tienen papeles buenos o malos, sino que se desarrollan, reproducen y distribuyen de acuerdo con las condiciones en donde se encuentran. Nuestra percepción sobre los muérdagos dependerá del contexto en que se están analizando y presentando.

Referencias

  • Aguilar, R., Ashworth, L., Cagnolo, L., Jausoro, M., Quesada, M., y Galetto, L. (2009). Dinámica de interacciones mutualistas y antagonistas en ambientes fragmentados. En R. Medel, M. A. Aizen, y R. Zamora (Eds.), Ecología y evolución de interacciones planta-animal (pp. 199-231). Universitaria.
  • Chapin, F. S., Matson, P. A., y Vitousek, P. M. (2011). Principles of Terrestrial Ecosystem Ecology (2.a ed.). Springer.
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  • Mathiasen, R. L., Daugherty, C. M., y Guerra De la Cruz, V. (2011). Muérdagos enanos (Arceuthobium ssp.) en el sur de México: distribución, hospederos y cambios en la nomenclatura. En A. Equihua Martínez, E. Estrada Vanegas, J. A. Acuña Soto, y M. P. Cháirez Grijalva (Eds.), Memoria del xv Simposio Nacional de Parasitología Forestal (pp. 161-168). Colegio de Postgraduados.
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Recepción: 27/02/2022. Aprobación: 01/02/2023.

Vol. 24, núm. 3 mayo-junio 2023

Plantas medicinales: si es natural… ¿No hace daño?

Carlos Alberto López Rosas, Mónica Carolina Olguin Guerrero y Fabiola Hernández Rosas Cita

Resumen

El uso terapéutico de plantas medicinales como sustitutos de medicamentos, o en combinación con estos, ha sido objeto de debate en los últimos años debido a la falta de evidencia científica que respalde sus efectos terapéuticos y a la escasa documentación sobre sus efectos biológicos y farmacológicos. Por lo tanto, es importante continuar investigando su utilización terapéutica, especialmente en términos de su toxicidad. En México, al igual que en otras partes del mundo, las plantas medicinales se utilizan como tratamiento primario para malestares moderados a leves, principalmente debido a la falta de acceso y/o a los altos costos de los medicamentos, así como al arraigo cultural de la medicina ancestral. El uso de plantas medicinales como alternativa terapéutica podría ser una opción viable, sin embargo, es necesario estar bien informado sobre su uso y eficacia para obtener los resultados esperados.
Palabras clave: Plantas medicinales, Medicina herbolaria, Medicina tradicional, usos terapéuticos.

Medicinal plants: if it is natural… isn’t harmful?

Abstract

The therapeutic use of medicinal plants as substitutes for drugs or in combination with them has been extensively debated in recent years due to the lack of scientific evidence to support their therapeutic effects and the scant documentation on their biological and pharmacological effects. Therefore, it is important to continue researching their therapeutic use, especially in terms of their toxicity. In Mexico, as well as around the world, medicinal plants are used as a primary treatment for moderate to mild ailments, mainly due to the lack of access and/or high costs of medicines, as well as the cultural roots of ancient medicine. The use of medicinal plants as a therapeutic alternative could be a viable option; however, it is necessary to be well informed about their use and efficacy to obtain the expected results.
Keywords: Medicinal plants, herbal medicine, traditional medicine, therapeutic uses.



Como todas las cosas, nada es totalmente bueno, ni nada totalmente malo. El universo se mueve entre matices grises, él sólo pone el escenario. Como ejemplos, la cantidad hace la diferencia entre un efecto benéfico y el envenenamiento.

Introducción

En México, se destaca su medicina tradicional y la utilización de plantas medicinales que ha sido transmitido de generación en generación, y forma parte de su identidad cultural. A pesar de la discriminación histórica que ha enfrentado, ha sobrevivido gracias a la creciente demanda de alternativas naturales y menos invasivas a los tratamientos médicos convencionales. Una de sus principales características es el uso de una gran variedad de plantas con propiedades medicinales que se han utilizado desde tiempos prehispánicos. Los sanadores tradicionales han aprendido a identificar, recolectar y preparar estas plantas de manera efectiva para tratar diferentes enfermedades. Este artículo tiene como objetivo informar sobre los efectos, riesgos y beneficios de las plantas medicinales de uso común en México, y brindar precauciones para garantizar su consumo seguro.

Durante los meses de enero a diciembre de 2022 se llevó a cabo una búsqueda bibliográfica sistemática de artículos en los siguientes buscadores electrónicos: PubMed, Science Direct, Springer Link, Web of Science y Google Scholar, así como en las bases de datos de Medline, Embase y Scopus, utilizando los descriptores “plantas medicinales”, “plantas medicinales en México”, “uso de plantas medicinales”, “metabolitos secundarios en plantas”, “medicina natural”, “medicina tradicional”, “plantas medicinales y hierbas”. Se incluyeron artículos que cumplieron con los siguientes criterios de aceptación: artículos publicados en revistas indexadas nacionales e internacionales en idioma inglés o español, y que abarcaran un período de tiempo acotado a los últimos 10 años.

