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Aventuras, caballeros y locuras: la literatura caballeresca

Recorrer los caminos de la ficción caballeresca: caballeros andantes y doncellas guerreras1

Paola Encarnación Sandoval
Combat de chevaliers dans la campagne
  • Uno
  • Dos
  • Tres

Introducción

No hay novela de caballerías sin caballero andante y muchas aventuras en estos libros no se entenderían, tampoco, sin la presencia de doncellas guerreras. Se trata de dos personajes que, si por una parte son fundamentales para la conformación del género caballeresco, por otra son aquellos con quienes el lector de entonces —y el de nuestros días también— establece fuertes vínculos de identificación. Y es que, ¿quién de nosotros no ha experimentado el impulso de abandonar su hogar para salir a buscar inesperadas aventuras? O bien, ¿qué enamorado no se ha sentido dispuesto a luchar con todos los recursos a su alcance por amor? Estas inquietudes, cifradas en el lejano siglo XVI en estas figuras prototípicas de los libros de caballerías, no han perdido su vigencia con paso de los años porque encarnan actitudes profundamente humanas en las que constantemente nos vemos reflejados. Ambos personajes, además, son construcciones literarias perfectamente establecidas que cargan en la sola denominación el peso absoluto de su función y significado tanto en el relato de ficción como en el imaginario del lector. El propósito de estas líneas es hacer un esbozo de estos dos personajes y una breve reflexión sobre los vínculos que establece el lector con ellos.

Caballeros andantes

Knight on horse
Albrecht Duerer: Knight on horse
Decir “caballero andante” no provoca, en apariencia, conflicto de interpretación; el término apunta claramente a un caballero que anda, si se desata el participio activo. Sin embargo, calificar a este individuo armado y a caballo, generalmente de noble cuna, con el término andante tiene sin duda un sentido más profundo, que implica un importante desplazamiento físico íntimamente ligado a la evolución interna del personaje. Convendría recordar que “caballero andante” surge como equivalencia del chevalier errant de la tradición francesa, aunque ‘errar’ en ese entonces se entendía sencillamente como caminar y no es sino hasta el siglo XVI que se significó andar sin rumbo (ZUMTHOR, 1991).

El caballero andante es un guerrero noble, que debe salir de la corte (o de un espacio familiar para él) en busca de batallas y aventuras inesperadas en las que adquiera la fama y la honra necesarias para ser reconocido como el mejor de los caballeros, y por ende, merecedor del amor de la dama y de la gratitud del rey, pues como dice Philippe Menard (1976):
le grand but de la vie errante, c’est bien la recherche de l’honneur. Entendons par là à la fois le désir de satisfaire le sentiment intérieur qui pousse l’homme à ne point démériter et l’envie de gagner ou de conserver l’estime des autres. Dignité personnelle et réputations sociales sont inextricablement mêlées2.
Desde esta perspectiva, no hay nada de azaroso en su andar, pues si bien no conoce el destino preciso de cada una de sus aventuras, todas ellas lo conducirán, pese a contratiempos e infortunios, al buen puerto de un alto matrimonio y de ser llamado por todos el más notable guerrero del mundo.

Siendo el fin de estas historias esquemático y previsible, aquello en lo cual los escritores de libros de caballerías más se afanaban para deleitar al lector es precisamente el complejo desarrollo de la travesía, llena de bifurcaciones en el camino, paisajes y arquitecturas maravillosas, seres fantásticos, contrincantes desafiantes y diversas pruebas de constancia amorosa. Lo que importa narrativamente y simbólicamente es la experiencia del camino y el proceso de aprendizaje físico y espiritual por el que atraviesa el caballero.

1 Este trabajo se realizó en el marco del Proyecto PAPIIT (núm. IN403614), «Teoría y análisis de los textos breves en la Literatura caballeresca hispánica» de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico y de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Asimismo, es parte de las actividades del Seminario de Estudios sobre Narrativa Caballeresca (PIFFyL2015-018).

