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El dinosaurio y los mitos
Su gran inserción socio-cultural podría atribuirse a que la información generada por la Paleontología ha sido trasmitida al ámbito popular mediante un discurso fantástico, generando una mitología particular en la que los dinosaurios devinieron en representación cultural (dinomanía), apareciendo en relatos literarios ficcionales, historietas y filmes. Posiblemente esto halle origen en el mito de los dragones dado que si a ciertos dinosaurios se les colocan alas y cuernos, unos y otros resultan intercambiables.
Puede que para intentar escudriñar en este fenómeno haya que transitar
entre realidades y ficciones desde el siglo XVII hasta la década del
70 del siglo XX, momento de cambio del paradigma científico referido
a estos animales. En ese sentido, el primer fósil de dinosaurio, un
trozo de fémur de megalosaurio (del griego: lagarto grande) fue hallado
en la cantera caliza de Cornwell (Inglaterra), designado Scrotum humanum
por su semejanza testicular y documentado en la Historia Natural de
Oxfordshire del químico Robert Plot en 1677. A su vez, su inicio literario
proviene del escocés Sir Arthur Conan Doyle (1849-1930) en “El mundo
perdido”, verdadero superventas de la época (Antón, 2005). La fantasía
precedió a la ciencia. Más aún, la mente humana llegó a crear la imagen
de un dinosaurio con cornamenta (imposible a juicio de los paleontólogos
de entonces), posteriormente hecho realidad en Argentina con el descubrimiento
de Carnotaurus (del latín Toro carnívoro), dotado con un notorio
par de apéndices con forma de cuernos (Antón, 2005).
Citaremos ahora algunos mitos universales vinculados con los dinosaurios y su comparación con la evidencia científica:
- Los mamíferos evolucionaron una vez desaparecidos los
dinosaurios. En realidad, mamíferos de escaso peso y de hábitos preferentemente nocturnos coexistieron con los dinosaurios por más de 150 millones de años y, disponiendo desde la desaparición de éstos de nichos para mamíferos más grandes, evolucionaron hasta los hoy conocidos. Los predecesores de los mamíferos, denominados sinápsidos -del griego: arco fusionado- generaron filogenéticamente a los terápsidos y al clado mammalia y aparecieron antes que los dinosaurios.
- Los dinosaurios desaparecieron porque los mamíferos
devoraron sus huevos. Más allá de la vulnerabilidad de sus huevos,
los mamíferos coetáneos eran demasiado pequeños para causar tal ovicidio.
- Todos los grandes animales prehistóricos fueron
dinosaurios. Hay registros de un reptil de casi 4 metros de longitud,
semejante al cocodrilo, con patas laterales, no inferiores como en los dinosaurios,
y una aleta dorsal a modo de velamen: el Dimetrodon (del griego: dientes
de doble medida), depredador sinápsido del Pérmico, que se extinguió antes
de la aparición de éstos.
- Los dinosaurios también nadaban o volaban.
Los verdaderos dinosaurios eran terrestres ya que los cocodrilos marinos,
plesiosauros, pliosaurios, mosasaurios e ictiosaurios y pterodácticos (alados),
aunque relacionados, no eran reales dinosaurios sino reptiles acuáticos y
voladores, respectivamente.
- Los dinosaurios eran lentos y fueron superados
en la carrera evolutiva por pájaros y mamíferos. El muy bien conservado
hadrosaurio, hallado hacia el año 2000 en un cauce fluvial de Dakota del
Sur, reveló un corazón fosilizado tetracavitado que sugiere un metabolismo
activo parecido al de aves y mamíferos y más eficiente que el tricavitado
de los reptiles actuales.
- Los dinosaurios murieron exclusivamente por el
impacto de un meteorito y porque no fueron exitosos en términos evolutivos.
Vivieron mucho tiempo para ser no exitosos y hubo causas previas al choque
del meteorito -frio, erupciones volcánicas, disminución del nivel del mar,
etc.-. El gran meteorito, cuyo cráter de impacto se halla en Chicxulub,
al norte de la península de Yucatán (México), les asestó, tal vez, el “golpe
de gracia”.