Panorama sobre el uso de plantas medicinales en México

Las plantas medicinales son una parte importante de nuestra cultura, además de ser ampliamente empleadas en todo el mundo. Por lo tanto, es importante tomar conciencia de su uso y respetarlas como lo hacemos con los medicamentos. ¿Quién no recuerda la miel con limón y ajo que nos hacía mamá cuando teníamos tos, o el abuelito que “soasaba” el orégano para ponerlo en nuestro oído cuando dolía, o cuando nuestra abuelita iba por manzanilla al patio para curar nuestro dolor de “panza” con un té caliente? Incluso como adultos, seguimos tomando y recomendando los remedios caseros. Es algo que en México nunca pasará de moda. Sin embargo, a veces pensamos que lo natural, sólo por el hecho de provenir de la naturaleza, no hace daño.

¿Qué pasaría, si te dijera que consumir agua de carambola (Averrhoa carambola) puede dañar tus riñones? Aunque parezca increíble, estudios científicos han confirmado que la molécula carambixina es la responsable del daño en el órgano en la mayoría de los casos registrados, aunque los afectados ya presentaban alguna enfermedad renal previa (Chua et al., 2017).

Recordemos que las plantas son seres vivos, por consiguiente, tienen células que les ayudan a crear sustancias complejas a partir de otras más simples y viceversa; este proceso se conoce como metabolismo.1

Por ejemplo, ¿sabías que existen tres especies de plantas conocidas como anís, cada una con diferentes efectos en la salud?: Pimpinella anisum es relativamente seguro para su consumo, mientras que Illicium verum es tóxico en altas concentraciones y Illicium anisatum es altamente tóxico. Estas últimas dos son conocidas como anís estrella debido a su peculiar forma. A pesar de ello, tanto Pimpinella anisum como Illicium verum tienen propiedades medicinales, como la capacidad de destruir bacterias, antioxidantes, reducir el dolor, actuar como sedante y facilitar la expectoración (Casanova-cuenca et al., 2019). Es crucial identificar correctamente la especie y cuidar las cantidades que se consumen, especialmente en bebés, ya que se han reportado casos de daño hepático por consumir anís estrella diariamente (Pacheco et al., 2016).

Otro claro ejemplo es la cafeína, presente en deliciosas y estimulantes bebidas como el café, té y chocolate. Sin embargo, el consumo excesivo de estas bebidas puede producir fiebre, vómitos, dolor de cabeza, náuseas, mareo, ansiedad, temblores y agitación, entre otros efectos (Fernandez-Miret et al., 2013), lo que se conoce como una intoxicación. Por tanto, es importante ser conscientes de los efectos de la cafeína y moderar su consumo. Tal vez, ahora veamos con más respeto el café de las mañanas, el té de las tardes o el chocolate caliente cuando hace frío, ¿verdad?

Algunos compuestos específicos de cada especie de planta tienen la función de atraer o repeler animales mediante colores o aromas. Otros tienen efectos protectores, como la producción de venenos para defenderse de depredadores o la facilitación del crecimiento en condiciones adversas. Además, algunos compuestos generan sabores amargos, dificultan la digestión o actúan como defensa contra microorganismos (Erb y Kliebenstein, 2020; Jiménez y Ducoing, 2003). Los metabolitos secundarios producidos en el metabolismo de las plantas se utilizan en la medicina tradicional y se extraen mediante la preparación de tés, gomas, resinas, extractos, colorantes, entre otros productos. Debido a su valor económico, estos compuestos son de gran interés para la industria farmacéutica, cosmética y alimentaria (Huertas et al., 2011; Penalva, 2014).

Lo anterior plantea la pregunta: ¿los medicamentos provienen de las plantas? Algunos sí, pero sólo se usa el metabolismo secundario responsable del efecto deseado. Para explicarlo mejor, tomaremos el siguiente ejemplo: nuestros abuelos solían recomendar “masticar corteza de sauce” o “tomar extracto de sauce” para aliviar malestares como dolores de cabeza, fiebre o inflamaciones. Asimismo, el té de hierbabuena (Mentha spicata) es conocido por su efectividad para aliviar dolores estomacales, además de poseer propiedades analgésicas y antiinflamatorias (ver Figura 1). ¿Te suena familiar? La aspirina, cuyo principio activo es el ácido salicílico, se puede encontrar en la corteza de sauce (Salix alba) (Maistro et al., 2019). No fue hasta 1899 cuando Bayer comenzó a vender la aspirina en su forma actual (ácido acetilsalicílico) después de investigar cómo aislar el metabolito y crearlo de forma sintética. En la actualidad, los científicos continúan buscando productos más eficaces y seguros a partir de plantas medicinales, lo que resalta la importancia de prestar atención a nuestro entorno y reflexionar sobre la medicina tradicional (Penalva, 2014; Schippmann et al., 2002).

Uso de la infusión de hierba

Figura 1. Uso de la infusión de hierbabuena para aliviar el dolor estomacal.

¿Pensamiento mágico o realidad?

Las plantas medicinales son ampliamente usadas por sus beneficios a la salud, este conocimiento ha sido pasado de generación en generación a través de las tradiciones, religiones, culturas y familias. Y pensar qué todo empezó con prueba y error, de uno de nuestros antepasados, el más antiguo que te puedas imaginar.

Alguna vez has escuchado: “Las mujeres embarazadas no deben tomar plantas medicinales” pero, ¿por qué? Tomemos como ejemplo la milenrama (Achillea millefolium), una planta colerética2 que actúa como un estimulante uterino y puede afectar directamente al órgano sexual femenino. La cantidad consumida de milenrama puede ayudar a regularizar el ciclo menstrual, pero en el caso de una mujer embarazada, puede causar la pérdida del producto debido a los compuestos similares a las hormonas que contiene (Ali et al., 2017). Por lo tanto, se debe tener precaución al tomar plantas que contengan este tipo de sustancias que afectan el ciclo hormonal de las mujeres, y evitarlas si es necesario. Otro ejemplo de una planta con propiedades medicinales es el epazote (Chenopodium ambrosioides), que se ha utilizado para tratar la leishmaniasis3 y como desparasitante. Sin embargo, el aceite esencial de epazote puede ser mortal en caso de sobredosis (Monzote et al., 2009).

