Vol. 26, núm. 3 mayo-julio 2025

Alegría que resiste: ecos de mujeres en la costa durante la pandemia

Adriana Fournier Uriegas Cita

Resumen

¿Qué pasa cuando la ciencia y las voces locales se encuentran? Este texto recoge las experiencias de mujeres de la costa sur de Jalisco durante la pandemia de covid-19, invitándonos a escuchar sus historias como una forma de resistencia y aprendizaje. A través de sus vivencias, reflexionamos sobre cómo la información científica circula (o no) en comunidades con acceso limitado a conocimientos técnicos, en un país lleno de desigualdades. Con un enfoque cualitativo, el texto explora las brechas en la comprensión de fenómenos como la salud pública y el medio ambiente, y cómo estas mujeres, resilientes por naturaleza, enfrentan cada desafío. La pandemia fue sólo una más de las adversidades que han enfrentado a lo largo de los años, pero su capacidad para adaptarse y resistir demuestra el poder de la comunidad. Este artículo no sólo pone en evidencia las tensiones entre el conocimiento académico y el local, sino que también nos invita a repensar la manera en que nos vinculamos con la ciencia. Una invitación a aprender de los que, a menudo, quedan al margen de las grandes conversaciones.
Palabras clave: ciencia, resiliencia, pandemia, comunidades, conocimiento.

Joy that resists: echoes of women on the coast during the pandemic

Abstract

What happens when science and local voices meet? This text gathers the experiences of women from the southern coast of Jalisco during the covid-19 pandemic, inviting us to listen to their stories as a form of resistance and learning. Through their experiences, we reflect on how scientific information circulates (or doesn’t) in communities with limited access to technical knowledge, in a country full of inequalities. With a qualitative approach, the text explores the gaps in understanding phenomena such as public health and the environment, and how these women, resilient by nature, face each challenge. The pandemic was just one more adversity they have faced over the years, but their ability to adapt and resist demonstrates the power of community. This article not only highlights the tensions between academic and local knowledge but also invites us to rethink how we connect with science. An invitation to learn from those who are often left out of major conversations.
Keywords: science, resilience, pandemic, communities, knowledge.


El principio de una historia de resistencia

Tal vez la pandemia por sarscov-2 ya nos parezca un recuerdo remoto, una historia que ocurrió en otro tiempo. Sin embargo, como toda crisis profunda, dejó marcas visibles e invisibles en la vida de millones. Una de las lecciones más poderosas que nos dejó fue el recordatorio —tan simple como implacable— de que la vida puede cambiar en cualquier momento. Nuestra cotidianidad es frágil. Se transforma, se rompe, se reconstruye.

Yo no anticipé nada de lo que vino. No imaginé que aquella crisis mundial me llevaría a estudiar una maestría enfocada en la relación entre bienestar y ambiente en la costa sur de Jalisco. Menos aún que ese proyecto me ofrecería la posibilidad de conocer, conversar y compartir tiempo con veintiocho mujeres de cinco comunidades rurales. En esas charlas, tejidas con confianza, conversamos sobre la pandemia y sus experiencias del día a día, en el trabajo, sus creencias y sus emociones. Porque aunque las noticias parecían siempre hablar desde y para las grandes ciudades, la crisis sanitaria también atravesó los caminos de tierra, los esteros, las cocinas comunitarias.

A veces, sus respuestas me desconcertaban. ¿Cómo que no fue tan grave? ¿Cómo que no se vacunaron? ¿Cómo que no era un tema que les quitara el sueño? Esa aparente indiferencia escondía otra historia: la de una vida ya acostumbrada a la incertidumbre, a los riesgos, a la ausencia del Estado. Cada testimonio que escuché fue una invitación a cuestionar lo que entendemos por bienestar, por salud, por resiliencia.

Me gustaría contar las veintiocho historias, pero los límites de este espacio me obligan a elegir. Compartiré aquí fragmentos de la cotidianidad de cuatro mujeres —de edades, oficios y comunidades distintas— que ayudan a dibujar el paisaje humano que encontré. A lo largo del texto, sus voces se entrelazan con las de las demás, agrupadas en seis ejes que fueron emergiendo a lo largo de nuestras conversaciones: (1) la cotidianidad, (2) la desconfianza y falta de certezas, (3) la doble jornada laboral, (4) el bienestar, (5) la fe y (6) la resistencia.

La intención de este artículo es sencilla, pero no por eso menos urgente: compartir las percepciones de un grupo de mujeres sobre la pandemia, partiendo de la convicción de que toda vida tiene algo que enseñarnos. En cada relato se asoma no sólo la historia personal, sino también la memoria de un territorio y de quienes lo habitan.

Cotidianidad: entre el miedo y la rutina

Para muchas personas, la pandemia fue una experiencia inédita: miedo, encierro, pérdida, desconfianza. Pero en los relatos de estas mujeres descubrí que esas emociones no les eran ajenas. No llegaron con la crisis sanitaria; estaban ya ahí, como parte del paisaje emocional de una vida marcada por otras amenazas. Lo que sí trajo la pandemia fue una nueva forma de habitar su día a día, una prueba más que enfrentaron con una mezcla de fortaleza, creatividad y cansancio.

Nadia,1 por ejemplo, vive en una comunidad costera de no más de 800 habitantes. Tiene una estética, es madre de dos pequeños y está casada. A sus 38 años, lleva una vida llena de tareas —preparar el desayuno, alistar a los niños, limpiar la casa, atender su negocio, desplazarse a dar servicios a hoteles o villas cercanas—, pero nada de eso parece agobiarla. Siempre sonriente, dice disfrutar de su trabajo, de los paseos con sus hijos, de la playa y de los recorridos en bicicleta. Durante la pandemia, su carga de trabajo se triplicó. Decidió no vacunarse; el miedo no era al virus, sino a las consecuencias desconocidas de una vacuna que le generaba desconfianza. Toda su familia se contagió, pero los síntomas fueron leves. Y así, entre el miedo y la rutina, siguieron adelante.

Plaza vacía en la localidad de San Mateo, Jalisco

Figura 1. Plaza vacía en la localidad de San Mateo, Jalisco.
Crédito: Adriana Fournier Uriegas.