2 La gran meta de la vida errante es la búsqueda del honor. Entendamos ésta, por una parte, como el deseo de satisfacer el sentimiento interior que lleva al hombre a querer ser digo de méritos, así como el deseo de ganar o conservar la estima de los otros. La dignidad personal y la reputación social están forzosamente mezcladas [traducción de la editorial].

La caballería andante según don Quijote

Vivir el camino y lo que éste depare es el aspecto más destacado por los escritores al hablar de la caballería andante, y ninguno como Cervantes para establecer, en boca de don Quijote, una definición literaria:

Gustave Doré
Gustave Doré: Don Quijote de La Mancha y Sancho Panza
No todos los caballeros pueden ser cortesanos, ni todos los cortesanos pueden ni deben ser caballeros andantes: de todos ha de haber en el mundo, y aunque todos seamos caballeros, va mucha diferencia de los unos a los otros; porque los cortesanos, sin salir de sus aposentos ni de los umbrales de la corte, se pasean por todo el mundo mirando un mapa, sin costarles blanca, ni padecer calor ni frío, hambre ni sed; pero nosotros, los caballeros andantes verdaderos, al sol, al frío, al aire, a las inclemencias del cielo, de noche y de día, a pie y a caballo, medimos toda la tierra con nuestros mismos pies, y no solamente conocemos los enemigos pintados, sino en su mismo ser, y en todo trance y en toda ocasión los acometemos, sin mirar en niñerías ni en las leyes de los desafíos… (Quijote, II, VI)
Si bien para 1615 (fecha de publicación de la segunda parte del Quijote) la idea de caballería andante era ya caduca no sólo en la vida real sino también en el terreno literario, el planteamiento de don Quijote resulta sumamente interesante, primero, por la oposición que hace con otra especie de caballeros: aquellos que permanecen en la comodidad de la corte sin ver más allá que las adornadas paredes de sus palacios y sin atreverse a experimentar con todos sus sentidos la vida del itinerante, que a pesar de las penurias conlleva también aprendizaje y engrandecimiento. Asimismo, llama la atención que hable de los verdaderos caballeros andantes, en tanto que para don Quijote la vivencia del camino, con sus componentes de audacia física y firmeza de espíritu, legitima a cabalidad el título de caballero. Habría que reparar igualmente en la idea de “medir la tierra con los pies” o con los pasos, tan frecuente en la literatura de la época, que podría tomarse literalmente pero que tiene cierto trasunto metafórico en tanto que el recorrido físico se convierte en una vía de conocimiento de paisajes y realidades distintos a los cotidianos.

Bien andantes caballeros

Como ya se vio, el lector más célebre de las novelas caballerescas establece su noción de lo que significa la andante caballería, sintetizada a partir de lo que sabe de amadises y palmerines. Desde luego que con nuestra mirada retrospectiva, el fragmento citado del Quijote podría no leerse al pie de la letra, hallando el giro paródico respecto del modelo caballeresco; sin embargo, al enfrentarse directamente con los libros de caballerías, se puede advertir en el tono y grandilocuencia de sus personajes y narradores la genuina convicción en este modo de vida en continuo desplazamiento, como si los hombres de “bravo coraçón” hubieran sido hechos para el vivir en el camino. Uno de los testimonios más significativos de este fenómeno es el del padre del mismísimo Amadís de Gaula, el rey Perión, “que como él tan mançebo fuesse y tan orgulloso de coraçón que nunca tomava folgança en ninguna parte sino para ganar honra y fama y que nunca su tiempo en otra cosa passava sino andar de unas partes a otras como cavallero andante” (RODRÍGUEZ DE MONTALVO, 2001).