Del mismo modo, Aloe barbadensis, también conocida como aloe vera, posee propiedades medicinales, como su efecto laxante, antiinflamatorio, cicatrizante, reducción del colesterol y antiviral (Cosmetic Ingredient Review Expert Panel, 2007). La pulpa del aloe se puede utilizar tópicamente para tratar heridas y reducir la inflamación, así como ingerirse para aliviar los problemas digestivos (ver Figura 2).

A continuación, te presentamos más ejemplos de plantas con propiedades medicinales, pero es importante destacar que sólo hemos mencionado los efectos validados científicamente. Si deseas obtener más información, te invitamos a visitar la Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexciana:

  • Peisto (Brickellia veronicifolia) posee actividad analgésica y antidiabética, lo que significa que puede reducir los niveles de azúcar en la sangre (Palacios-Espinosa et al., 2008).
  • Zapote blanco (Casimiroa edulis) tiene propiedades que ayudan a combatir la hipertensión, las enfermedades de los vasos sanguíneos y actúa como antioxidante (Berti et al., 2014).
  • Chaya (Cnidoscolus chayamansa) es conocida por sus efectos hepatoprotectores, cardioprotectores, antiinflamatorios y por ser antimicobacteriana y antiprotozoaria (García-Rodríguez et al., 2014; Pérez-González et al., 2017).
  • Sacate limón (Cymbopogon citratus) tiene propiedades hipocolesterolemiantes, antidiabéticas, antimicrobianas, diuréticas, hipoglucemiantes, hipotensoras, antiinflamatorias, antioxidantes, anticancerígenas, antipiréticas y cardioprotectoras (Ekpenyong et al., 2015).
Pulpa de Aloe vera

Figura 2. Pulpa de Aloe vera para su consumo con fines medicinales.

Actualmente, sólo se ha validado una fracción de todas las plantas medicinales, por lo que aún hay mucho trabajo por hacer. Como podrás notar, el pensamiento mágico se basa en el misticismo alrededor de las plantas. Por ello, es importante la investigación en esta área, principalmente para comprobar o descartar que esos efectos sean reales y no causen daño al organismo.

Pero, ¿qué tanto es tantito?

Una frase común que se ha escuchado en diversos medios es: “lo natural no hace daño” y “entre más, mejor”. Sin embargo, en el caso de las plantas medicinales y otras sustancias, esta afirmación no es aplicable. Es fundamental tomar conciencia de que las plantas contienen sustancias químicas y que la mayoría de las intoxicaciones por el consumo de plantas medicinales son causadas por sobredosis, interacciones con medicamentos y falta de información. Esta última está especialmente relacionada con los pacientes que no informan al equipo médico sobre el uso de plantas medicinales o sus derivados, lo que puede provocar efectos no deseados.

En los últimos años, las plantas medicinales han ganado popularidad, lo cual es positivo. No obstante, es importante tener precaución al consumirlas, especialmente en forma de extractos, los cuales concentran los metabolitos secundarios de las plantas. Un ejemplo de esto son los extractos alcohólicos de Camelia Sinensis (té verde), heliotropium, Piper methysticum rizoma (kava-kava), Rhamnus purshiana (cáscara sagrada), Senecio vulgaris, Teucrium chamaedrys (camedrio, germander) y Symphytum offcinale (consuelda) (ver Figura 3). Estas formas concentradas aumentan la probabilidad de reacciones no deseadas o de intoxicaciones al usarse junto con medicamentos (Upton et al., 2011).

Cuencos con hierbas medicinales

Figura 3. Cuencos con hierbas medicinales útiles para realizar extractos alcohólicos.

En muchas ocasiones escuchamos hablar sobre medicina alopática, complementaria y alternativa en los medios de comunicación. Es importante que sepamos diferenciarlas. La medicina alopática se refiere a la medicina convencional utilizada por los médicos y el sector salud, donde se incluyen los medicamentos. La medicina complementaria es la combinación de la medicina convencional y la medicina tradicional utilizada en cada región, como parte de sus tradiciones y cultura. Por ejemplo, la acupuntura, aromaterapia y musicoterapia pueden emplearse junto con medicamentos. (Vergara-Galdós, 2010).

La aromaterapia es una de las terapias complementarias con mayor respaldo científico. Usa aceites esenciales para tratar algunas afecciones, como el insomnio o como apoyo para la atención de pacientes con cáncer. Algunas plantas empleadas en estos tratamientos son la lavanda (Lavandula angustifolia), menta (Mentha piperita) y naranja (Citrus sinesis) (Reis, 2017).

La medicina alternativa es aquella que se utiliza en lugar de la medicina convencional. La más empleada es la medicina herbal o la utilización de plantas medicinales. Debemos tener en cuenta que estas plantas deben ser respetadas de igual manera que los medicamentos, ya que contienen metabolitos secundarios capaces de producir un efecto en los humanos y, como toda sustancia activa, pueden interaccionar con otras sustancias que se estén tomando, ya sean de origen animal o sintético.

