Vol. 26, núm. 3 mayo-julio 2025

Si el suelo hablara: claves para entender su salud y su importancia

Pamela Fernanda Mejía Leyva, Nathalie Socorro Hernández Quiroz y Alfredo Pinedo Álvarez Cita

Resumen

Bajo nuestros pies, ocurre una historia silenciosa que sostiene la vida tal como la conocemos. El suelo —ese recurso que muchas veces ignoramos— es vital para cultivar alimentos, filtrar el agua y mantener en equilibrio a los ecosistemas. Pero hoy, su salud está en peligro. La presión de las actividades humanas ha provocado su degradación, afectando la fertilidad, acelerando la erosión y volviéndonos más vulnerables ante fenómenos como las sequías y las inundaciones. ¿Cómo saber si un suelo está sano? En este artículo te contamos sobre cuatro indicadores sencillos, pero poderosos, que permiten evaluar su estado: la textura, la infiltración del agua, la estabilidad de los agregados y la estructura. Lo mejor es que no necesitas ser especialista para observarlos: con herramientas básicas y algo de curiosidad, cualquiera puede acercarse a este recurso desde una mirada más consciente. Este texto es una invitación a reconectar con la tierra, a entenderla y a cuidarla. Porque proteger el suelo es proteger la vida —la nuestra y la de las generaciones que vendrán.
Palabras clave: salud del suelo, degradación, sostenibilidad, indicadores del suelo, conservación.

If the soil could talk: keys to understanding its health and importance

Abstract

Beneath our feet, a silent story unfolds that sustains life as we know it. The soil —a resource we often overlook— is vital for growing food, filtering water, and maintaining ecosystem balance. But today, its health is in jeopardy. The pressure of human activities has led to its degradation, affecting fertility, accelerating erosion, and making us more vulnerable to phenomena like droughts and floods. How can we know if soil is healthy? In this article, we share four simple yet powerful indicators that allow us to assess its condition: texture, water infiltration, aggregate stability, and structure. The best part is that you don’t need to be an expert to observe them: with basic tools and a bit of curiosity, anyone can approach this resource with a more mindful perspective. This text is an invitation to reconnect with the earth, to understand it, and to care for it. Because protecting the soil is protecting life —both ours and that of future generations.
Keywords: soil health, degradation, sustainability, soil indicators, conservation.


Sobre lo que estamos parados… ¿Qué es el suelo, en realidad?

Cada vez que damos un paso, nos apoyamos en algo más que una superficie plana. Nuestros pies, al moverse, tocan algo que usualmente damos por sentado: el suelo. Pocas veces nos detenemos a pensar en esa capa invisible que sostiene nuestra vida. Pero ¿alguna vez te has preguntado qué es realmente el suelo? ¿Por qué importa tanto en nuestro día a día? ¿Y cómo afecta nuestro futuro, incluso si no lo vemos? Este artículo busca que reflexionemos sobre este recurso esencial que, aunque muchas veces ignorado, juega un papel crucial en nuestra existencia. Más que un simple “lugar donde pisamos”, el suelo es un pilar que sostiene nuestra vida, nuestra comida, e incluso nuestro futuro.

Perfil de suelo observado en la localidad de Assens

Figura 1. Perfil de suelo observado en la localidad de Assens, Dinamarca, donde se aprecian las capas que lo componen.
Crédito: Elaboración propia.

El suelo no es sólo tierra. Es el resultado de procesos naturales complejos. Se forma cuando las rocas se desintegran y se descomponen, gracias a la acción del clima, la topografía, el tiempo y los pequeños, pero poderosos microorganismos que lo habitan (Hillel, 1998). Estas interacciones físicas y químicas lo transforman en algo mucho más que arena o barro. Se convierte en un compuesto único de materia mineral (como arena, limo y arcilla), materia orgánica, agua, gases y, por supuesto, los microorganismos que lo hacen vibrar de vida. Sin embargo, no todo el suelo es igual. La proporción de sus componentes varía, y con ella, su capacidad para sostener la vida (Moebius-Clune et al., 2016). Por ejemplo, en México, casi el 52% de la superficie nacional está cubierta por suelos poco desarrollados, como los Leptosoles, que tienen una profundidad de menos de 25 centímetros, o los Regosoles, que son pedregosos y con poca materia orgánica. Pero, si buscamos fertilidad, ahí están los Phaeozems, Luvisoles y Vertisoles, suelos que dan vida a los cultivos que nos alimentan (semarnat, 2010).