Doña Meli tiene 70 años y sigue al frente de un pequeño restaurante en otra comunidad costera. Rodeada de palmeras, familia y amigas, dice que ahora descansa más. Pero su historia no ha sido fácil. Cuidó durante décadas a su esposo enfermo y sacó adelante a sus siete hijos. Es una mujer firme, generosa, con una mirada que transmite serenidad. Me habló de dolores profundos con una entereza conmovedora, y aunque durante la pandemia los clientes desaparecieron y ella misma se enfermó, se recuperó con sus propios remedios, los mismos que ha compartido toda la vida con su comunidad.

Mariana tiene 40 años. Trabajó durante 16 como empleada doméstica en una villa de lujo en Careyes, uno de los destinos más exclusivos del Pacífico mexicano. Allí vivía, cuidaba, cocinaba. Era un trabajo estable, pero durante la pandemia, replanteó su vida. Decidió renunciar y regresar a su comunidad para hacerse cargo de la tienda de abarrotes familiar. Cambió un ingreso mayor por la posibilidad de estar cerca de su hija, de caminar por su pueblo, de recuperar un tiempo que se le escapaba entre los muros del resort. Hoy, atiende la tienda, limpia, cocina, cuida, y cuando puede, sale a caminar sin más compañía que la brisa y su niña.

Doña Paz, de 53 años, vive en una comunidad pesquera. Sus días empiezan antes del amanecer, cuando prepara el almuerzo de su esposo pescador. Luego, se dedica a reparar trasmallos, una labor que requiere paciencia y maestría. Ha criado a seis hijos, todos nacidos sin asistencia médica. Ahora cuida a su nieta. Vive al borde del estero, en una casa rodeada por los compañeros de su cooperativa pesquera. Habla con claridad sobre su historia: una infancia dura, años de trabajo incesante, una fatiga acumulada por la desigualdad y la falta de apoyo. Durante la pandemia, los ingresos bajaron y la información era escasa y confusa. Su cansancio no es ningún obstáculo ni motivo de mal humor. Nos recibió siempre con los brazos abiertos y nos (com)partía cocos para el calor.

Desconfianza: cuando la pandemia alcanzó la costa

Cuando las primeras noticias de una pandemia comenzaron a filtrarse a través de las pantallas de televisión y los hilos de las redes sociales, en aquellas comunidades costeras de Jalisco no se encendieron las alarmas. A lo lejos, desde el otro lado de la sierra y del concreto, el virus parecía una historia ajena, una más de las tantas que se cuentan desde el centro del país. “Eso no nos va a llegar a nosotros”, pensaban muchas. Rodeadas de mar y monte, habituadas a la vida que transcurre sin prisa entre la brisa salada y los caminos de tierra, confiaban en que la distancia era también una barrera.

Pero con los turistas llegaron los rumores, y con los rumores, los síntomas. Primero, casos sueltos, después la certeza. La enfermedad se abría paso como lo hacen las mareas: silenciosa, insistente, inevitable. La incredulidad inicial dio paso al miedo, a la sospecha, a la desorientación.

“Si uno está bien alimentado, no le va a pegar esa cosa”, decía con convicción Doña Eve, mientras acomodaba su delantal. “Eso sólo hace daño a los que ya están mal de otras cosas”. A su lado, Doña Paz negaba con la cabeza, ceñuda: “No, no… te digo que a lo mejor es falso todo eso. ¿Entonces cómo va a confiar uno si nadie ha venido a decirnos: mira, va a pasar esto y esto?”. Su voz arrastraba una historia de abandono: nadie les había explicado nunca nada, ¿por qué confiar justo ahora?

Para cuando las playas se cerraron por decreto y los turistas desaparecieron, la desconfianza seguía tan viva como el virus. Las pérdidas fueron inmediatas: empleos detenidos, restaurantes cerrados, escuelas suspendidas. El golpe económico no tardó en sentirse. En una zona donde el turismo sostiene la vida cotidiana, el cierre significó un cambio abrupto y brutal.

Frente a la crisis sanitaria, una de las pocas instituciones que intentó hacer frente fue la Clínica Careyes, ubicada dentro de un complejo turístico de lujo. Ahí, la doctora a cargo recuerda con claridad la cronología de la tragedia: “En la primera tanda, sólo los extranjeros venían con covid. Eso fue en marzo. Eran casos sospechosos porque no había pruebas… se mandaban a hacer pcr a la Ciudad de México o incluso a Estados Unidos. Después, en la segunda ola, fueron casos del personal que trabajaba en las casas de turistas, y luego, obviamente, de personas de los pueblos. En la tercera ola murieron muchísimos. Afectó principalmente a la gente de las comunidades, más que a los extranjeros. Hicimos miles de pruebas.”

Las vacunas llegaron tarde, como suele ocurrir en los márgenes. Para el escaso personal médico de las comunidades, los meses fueron una mezcla de agotamiento, miedo y frustración. No bastaba con ofrecer información o advertencias, porque la desconfianza —esa herencia pesada— contaminaba todo

Más trabajo, menos recompensa

Mientras tanto, en las casas, las mujeres hacían malabares imposibles. Mariana, Nadia, Doña Paz y muchas otras tuvieron que improvisar salones de clase, volverse maestras sin haberlo pedido, multiplicar las tareas del hogar, sostener el ánimo familiar y, además, buscar maneras de seguir ganando dinero. Cocinar, limpiar, educar, cuidar, consolar, trabajar: todo a la vez y sin tregua.

Ya antes de la pandemia, las mujeres mexicanas dedicaban el triple de horas que los hombres a las tareas domésticas y de cuidado, según el Boletín del Instituto Nacional de las Mujeres (2020). La llegada del confinamiento sólo exacerbó esa desigualdad. Además, muchas de ellas se empleaban en sectores vulnerables: comercio, turismo, servicios. Cuando esos sectores se detuvieron, también lo hizo su ingreso.