[...] quedarse inmóvil sin atreverse a buscar la aventura es el extremo opuesto a la definición de caballería [...]
Si he enfatizado la última parte de la cita del Amadís (1508) es porque desde el texto fundacional de la narrativa caballeresca española se revela la importancia de la movilidad del personaje, y aunque Perión no es aquí el protagonista de la obra, se verá a Amadís salir de la corte para emprender la trayectoria de fama y hechos de armas que pondrán su nombre en boca de los habitantes de todos los reinos. No hay posibilidad de engrandecimiento en el estatismo: quedarse inmóvil sin atreverse a buscar la aventura es el extremo opuesto a la definición de caballería que domina en estas ficciones y, como ha señalado Juan Manuel Cacho Blecua (2001), “podría ir en menoscabo de la fama estar inactivo”. Es la travesía por espacios diversos lo que obliga al caballero a enfrentar dificultades y a superar sus propios límites pues sólo fuera del hogar el héroe se prueba a sí mismo en batallas y duros trances emocionales, de los que comúnmente sale victorioso y con acumulada experiencia guerrera y de amores.

Esta demostración de las virtudes caballerescas se afirma en un fragmento de Amadís de Grecia (bisnieto de Amadís de Gaula) en el cual una jayana en desgracia se dirige al rey Amadís (quien aparece aquí ya como un hombre de avanzada edad) para recordarle sus tiempos de juventud y su ejercicio caballeresco: “en aquel tiempo, rey de la Gran Bretaña, que como cavallero andante andando provando tu persona por el mundo, poniéndola a grandes afrentas, tu virtud y bondad te obligavan a enmendar los tuertos y sinrazones que a las dueñas y donzellas, biudas y huérfanas se hazían…” (SILVA, 2004). Como dictan las palabras de la jayana Malfadea, la sustancia del ejercicio caballeresco es andar por el mundo probando el valor propio sin importar las fronteras geográficas o los límites de territorios imaginados, pues más que trazar el mapa que recorre el caballero, este género de ficción le confiere al protagonista una movilidad inusitada y a veces inverosímil, pero que finalmente conduce a la construcción de un nombre y una fama que sustenten al héroe cuando, convertido en rey y marido ejemplar, asuma su estático lugar a la cabeza de la corte.

Doncellas guerreras

El heroísmo y arrojo del caballero suele tener un contrapunto en los personajes femeninos de los libros de caballerías. El héroe funciona como núcleo alrededor del cual giran valores, objetos simbólicos y personajes cardinales, y en este sentido, no imaginamos un caballero sin dama: las doncellas que ocupan los enamorados pensamientos de los caballeros son siempre poseedoras de una belleza sobrehumana, y en sus conductas se advierte un modelo de virtud y discreción; ya que como afirma Ma. Carmen Marín Pina (1991), “la existencia del héroe, […] pocas veces se entiende sin las mujeres; ellas justifican en principio y parcialmente su razón de ser como caballeros, porque dentro de la aceptación del código caballeresco se halla el compromiso de su defensa”. Sin embargo, hay múltiples matices en los personajes femeninos del género, de manera que ni todas constituyen el objeto amoroso del protagonista (pensemos que hay reinas ancianas, gigantas, amas, doncellas de servicio), ni todas se ciñen al comportamiento prototípico de las damas de la ficción caballeresca.

Entre las figuras femeninas más destacadas hay doncellas especialmente atractivas para el imaginario de los lectores, como las andantes y las guerreras. Las doncellas andantes o caminantes son aquellas que están definidas y caracterizadas por la noción de movimiento, como advierte Marín Pina, y comúnmente emprenden su camino por amor o por fidelidad a alguna causa. Estas doncellas poseen un fuerte carácter aventurero, pero el ánimo propiamente guerrero está reservado para las virgo bellatrix o doncellas guerreras3, quienes también salen a los caminos por diversas causas, pero en atuendo de caballero y con la firme determinación de hacer la batalla las veces que sean necesarias. En no pocos casos no son ellas las protagonistas y muy a menudo tampoco resultan ser las destinatarias del amor del caballero, pero se distinguen por otros atributos y, sobre todo, por una independencia y un carácter más aguerrido que el que suelen tener las damas de los caballeros.