La base de todo: la importancia del suelo en nuestra vida diaria

Es fácil olvidar cuán crucial es el suelo para nuestra supervivencia, ya que está bajo nuestros pies, fuera de nuestra vista cotidiana. Pero cuando lo observamos desde una perspectiva más amplia, nos damos cuenta de que el suelo es responsable de una de las contribuciones más vitales de la naturaleza: la provisión de alimentos. Sin el suelo, los más de 8000 millones de seres humanos que habitamos el planeta no tendríamos qué comer (Rabot et al., 2018). De hecho, el 95% de los alimentos que consumimos provienen directamente del suelo, y este, además, nos da los nutrientes que necesitamos para mantenernos saludables (fao, 2015; Pozza y Field, 2020). Así que, cada vez que saborees una zanahoria o disfrutes de un platillo, recuerda que el suelo es el lugar donde todo comenzó.

Pero el suelo no sólo nos alimenta; también nos da agua. Imagínate el suelo como una esponja gigante que captura y almacena el agua de lluvia, recargando los mantos acuíferos que nos dan el agua potable que necesitamos para vivir (Adhikari y Hartemink, 2016). Además, cuando el suelo capta, retiene y drena el agua, juega un papel fundamental en la prevención de inundaciones, que pueden causar estragos. De 1994 a 2013, alrededor de 2500 millones de personas se vieron afectadas por inundaciones, y el costo de los daños asciende a 40 mil millones de dólares por año (cred, 2015; oecd, 2016).

Finalmente, el suelo es el hogar de una increíble diversidad de microorganismos. Estos pequeños habitantes son la base de muchos de los antibióticos que usamos para curar enfermedades y salvar vidas (Kraamwinkel et al., 2021; Nieder et al., 2018). Es por todo esto que podemos decir, con certeza, que el suelo es mucho más que tierra bajo nuestros pies: es un recurso vital para nuestra salud, bienestar y el equilibrio del planeta.

¿Qué significa tener un suelo sano?

Cuando hablamos de salud, lo primero que solemos pensar es en nuestro cuerpo: si comemos bien, si dormimos lo suficiente, si nos sentimos con energía. Pero, ¿y el suelo? ¿Puede un pedazo de tierra estar sano o enfermo? La respuesta es sí.

El Departamento de Agricultura de Estados Unidos lo define como “la capacidad continua del suelo de funcionar como un ecosistema viviente que sustenta a las plantas, animales y humanos” (usda, 2009). Y esa idea —la del suelo como un ecosistema vivo— cambia por completo nuestra manera de entenderlo. Porque, aunque no lo veamos a simple vista, bajo nuestros pies hay millones de organismos realizando funciones vitales para el planeta. Banerjee y van der Heijden (2023) identificaron más de 40 funciones microbianas que impactan directamente no sólo la salud del suelo, sino también la nuestra, la de los animales y las plantas.

Un suelo saludable no necesariamente tiene que ser “virgen” o intocado. También puede ser un suelo manejado por las personas, siempre que conserve su capacidad de brindar servicios ecosistémicos —como filtrar el agua, alimentar cultivos o capturar carbono— y tenga la resiliencia necesaria para recuperarse después de eventos dañinos (Lehmann et al., 2020). En otras palabras, un suelo sano es un suelo con vida, dinámico, capaz de adaptarse y seguir funcionando. Por eso, más allá de la ciencia, respetarlo y cuidarlo es un compromiso ético. Porque si cuidamos al suelo, nos cuidamos a nosotros mismos.

Estado actual del suelo: ¿es momento de alarmarnos?

La verdad es que sí. Y mucho. Porque aunque el suelo parezca eterno, no lo es. De hecho, es un recurso no renovable a escala humana. Se estima que puede tomar hasta mil años formar tan sólo un centímetro de suelo fértil (Bartz et al., 2015; fao, 2017). Y si lo pensamos bien, eso significa que lo que hoy pisamos es el resultado de procesos que empezaron siglos —o incluso milenios— atrás. Lo menos que podemos hacer es protegerlo.

Sin embargo, la realidad actual es preocupante. A nivel global, se estima que alrededor del 40% de los suelos están degradados (unccd, 2022). ¿Por qué? Principalmente por actividades humanas: prácticas agrícolas intensivas, deforestación, pastoreo excesivo, contaminación y expansión urbana. Todo eso ha llevado al deterioro de este recurso vital.

Las amenazas son muchas: erosión, pérdida de materia orgánica, salinización, compactación, acidificación, desertificación, contaminación química… cada una va minando poco a poco la capacidad del suelo para sostener la vida. Y cuando esa capacidad se pierde, también se pierden oportunidades: de producción de alimentos, de desarrollo rural y de bienestar. En algunos casos, la degradación del suelo obliga a millones de personas a abandonar sus hogares en zonas rurales (Angerer et al., 2023), y si seguimos así, entre 50 y 700 millones más podrían verse afectadas para el año 2050 (Prăvălie et al., 2021).