Dana, por ejemplo, dejó sus estudios y las salidas de pesca con su padre para buscar trabajo en un oxxo. “Fue de los pocos lugares que no cerraron”, me dice, encogiéndose de hombros. La necesidad no da tiempo para lamentaciones. Como ella, decenas de personas se quedaron sin trabajo cuando cerraron los restaurantes, los hoteles, los mercados.

Alena, desde su experiencia en una cooperativa pesquera, resume así la cadena de desgracias: “Al comenzar fue lo más duro, yo creo que para todos. Somos comerciantes del negocio del turismo. Este es un pueblo que prácticamente vive del turismo, tanto de la pesca como del turismo. Sí, nos pegó bastante. Ha sido un año difícil para nosotros porque después de la pandemia nos pegó un huracán muy fuerte. Nos tumbó el restaurante, fue un tiempo, pues que a veces no veíamos ni la salida… pero trabajamos de alguna manera u otra y logramos salir adelante otra vez”.2

Bienestar: lo ordinario y lo compartido

El bienestar de estas mujeres, en muchos casos, estaba intrínsecamente ligado a sus prácticas cotidianas, esas que les otorgaban una sensación de felicidad y plenitud. Mientras en las ciudades las personas extrañaban la vida acelerada de las plazas comerciales, las oficinas o los parques, ellas añoraban la sencillez de sus paseos al río, los baños en la playa con la familia, o las caminatas por el monte. Extrañaban también su trabajo, que para muchas de ellas representaba mucho más que una fuente de ingresos: era una manifestación de su independencia económica, de la utilización de sus talentos y capacidades, y de una conexión profunda con su comunidad. No era el cansancio físico lo que les atraía, sino el disfrute mismo de desempeñar su labor, de sentirse útiles, capaces, activas. La pandemia no sólo las privó de sus ingresos, sino también de sus motivaciones cotidianas que las impulsaban a levantarse cada mañana.

La señora Elva, quien regenta una paletería, me confesó con un tono cálido la alegría que sentía al regresar a su trabajo: “A mí me gusta mucho estar aquí. En mi casa vivo sola, está lejos mi casa. Más que caballos y vacas, no hay nada. No pasan carros, nada. Yo disfruto venir para acá, además de que hago algo, estoy activa […] entonces no me enfado y además no falta quien venga y me acompañe, como esa señora que acaba de venir y se queda un rato, se desenfada ella de estar encerrada”. El trabajo no sólo les proveía de un ingreso, sino que les ofrecía un espacio vital para interactuar, para conectarse con otros seres humanos y con su entorno.

Las vecinas, entonces, se convirtieron en aliadas esenciales durante estos tiempos de incertidumbre. Se ayudaban mutuamente con las compras y el cuidado de los enfermos. Cuando el virus tocaba sus puertas, las prácticas ancestrales de la comunidad, como los remedios caseros, cobraban una nueva relevancia. En muchas ocasiones, el apoyo de la familia y una alimentación adecuada fueron fundamentales para quienes atravesaron cuadros graves de la enfermedad, aún cuando el apetito había desaparecido y el sentido del gusto se desvaneció.

Caminata por el río

Figura 2. Caminata por el río. Estudiante del Posgrado en Ciencias de la Sostenibilidad y mujer oriunda de Costa Sur de Jalisco.
Crédito: Adriana Fournier Uriegas.

Vacuna y fe: entre la información y la desconfianza

La llegada de la vacuna no fue sólo un alivio para muchos, sino también una fuente de confusión, miedo e incertidumbre. Se tejieron historias extrañas que volaban de boca en boca: algunos creían que la vacuna era un medio para insertar un chip en las personas, otros decían que el gobierno planeaba usarla como un experimento en el que todos los vacunados seríamos conejillos de indias, y había quienes pensaban que se nos convertiría en robots. Doña Cayo, que sí se vacunó, se lo tomaba con humor: “Pues si nos convertimos en robots, no pobres de nosotros, pobres de los que se habrán quedado humanos”.

Estas creencias, aunque aparentemente absurdas, invitan a reflexionar sobre el poder de la transmisión de información de boca en boca, sobre cómo el miedo colectivo puede nublar el juicio y la toma de decisiones. Las dudas sobre la vacuna no eran sólo sobre lo que se nos estaba ofreciendo, sino sobre la falta de confianza en las instituciones y en quienes difunden la información científica.

La fe en Dios jugó un papel crucial en la decisión de muchas mujeres sobre si vacunarse o no. Frases como “Será lo que Dios quiera”, “Me encomiendo a Dios”, “Diosito sabe mi hora” eran comunes entre ellas. Bety, quien decidió no vacunarse, explicó: “No me quise vacunar porque ya ve que hay unos que decían ‘no se vacunen’ y otros que sí, y yo le dije a mi marido —porque él sí se vacunó— yo no, yo se lo dejo a Dios. Si Él quiere que yo muera, de eso voy a morir y si no, no. Yo tengo mucha fe y Él es el que me va a ayudar.”

Por otro lado, doña Lety, quien trabaja en el sector salud, compartió su frustración con aquellos que aún se oponían a la vacuna, explicando: “Todavía hay mucha gente que no se vacuna y todavía hay gente, te lo juro, que piensa que le van a poner un chip. Como si un microchip fuera un recurso accesible y como si fuera importante. O sea, ya te están vigilando con tu chip que tú propio te conectaste [refiriéndose al celular]. O sea, si quieren vigilarte aquí te tienen, pa’ qué chingados te meten uno que cuesta una fortuna.” Su desazón me lleva a cuestionar lo que a veces llamamos “ignorancia”. Tal vez el rechazo a la vacuna no sea una cuestión meramente de falta de información, sino de desconfianza profunda.

Bullen (2022) argumenta que la oposición a las vacunas y a las medidas de precaución durante la pandemia no se debía a una ignorancia azarosa, sino a una incomprensión más profunda de las relaciones causales y procesos fisiológicos. Las creencias, aunque desconcertantes, tienen raíces más complejas en la historia de las comunidades y en la manera en que la información científica es difundida o, mejor dicho, es ignorada.