3 Marín Pina ha estudiado ampliamente las figuras femeninas en la literatura caballeresca, y con especial ahínco, la doncella andante, quien no constituye una equivalencia con el caballero andante, y la define como “la mujer joven que anda, la que recorre los caminos en palafrén, la que goza de una capacidad de movimiento que, aunque no se le niegue expresamente, está reñida con la reclusión y encerramiento requerido y exigido a la condición femenina” (2007).

Amazonas a lo caballeresco

Amazona
Título: Amazona. Autor: Wally Gobetz
La denominación “doncella guerrera” traduce al español el tema clásico de la virgo bellatrix. Las doncellas guerreras de los libros de caballerías son una actualización singular de la tradición de mujeres que, lejos de permanecer en la comodidad de sus hogares y patrias, emprenden la guerra con igual valentía que cualquier caballero. El referente fundamental y más antiguo de mujeres dedicadas a la guerra son las amazonas, el mítico ejército femenino que, con Pentesilea a la cabeza, auxilió a los troyanos tras la muerte de Héctor. Estas amazonas, como se sabe, eran grandes guerreras, conocidas por ser hábiles con arcos y lanzas y, sobre todo, por tener mutilado el seno derecho para ejercer mejor su destreza bélica.

Las amazonas han resultado sumamente atractivas desde la Antigüedad por todo lo que representan: mujeres embravecidas, independientes y con libertad plena. La literatura caballeresca, como otros géneros literarios, incorpora rápidamente a estas míticas figuras femeninas en la quinta parte del ciclo amadisiano: Las sergas de Esplandián. En esta obra aparece la reina Calafia para comandar un numeroso y bien armado ejército de amazonas para luchar en favor de los turcos. Garci Rodríguez de Montalvo (2001), autor del libro, cuenta que Calafia animaba a sus amazonas diciéndoles:
las grandes honras y provechos que de tal camino seguírseles podrían, y sobre todo la gran fama que por todo el mundo dellas sería sonada; que estando assí en aquella isla, haziendo no otra cosa sino lo que sus antecessoras fizieron, no era sino estar como sepultadas en vida, como muertas viviendo, passando sus días sin fama, sin gloria, como las animalias brutas fazían.
El deseo de fama y honra es para estas mujeres igual de importante que para cualquiera de los más insignes caballeros. Me parece revelador de su condición guerrera cómo Calafia asocia el salir de la patria (pues rechaza el estatismo que es como “estar sepultadas en vida”) con la obtención de gloria, y sobre todo, sin hacer ninguna mención de asuntos amorosos. Esta imagen de las amazonas, aunque su presencia sea todavía episódica, es importante si se consideras que las mujeres eran grandes lectoras de los libros caballerescos; mujeres que debían permanecer en sus casas, manteniendo su decoro y virtud, y a quienes las aguerridas amazonas suscitaban anhelos de vivir otra vida y de conocer otros mundos, pese a que esos anhelos estuvieran a su alcance tan sólo en estos libros.

Doncellas en armadura de caballero

Las amazonas representan una modalidad específica de la mujer guerrera en la literatura, pero poco a poco el género caballeresco va adaptando la noción de doncella guerrera de otro modo; es decir, creando un personaje femenino de tintes bélicos y sin temor a salir de la corte ya no por vana curiosidad sino por un motivo trascendente como defender a su amado o apoyarlo en la batalla, sin ningún interés ulterior como obtener el amor de este caballero.

Las doncellas guerreras mantienen algo del “espíritu varonil” de las amazonas pero en su construcción, según advierte María Carmen Marín Pina (1989), son igualmente importantes aspectos como la belleza de la dama o su condición de enamorada. Es tan aguerrida como delicada y hermosa, y tan ágil en el campo de batalla como discreta en la corte. Tal vez una diferencia sustancial de la doncella guerrera respecto de la amazona sea que el carácter bélico no le viene en la sangre o por la raza, sino que responde, en la mayoría de los casos, a una determinación voluntaria cimentada en una convicción personal tal como defender al caballero por amor o por lealtad. Desde este punto de vista, resulta más complejo el planteamiento de estas damas, que no son sólo guerreras, ni sólo bellas princesas encerradas en palacio, sino un compendio de varios atributos.