Es importante destacar que la combinación de la medicina alternativa y convencional puede ofrecer una mirada hacia el futuro de la salud, donde la atención es integral y no sólo depende del médico tratante, sino también de nutriólogos, fisioterapeutas, psicólogos y profesionales de la medicina complementaria. Todos ellos trabajando juntos como una sola unidad para mejorar la salud de los pacientes. (Vergara-Galdós, 2010).

Además, ¿sabías que las plantas medicinales, al igual que los medicamentos, tienen diferentes presentaciones? Estas pueden ser en forma de té, jarabes, aceites esenciales, ungüentos, cápsulas, tabletas o consumir la planta directamente. La materia prima puede venir en forma de planta seca (polvos) o fresca y extractos, los cuales pueden ser alcohólicos (tinturas), vinagres, agua caliente (tisanas) o agua caliente en largo plazo (decocciones, por lo general raíces o corteza) (Penalva, 2014). Es importante tener en cuenta que estas diferentes presentaciones pueden variar en su contenido de metabolitos secundarios, ya que muchas veces los procesos no están estandarizados o los componentes de la planta pueden cambiar dependiendo del ambiente donde crecen (Yang et al., 2018).

El amplio uso de las plantas medicinales no permite cuantificar las interacciones entre plantas y medicamentos. Por esta razón, es fundamental reportar e investigar el potencial de un tratamiento y su toxicidad con la finalidad de tener un tratamiento eficaz y seguro. Tomando en cuenta lo anterior, ahora hablaremos de ejemplos más puntuales de interacciones entre plantas y medicamentos como:

  • Ajo (Allium sativum), que al tomarse con clorpropamida (un antidiabético), produce un mayor efecto hipoglucemiante (baja el azúcar de la sangre),
  • Ginko (Ginko biloba) al administrarse con antiplaquetarios puede causar hemorragias,
  • Hypericum perforatum más paroxetina (antidepresivo), produce somnolencia o si lo mezclamos con antiretrovirales, teofilina o ciclosporina, disminuyen los niveles del medicamento en la sangre reduciendo su eficacia,
  • Sauce blanco (Salicis cortex) más heparina, aumenta el riesgo de sangrado,
  • Tamarindo (Tamarindus indica) más aspirina, incrementa los niveles de ácido acetilsalicílico en la sangre,
  • Valeriana (Valeriana officinalis) más medicamentos que disminuyan la actividad del cerebro, potencializa sus efectos.

Por último, es importante destacar que la combinación de diazepam con alcohol puede ser mortal, ya que puede disminuir la actividad cerebral hasta llevar a la inconsciencia o incluso la muerte (Ruiz et al., 2003; Tres, 2006; Luengo, 2008).

La medicina del pasado, traída al futuro

Los productos naturales siguen siendo un tratamiento primario en todo el mundo para molestias leves a moderadas y heridas superficiales debido a su fácil aplicación, accesibilidad y bajo costo. Las plantas medicinales también se han investigado como una fuente potencial de nuevos medicamentos, aunque se requiere que sean seguros, de alta calidad y utilizados de manera racional. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (oms) ha implementado una estrategia de 10 años para promover el conocimiento ancestral de las plantas de manera segura y efectiva a través de la reglamentación, uso racional, integración, educación, capacitación e investigación. Esta iniciativa podría beneficiar a personas de bajos recursos y convertirse en una fuente de ingresos debido al valor comercial de la herbolaria medicinal.

En México, la regulación de plantas medicinales se realiza a través de la Farmacopea Herbolaria de los Estados Unidos Mexicanos de 2013, que reconoce la utilidad de 213 especies. La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (cofepris) es responsable de la regulación, prevención y control de los productos y servicios relacionados con la salud, y avaló el uso de 18 plantas medicinales en 2018, después de cuatro años de estudios que validaron sus efectos y la determinación de las cantidades adecuadas de consumo. Esto garantiza la eficacia y seguridad de los remedios herbolarios. Como se puede observar, la medicina ancestral se está retomando en todo el mundo con un enfoque en su seguridad y eficacia. (unam Global, 2017; oms, 2013; cofepris, 2018).

Se requiere una gran cantidad de investigación sobre las plantas medicinales, especialmente en relación con la calidad de los productos, la seguridad, la eficacia, las estructuras químicas responsables de sus efectos beneficiosos y su potencial en el mercado. La información debe ser recopilada de manera ética y de la mano de las pruebas en animales de investigación, que nos permitirán obtener la información biológica necesaria para sustentar sus efectos. Además, deben crearse leyes que permitan el uso seguro de plantas medicinales para el consumidor, con la finalidad de incorporarlas en los centros de salud, como ya se está haciendo en Asia y África, donde la medicina tradicional forma parte de su sistema de salud. En México, todavía queda un largo camino por recorrer, pero se está comenzando a implementar.

Las plantas medicinales han sido y seguirán siendo una parte importante de la humanidad, un recurso que se puede aprovechar desde varias aristas, como lo son el económico, medicinal y cultural. Es necesario continuar con la investigación de plantas medicinales para identificar el metabolito responsable de su actividad biológica, con el fin de elaborar fitofármacos o utilizarlos como coadyuvantes en el tratamiento de diversas enfermedades. Estos nuevos tratamientos deben ser estandarizados para garantizar su eficacia y seguridad, de esta manera, se impactaría en la calidad de vida de los pacientes.