- Los primeros humanos cazaban dinosaurios. Se
ha demostrado la falacia de esta aseveración por el desfase cronológico de
dinosaurios y hombres en el escenario terrestre (Ceresole de Espinaco, 2007).
No obstante, la estadounidense Fundación Nacional de la Ciencia, reveló en
su estudio “Science & Engineering indicators-2002”, proveniente de una encuesta
sobre aspectos científico-tecnológicos sencillos, que más del 60 % de los participantes
ignoraba que los dinosaurios se extinguieron muchísimo antes de la aparición
del hombre (Cabral Perdomo, 2000).
Mencionaremos, también, otros mitos más puntuales y regionales.
Mayor (2000), especialista en mitos grecorromanos, ha sugerido que los grifos
(del persa: león-águila) puedan provenir de hallazgos de esqueletos completos
del Protoceratops (del griego; primera cara con cuernos) hallados en las estepas
del Asia Central donde vivieron los escitas del siglo VIII AC hasta el siglo
I AC, y cuya cultura se valió de aquellas criaturas mitológicas. El grifo,
mixtura de ave y de león, fue conservado por la tradición mesopotámica y egipcia,
la antigüedad greco-romana y finalmente el Medioevo europeo, cuando llegó
a representar alternativamente a Dios y al Diablo.
Si esta conjetura de Mayor
continúa hallando confirmaciones como hasta el presente, tendríamos el único
ejemplo de que un dinosaurio ha generado un icono antigüo (Sanz, 1999). Las
representaciones arquitectónicas de grifos se han prolongado hasta nuestros
días: existe una en la Plaza de la Universidad de Rostock (Alemania) - ciudad
que lo porta en su escudo y cuya universidad fue la única en Alemania en conceder
el doctorado "honoris causa" a Albert Einstein-.
y otra, muy próxima a nosotros (Figura 1).
Incluso con la comprensión de tradiciones locales definidas,
así como su empleo en heráldica y arquitectura como emblema de fuerza, vigilancia
e ingenio, y considerando su controvertido significado histórico y su carácter
mitológico ficcional alejado de la realidad científica, los grifos, perceptibles
en estas fotografías ligadas al ámbito universitario, resultan, cuanto menos,
llamativos.
M’Koo en el río Mainyu del África Central, Mokéle-Mbémbé (en lingala: el que
detiene los ríos) (¿reliquia viviente de infraorden sauropoda?) en el Congo y
Camerún, Ogopogo en el lago Okanagan en la Columbia británica canadiense, y,
Chac o Chan en la laguna Tallacua de aguas sulfurosas del cráter del volcán La
Alberca (Guanajato, México) continúan alimentado mitos sobre dinosaurios aún
vivientes. Quizás no resulte tan inconveniente suponer que, en el mismo México
y en zonas de Mesoamérica, la deidad Quetzalcóatl (del náhuatl: serpiente emplumada),
actualmente rescatada en el cretásico pterosaurio Quetzalcoatlus
northropi, pueda
eventualmente derivar de representaciones mentales nacidas a partir de pretéritos
hallazgos de determinados fósiles, fuesen o no de dinosaurios verdaderos.
En Argentina y Paraguay, la narrativa guaraní habla de un Teyú-Jaguá,
gigantesco lagarto con cabeza de perro (¿dinosaurio carnívoro?) y del Mboi-Tui,
con cuerpo y patas de lagarto, terminadas en tres potentes garras y larga cola,
rematada en dos púas venenosas y con cabeza de pájaro (¿algún tipo de estegosaurio
-del griego: reptil con tejado-?). Lizzie y Nessie en los lagos
Lochy y Ness de las tierras altas escocesas así como el “monstruo” del lago Lacar
y Nahuelito en
el lago Nahuel Huapi, ambos en Argentina, continúan siendo mitos no ligados estrictamente
con dinosaurios ya que se los atribuye a la presencia de un supuesto plesiosaurio,
que no pertenece al superorden Dinosauria (Giles, 2006). Más aún, muchas de las
presuntas pruebas a favor de la existencia de estos monstruos, han sido desmentidas
al presente.
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