Veámoslo con un ejemplo concreto: cuando dejamos el suelo desprotegido —sin vegetación que lo cubra—, el viento y el agua se lo llevan. Así de simple. Lo que se pierde primero es la capa orgánica, esa tierra oscura cargada de nutrientes (Kumarasinghe, 2021). Y con ella, perdemos fertilidad. Se estima que si un suelo pierde apenas el 0.01% de su carbono, el efecto sería equivalente a poner 100 millones de autos más circulando por el mundo (European Commission et al., 2020).

Otro problema serio es la compactación, causada por el uso excesivo de maquinaria agrícola o por el sobrepastoreo del ganado. Esto reduce los espacios por donde circula el aire y el agua, asfixiando a los microorganismos y limitando el crecimiento de las plantas (Krümmelbein et al., 2009). Y si a eso le sumamos la deforestación, que elimina la cubierta vegetal que protege y alimenta el suelo, el resultado es una pérdida de servicios ecosistémicos. Es decir, el suelo deja de hacer lo que normalmente haría: regular el agua, sostener cultivos, mantener la biodiversidad.

Y eso tiene consecuencias: los suelos degradados son más vulnerables a inundaciones, tolvaneras, sequías y otras catástrofes naturales que se intensifican con el cambio climático.

Afortunadamente, todavía estamos a tiempo de cambiar el rumbo. Existen prácticas sostenibles que pueden frenar —e incluso revertir— la degradación del suelo. Algunas de ellas son la rotación de cultivos, el ajuste de la carga animal en el pastoreo, y el manejo forestal integral. Pero igual de importante es crear conciencia. Porque no podemos cuidar lo que no conocemos, ni valorar lo que damos por hecho.

Y aquí surge una pregunta clave: ¿Cómo podemos saber si un suelo está sano o degradado? ¿Qué herramientas tenemos para monitorear su condición? De eso hablaremos a continuación.

¿Cómo saber si un suelo está sano? Las señales que nos da

Conocer la salud de un suelo es un poco como tratar de entender el pulso de la Tierra: hay que observar, escuchar, tocar y hasta oler. ¿Está vivo, respira, guarda humedad, ofrece sustento? La respuesta no está en una sola señal, sino en un conjunto de indicadores que, juntos, nos hablan del estado físico, químico y biológico del suelo. Estos indicadores no son sólo datos fríos: son pistas que nos permiten decidir cómo cuidarlo, cómo restaurarlo, cómo convivir con él sin dañarlo.

Entre los más reconocidos están la materia orgánica —esos restos de vida que aún dialogan con el presente— y el carbono orgánico, esa porción del carbono que queda atrapada en la materia orgánica como testimonio de los ciclos vitales. Pero también existen otros indicadores más inmediatos, sencillos de observar, con los que podemos comenzar a leer el lenguaje del suelo sin necesidad de laboratorios: la textura, la infiltración, la estabilidad de los agregados y la estructura. Vamos con ellos.

Textura del suelo

¿Rugoso, suave o quebradizo?

La textura del suelo es su huella digital. Se refiere a la proporción de tres tipos de partículas: arcilla (las más pequeñas), limo (de tamaño intermedio) y arena (las más grandes) (fao, 2023). Cada suelo tiene su propia mezcla, y esa mezcla determina su carácter: si es fértil o pobre, si retiene agua o la deja escapar, si respira con facilidad o se asfixia con cada lluvia.

Sentir el suelo entre los dedos —su suavidad, su aspereza, su capacidad de formar bolitas— es una forma ancestral y efectiva de leer su textura. Y aunque hay métodos más técnicos, también puedes hacer una prueba casera para identificarla. El siguiente enlace ofrece una guía sencilla para descubrir de qué está hecho tu suelo: textura del suelo.

Infiltración

Si tuvieras sed, ¿tu suelo sería capaz de saciarla?

El agua llega a la superficie, pero… ¿Qué tan rápido penetra? Eso es la infiltración: la velocidad con la que el agua entra al suelo y deja de ser charco para convertirse en vida subterránea. Por ejemplo, una tasa de infiltración de 15 mm/h indica que el suelo absorbe una capa de agua de 15 mm en una hora (cimmyt, 2013). No es sólo una cifra: es una señal de cuán preparado está el suelo para recibir el agua, almacenarla y compartirla con las raíces.

