Cervantes y la crítica contra el clero


En la aventura del barco encantado, ocurrida en el capítulo veintinueve de la segunda parte, al aludir a los molineros que dan grandes voces para advertir a los andantes del peligro que corren, don Quijote caracteriza a éstos de modo similar a como lo ha hecho con los sacerdotes del capítulo diecinueve y emplea contra ellos insultos semejantes a los que en el octavo había aplicado contra los frailes benitos: “canalla malvada [...] dejad en su libertad y libre albedrío a la persona que en esa vuestra fortaleza o prisión tenéis oprimida [...]”.

El paralelismo existente entre estos episodios nos hace considerar que Don Quijote equipara la vestimenta enharinada de los trabajadores con la de los frailes, con lo cual nuevamente subyace en la mente del caballero el Monacatus non est pietas,19 o en otras palabras “El hábito no hace al monje”, que caracteriza el pensamiento de Erasmo.

En el capítulo diecinueve, Don Quijote considera que no es común ver esa "estraña visión, a tales horas y en tal despoblado", por lo cual piensa que se encuentra ante una aventura caballeresca y detiene a la procesión para preguntar si sucede algo que él pudiera remediar. Ante la descortés respuesta de uno de los sacerdotes, don Quijote los ataca, y en este punto se corrobora el tercer significado de la voz "encamisados", quienes, como eran "gente medrosa y sin armas": comenzaron a correr por aquel campo, con las hachas encendidas, que no parecían sino a los de las máscaras que en noche de regocijo y fiesta corren [...] (I, 19).

Una vez que identifica a los personajes contra quienes ha arremetido, don Quijote es explícito al enlistar los factores que propiciaron su confusión:

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