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Los sentidos de la convocatoria

Se acepta que en “en política no existen las casualidades”; yo agregaría que esta disciplina humana obedece a las causalidades. Tanto el sentido de ideal como de motivo. En el Encuentro Vuelta, Octavio Paz, atiende a ambas posibilidades semánticas de este término, puesto que la causalidad del Encuentro tiene un ideal: reflexionar sobre la libertad, y tiene un motivo: afirmar su liderazgo intelectual. Habría de agregar que Paz también tuvo un trasfondo no declarado pero implícito: refrendar sus afirmaciones pasadas sobre el socialismo y los socialistas, que tanto habían dado que hablar y refutar por los marxistas. Curiosamente en este aspecto los intelectuales convocados funcionaron como caja de resonancia y aun como coro y eco de las ideas y conceptos pacianos sobre el socialismo. Así lo hicieron incluso aquellos de gran autoridad académica e intelectual en la materia, como Adolfo Sánchez Vázquez.

Los marxistas llegaron al Encuentro a defender una posición ideológica firme en sus conceptos y teorías, pero frágil y quebradiza en el contexto mundial de esos días. Pero no nos confundamos, la refriega intelectual estuvo equilibrada y brillante entre ambas posiciones encontradas. Hubo roces famosos como el motivado por la afirmación de Vargas Llosa sobre la dictadura perfecta de nuestro país; o el affaire entre Monsiváis y Krauze que se continuó en los diarios capitalinos los días siguientes. Sin embargo, la sustancia del Encuentro fue más que apetitosa. Pongamos un sólo ejemplo, el producto de las mesas de debate 6 y 9 cuyo tema fue: “Las tensiones nacionalistas y religiosas”, ambos asuntos de marcado escozor y rasquiña en nuestro país en general y de Puebla en particular. Inicia Paz afirmando:

El tema que nos convoca es doble: la supervivencia y el recrudecimiento de las pasiones nacionalistas, y el renacimiento religioso en muchos países (…) El nacionalismo es un sentimiento que desde la Revolución francesa no ha cesado de encender las imaginaciones, pero también con terrible frecuencia, las guerras. (…) (creo que) asistimos a la insurrección universal de los particularismos. Mucho se ha hablado, también, de la secularización de las sociedades modernas; no obstante, esta secularización coincide con el renacimiento popular –y no únicamente entre las élites- de la religión. Así, el mundo moderno confirma y desmiente las esperanzas de los filósofos de la Ilustración.

Por su parte Vitaly Korotich (importante periodista y editor soviético) apuntaba:

Recordarán ustedes que, el lunes pasado uno de nuestros distinguidos colegas nos advirtió sobre el consumismo y sobre Madonna como los principales peligros que enfrenta la sociedad de mi país. Le respondo que en Moscú (hace cinco días que partí) la gente se halla lejos del consumismo, ahora que no tienen nada que consumir y de Madonna, si es la cantante, no tenemos con que pagarle, pero si se trata de la Madonna, madre de Jesús, es distinto pues la perestroika ha significado nuestro retorno a la humanidad. Empezamos a comprender que consumismo más Madonna no es algo peor que el Gulag sin pan. Lo más importante es que comprendimos que la vida sin valores humanos no es vivible. Estamos cansados de esa vida. (…) el momento del arrepentimiento ha llegado a nuestra sociedad. Nuestro sistema no construyó una moral que nuestra sociedad aceptara: se les impuso la ética y la moral en nombre de la conciencia de clase. Ahora asistimos a un renacimiento masivo de la religión, que consiste, sobre todo, en intentar volver a los antiguos valores humanos y en salir de ese odio que se nos impuso como fundamento de la llamada conciencia revolucionaria.

Asimismo, Trevor-Roper afirmó:

…la religión que suele aspirar a ser universal, puede estar también del lado del nacionalismo; (del mismo modo) cuando, el nacionalismo ha perdido a sus líderes naturales, o se siente traicionado por ellos, recurre a la religión aun sin creer en ella. Aunque no acepte la religión que ha heredado como doctrinal e intelectualmente verdadera, la aceptará como representación sustituta de su identidad nacional.

Finalmente, escuchemos a Leszek Kolakowski:

Lo que ocurre hoy, el renacer de las tensiones y los odios nacionales, muchos lo predijeron. Todos deseábamos la desintegración del imperio soviético, pero temíamos que la fuente más importante de energía desintegradora fuesen los sentimientos y los odios nacionales. Nada de esto nos complace, sino al contrario. No queremos que el imperio soviético se desmorone por la carnicería masiva de azerís, armenios, uzbekos, rusos, etcétera; ni por derramamiento de sangre en Europa Central y en la república rusa, que busca actualmente recuperar su soberanía. (…) Naturalmente, no fue la caída de la ideología comunista lo que originó los nacionalismos; siempre habían estado allí, aunque no encajaran bien con la doctrina comunista.

Hasta aquí el ejemplo. Pasemos a analizar, brevemente, la redefinición del liderazgo intelectual mexicano.

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