Medir la infiltración puede ser tan sencillo como jugar con agua y tiempo. El método de anillo simple requiere sólo un tubo (de unos 15 cm de diámetro y altura), agua (444 ml), un cronómetro y una bolsa de plástico. Se clava el tubo en el suelo unos 2 o 3 cm, sin alterarlo demasiado. Luego se cubre la superficie interna con la bolsa para amortiguar el golpe del agua, se vierte el líquido, se retira la bolsa y se pone en marcha el cronómetro. Si el agua desaparece rápido, es una buena señal. Si no, algo está fallando. Repite el experimento varias veces para obtener una tasa de infiltración constante.

Tasas de infiltración en distintos tipos de suelo

Tabla 1. Tasas de infiltración en distintos tipos de suelo, útiles para evaluar su capacidad de absorción de agua.
Crédito: Brouwer et al. 1988.

Estabilidad de agregados

¿Qué tan resistente es tu casa?

Imagina tu suelo como una casa hecha de pequeños bloques. Esos bloques son los agregados, o terrones, y su capacidad para mantenerse unidos ante la lluvia o la pisada de una vaca dice mucho sobre su salud. Si se desmoronan con facilidad, como un muro mal construido, el suelo está en riesgo. Pero si resisten, son signo de fortaleza.

Agregados estables significan raíces más profundas, agua mejor aprovechada, carbono capturado y una biodiversidad activa debajo de nuestros pies. Su resistencia depende, entre otros factores, de su textura y del contenido de materia orgánica.

Evaluación de la estabilidad de agregados del suelo

Figura 2. Evaluación de la estabilidad de agregados del suelo: un terrón sumergido en agua para observar su desintegración.
Crédito: Elaboración propia.

Para evaluar esta estabilidad, se puede hacer una prueba muy sencilla: en un vaso de cristal con agua se coloca una malla (tipo tela mosquitera) que sirva de sostén. Sobre ella, se pone el agregado y se deja reposar cinco minutos. Si se deshace en menos de un minuto, está en malas condiciones. Si se mantiene de uno a cinco minutos, puedes confiar en su estructura.

Estructura del suelo

El arreglo final de los ladrillos

Si los agregados son los bloques, la estructura del suelo es el diseño con el que están dispuestos. Es el plano arquitectónico subterráneo. De esta organización depende que haya huecos —poros— por donde circule el aire, fluya el agua y crezcan las raíces. Un suelo sano combina terrones pequeños con poros abundantes (figura 3 a). Pero si se compacta, si recibe demasiada presión, sus terrones se agrandan (figura 3 b), los poros se cierran y el suelo se convierte en una cárcel para la vida.

Comparación visual de dos suelos

Figura 3. Comparación visual de dos suelos: a) con terrones pequeños y poca cohesión; b) con terrones grandes y buena estructura.
Crédito: Elaboración propia.

Para conocer la estructura del suelo basta una pala y algo de atención. Extrae un bloque y observa: ¿cómo están organizados los terrones?, ¿hay poros visibles?, ¿se desmorona fácilmente o está apelmazado?

Este método de evaluación visual incluye ocho indicadores fáciles de observar. El siguiente enlace te guía paso a paso: evaluación visual. Al final, obtendrás una calificación que resume la salud estructural de tu suelo.

Lo que el suelo nos dice, si sabemos escuchar

El suelo es mucho más que el polvo bajo nuestros pies: es un recurso vital, insustituible y lleno de vida. Sin embargo, la forma en que lo hemos tratado —a través de prácticas agrícolas intensivas, deforestación, urbanización y contaminación— ha puesto en riesgo su salud y, con ella, la de todo el ecosistema del que formamos parte.

Conocer y aplicar los cuatro indicadores que aquí presentamos no sólo nos permite evaluar su condición, sino que también nos invita a mirar el suelo con otros ojos: como una plataforma viva que sostiene nuestra existencia. Estos métodos sencillos abren la puerta a estudios colaborativos, al fortalecimiento de la ciencia ciudadana y, sobre todo, a una reconexión urgente con la tierra.

Cuidar el suelo es cuidar la vida. Desde las raíces más pequeñas hasta las comunidades humanas más complejas, todo depende de ese delgado, pero poderoso manto que cubre al planeta. Que esta lectura no sea un punto final, sino el inicio de una curiosidad fértil por seguir aprendiendo, observando y protegiendo lo que sostiene nuestros pasos.

Referencias



Recepción: 2024/11/06. Aceptación: 2025/02/10. Publicación: 2025/05/05.

Vol. 26, núm. 3 mayo-julio 2025

De la espiga al hisopo: ¿cómo se detecta la COVID-19?