En conclusión, el uso de plantas medicinales en México es una práctica arraigada en la cultura y ha sido una fuente de beneficios para muchas personas. Sin embargo, es crucial tomar precauciones para asegurarse de que los productos sean tanto seguros como efectivos. Las autoridades deben continuar con los procesos de regulación de las plantas medicinales y sus derivados para garantizar su calidad y seguridad para la población. Además, la investigación científica debe continuar para identificar los beneficios y riesgos de las plantas medicinales a la par del desarrollo de tratamientos más efectivos y seguros para las personas que optan por la medicina tradicional a base de plantas medicinales.

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Recepción: 15/06/2021. Aprobación: 10/04/2023.

Vol. 24, núm. 3 mayo-junio 2023

Mujeres en el trabajo: desafíos y riesgos

Blanca Judith Lavoignet Acosta, Fabiola Cruz Núñez y Guadalupe Santes Saavedra Cita

Resumen

Reconocer las diferencias de género en la fuerza laboral es crucial para garantizar la seguridad y salud de los trabajadores. Estas diferencias implican la necesidad de comprender los peligros, riesgos y aplicar soluciones efectivas (Organización Internacional del Trabajo, 2021). Aunque se han logrado avances, la oit destaca la necesidad de hacer más en este aspecto.
Las mujeres y hombres enfrentan riesgos físicos y psicológicos diferentes debido a los trabajos que realizan, los roles que desempeñan y las expectativas y responsabilidades asociadas. Esto requiere medidas de control y prevención específicas. Para lograr políticas y estrategias de seguridad y salud en el trabajo efectivas para ambos géneros, es fundamental contar con información detallada sobre la relación entre la salud laboral y los roles de género (oit, 2021).
Este artículo tiene como objetivo ofrecer una visión realista de la salud laboral de las mujeres, abordando las diferencias de género, las condiciones de trabajo y los riesgos asociados, entre otros temas relevantes. Tanto las desigualdades de género como otros factores mencionados deben ser considerados al desarrollar estrategias de prevención y políticas de seguridad y salud laboral para las mujeres.
Palabras clave: Género en el trabajo, salud laboral, desigualdades de género, prevención de riesgos laborales, políticas de seguridad y salud.

Women at work: challenges and risks

Abstract

Recognizing gender differences in the workforce is crucial to ensure the safety and health of workers. These differences involve the need to understand hazards, risks, and apply effective solutions (International Labour Organization, 2021). While progress has been made, the ilo emphasizes the need to do more in this regard.
Men and women face different physical and psychological risks due to the jobs they perform, the roles they play, and the associated expectations and responsibilities. This requires specific control and prevention measures. To achieve effective workplace safety and health policies and strategies for both genders, detailed information on the relationship between occupational health and gender roles is essential (ilo, 2021).
This article aims to provide a realistic view of women’s occupational health, addressing gender differences, working conditions, and associated risks, among other relevant topics. Both gender inequalities and other mentioned factors should be considered when developing prevention strategies and policies for women’s safety and occupational health.pleasure, biological adaptation of music, music cognition, musicology and biology, evolution.
Keywords: Gender in the workplace, occupational health, gender inequalities, workplace risk prevention, safety and health policies.

Introducción

El desarrollo de esta investigación nace desde una perspectiva como profesionales del área de la salud y como formadoras de recursos humanos; surge de lo observado y escuchado en los ambientes de trabajo, pero principalmente, se gesta de los contextos y la exposición a riesgos laborales que padecieron las trabajadoras durante la pandemia por la covid-19, en donde se hizo visible el frágil entorno en el que se desempeñan.

Sumado a lo anterior, es relevante indicar, la gravedad de la existencia en el inconsciente colectivo de nuestro país, de estereotipos sustentados en una cultura de dominio del hombre sobre la mujer, lo que se traduce en desigualdades de condiciones laborales, por ello, la diferencia de género es una asignatura pendiente a considerar para mejorar las áreas de trabajo.

Ante dicho panorama, el objetivo de este trabajo es brindar una visión sobre la salud laboral de las mujeres que incluye tópicos centrales como: condiciones de trabajo, riesgos físicos y de género, hostigamiento y acoso sexual, salud reproductiva, embarazo y lactancia.

Cuando se habla de salud laboral y mujer, es indispensable abordar la prevención de riesgos laborales desde la perspectiva de género, ya que, para que en una institución de trabajo sea efectiva la prevención, debe contemplar las diferencias biológicas entre mujeres y hombres (Secretaría de Salud Laboral y Medio Ambiente, 2019). Desde sus características físicas, las mujeres cuentan con menor: estatura, peso, masa muscular, grosor de piel, consumo metabólico, capacidad pulmonar y función endocrina, etc. Dichas características tienen un impacto distinto al de los hombres, en condiciones de toxicidad frente a algunos químicos, en la exigencia física y respuesta al estrés en los espacios de trabajo.

Con respecto a las desigualdades de género, se hace referencia a contrastes sociales entre mujeres y hombres, que en su mayoría reflejan injusticia en contra de la mujer (Secretaría de Salud Laboral y Medio Ambiente, 2019). El trabajo asalariado para mujeres, de ciertos sectores y en puestos específicos, puede presentar condiciones precarias, brecha salarial, así como dificultades de promoción o ascenso. Asimismo, en algunas áreas, las mujeres se enfrentan a exposición de riesgos que por las diferencias físicas con los hombres tienen repercusiones en su salud. Cabe resaltar problemáticas específicas de las mujeres en el espacio de trabajo, como el acoso sexual, la doble presencia, las dificultades en el embarazo y la lactancia (Secretaría de Salud Laboral y Medio Ambiente, 2019).