En las localidades donde residen estas mujeres, el gobierno y el turismo siempre han sido actores clave, pero no han mostrado un genuino interés por el bienestar de sus poblaciones. A pesar de la presencia de escuelas, centros de salud y complejos turísticos de lujo, la desconfianza hacia las instituciones y la información que ofrecieron durante la pandemia es palpable. Durante mis entrevistas, recordé una frase que había escuchado durante mis estudios de maestría, que resonó en mi mente con fuerza: “La mayoría de los que niegan la ciencia no tienen un déficit de información, sino un déficit de confianza. Y la confianza debe construirse con paciencia, respeto, empatía y conexiones interpersonales” (McIntyre, 2021, p. 165).

Resistencia: una vida de pie

Durante el tiempo que conviví con estas mujeres, una verdad más profunda fue revelándose. Al principio, percibí su aparente indiferencia hacia la pandemia, y la idea de que el covid-19 había tenido menos impacto en la costa que en las ciudades. Sin embargo, pronto comprendí que esa percepción era mucho más compleja de lo que imaginaba. En las comunidades de la costa sur de Jalisco, el bienestar no había sido amenazado por primera vez con la llegada de la pandemia. De hecho, la historia de estas mujeres y sus pueblos es una de constantes amenazas a su supervivencia. La pandemia fue sólo otro eslabón en una cadena de desafíos mucho más antiguos.

Es imposible en este espacio abordar en profundidad todas las formas en que se ha invadido su territorio, pero vale la pena mencionar algunos de los impactos más notorios: la usurpación de tierras y playas para construir complejos turísticos como Careyes y Cuixmala, los efectos destructivos de huracanes cada vez más frecuentes, y la implementación de miles de hectáreas declaradas como reservas naturales. Aunque este último proceso no es intrínsecamente negativo, su falta de consulta con los habitantes locales sobre sus necesidades y preocupaciones lo convierte en un problema. Así, este texto, centrado en las vivencias durante la pandemia, está impregnado de un contexto más amplio, donde las luchas sociales, políticas y ambientales de estas comunidades exigen ser examinadas a fondo.

La pandemia no fue más que otro fenómeno dentro de una serie de eventos desconcertantes para la región. Las mujeres, en particular, demostraron una resiliencia que no surgió de la noche a la mañana, sino de años de enfrentarse a desafíos. Sus vidas no han sido fáciles, pero están acostumbradas a sortear adversidades. Aunque la crisis económica provocada por la pandemia afectó sus ingresos, no era la primera vez que una amenaza externa las empujaba a adaptarse y encontrar nuevas formas de subsistir.

Alena lo explica con una sabiduría que sólo se gana con el tiempo: “La vida misma te va haciendo, vas aprendiendo muchas cosas, vas madurando, vas viendo la vida de otra manera, por situaciones que quizás le pasan a uno. Entonces siento que son esas cosas que te van sirviendo para no volver a cometer quizás algunos errores que cometías antes. Para mí, la misma vida, las circunstancias de la vida a veces te llevan, no toda la vida es perfecta, ni toda la vida, vamos a vivir color de rosas; hay subidas y bajones. Entonces siento que la misma vida es la que te enseña a enfrentarla y hasta que la sobrelleves de alguna otra manera, aunque a veces hay momentos en que sientas que no quieres saber nada de nada, son momentos, pero… cuenta mucho cómo los sepas afrontar. Ese es mi modo de pensar.”

Estas palabras reflejan una filosofía que he observado en cada conversación, en cada encuentro, y que me hizo entender que la capacidad para enfrentar las adversidades fue, durante la pandemia, uno de los pilares del bienestar local. Mi experiencia académica me permitió convivir diariamente durante dos meses con las mujeres de la costa sur de Jalisco, y a través de esa convivencia, pude conocer lo esencial que es para ellas su entorno. Esas comunidades no sólo sobreviven; resisten con creatividad, con alegría, con el valor de seguir adelante a pesar de las dificultades.

La resistencia, para ellas, no sólo se manifiesta en la lucha contra las crisis externas. También es una actitud constante de resistencia interna, una forma de encontrar el bienestar en medio del caos. Lo vi en sus miradas, en sus sonrisas, en la manera en que transformaban cada obstáculo en una oportunidad para seguir adelante.

Madre e hija

Figura 3. Madre e hija. Pescadoras de la comunidad de Chamela, Jal.
Crédito: Adriana Fournier Uriegas.

Agradecimientos

Esta publicación es producto de mi investigación de maestría titulada “Relación bienestar-ambiente desde las perspectivas y experiencias de mujeres de la costa sur de Jalisco”, realizada con el apoyo del Programa papiit-unam, proyecto IN300422: “Interacciones ciencia-sociedad en el manejo costero: análisis de representaciones sociales, redes de conocimiento y comunicación”.

Agradezco profundamente a mi tutora, Alicia Castillo, y al grupo de trabajo Socioecología y Comunicación para la Sustentabilidad del iies-unam. De manera especial, agradezco a las mujeres que me abrieron las puertas de sus casas y compartieron conmigo sus historias de vida.

Lecturas sugeridas

Referencias

  • Bullen, A. (2022). Un afortunado accidente: Un reencuentro con un hombre unidimensional. En E. Castro (Coord.), Lecturas de la fragilidad: Educación ambiental y pandemia (pp. 132–157). La Zonámbula.
  • Instituto Nacional de las Mujeres (INMujeres). (2020, 12 de diciembre). Las mujeres y el trabajo en el contexto de la pandemia en México. http://cedoc.inmujeres.gob.mx/documentos_download/BA6N12.pdf.
  • McIntyre, L. (2021). Talking to science deniers and sceptics is not hopeless. Nature, 596(7871), 165. https://doi.org/10.1038/d41586-021-02152-y.


Recepción: 2024/11/06. Aceptación: 2025/02/10. Publicación: 2025/05/05.