Blanca Ortiz-Quintero Cita

Resumen

Cansancio, fiebre, tos, diarrea, pérdida del olfato, entre otros síntomas combinados o aislados… ¿Cómo saber si tenemos covid-19? La única forma de responder esta pregunta es realizando una prueba diagnóstica que detecte la presencia del virus que produce el covid-19, el sars-CoV-2. En el mercado existen diferentes tipos de pruebas, ¿cuál debemos escoger? Este artículo de divulgación describe cuáles son los tipos disponibles, sus características, qué es lo que detectan, de qué parte del cuerpo se toma la muestra, en qué casos están indicadas, y su significado. Para comprender con claridad lo anterior, se incluye una descripción simplificada de la identidad del sars-CoV-2, cómo infecta y el tiempo en el que aparecen los síntomas.
Palabras clave: pruebas, covid-19, diagnóstico, virus, sars-CoV-2, pandemia.

From spike to swab: how is COVID-19 detected?

Abstract

Fatigue, fever, cough, diarrhea, loss of smell, among other combined or isolated symptoms… How can we know if we have covid-19? The only way to answer this question is by performing a diagnostic test that detects the presence of the virus that causes covid-19, sars-CoV-2. There are different types of tests available on the market; so, which one should we choose? This article describes the available types of tests, their characteristics, what they detect, from which part of the body the sample is taken, in which cases they are indicated, and what their results mean. To clearly understand this, the article includes a simplified description of the identity of sars-CoV-2, how it infects, and the timeline of symptom appearance.
Keywords: tests, covid-19, diagnosis, virus, sars-CoV-2, pandemic.


Sobre los virus y COVID-19

Los virus son entes microscópicos incapaces de reproducirse por sí mismos, por lo que infectan a las células de algún organismo animal, vegetal o a una bacteria y obligan a las células a producir más virus. Este proceso, conocido como replicación viral mata a las células infectadas, induciendo diversas enfermedades en los organismos afectados. Los virus están compuestos básicamente de ácidos nucleicos que contienen su información genética y moléculas proteicas (proteínas) que forman la estructura del virus.

El sars-CoV-2 (ver figura 1) contiene su material genético en el ácido ribonucleico (arn), presenta cuatro proteínas estructurales importantes, y está cubierto por una membrana lipídica, por lo que se conoce como un virus envuelto tipo arn. Estas cuatro proteínas estructurales son: la proteína espiga (S), la proteína de envoltura (E), la proteína de membrana (M), y la proteína de nucleocápside (N). Las proteínas espiga sobresalen en la superficie del virus semejando una corona, de ahí el nombre de coronavirus. La proteína S se une a la molécula conocida como la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2) que está presente en varias células humanas y de esta forma puede infectarlas. La proteína E es esencial para el ensamblaje de los virus nuevos, la proteína M participa en la formación de la envoltura e interacciona con la proteína E en el ensamblaje de los virus nuevos. La proteína N se asocia al arn viral para ensamblarlo en un complejo de ribonucleoproteínas llamado la cápside (Hu, Guo, Zhou, y Shi, 2021; Satarker y Nampoothiri, 2020; Tebha, Tameezuddin, Bajpai, y Zaidi, 2024).

¿Por qué es relevante conocer los componentes del virus? Porque los componentes que distinguen al sars-CoV-2 de otros virus o microorganismos son los usados para desarrollar una prueba diagnóstica, aquella que indica la presencia de una condición, ya sea una enfermedad o una infección.

SARS-CoV-2 componentes

Figura 1. Representación esquemática del SARS-CoV-2 y sus principales componentes.
Crédito: elaboración propia.

La infección por el SARS-CoV-2

El virus sars-CoV-2 se transmite directamente de persona a persona a través de las gotitas que un individuo infectado expele al estornudar y toser. La infección ocurre cuando las gotitas que contienen el virus entran en contacto con la mucosa de la nariz y de la boca, o bien a través de los ojos de otra persona. La mucosa es el tejido que recubre las partes del interior del cuerpo que están en contacto con elementos del exterior, como la nariz, la boca, las vías respiratorias, las vías digestivas y urinarias (ver figura 2A) (da Silva Torres et al., 2022). El virus también se transmite de forma indirecta cuando tocamos con las manos las superficies u objetos contaminados con dichas gotitas y después nos tocamos la mucosa de la nariz, de la boca o los ojos.

La proteína S del virus se une a la molécula ACE2 presente en las células de la mucosa de las vías respiratorias y las infecta, iniciando el ciclo de replicación viral. En el humano, las células alveolares tipo i y ii (localizadas en el pulmón), las células epiteliales, los fibroblastos, las células endoteliales y los macrófagos presentan la molécula ACE2. Las células alveolares tipo ii son las que expresan la mayor cantidad de ACE2, por lo que el pulmón es el sitio de mayor replicación del virus sars-CoV-2 (ver figura 2A) (da Silva Torres et al., 2022; Hu et al., 2021).