En la Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo 2015, el indicador de salud percibida no se distribuía de forma homogénea entre mujeres y hombres: un 4% de las trabajadoras revelaron tener mala salud, por el contrario, este porcentaje se reduce al 2% entre los varones. Las trabajadoras, en comparación con los hombres, presentan mayores afecciones a la salud: cansancio general, ansiedad, cefaleas, fatiga visual, dolor de extremidades, cuello y espalda, y problemas de la piel; excepto los problemas de audición que afectan más a hombres (López, 2020).

Condiciones de trabajo

En los años ochenta inició la investigación en salud ocupacional, que contemplaba la evaluación de factores ambientales como: ruido, frío, sustancias químicas y si estos tenían relación con enfermedades que en ese momento presentaban los trabajadores, lo que trajo como consecuencia rechazo al estudio en algunos sectores, ya que se reveló que la precariedad en las condiciones de trabajo podían ser causantes de enfermedades (Valls-Llobet, 2010, p. 79).

Las evidencias de que las condiciones ambientales en el lugar de trabajo podrían producir problemas de salud, hizo surgir una nueva especialidad médica denominada salud ocupacional o laboral, sin embargo, los estudios sólo giraban en torno a la medición de la salud en hombres y no en mujeres. Valls-Llobet refiere que existen dos motivos, por los que es necesario abordar la salud laboral de las mujeres de forma específica: 1) que la mayoría de las mujeres se desempeñan en profesiones segregadas en función del sexo o “feminizadas”, particularmente en el sector servicios, con trabajos mal remunerados y precarios (Valls-Llobet, 2006 citado en Valls-Llobet, 2010, p. 79), y 2) que las mujeres generalmente soportan una doble carga (empleo y responsabilidades domésticas-familiares), (Valls-Llobet, 2010, p. 79).

Una condición de trabajo es toda característica que puede influir en la generación de riesgos, y se enmarcan con las condiciones de empleo y de vida. Se distinguen entre: condiciones físicas en que se realiza el trabajo, medioambientales y formas de organizar el trabajo (oit, 2013, p. 4, hoja informativa 2). Hay condiciones de trabajo inseguras, por ejemplo las máquinas no protegidas, o categorías de riesgos que son peligrosas, entre ellas los químicos (líquidos, sólidos, polvos, humos, vapores y gases); físicos, donde se encuentran ruidos, vibraciones, insuficiencia de iluminación, radiaciones y temperaturas extremas; y biológicos, como bacterias, virus, desechos infecciosos e infestaciones.

En otro campo están los psicológicos, ocasionados por la falta de control sobre la tarea, alta demanda mental, ritmo, presión, mala organización del trabajo, doble carga de trabajo (remunerado y no remunerado), discriminación, acoso sexual; y finalmente, los riesgos por no aplicar los principios de la ergonomía (oit, 2013, p. 4, hoja informativa 2).

Un tópico que se resalta es la feminización de la pobreza, que constituye un indicador directo de las diferentes condiciones de vida y el difícil acceso de las mujeres a los recursos y a la toma de decisiones (oit, 2013, p. 2, hoja informativa 2).

Perspectiva de género

Los determinantes sociales en el área laboral son aquellas circunstancias en que las personas se encuentran desarrollando su trabajo, con las que nacieron, crecieron y se desenvuelven; pueden representar diferencias injustas que se pueden evitar, causadas por el nivel socioeconómico, la cultura, la educación o el género. Estos determinantes interactúan en diferentes niveles de organización e influyen en el estado de salud de los trabajadores (Jesús-González, 2018, p. 54).

El género, como determinante social, debe distinguirse de sexo (atribución biológica de ser hombre y mujer). Género alude a los rasgos asignados a ser hombre o mujer en una sociedad, es decir, adquiridos en el proceso de socialización; en este tienen cabida responsabilidades, comportamiento, valores, gustos, limitaciones, actividades y expectativas (Jesús-González, 2018, p. 54).

En México, el Instituto Mexicano de las Mujeres (inmujeres), a través de investigaciones con perspectiva de género, plasma que la participación económica de las mujeres ha incrementado en el trabajo extra doméstico: la tasa de participación económica femenina en 2001 fue de 35.9%, en tanto que la tasa de los hombres correspondió al 75.1%, sin embargo, aún es menor la participación femenina en el ámbito laboral (Instituto Nacional de las Mujeres, s.f. citado en Jesús-González, 2018, p. 55).

Por su parte, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (inegi), reporta que durante el trimestre enero-marzo de 2017, la población de 15 años y más en un 59.2% del total fueron económicamente activos, de los cuales 77 de cada 100 hombres se ubicaron en estas edades; en el caso de las mujeres, 43 de cada 100 estaban en esta situación (inegi, 2017 citado en Jesús-González, 2018, p. 55).

Aunque exista un incremento de mujeres en el mercado laboral, es evidente que no existe una equidad entre ambos sexos, la diferencia salarial se considera un indicador de la variable económica que indica la situación de desventaja (INEGI, 2017 citado en Jesús-González, 2018, p. 55), (ver figura 1).



mujeres en el ambito laboral

Figura 1. Mujeres en el ámbito laboral.
Crédito: elaboración propia.