Vol. 26, núm. 3 mayo-julio 2025

Dos generaciones universitarias: consumo riesgoso de alcohol durante la pandemia

Ana Cecilia Álvavez Loera, Paula Carmina Del Valle Ávila, Ma. de los Ángeles Vacio Muro y Martha Leticia Salazar Garza Cita

Resumen

El objetivo de este artículo es reportar los hallazgos sobre el consumo de alcohol y su asociación con factores sociodemográficos y académicos en dos generaciones universitarias durante la pandemia por covid-19. Además de los factores sociodemográficos y académicos, el confinamiento debido a la covid-19 se ha asociado con un mayor consumo de alcohol. Se compararon los niveles de riesgo de consumo de alcohol en dos generaciones de nivel superior que iniciaron sus estudios durante la pandemia. Participaron 2,265 estudiantes de manera voluntaria. Se encontró que prevalece un consumo de bajo riesgo y abstinencia, aunque algunos reportaron un consumo riesgoso y perjudicial. Los hombres presentaron un mayor consumo y de mayor riesgo que las mujeres. La convivencia intermitente con los compañeros y tener empleo a tiempo completo o medio tiempo favorecieron situaciones de consumo. El análisis bivariado tiene limitaciones; futuros análisis multivariados permitirán una comprensión más integral del fenómeno, lo que contribuirá a la identificación temprana de poblaciones en riesgo y su atención.
Palabras clave: consumo de alcohol, adicciones universitarias, pandemia, factores sociodemográficos, riesgo académico.

Two university generations: risky alcohol consumption during the pandemic

Abstract

The aim of this article is to report findings on alcohol consumption and its association with sociodemographic and academic factors in two university generations during the covid-19 pandemic. In addition to sociodemographic and academic factors, the covid-19 lockdown has been linked to increased alcohol consumption. The levels of alcohol consumption risk were compared between two generations of higher education students who began their studies during the pandemic. A total of 2,265 students participated voluntarily. It was found that low-risk consumption and abstinence prevailed, although some reported risky and harmful consumption. Men exhibited higher and riskier alcohol consumption than women. Intermittent socializing with peers and having full-time or part-time employment favored drinking situations. The bivariate analysis has limitations; future multivariate analyses will allow a more comprehensive understanding of the phenomenon, contributing to the early identification of at-risk populations and their intervention.
Keywords: alcohol consumption, university addictions, pandemic, sociodemographic factors, academic risk.


Introducción

El consumo de riesgo y dañino de alcohol (crda) se define como un patrón de consumo de bebidas embriagantes que se ubica en un continuo de severidad, colocando al sujeto en riesgo de desarrollar problemas de salud y/o de enfrentar complicaciones físicas y/o psicológicas, tales como accidentes, victimización, violencia, dependencia al alcohol, entre otras (Díaz et al., 2009).

Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (oms) sobre el alcohol (2019), el grupo de 15 a 24 años es el que presenta mayores episodios de consumo excesivo de alcohol, principalmente entre los hombres. En México, la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (encodat) (Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz [inprfm], 2017) reportó que el consumo de alcohol y otras drogas aumentó en la población general en los últimos 10 años, siendo los 17 años la edad de inicio de consumo. Entre los 18 y 25 años de edad, el 36 % de los hombres y el 47 % de las mujeres inician su consumo, periodo de la vida en el cual algunas personas cursan la educación superior.

Estudiantes de la Universidad Tecnológica de Aguascalientes

Figura 1. Estudiantes de la Universidad Tecnológica de Aguascalientes.
Crédito: Dirección de Área de Promoción y Comunicación, UTNA.

La encuesta reportó que la población general consume, en promedio, 4.9 litros de alcohol puro per cápita, siendo los hombres quienes consumen más que las mujeres (7.9 litros frente a 2.1 litros, respectivamente). Los estados con mayor consumo per cápita son: Aguascalientes (8 litros), Jalisco (7.9 litros) y Nuevo León (7.4 litros). En particular, en Aguascalientes (entidad en la que se realizó el estudio), el 75 % ha bebido alguna vez en la vida y el 58 % lo hizo en el último año. Además, el consumo consuetudinario (11 %), el consumo excesivo en el último mes (26.3 %, principalmente entre los hombres que consumen alcohol, 39 %) y el indicador de dependencia, es decir, con posible adicción al alcohol (2.2 %), son superiores a los reportados a nivel nacional.

Durante la pandemia por covid-19, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2020 sobre covid-19 (ensanut) reportó una prevalencia del consumo de alcohol en la población de 20 años o más de 54.3 %, siendo mayor entre los hombres (67.2 %) que entre las mujeres (42.5 %). Este porcentaje fue aún mayor entre los de 20 a 29 años (Shamah-Levy et al., 2021). Además, se encontró que, en ambos sexos, la posibilidad de un consumo excesivo de alcohol se incrementa con un mayor nivel de escolaridad y disminuye con la edad. Asimismo, existe una asociación positiva con el estado civil, así como con la salida a trabajar durante la pandemia (Rivera et al., 2021).

En un estudio realizado por Barrera et al. (2022) sobre los cambios en los patrones de consumo de alcohol y tabaco antes y durante la pandemia de covid-19 en personas de 20 años y más, se encontró que el consumo de alcohol en mujeres aumentó del 33.5 % en 2018 al 42.5 % en 2020, mientras que en los hombres no hubo cambios significativos.

Por otra parte, resultó relevante estudiar los cambios ocurridos en el consumo de alcohol entre la población estudiantil, en relación con factores socioeconómicos y académicos. Del Rosario et al. (2021) estudiaron la asociación entre consumo de alcohol, estrés, ansiedad, depresión y aburrimiento, encontrando medias de consumo menores, que podrían ser resultado del confinamiento. No se encontraron hallazgos significativos en la asociación entre el consumo de alcohol y las variables mencionadas.

Sin embargo, otros estudios realizados con población estudiantil identifican un mayor nivel de riesgo entre los hombres, en las personas que solo se dedican a estudiar y en aquellos con familiares que también consumen bebidas alcohólicas (Amaro et al., 2013; Camacho, 2005; Mantilla et al., 2016). El estudio realizado por Vargas et al. (2020) encontró que, al incrementarse el consumo de alcohol, el rendimiento académico tiende a disminuir, mientras que el número de materias reprobadas aumenta. En contraparte, otro estudio realizado en la Universidad Intercultural de Veracruz encontró que el consumo abusivo y de riesgo no afecta el promedio de calificaciones (De San Jorge et al., 2016). Esto sugiere que los resultados en este sentido no son concluyentes.

