Recordar para olvidar: cómo la reactivación de una memoria permite su modificación

Vol. 23, núm. 3 mayo-junio 2022

Recordar para olvidar: cómo la reactivación de una memoria permite su modificación

Eugenio Leyva-Figueroa y Jorge Tovar-Díaz Cita

Resumen

La capacidad de recordar experiencias pasadas es sumamente importante, ya que nos permite tomar decisiones en el presente, dar ilación a nuestra vida y coherencia a nuestra personalidad. Sin embargo, las experiencias particularmente negativas generan memorias persistentes que pueden afectar nuestra salud mental, como en el caso del estrés postraumático. No obstante, al recordarse, el contenido de una memoria traumática puede cambiar, lo cual permite manipularla positivamente. La finalidad del presente escrito es describir la reconsolidación y la extinción, dos fenómenos neurobiológicos en los que una memoria se modifica tras su reactivación. Éstos subyacen a procedimientos clínicos como la exposición prolongada, ampliamente usada para tratar estrés postraumático.
Palabras clave: memoria, reconsolidación, extinción, reactivación, trastorno de estrés postraumático, terapia de exposición prolongada.

Remembering to forget: how reactivation allows memory modification

Abstract

The ability to remember past experiences is extremely important, since it allows us to make decisions in the present, give continuity to our lives and coherence to our personality. However, particularly negative experiences generate persistent memories that can affect our mental health, as in the case of post-traumatic stress. However, when recalled, the content of a traumatic memory can change, allowing it to be manipulated, in a positive way. The purpose of this paper is to describe reconsolidation and extinction, two neurobiological phenomena in which a memory is modified after its reactivation. These underlie therapeutic approaches such as prolonged exposure therapy, strongly recommended for treating post-traumatic stress disorder.
Keywords: memory, reconsolidation, extinction learning, memory reactivation, forgetting, post-traumatic stress disorder, prolonged exposure therapy.

Introducción

Recordar nos permite revivir el pasado y sentir nuevamente lo que alguna vez gozamos o sufrimos. Nuestras memorias son la huella perdurable de un presente efímero. Son el cúmulo de información retenida en el sistema nervioso que nos permite darle sentido al paso del tiempo, tomar decisiones y construir nuestra personalidad.

Contrario a creencias previas, hoy sabemos que las memorias son altamente modificables. Para servir a su propósito adaptativo, mantienen cierto equilibrio entre estabilidad y flexibilidad. Por ejemplo, de niños podemos temerle a la oscuridad, pero, al crecer, perdemos ese miedo, e incluso disfrutamos una vez que aprendemos que no representa peligro. Sin embargo, en situaciones particularmente estresantes, que activan fuertemente respuestas defensivas y de miedo, se forman memorias inflexibles y resistentes al olvido. Si bien estas memorias ayudan a evitar situaciones peligrosas, también pueden transformase en recuerdos traumáticos que afectan la salud mental. Tal es el caso del trastorno por estrés postraumático (tept), que se desarrolla en personas que sufrieron agresión física o sexual, accidentes, catástrofes u otros eventos que amenazaron su seguridad física o psicológica.

Clínicamente, el tept se caracteriza por: 1) recuerdos intrusivos, 2) síntomas de evasión, 3) síntomas de hipervigilancia y reactividad y 4) síntomas cognitivos y del estado de ánimo.1 Es normal que durante la situación traumática y unos días después se presenten estos síntomas, pero cuando persisten más de un mes y son tan intensos que afectan la vida diaria, las relaciones personales o laborales, se emite el diagnóstico de tept (American Psychiatric Association, 2013; American Psychological Association, 2017; Watkins et al., 2018). Para más información recomendamos visitar el sitio web del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos (nimh). En México, cerca de 70% de la población ha experimentado por lo menos un evento traumático en su vida (Borges et al., 2014; Norris et al., 2003) y aproximadamente 11% ha padecido tept (Norris et al., 2003), aunque en zonas altamente urbanizadas hasta 50% presentan síntomas de probable tept (Calderón-Garcidueñas et al., 2021).

Conservar memorias duraderas es necesario, pero para adaptarnos a situaciones cambiantes también las memorias deben de cambiar. El objetivo de este escrito es explicar algunos procesos neurobiológicos en los que, paradójicamente, recordar ayuda a olvidar. Para ello, primero describimos cómo se forma, almacena y recuerda una memoria, y luego describiremos dos procesos en los que ésta se modifica tras recordarse: reconsolidación y actualización.