Salud

En el espacio laboral se establece una relación entre el trabajo y la salud, que puede generar estados negativos a partir de las condiciones en que se efectúan las actividades, entre ellos, malestar, intranquilidad, enfermedades, lesiones e incluso la muerte. Dicha relación establece la necesidad de prevenir los riesgos laborales: esta es la base de la seguridad y la salud en el trabajo (oit, 2013, p. 1, hoja informativa 1). De este modo, salud y seguridad en el trabajo, debe entenderse como una disciplina que engloba diversas temáticas especializadas, para prevenir las consecuencias negativas mencionadas. Para ello, es prioritario promover el bienestar físico, mental y social de las personas en sus ocupaciones, con la prevención de los efectos adversos en la salud, originados por las mismas condiciones del trabajo (accidentes y enfermedades), cuidar la seguridad en el espacio laboral, así como mantener un entorno adaptado a las necesidades físicas y mentales de las y los trabajadores (oit, 2013, p. 2, hoja informativa 1).

En los trabajos ocupados por mujeres predominan riesgos vinculados con posturas inadecuadas, largas jornadas de pie, movimientos repetitivos, manipulación de objetos y la organización del trabajo (Brunel y Moreno, 2004, p. 8). Lo anterior ocasiona daños de aparición lenta y progresiva, como las lesiones en el cuello, brazos y alteraciones a la salud psíquica, no reconocidas legalmente como enfermedades y consecuentemente no visibilizadas en su relación con el trabajo (Brunel y Moreno, 2004, p. 8). Estos trastornos no son menores, ya que la iv Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo, señala que el 78,9% de las mujeres presentan algún malestar relacionado con su actividad laboral (Maqueda, et al. 2001 citado en Brunel y Moreno, 2004, p. 15).

Valls-Llobet (2010, p. 79-80), sostiene que las manifestaciones más graves en el cuerpo humano derivadas de las condiciones ambientales en el trabajo son la aparición de diversos tipos de cáncer, así como disrupción endocrina1, trastornos de la menstruación, alteraciones en la salud reproductiva y dolor crónico, ocasionados por exposiciones a sustancias químicas o campos electromagnéticos.

El síndrome del túnel carpiano, frecuente en el sexo femenino, es un ejemplo de las diferencias de exposición en las tareas de un mismo trabajo entre los dos sexos y pone de manifiesto aspectos biológicos, ya que está relacionado con problemas hormonales, como la deficiencia de progesterona o la función tiroidea (Valls-Llobet, 2010, p. 82).

En su reporte sobre morbimortalidad en 2016, el Instituto Mexicano del Seguro Social (imss), describe los principales accidentes laborales según el tipo de lesión y ocupación, estos se pueden observar en la siguiente tabla:

Tipo de lesión Casos Ocupación
Traumatismos superficiales 39,694 Barredoras, trabajadoras de limpieza (excepto en hoteles y restaurantes), demostradoras, despachadoras, promotoras y cocineras, etc.
Luxaciones, esguinces y desgarres 38,286
Heridas 15,742
Fracturas 7,304
Traumatismos 3,551
Quemaduras y corrosiones 2,788
Cuerpo extraño 398
Amputaciones 479
Intoxicaciones 102

Tabla 1. Morbimortalidad sobre accidentes laborales.
Crédito: Jesús-González, 2018, p. 55.

Cabe mencionar, que el trabajo remunerado y no remunerado involucra la exposición a riesgos de seguridad, higiene, ergonómicos y psicosociales, pero los accidentes y enfermedades del trabajo doméstico-familiar no se analizan ni previenen de manera generalizada, a pesar de que el ámbito doméstico puede ser una fuente de exposición a sustancias químicas peligrosas, por ejemplo el trabajo de limpieza y su relación con el asma, o bien, la exposición a afectaciones relacionadas con el cuidado de personas mayores o con discapacidad que, además de un esfuerzo físico y mental, suponen una carga emocional (Secretaría de Salud Laboral, 2012, p. 34).

Salud reproductiva

Se cree que hablar sobre riesgo reproductivo se limita a la atención sobre la mujer embarazada, el feto y el recién nacido, pero la investigación y el avance científico han demostrado que la salud reproductiva debe abordarse desde una perspectiva más global y que, superando los roles y mitos de género, tanto hombres como mujeres están expuestos en el trabajo a riesgos que pueden alterar la información genética y repercutir en la reproducción (oit, 2013, p. 1, hoja informativa 5).

La exposición a ciertos agentes químicos, físicos o biológicos pueden perjudicar los óvulos o el esperma y de este modo disminuir la fertilidad u ocasionar esterilidad, producir malformaciones y enfermedades, como cáncer en los órganos reproductores (oit, 2013, p. 2, hoja informativa 5).

Algunos factores de riesgo para la función reproductora de las mujeres son: los choques, vibraciones, ruido, radiaciones ionizantes, fatiga (postura de pie, trabajo con máquinas, carga física y mental) y sustancias tóxicas (plomo, mercurio, cadmio, plaguicidas y pesticidas). El trabajo nocturno, jornadas extensas y el trabajo de alta tensión también pueden influir en la función reproductora de ambos sexos (oit, 2013, p. 2, hoja informativa 5), (ver figura 2).



factores de riesgo

Figura 2. Factores de riesgo (fatiga).
Crédito: elaboración propia.