Estudios previos realizados en jóvenes universitarios en cuanto al consumo de alcohol en la Universidad Tecnológica del Norte de Aguascalientes (utna), donde se desarrolló este trabajo, muestran que, aunque un mayor porcentaje de su población estudiantil no consume alcohol o lo hace con un bajo riesgo, también se presenta el consumo de alto riesgo, perjudicial y de probable dependencia (Del Valle y García, 2020). Por lo tanto, es relevante continuar con su evaluación, integrando nuevas variables de análisis y en condiciones que se reportan como favorecedoras para el aumento de las tasas de consumo, como la pandemia por covid-19.

El objetivo de este trabajo fue comparar el nivel de riesgo del consumo de alcohol y los factores sociodemográficos y académicos asociados en dos generaciones de estudiantes universitarios —2020 y 2021— que iniciaron sus estudios durante la pandemia.

Método

Diseño

Estudio no experimental, descriptivo, correlacional y de comparación, de corte transversal.

Participantes

La población estudiantil de nuevo ingreso de las generaciones 2020 y 2021, de los niveles Técnico Superior Universitario (tsu) y Licenciatura, participó voluntariamente con un total de 2,265 estudiantes. De este total, 1,594 estaban inscritos en el nivel tsu y 671 en el de licenciatura. El 55% fueron mujeres y el 45% hombres (m = 19.4 años; de = 3.2). El 94% de los participantes estaban solteros y el 49% reportó trabajar en el momento del estudio; de estos, el 45% laboraba 8 horas diarias, el 24% lo hacía 4 horas diarias y el 31% de manera ocasional.

La generación 2020 estuvo conformada por 1,118 estudiantes, de los cuales 754 eran del nivel tsu y 364 de licenciatura. El 67% fueron mujeres y el 33% hombres (m = 19.6 años; de = 3.4). El 93% estaban solteros y el 49% reportó trabajar además de estudiar. Por otro lado, la generación 2021 estuvo integrada por 1,147 estudiantes, de los cuales 840 eran del nivel tsu y 307 de licenciatura. El 73% fueron mujeres y el 27% hombres (m = 19.2 años; de = 2.9). El 95% estaban solteros y el 49% también trabajaban mientras estudiaban.

Instrumentos

  1. Cuestionario de datos sociodemográficos y de consumo de alcohol y otras drogas. Este cuestionario evalúa datos sociodemográficos, variables académicas, y las prevalencias de consumo de alcohol, tabaco y otras drogas en diferentes períodos: alguna vez en la vida, en el último año y en el último mes. Fue diseñado a partir del cuestionario utilizado en las encuestas de adicciones realizadas a estudiantes de secundaria y bachillerato en México (Velázquez et al., 2016).
  2. Cuestionario de Identificación de los Trastornos debidos al Consumo de Alcohol [audit] (Babor et al., 2001; Medina-Mora et al., 1998): Este cuestionario mide el consumo riesgoso y dañino de alcohol (crda) mediante 10 reactivos, cada uno con diferentes opciones de respuesta. Permite clasificar el nivel de consumo de alcohol según el puntaje obtenido:
  1. abstemio o consumo de bajo riesgo (no bebe o lo hace en bajas cantidades y con poca frecuencia),
  2. consumo de alto riesgo (se bebe en cantidades excesivas y con mayor frecuencia),
  3. consumo perjudicial (se experimentan consecuencias negativas que afectan al individuo y/o a otros),
  4. probable dependencia (se reporta un consumo excesivo, pérdida de control sobre el consumo y consumo matutino).
La validez se calculó en relación con el diagnóstico de consumo perjudicial y probable dependencia, obteniendo un índice de alfa de Cronbach de 0.77 en la población mexicana.

Procedimiento

En primer lugar, se invitó por correo electrónico a los estudiantes de nuevo ingreso de las generaciones 2020 y 2021 de una universidad tecnológica pública a responder la evaluación, a través de un formulario de Google. Debido a la falta de respuesta, se programó una sesión de aplicación de la encuesta en los laboratorios de cómputo de la universidad.

Para la generación 2020, el formulario fue compartido con 2,756 estudiantes (1,636 del nivel tsu y 1,120 del nivel de licenciatura), obteniendo la participación voluntaria de 1,118 estudiantes (40.5% de la matrícula). Para la generación 2021, el formulario fue enviado a 2,522 estudiantes (1,507 del nivel tsu y 1,015 de licenciatura), con la participación de 1,147 estudiantes (45.5% de la matrícula).

La evaluación formó parte de las actividades de inducción a la formación profesional, realizadas con el apoyo del área de tutoría y atención psicopedagógica de la institución. Al inicio del formulario, se detallaron las características del estudio y se incluyó el aviso de privacidad para obtener el consentimiento de participación.

Análisis de los datos

Una vez obtenida la información, se realizaron análisis descriptivos para identificar la proporción de estudiantes según el nivel de consumo riesgoso y perjudicial de alcohol, así como las variables sociodemográficas y factores académicos. Posteriormente, se realizaron análisis de correlación de variables utilizando el coeficiente Rho de Spearman. Finalmente, mediante la prueba t de Student, se compararon las diferencias en el puntaje medio del consumo riesgoso y perjudicial de alcohol, según la generación, el sexo y el nivel educativo.

Consideraciones éticas

Además de garantizar la confidencialidad de la información y respetar el derecho a decidir la participación en el estudio, los estudiantes identificados en riesgo recibieron retroalimentación sobre su consumo y fueron invitados a una intervención breve en línea, como parte del proyecto “Evaluación de una intervención breve en línea para disminuir el consumo excesivo de alcohol en estudiantes universitarios”, con el número pips2-22, aprobado por el Comité de Bioética de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (uaa) y el Comité de Investigación de la utna.

Resultados

La mayoría de la población estudiantil evaluada no consume alcohol o presenta un consumo de bajo riesgo (86,5%), mientras que el resto muestra un consumo riesgoso, perjudicial o probable dependencia (13,5%). En la generación 2020, el 87% de los estudiantes se ubicaron en las categorías de consumo de bajo riesgo o no consumo, mientras que el 11% presentó un consumo de alto riesgo, el 1% un consumo perjudicial y el 1% probable dependencia. Por otro lado, en la generación 2021, el 86% no bebió alcohol o mantuvo un consumo de bajo riesgo, el 12% tuvo un consumo de alto riesgo, el 1% un consumo perjudicial y el 1% probable dependencia.