¿Cómo formamos las memorias? Los dos significados de memoria

La palabra memoria tiene dos significados. El primero se refiere a la capacidad general de almacenar información (Zlotnik y Vansintjan, 2019). Esto implica que el sistema nervioso puede adquirir e interpretar información, proceso que simplemente llamamos aprendizaje. El segundo significado se refiere al “archivo” metafórico en el que se guarda información aprendida. Cada ítem de aprendizaje genera una memoria que queda representada por cambios específicos en las conexiones anatómicas y funcionales de diferentes circuitos neuronales. A este tipo de memoria también se le llama engrama, huella o trazo de memoria. Como ejemplo, pongamos que una noche caminando por un callejón nos ataca un perro poco amigable (ver figura 1). La información del contexto es captada —oscuridad del callejón (vista), ladridos del perro (oído), etcétera— e integrada en el cerebro con las respuestas defensivas —palpitaciones, miedo, dolor de la mordida—, formando una memoria asociativa del evento.

Formación de una memoria asociativa

Figura 1. Formación de una memoria asociativa.

Las experiencias estresantes y emocionalmente negativas activan el circuito del miedo, compuesto principalmente por el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal (ver figura 2). El hipocampo procesa información sobre el contexto mientras que la amígdala inicia las respuestas defensivas que nos preparan para correr o pelear; éstas incluyen manifestaciones fisiológicas (dolor, sudoración, aceleración del corazón), emocionales (miedo) y conductuales (patear al perro o correr). La corteza prefrontal interconecta y modula la actividad del hipocampo y la amígdala. La secuencia de los eventos queda asociada en la memoria de tal forma que posteriormente el contexto predice la agresión y por lo tanto activa las respuestas defensivas.

Principales estructuras cerebrales que procesan experiencias emocionalmente negativas

Figura 2. Principales estructuras cerebrales que procesan experiencias emocionalmente negativas.2

Durante la formación del engrama, los circuitos neuronales se mantienen activos por períodos que pueden durar varias horas, proceso que Donald Hebb describió como reverberación de la actividad neuronal, similar al eco que perdura tiempo después de la emisión de un sonido (Hebb, 1949). Hoy en día la reverberación Hebbiana es entendida como memoria de corto plazo e implica que una memoria está activa. Cuando el engrama se estabiliza, puede almacenarse a largo plazo. Este proceso de estabilización se llama consolidación y requiere síntesis de proteínas como creb y cbp (Chatterjee et al., 2020). Mientras un engrama permanezca activo puede ser modificado, pero una vez consolidado se hace resistente a cambios (Alberini y LeDoux, 2013). Para modificar un engrama consolidado es necesario reactivarlo a través del recuerdo.

A lo largo de la vida formamos muchas memorias, pero no todas están activas al mismo tiempo. Las memorias se reactivan a través del recuerdo, que puede inducirse de tres formas: 1) espontáneamente, como en los flashbacks o en los sueños, 2) voluntariamente, como cuando le queremos contar a alguien, y 3) por exposición a estímulos asociados a la memoria. En nuestro ejemplo, visitar, ver o pensar en el callejón reactiva las respuestas defensivas provocadas por el ataque del perro (ver figura 3). Lo relevante es que durante la reactivación el engrama se puede modificar, por lo cual a continuación describiremos dos posibles modificaciones dependientes de la reactivación: reconsolidación y extinción (Frankland et al., 2019).

Reactivación de una memoria

Figura 3. Recuerdo / reactivación de una memoria.

La reconsolidación se define como una nueva fase de consolidación que ocurre en una memoria reactivada por el recuerdo (Alberini y LeDoux, 2013). Tiende a fortalecer la memoria original, incluyendo las respuestas defensivas (ver figura 4, recordatorio 1). Debido a que durante el recuerdo no hay consecuencias negativas, se requiere que las respuestas defensivas se reactiven con suficiente intensidad, lo cual ocurre si el contexto es muy similar al original, si la exposición es esporádica y breve (~5 min en ratas de laboratorio) o si la persona no tiene control sobre la exposición. Desde luego que si la experiencia completa se repite (contexto + consecuencia nociva) la memoria también se refuerza, pero a esto se le llama repetición del aprendizaje, no reconsolidación.

Extinción de una memoria

Figura 4. Reconsolidación / extinción de una memoria.

La extinción se define como la desaparición gradual de las respuestas fisiológicas, emocionales y conductuales asociadas a una memoria, debido a exposición repetida o prolongada (~45 min en ratas de laboratorio) a los recordatorios, pero sin consecuencia negativa (Kida, 2019). La extinción genera un aprendizaje nuevo que termina imponiéndose sobre el aprendizaje anterior. En nuestro ejemplo, con la exposición repetida al callejón, sin perro que nos ataque, se aprende que ahora es seguro y se extinguen las respuestas defensivas (ver figura 4, recordatorios 2…n). La exposición debe ser gradual, el contexto ligeramente diferente, y la persona debe sentir control sobre la situación —puede ir acompañada de alguien de confianza o terminar la exposición cuando quiera—.