Los síntomas del covid-19 tales como cansancio, fiebre, tos, diarrea, pérdida del olfato, entre otros, aparecen alrededor de 3 a 5 días después de la infección. A este tiempo, entre la entrada del virus y la aparición de los síntomas, se le conoces como período de incubación. Los estudios indican que cuando la persona infectada presenta el máximo de síntomas es cuando el número de virus es más alto en el cuerpo, especialmente en la zona de la faringe, por lo que éste es el sitio donde se colecta la muestra para hacer las pruebas que detectan a los componentes del virus (ver figura 2B) (He X et al, 2020). Las muestras se toman de la zona de la nasofaringe u orofaringe, mediante el raspado de la mucosa de esas zonas con un hisopo largo, que es una varilla con la punta recubierta con algodón (ver figura 2B).

SARS-CoV-2 infección

Figura 2. La infección por el SARS-CoV-2. A) Sitios de infección por del SARS-CoV-2 en el cuerpo humano. Los pulmones son el sitio principal donde el virus se replica, pero el virus puede afectar el bulbo olfatorio, el cerebro y el corazón. B) La muestra para la prueba de COVID-19 se toma de la zona de la nasofaringe.
Crédito: elaboración propia.

El ciclo de infección del virus nos indica el tiempo cuando se producen eventos tales como la entrada del virus a nuestro cuerpo, la cantidad de virus que se replican dentro del mismo, cuándo aparecen los síntomas de la enfermedad, el período cuando podemos infectar a otras personas sanas (período infeccioso) y la eliminación de virus en el caso de las personas que logran sanar. Describir este ciclo es relevante en este artículo porque nos proporciona parámetros para saber en qué tiempo se deben realizar las pruebas covid-19 para tener un resultado confiable. La figura 3 muestra el ciclo de infección del sars-CoV-2: el virus entra al cuerpo en un tiempo cero (eje de las X), infecta a las células y comienza a replicarse, incrementado la cantidad de virus en el cuerpo (eje de las Y). Debido a que es imposible conocer el día exacto cuando el virus entra al cuerpo, el tiempo de aparición máxima de síntomas es un punto de referencia en medicina y se usa para identificar el período infeccioso (ver figura 3) (He et al., 2020; Puhach, Meyer, y Eckerle, 2023; Zou et al., 2020). Si la persona monta una respuesta de defensa efectiva contra el virus (respuesta inmune), éste es eliminado en aproximadamente 15 días en la mayoría de los casos.

SARS-CoV-2 ciclo de infección

Figura 3. Ciclo de infección del SARS-CoV-2 y los períodos de detección de las pruebas COVID-19. El eje de las X indica el tiempo cuando entra el SARS-CoV-2 al cuerpo (tiempo cero) hasta que es eliminado (alrededor de 15 días) por las defensas naturales. El eje de las Y indica la cantidad de virus que entra al cuerpo, el incremento del número debido a la replicación viral (formación de nuevos virus) y el momento en el que ya no hay virus en el cuerpo. La prueba de PCR detecta al virus antes de que la persona presente síntomas (antes del período infeccioso), durante la aparición de síntomas (período infeccioso), y después de que éstos hayan disminuido o desaparecido. La prueba de antígeno es capaz de detectar al virus sólo cuando hay síntomas, siendo más confiable en el pico de la aparición de estos.
Crédito: La figura es una adaptación de las figuras publicadas en He X et al. 2020; Mina et al., 2020; y Sethuraman, Jeremiah, y Ryo, 2020.

¿Cuáles son los tipos de pruebas COVID-19 disponibles?

Hay tres tipos principales de pruebas covid-19: 1) la prueba de pcr, 2) la prueba rápida de antígeno y 3) la prueba de anticuerpos o serológica.

La prueba de pcr (por sus siglas de polymerase chain reaction, término en inglés que se traduce como reacción en cadena de polimerasa) detecta directamente al sars-CoV-2 mediante la identificación de su material genético. El arn identficado es único y distinguible de otro arn proveniente de diferentes virus o microorganismos que pudieran estar presentes. Debido a que el virus infecta las células de la mucosa que recubre la faringe, la muestra se obtiene de la nasofaringe u orofaringe mediante un raspado con un hisopo largo para llegar a la zona.

La prueba rápida de antígeno identifica a una proteína estructural específica del sars-CoV-2, que puede ser la proteína N o bien la S, en muestras de mucosa de la nasofaringe de personas infectadas.