La presencia de estas mujeres en los libros de caballerías comienza siendo episódica y poco memorable, pero poco a poco van cobrando cierto protagonismo al punto que en el Platir (1533) Florinda es la heroína principal, quien se convierte en una doncella guerrera para salvar a su amado, como bien señala Marín Pina (1989). Antes de Florinda, en el Amadís de Grecia (1530) de Feliciano de Silva aparece una de las más entrañables doncellas guerreras: Gradafilea. Se trata de una doncella de gran tamaño (aunque no llega a ser una giganta) quien ama secretamente al emperador Lisuarte, padre del protagonista. En uno de los episodios en que se demanda la presencia de un caballero que salve a Lisuarte, Gradafilea se apresura a socorrerlo y hace la batalla tan señaladamente que el emperador siente gran curiosidad por saber quién es ese tan valiente caballero que por él luchó. Al quitarle el yelmo, descubre a la siempre fiel Gradafilea,
la cual viendo que no avía cavallero que la batalla por Lisuarte hiziese, con el grande y verdadero amor qu'ella le tenía, atreviéndose en sus fuerças y grandeza se armó de las armas de Lisuarte, ayudándole la hermosa infanta Gricileria, por una puerta falsa de los palacios donde salió y vino al campo sucediendo todo de la forma que avéis oído (SILVA, 2004).
Armadura
Título: Armadura. Autor: Augusto Barbosa

El agradecimiento del emperador es infinito, pero más relevante es la extrema lealtad que esta dama muestra en todo momento, sin voluntad de interferir entre Lisuarte y Onoloria y conformándose con fungir como una suerte de escudero y confidente de su amado emperador.

Desde luego que la entereza y virtud de Gradafilea son muy destacadas, pero habría que detenerse, más bien, en que es el traje masculino el elemento que le permite abandonar el palacio y salir al campo de batalla sin ser detenida ni interrogada por nadie. Oculta dentro de la armadura caballeresca, puede explorar espacios y vivir experiencias que, de otra manera, le estarían completamente vedados por su condición femenina. Si bien ella lo hace con una determinación muy fija, sólo el hecho de abandonar la cámara destinada a los delicados entretenimientos femeninos modifica absolutamente su perspectiva de la realidad y su concepción de la vida. No sería raro que las lectoras tanto del siglo XVI como de nuestra época se sintieran identificadas con este tipo de personajes con un tinte importante de rebeldía y con un carácter más fuerte que el de la dama tradicional, ya que la presencia de estas doncellas, como apunta con acierto Marín Pina (1991), “atraería quizá la atención de unas mujeres lectoras que se proyectarían en estas heroínas capaces de llevar una vida personal autónoma, sobre todo en el terreno sentimental, y, como ellas, protagonizarían aventuras similares, siquiera en su imaginación”. Por otra parte, resulta sumamente seductora la idea de emprender travesías a terrenos no vistos antes, aun si esto tiene que hacerse con un disfraz masculino, que la de permanecer estática y conformarse con ser un objeto de admiración.

Conclusiones

Después de esta breve presentación de dos de los personajes característicos del género caballeresco, es posible advertir los motivos por los cuales los lectores de los libros caballerescos (que conformaron un público cada vez más amplio y heterogéneo) sentían especial empatía por ellos. A pesar de sus evidentes diferencias, hay un rasgo esencial que los une: su capacidad para abandonar su hogar y salir en busca de aventuras y su disposición para emprender un continuo desplazamiento por tierras lejanas y desconocidas. La finalidad por la cual realizan la travesía caballeresca es trascendente; sin embargo, igual de importante es cuanto experimentan en su itinerancia y su contacto con realidades distintas a las cotidianas que, aún con las penalidades que atraviesan, culminan en aprendizaje físico y espiritual en ambos casos. El caballero andante y la doncella guerrera son personajes ficticios pero encarnan valores y emociones humanas y sin tiempo, y por ello todavía nos suscitan, a varios siglos de distancia, el ánimo de hallar en nosotros el “bravo coraçón” que nos lleve a abandonar nuestra comodidad y abrir la mirada a las infinitas posibilidades que ofrece la realidad, incluso si no somos nobles caballeros ni armadas doncellas. fin