Embarazo y lactancia

Las mujeres embarazadas, recién paridas o en periodo de lactancia, integran un grupo de trabajadoras vulnerables a riesgos laborales, como consecuencia de los cambios biológicos que se suscitan en sus cuerpos, que acentúan los riesgos presentes en los lugares de trabajo y la posibilidad de dañar la salud de los recién nacidos (oit, 2013, p. 4, hoja informativa 5). También deben atenderse los cambios fisiológicos y psicológicos, presentes en estas condiciones de vida, para adaptar los entornos de trabajo y promover ambientes positivos para las trabajadoras en estado de embarazo (oit, 2013, p. 4, hoja informativa 5). Lo anterior con la intención de evitar la exposición de las mujeres en estado de gravidez a agentes externos que puede provocar la muerte fetal, alteraciones en el desarrollo embrional, enfermedades en la infancia, e incluso problemas de salud en la etapa adulta (oit, 2013, p. 4-5, hoja informativa 5).

Asimismo, ciertas condiciones de trabajo (fatiga, estrés, tóxicos, ambientales, etc.) pueden reducir la capacidad de lactar e incluso interrumpir la lactancia, además, la exposición a algunos contaminantes (tóxicos, radiaciones ionizantes, entre otros) ponen en riesgo la salud de sus bebés (oit, 2013, p. 5, hoja informativa 5), (ver figura 3).



condiciones laborales

Figura 3. Condiciones laborales (exposición a riesgos).
Crédito: elaboración propia.

Hostigamiento, acoso sexual y violencia

El acoso sexual es considerado por la Organización Internacional de Trabajo (oit) como una conducta no deseada de naturaleza sexual que se presenta en el lugar de trabajo, que ocasiona que la persona se sienta ofendida, humillada e intimidada. Es un término relativamente reciente que describe un problema antiguo (oit, 2013, p. 1, hoja informativa 4).

La oit y la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra las Mujeres, identifican al acoso sexual como una manifestación de discriminación de género y una forma específica de violencia contra ellas, es una violación de los derechos fundamentales de las(os) trabajadores, y constituye un problema de salud y seguridad en el trabajo, una inaceptable situación laboral (oit, 2013, p. 1, hoja informativa 4).

La violencia contra la mujer es comprendida como toda acción o conducta que afecta al sexo femenino que puede tener como resultado su muerte, sufrimiento físico, sexual o psicológico, así como las amenazas de tales actos, coacción o privación de libertad, en la vida pública y privada. La violencia es la manifestación más grave de la discriminación contra las mujeres (oit, 2013, p. 2, hoja informativa 4).

El acoso sexual puede presentarse de distintas maneras, uno de ellos es el chantaje, que condiciona a la víctima con la consecución de un beneficio laboral para que acceda a comportamientos de connotación sexual forzada (oit, 2013, p. 2, hoja informativa 4). Estos comportamientos pueden ser de naturaleza física, verbal y no verbal (oit, 2013, p. 2, hoja informativa 4). La investigación muestra que la mujer joven, económicamente dependiente, soltera o divorciada y con estatus de inmigrante, es más vulnerable al acoso sexual. El acosador puede estar en distintos estratos de la escala laboral, como propietarios, directivos, empleados, clientes y compañeros, así como, presentarse entre personas del mismo sexo con una tendencia ascendente (oit, 2013, p. 3, hoja informativa 4), (ver figura 4).



mujeres jovenes independientes y profesionistas

Figura 4. Mujeres jóvenes, independientes y profesionistas en el ámbito laboral.
Crédito: elaboración propia.

El encontrarse en posiciones de menor poder pone en riesgo a las mujeres de ser víctimas de acoso sexual, sin embargo, también sucede cuando se les percibe como competidoras por el poder (oit, 2013, p. 3, hoja informativa 4). El hostigamiento sexual perjudica las condiciones de trabajo y es un factor de riesgo que aparece en investigaciones de salud ocupacional (oit, 2013, p. 3, hoja informativa 4); sus repercusiones son psíquicas (estrés, traumas emocionales, ansiedad, depresión, nerviosismo, baja autoestima), y físicas (dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, hipertensión) (oit, 2013, p. 4, hoja informativa 4).

Conclusiones

La oit ha venido impulsando la mejora de la salud en el ámbito laboral, reconoce que la disponibilidad de los servicios de seguridad y salud del trabajo es un derecho individual, ha promovido acuerdos y recomendaciones que pretenden mejorar la situación ocupacional de las mujeres (González, 2011).

Sin embargo, las políticas y prácticas de prevención existentes que ponen énfasis en los riesgos relacionados con los accidentes de trabajo, aun en las empresas afectan más a las mujeres, no se identifican, ni evalúan y no se actúa sobre ellos para erradicarlos o disminuirlos.

Es fundamental que las trabajadoras compartan sus problemas sobre las condiciones de trabajo, anteriormente detalladas, así como tomar en cuenta su opinión para la búsqueda de soluciones, esto se puede traducir en beneficios a nivel individual, social y laboral.

Es indudable que, aunque en algunos países del mundo se han visto avances en relación con la salud laboral, aún queda mucho por hacer, sobre todo en nuestra sociedad. Alguna vez te has preguntado desde tu trinchera ¿cómo puedes mejorar las condiciones laborales de las y los trabajadores?, es momento de que mujeres y hombres tomemos conciencia y asumamos la responsabilidad que nos corresponde, para crear entornos laborales saludables, en donde se permee una cultura de paz, inclusión, libre de violencia, y con equidad e igualdad de género, para construir una sociedad mejor.

Referencias

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Recepción: 27/04/2022. Aprobación: 1/02/2023.

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Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079