La prueba de anticuerpos o serológica no detecta al sars-CoV-2 sino que identifica un tipo de componente de la respuesta inmune del organismo humano: los anticuerpos. Los anticuerpos se encuentran en mayor concentración en la sangre, por lo que la muestra para esta prueba se toma mediante una picadura de aguja en una vena del brazo.

¿Cuál prueba COVID-19 es más confiable para saber si estoy infectado o no?

Las pruebas de pcr y de antígeno son las únicas capaces de detectar si estamos infectados por el sars-CoV-2, ya que identifican al virus directamente. Ambas son confiables, pero esto depende del momento en el que se realice la prueba. Debido a que no podemos saber el momento exacto de la entrada del virus al cuerpo, el período de aparición máxima de los síntomas es el parámetro usado como referencia.

Revisando nuevamente la figura 3 observamos que la prueba de pcr detecta al virus durante un período mayor comparado con la prueba de antígeno. Esto se debe a que la prueba de pcr usa herramientas que detectan pequeñísimas cantidades del virus, de manera que cuando el virus entra al cuerpo y se replica a una cantidad suficiente, esta prueba es capaz de detectarlo, aún si no tenemos síntomas evidentes todavía. La detección es mucho mejor cuando la cantidad de virus se incrementa en el cuerpo y será óptima cuando el virus está en su cantidad máxima. Los estudios indican que la prueba de pcr puede detectar al virus en un período de tiempo que incluye unos días antes del periodo infeccioso, durante, y unos días después; lo cual coincide con el período que incluye antes de la aparición de los síntomas, durante la máxima sintomatología, y poco después de que los síntomas hayan disminuido considerablemente (He et al., 2020; Mina, Parker, y Larremore, 2020; Sethuraman, Jeremiah, y Ryo, 2020).

La prueba de pcr es la prueba más sensible que existe, por lo cual debe usarse para confirmar un diagnóstico de infección por el virus sars-CoV-2. Una prueba positiva de pcr confirma la presencia del virus sars-CoV-2. Una prueba negativa de pcr indica que la persona no está infectada o que ya eliminó al virus del cuerpo. Desafortunadamente este tipo de prueba tiene un costo elevado para el público, ya que se requiere de equipo y reactivos caros y de personal altamente calificado para realizarla. Por las mismas razones, la prueba de pcr requiere más tiempo para realizarse y los resultados tardan más tiempo en otorgarse (24 a 48 horas, dependiendo del laboratorio), comparando con la prueba de antígeno (ver tabla 1).

La prueba rápida de antígeno es menos sensible que la prueba de pcr, ya que requiere que el virus esté en cantidades grandes en el cuerpo para poder detectarlo. La cantidad necesaria del virus para que sea detectable por esta prueba coincide con el período de mayor número e intensidad de los síntomas de la enfermedad, y con el período infeccioso. La gran ventaja de esta prueba es que requiere mucho menos tiempo que la prueba de pcr. Los resultados de la prueba rápida de antígeno suelen entregarse en 1 a 2 horas, dependiendo del laboratorio. Incluso hay algunas pruebas rápidas de antígeno que requieren solo de 15 a 30 minutos para obtener un resultado (Sabat et al., 2023). El costo de la prueba de antígeno es aproximadamente el 30 y 35% del costo de la prueba de pcr. Por estas razones, la prueba de antígeno suele ser la opción elegida cuando la persona tiene síntomas y se requiere un diagnóstico rápido y a costo accesible. Es importante recordar que esta prueba es confiable cuando se realiza durante el período de mayor intensidad de los síntomas. Por tanto, un resultado negativo puede ser falso si la prueba se realiza antes o después de éste (ver tabla 1) (Sabat et al., 2023).

Resumen de las características de las pruebas  COVID-19

Tabla 1. Resumen de las características de las pruebas COVID-19.
Crédito: elaboración propia.

La prueba de anticuerpos o serológica nos indica si hemos estado infectados por el virus al detectar la presencia de anticuerpos que el cuerpo produce contra dicho virus. También se llama serológica porque la muestra que se analiza es el suero, que es la parte líquida de la sangre. Por su fundamento, pertenece a la categoría de pruebas conocidas como elisa por sus siglas en inglés enzyme-linked immunoassay, que se traduce al español como ensayo inmunoenzimático de absorción.