En este orden de ideas, Iván Pavlov, mejor recordado por sus experimentos de condicionamiento en perros, definió la extinción como dejar de expresar una respuesta ante los recordatorios de una memoria (Pavlov, 1927). Durante la exposición se activa el circuito del miedo, lo que da la oportunidad de que la corteza prefrontal disminuya la actividad de la amígdala (Lacagnina et al., 2019). Hay que aclarar que la extinción no implica olvido, sino nuevo aprendizaje acerca del mismo contexto. Podríamos decir que la extinción promueve la transición desde el miedo hacia la pura precaución.

¿Cómo modificamos las memorias?

El equilibrio de una memoria entre estabilidad y flexibilidad depende de la reconsolidación y la extinción, mientras que su borrado o pérdida depende del olvido, que es un proceso inherente al mantenimiento general de la memoria. La neurobiología del olvido es muy compleja e interesante, por lo que recomendamos la revisión de Davis y Zhong (2017) para apreciar sus mecanismos.

Es común escuchar que sólo el tiempo trae el olvido, así que hay que ser pacientes. No obstante, en casos graves de tept, donde los recuerdos insidiosos incapacitan al individuo en su vida cotidiana, depender del tiempo no parece la mejor opción. A continuación, revisaremos tres estrategias basadas en la reactivación que promueven la modificación de memorias traumáticas en un contexto terapéutico: 1) terapia de exposición prolongada, 2) bloqueo farmacológico de la reconsolidación y 3) actualización de la memoria.

Terapia de exposición prolongada

La terapia de exposición prolongada es de las más efectivas para reducir los síntomas de tept (Stojek et al., 2018) y es recomendada por la Asociación Americana de Psicología (apa) y el Departamento de Asuntos de Veteranos de Estados Unidos (va) (Watkins et al., 2018). Esta terapia se enfoca en reactivar las memorias traumáticas a través de la exposición repetida, real o virtual, a lugares, objetos o situaciones que recuerden el evento, asegurando un desenlace positivo y la integridad del paciente. Típicamente, al cabo de entre 8 y 15 sesiones se suprimen significativamente los síntomas de tept (Watkins et al., 2018). Esta terapia se basa en la extinción, no en el olvido, por lo que las respuestas defensivas pueden reaparecer espontáneamente (Kida, 2019).

Bloqueo farmacológico de la reconsolidación

Se han utilizado diferentes fármacos que interrumpen la reconsolidación cuando se administran durante el período de inestabilidad posterior a la reactivación. El más usado es el propranolol, un fármaco β-adrenérgico que ha mostrado buenos resultados en algunos ensayos preclínicos en personas con tept. No obstante, debido a resultados controversiales no se usa extensivamente a nivel clínico (Wright et al., 2021; Thomas et al., 2017; Young y Butcher, 2020).

Actualización de la memoria

Durante la reconsolidación no siempre se reafirma el contenido de una memoria, a veces se actualiza con nueva información. En general, entre más difieran las consecuencias tras la reactivación respecto al aprendizaje original, más se actualiza la memoria. Aprovechando esta función se han desarrollado estrategias como la reconsolidación de memorias traumáticas (rmt) y la reactivación-extinción (re).

La rmt consiste en relatar la experiencia traumática en tercera persona, como viendo una película en blanco y negro, por lo que también se le conoce como técnica del cine o rebobinado. Esta técnica promueve la disociación entre los recordatorios y la respuesta emocional, por lo que se reconsolida una memoria actualizada (Tylee et al., 2017). Es una terapia nueva que promete efectividad similar a la exposición prolongada con sólo tres sesiones, pero requiere más evidencia clínica (Bisson et al., 2019).

La re consiste en reactivar la memoria con un recordatorio breve de diez minutos antes de iniciar la extinción (Schiller et al., 2010). A diferencia de la extinción estándar, en la que se forma una memoria nueva, en la re se modifica la original, lo cual previene la reaparición espontánea. Pareciera que al combinar los efectos de la reconsolidación con los de la extinción la re sería el procedimiento más efectivo para modificar una memoria, pero hay evidencias contradictorias que han impedido su aplicación clínica (Chalkia et al., 2020).

Conclusión

Aprender y recordar información nos permite interactuar coherentemente a las situaciones cotidianas. Sin embargo, cuando los recuerdos persistentes afectan la salud mental, esperar a que llegue el olvido no parece la mejor opción. Las investigaciones neurobiológicas acerca de la memoria, específicamente de las consecuencias de su reactivación, han beneficiado enormemente el tratamiento de memorias traumáticas. En comparación con las intervenciones farmacológicas, los procedimientos conductuales, como la terapia de exposición prolongada, han mostrado mayor eficacia en el tratamiento del tept y mejor aceptación por parte de los pacientes (Coventry et al., 2020; Watkins et al., 2018). Recordar puede doler, pero también puede curar; quizá no puedas evitar las malas experiencias, pero puedes controlar lo que recuerdas.

A dónde acudir

Referencias

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Recepción: 15/08/2021. Aprobación: 03/03/2022.

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Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079