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Los mitos: entre la ciencia y la no ciencia
Cuando despertó, el dinosaurio
todavía estaba allí
Augusto Monterroso (1959)
Los mitos (del griego mythos: relato, discurso)
son definidos por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española
(2008) bien como una narración maravillosa que, fuera del tiempo histórico,
protagonizan personajes divinos o heroicos y que frecuentemente interpreta
el origen del mundo o grandes acontecimientos humanos, bien como historia
ficticia o bien como un personaje que condensa alguna realidad humana
de significado universal.
Moledo (2008) los caracteriza como historias fallidas, flotantes y
transmitidas en forma oral o escrita, de generación en generación con
versiones variadas, en tanto que Manfredi (1999) estima que se trata
de historias reales distorsionadas con el paso del tiempo. Lévi-Strauss
(1995) les adjudica tres particularidades: una pregunta existencial,
referente a la creación de la Tierra, la muerte, o el nacimiento; una
estructura basada en contrarios inconciliables (dioses contra hombres)
y la compatibilización de tales contrarios como neutralizadora de angustias.
Grimal (2008), desde las explicaciones filosófico-científicas del mundo
antiguo grecolatino, señala que los mitos adquirieron el significado
de una creencia vasta pero falsa frente a la ciencia, que reúne religiones,
sagas, leyendas, tradiciones y supersticiones. Pueden estar basados
o no en hechos reales sin posibilidad de comprobación o devienen en
hechos científicos si se los demuestra. Sin soslayar sus variedades
cosmogónicas (creación del mundo), teogónicas (origen de los dioses),
antropogónicas (origen del ser humano), etiológicas (surgimiento de
seres, cosas, técnicas e instituciones), morales (surgimiento del bien
y del mal), fundacionales (ciudades nacidas de dioses) y escatológicas
(fin del mundo), los mitos han sido estudiados desde vertientes funcionalistas
(Malinowsky, 1948), estructuralistas (Lévi Strauss, 1995) y simbolistas
(Durand, 2004).
Resulta apreciable que los mitos nacen y transitan por una singular
cornisa entre un proceder científico epistemológico y otro que no es
tal. Siguiendo a Sagan y Druyan (1997), el primer proceder discierne
entre resultados favorables y desfavorables, analiza los argumentos
que avalan y los que discrepan, se permite dudar de sus propios logros,
progresa por la crítica, socializa en publicaciones arbitradas de reconocido
prestigio, recurre a conceptos y magnitudes para describir y analizar
fenómenos, se sustenta en resultados experimentales reproducibles y
cuantificables, soslaya la mera “opinión” y actualiza sus conceptos
frente a los avances. Por el contrario, el segundo proceder se aparta
de las peculiaridades reseñadas.
En suma, los mitos pueden disparar búsquedas científicas o bien empantanarlas.
Intentaremos demostrar que los dinosaurios no han escapado a estas
consideraciones preliminares.
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