En este tipo de prueba, la muestra se coloca en una placa que contiene antígenos del virus. Si los anticuerpos contra el virus están presentes en la muestra, se unirá a los antígenos en la placa. Esta prueba se considera altamente sensible, y actualmente se usa principalmente para realizar estudios epidemiológicos dirigidos a saber el número de personas que han estado en contacto con el sars-CoV-2 (Kundu et al., 2022). Es importante saber que esta prueba puede ser positiva si estamos vacunados, por lo que su utilidad en estudios epidemiológicos es ahora limitada (Hayden et al., 2024). La mayoría de las personas producen anticuerpos como respuesta de defensa contra el sars-CoV-2; la cantidad de anticuerpos y su duración varía grandemente entre la población (Lapuente, Winkler, Y Tenbusch, 2024; Roltgen y Boyd, 2024), pero existen estudios que indican el comportamiento general de la producción de anticuerpos a través del tiempo (cinética).

Hay 5 tipos de anticuerpos, también llamados inmunoglobulinas, pero aquí sólo hablaremos de la inmunoglobulina M e inmunoglobulina G (IgM e IgG). El cuerpo humano requiere de días e incluso semanas para poder producir anticuerpos en cantidades suficientes para combatir a la infección. La figura 4 muestra la cinética de producción de anticuerpos IgM e IgG contra el sars-CoV-2 (Chvatal-Medina, Mendez-Cortina, Patino, Velilla, y Rugeles, 2021; Post et al., 2020). Las IgM son los primeros anticuerpos que el cuerpo produce en respuesta a una infección, y esta respuesta de producción de IgM tiene una duración relativamente corta en el cuerpo. Por otro lado, la producción de la IgG se inicia después, pero alcanza niveles mucho más altos y dura mucho más tiempo. La respuesta protectora de anticuerpos a largo plazo la proporcionan los anticuerpos IgG, y es lo que conocemos como inmunidad.

Cinética de producción de anticuerpos

Figura 4. Cinética de producción de anticuerpos IgM e IgG en respuesta a la infección por el SARS-CoV-2.
Crédito: elaboración propia a partir de la información de Chvatal-Medina et al., 2021 y Post et al., 2020.

Una persona que ha desarrollado inmunidad será capaz de reconocer rápidamente al virus y disparar las defensas del organismo lo suficientemente fuerte para evitar que vuelva a enfermarse (Lapuente et al., 2024). La cinética nos ayuda a entender que los anticuerpos son detectables hasta alrededor de 2 semanas posteriores a la aparición máxima de los síntomas de la enfermedad (ver figura 4). También podemos observar que después de un tiempo los anticuerpos disminuyen y puede llegar a ser indetectables. Las pruebas comerciales ofrecen la determinación de IgG, de IgM o de ambos tipos de anticuerpos (anticuerpos totales) (ver tabla 1). Las pruebas de anticuerpos comerciales no son capaces de determinar el tiempo cuando estuvimos infectados o cuando fuimos vacunados, tampoco si estamos protegidos ante infecciones posteriores.

Conclusiones

Es relevante comprender la variedad de pruebas diagnósticas disponibles para covid-19 y cómo elegir la más adecuada según las circunstancias individuales. Las pruebas de diagnóstico, como la de pcr, las pruebas rápidas de antígenos y la de anticuerpos, ofrecen diferentes ventajas en cuanto a sensibilidad, rapidez y propósito de uso. Por ejemplo, las pruebas de pcr son altamente sensibles y específicas, ideales para detectar la infección activa, mientras que las pruebas de antígenos son más rápidas y convenientes para la detección temprana en entornos de alta transmisión. Las pruebas de anticuerpos pueden indicar exposición previa al virus. Seleccionar la prueba adecuada depende de factores como los síntomas presentados, la exposición potencial al virus y la necesidad de resultados rápidos.

No hay que olvidar que el precio de las pruebas es un factor importante. Por ejemplo, la prueba rápida de antígeno es mucho más barata que las otras pruebas disponibles. En este contexto, las pruebas rápidas pueden ser las pruebas de elección por su bajo costo y rapidez de resultados, y pueden ser útiles en áreas de alta transmisión del virus y para detecciones masivas. Sin embargo, las autoridades sanitarias internacionales y mexicanas respaldan oficialmente el uso de la prueba de pcr como estándar de oro para el diagnóstico de covid-19, debido a su precisión y fiabilidad en la detección del virus.

En conclusión, es esencial consultar con profesionales de la salud para determinar cuál es la prueba más apropiada en cada situación, asegurando así una detección precisa y una gestión efectiva de la enfermedad. Además, comprender las limitaciones y características de cada prueba contribuye a una toma de decisiones informada y una respuesta eficaz frente al covid-19.

Referencias

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Recepción: 2024/04/05. Aceptación: 2024/04/18. Publicación: 2025/05/09.

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    “Sergio de Régules: un viaje por las curiosidades fascinantes de la Ciencia” de bbva: aprendemos juntos Mex.

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Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079