Bibliografía

CERVANTES, Miguel de, Don Quijote de la Mancha, ed. Francisco Rico, Barcelona: Crítica, 1998.

MARÍN PINA, María Carmen, “Aproximación al tema de la virgo bellatrix en los libros de caballerías españoles”, Criticón, 1989, Núm. 45, p. 81-94.

—————————, “La mujer y los libros de caballerías. Notas para el estudio de la recepción del género caballeresco entre el público femenino”, Revista de Literatura Medieval, 1991, Núm. 3, pp. 129-148.

—————————, “La doncella andante en los libros de caballerías españoles: antecedentes y delimitación del tipo (I)”, Actas del XI Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, ed. de A. López Castro y Ma. Luzdivina Cuesta, León: Universidad de León, 2007, Vol. 2, pp. 817-825.

MENARD, Philippe, “Le chevalier errant dans la littérature arthurienne. Recherches sur les raisons du départ et de l’errance”, Voyage, quête, pèlerinage dans la littérature et la civilisation medievales, Provence: Presses Universitaires de Provence, 1976, pp. 289-311.

RODRÍGUEZ DE MONTALVO, Garci, Amadís de Gaula, ed. Juan Manuel Cacho Blecua, Madrid: Cátedra, 2001.

—————————, Las sergas de Esplandián, ed. Carlos Sainz de la Maza, Madrid: Castalia, 2003.

SILVA, Feliciano de, Amadís de Grecia, ed. Ana Bueno Serrano y Carmen Laspuertas Sarvisé, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2004.

ZUMTHOR, Paul, “De Perceval à Don Quichotte. L’espace du chevalier errant”, Poétique, 1991, Núm. 87, pp. 259-269.

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2015 Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons
Paola Encarnación Sandoval
Estudiante del Doctorado en Literatura Hispánica en el Colegio de México

Paola Encarnación Sandoval Es estudiante del Doctorado en Literatura Hispánica en el Colegio de México. Sus líneas de investigación están enfocadas a la poesía y la prosa de los Siglos de Oro y actualmente realiza una tesis doctoral titulada “El peregrino como concepto estético en las Soledades de Góngora”. Desde el 2010 pertenece al Seminario de Estudios sobre Narrativa Caballeresca de la UNAM. Ha publicado artículos relativos a los libros de caballerías, la narrativa cervantina y las relaciones entre medicina y literatura.

Actualizado hasta agosto, 2015.


ENCARNACIÓN Sandoval, Paola, "Recorrer los caminos de la ficción caballeresca: caballeros andantes y doncellas guerreras", Revista Digital Universitaria, 1 de agosto de 2015, Vol. 16, Núm. 8. Disponible en Internet: <http://www.revista.unam.mx/vol.16/num8/art63/index.html> ISSN: 1607-6079.

Recorrer los caminos de la ficción caballeresca: caballeros andantes y doncellas guerreras

Paola Encarnación Sandoval

El texto plantea un panorama de dos personajes típicos de los libros de caballerías: el caballero andante y la doncella guerrera. Explora la necesidad de salir de la corte de ambos personajes y cómo en el camino evolucionan y aprenden lo necesario para obtener fama y honra. Por sus atributos definitorios, entre los cuales la movilidad es esencial, el caballero andante y la doncella guerrera han resultado sumamente atractivos para lectores de todas las épocas.

Palabras clave: camino, andante, desplazamiento físico, aprendizaje, aventura.