En cuanto al sexo, el 81% de los hombres y el 93% de las mujeres no beben alcohol o tienen un consumo de bajo riesgo. Sin embargo, el 16% de los hombres se encuentran en un nivel de consumo de alcohol de alto riesgo, cifra superior al 6% de las mujeres. Entre los hombres, el 2% presenta consumo perjudicial de alcohol y el 1% probable dependencia, mientras que entre las mujeres no se presentan estos niveles de consumo.

Al comparar los niveles de consumo por nivel educativo entre las generaciones 2020 y 2021, se observó que, en el nivel de tsu, aumentó un 5% la proporción de estudiantes que no beben alcohol o presentan un consumo de bajo riesgo, mientras que disminuyó la proporción con consumo riesgoso, perjudicial o probable dependencia. En cambio, en el nivel de licenciatura, hubo una disminución del 12% en la población estudiantil que no bebía alcohol o tenía un consumo de bajo riesgo, y un aumento en los niveles de consumo riesgoso, perjudicial o probable dependencia (véase figura 2).

Proporción de estudiantes por nivel de consumo, nivel educativo y generación

Figura 2. Proporción de estudiantes por nivel de consumo, nivel educativo y generación.
Crédito: Elaboración propia.

Para el análisis de correlación, se excluyó a la población estudiantil que no consume alcohol. Se identificó la asociación entre las variables sociodemográficas y académicas con el puntaje total obtenido en el audit, dividiendo los estudiantes en cuatro niveles de consumo: bajo riesgo, alto riesgo, perjudicial y probable dependencia. La distribución fue la siguiente: 82% se ubicó en el nivel de consumo de bajo riesgo, 16% en consumo de alto riesgo, 2% en consumo perjudicial y 1% en probable dependencia.

Se probó la normalidad de las variables mediante la prueba estadística de Kolmogorov-Smirnov, y como no se identificó una distribución normal, se utilizó el coeficiente de correlación Rho de Spearman. En la tabla 1 se presentan las asociaciones correspondientes.

Factores N Rho Sig. (bilateral)
Sexo 1668 ,258** ,000
Ingreso semanal 1667 ,185** ,000
Ingreso familiar 1668 ,055* ,025
Condición laboral 1668 -,157** ,000
Edad 1665 ,018 ,471
Estado civil 1667 ,014 ,570
Ser estudiante el año pasado 1668 ,074** ,003
Promedio escolar 1646 -,194** ,000
Dejar de estudiar 6 meses o má 1667 -,112** ,000
Materias reprobadas 1668 -,099** ,000
Nivel educativo 1668 -,061* ,013
Asistencia regular a la escuela 1668 ,033 ,179
Generación 1668 ,024 ,024
** La correlación es significativa al nivel ,01 (bilateral).
* La correlación es significante al nivel ,05 (bilateral).

Tabla 1. Resultados de análisis de correlación del nivel de consumo de alcohol y factores sociodemográficos y académicos.
Crédito: Elaboración propia.

Respecto a los factores sociodemográficos, se encontró una correlación positiva relevante entre el nivel de consumo de alcohol y el sexo (r = 0,258, p = 0,000), el ingreso semanal del estudiante (r = 0,185, p = 0,000) y el ingreso familiar (r = 0,055, p = 0,025). Además, se observó una correlación negativa significativa con la condición laboral (r = -0,157, p = 0,000). No se encontraron asociaciones considerables con la edad ni con el estado civil.

En relación con los factores académicos, se encontró una correlación positiva significativa entre el consumo de alcohol y haber sido estudiante el año pasado (r = 0,074, p = 0,003). A su vez, se identificó una relación negativa con el promedio escolar (r = -0,194, p = 0,000), haber dejado de estudiar por 6 meses o más (r = -0,112, p = 0,000), tener materias reprobadas (r = -0,99, p = 0,000) y el nivel educativo (r = -0,061, p = 0,013). No se estableció relación con la asistencia regular a la escuela ni con la generación.

Por otro lado, el análisis de las diferencias en el puntaje medio del consumo riesgoso y perjudicial de alcohol en todos los estudiantes evaluados, utilizando la prueba t de Student para muestras independientes, mostró que no existen diferencias significativas entre las generaciones evaluadas (t = -1,621, gl = 2263, p = 0,10) (m 2020 = 3,47; m 2021 = 3,75), ni por nivel educativo (t = 0,042, gl = 2263, p = 0,96) (m tsu = 3,61; m Lic = 3,62). Sin embargo, se encontraron diferencias significativas por sexo (t = -10,903, gl = 2263, p = 0,000) (m Hombres = 2,58; m Mujeres = 4,39).

El análisis separado de cada generación, mediante la prueba t de Student para muestras relacionadas, mostró que en los estudiantes de la generación 2020 existieron diferencias significativas por nivel educativo (t = 4,540, gl = 1116, p = 0,000), con un nivel de riesgo mayor para el consumo de alcohol en los jóvenes del nivel tsu (m = 3,85) en comparación con los de licenciatura (m = 2,70). También se hallaron diferencias relevantes por sexo (t = -8,210, gl = 1116, p = 0,000), con una media superior en los hombres (m = 4,38) en comparación con las mujeres (m = 2,46).

En los estudiantes de la generación 2021, también se identificaron diferencias significativas en las mismas variables. En cuanto al nivel educativo, los estudiantes de licenciatura presentaron una media más alta (m = 4,71) en comparación con los de tsu (m = 3,40) (t = -4,950, gl = 1145, p = 0,000). En cuanto al sexo, los hombres mostraron una media mayor (m = 4,39) frente a las mujeres (m = 2,71) (t = -7,058, gl = 1145, p = 0,000).

Discusión

En este estudio, se analizó el consumo de alcohol en la población estudiantil de una universidad pública de la región centro del país, en dos generaciones de nuevo ingreso, en el contexto de la pandemia por covid-19. Este análisis forma parte de las evaluaciones solicitadas a las instituciones educativas para la atención de su población estudiantil en materia de prevención de adicciones.

Se identificó que los porcentajes de la población estudiantil en los diferentes niveles de riesgo se mantuvieron similares entre las generaciones evaluadas. Sin embargo, se observaron cambios respecto a una evaluación previa (Del Valle y García, 2020), con un incremento en el porcentaje de estudiantes que no beben o que tienen un bajo riesgo.

Con respecto a la población de licenciatura, en la primera evaluación de 2020 se observó un mayor porcentaje de quienes no beben, pero también una mayor proporción de estudiantes con consumo riesgoso, perjudicial y probable dependencia en comparación con la población de tsu. No obstante, en 2021 (año concurrente con la crisis por la pandemia y el regreso al modelo educativo híbrido), los porcentajes se invirtieron, siendo los estudiantes de licenciatura los que mostraron un incremento en los porcentajes de consumo problemático de alcohol.

Estos resultados podrían relacionarse con el confinamiento y la suspensión de actividades escolares presenciales. En el caso de tsu, la convivencia intermitente con los compañeros de la universidad favoreció situaciones y compañías de consumo. Por otro lado, en la población estudiantil de licenciatura, un mayor porcentaje de estudiantes, además de estudiar, tenían trabajos de tiempo completo o medio tiempo, lo que pudo haber favorecido que no limitaran su vida social durante la pandemia; aunque dejaron de asistir a la escuela, tuvieron otras oportunidades de convivencia social relacionadas con el consumo.

Los hallazgos coinciden con otros estudios realizados entre la población joven. El mayor nivel de consumo de alcohol se presentó entre los hombres, cuyos niveles de consumo tienden a ser más riesgosos y perjudiciales, así como a mostrar un mayor nivel de dependencia (Amaro et al., 2013; Camacho, 2005; Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, 2017; Mantilla et al., 2016). Ser hombre se asoció con el consumo de alcohol, independientemente del nivel educativo y la generación.

El nivel de consumo de alcohol también se asoció con la condición laboral y el nivel educativo. En el nivel de tsu, los jóvenes que no trabajan presentaron un mayor nivel de consumo de alcohol. En el caso de licenciatura, los estudiantes que ganan más dinero mostraron un mayor consumo. Lo anterior coincide con los hallazgos de Rivera et al. (2021).

En cuanto a los factores académicos, los resultados coinciden con otros estudios (Méndez y Azaustre, 2017; Soliz et al., 2017; Vargas et al., 2020). Se identificó que un bajo rendimiento académico, medido por un menor promedio escolar, un mayor número de materias reprobadas y haber dejado de estudiar durante 6 meses o más, se asocia con un incremento en el nivel de consumo de riesgo de alcohol. El nivel educativo cursado por los estudiantes se asoció con el consumo solo para la generación 2021, ya que, como se ha mostrado, los mayores niveles de consumo se presentaron entre los jóvenes que cursan el nivel de licenciatura.

Los factores sociodemográficos y académicos asociados identificados podrían ser útiles para segmentar a los grupos de mayor riesgo de consumo excesivo de alcohol y poder diseñar intervenciones más eficaces, puesto que los estudiantes universitarios evaluados provienen de contextos diversos.

Futuras investigaciones podrían explorar el consumo de alcohol como estrategia de afrontamiento de la ansiedad y el estrés a medida que aumenta la edad, se incorporan al mundo laboral y se casan. En general, con toda la población estudiantil, se podría indagar la relación del consumo de alcohol con las expectativas positivas sobre sus efectos, el contexto de la relación entre pares, el estilo de vida y otras condiciones de salud mental (Amaro et al., 2013; Cáceres et al., 2006; Salazar y Quintero, 2004).

El análisis de correlación realizado presenta la limitación de establecer relaciones bivariadas. Por consiguiente, se propone la exploración de modelos multivariados que permitan una comprensión más integral del fenómeno del consumo de alcohol entre la población estudiantil universitaria. Además, las próximas evaluaciones deberían ofrecer un incentivo por parte de la institución para que toda la población estudiantil las responda, a fin de incrementar la tasa de respuesta y contar con una visión más precisa de la situación. Adicionalmente, la evaluación podría integrar otras condiciones de salud, susceptibles de ser atendidas por el área de asesoría psicopedagógica.

Conclusiones

Aunque prevalece un consumo de bajo riesgo y abstinencia en la población estudiada, los resultados evidencian la presencia de consumo riesgoso y perjudicial de alcohol entre los estudiantes de dos generaciones que iniciaron sus estudios universitarios durante la pandemia. Por lo tanto, se considera relevante el diseño de estrategias de intervención adecuadas para atender a los alumnos en riesgo. Algunas de estas estrategias podrían consistir en ofrecer información y fomentar la reflexión con la población estudiantil sobre el consumo de alcohol.

De una generación a otra, se incrementó el nivel de consumo riesgoso y perjudicial de alcohol en la población universitaria, debido al aumento del consumo en el nivel licenciatura. Además, se confirma la asociación entre el nivel de consumo riesgoso y perjudicial de alcohol con variables sociodemográficas y académicas, principalmente con el sexo, la condición laboral, los ingresos personales y el rendimiento académico.

El estudio sugiere que, posiblemente, el papel de las interacciones sociales entre los estudiantes propició el consumo de alcohol con el regreso a las actividades presenciales durante la pandemia por covid-19. Asimismo, el incremento en el consumo de alcohol durante la pandemia probablemente esté relacionado con el hecho de que parte de la población estudiantil (especialmente a nivel licenciatura) mantuvo sus relaciones laborales durante la suspensión de actividades y al regreso a la modalidad presencial. Esto permitió que los estudiantes conservaran su ingreso económico, facilitando así sus oportunidades de consumo, tanto con personas de la universidad como con personas externas, además de ser una forma de afrontar este evento. No obstante, estas suposiciones deben ser confirmadas mediante otros estudios.

Referencias



Recepción: 2024/07/30. Aceptación: 2025/03/20. Publicación: 2025/05/09.

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Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079