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Vuelta, nexos y los otros (sigue...)

Por último abordaré la parte oscura, o al menos sospechosa, del Encuentro Vuelta: el patrocinio y apoyo de Televisa.

Durante toda su vida, Octavio Paz fue construyéndose como una empresa intelectual basada en dos imágenes superpuestas: creador literario e intérprete social. Para lo primero echó mano de la poesía y el ensayo; para lo segundo, se valió de la crítica y polémica. En todo ello resulta indiscutible su talento. Sin embargo, es menos conocida su faceta de negociador de sus intereses, preferencias y preferidos. Recuérdese tan sólo lo que Enrico María Santi relata en la introducción de la edición Primeras letras, que compila los escritos y poemas de juventud de Paz. De ahí que no resulte extraño, ni mucho menos asombroso, que Paz hubiese negociado con Emilio Azcárraga la transformación en mercancía de culto televisivo popular, a un intelectual de su talla. Gorbachov lo haría más tarde anunciando hamburguesas Mac Donald. Esto de la comercialización de Paz a través de Televisa no tiene vuelta de hoja; sin embargo, de ahí a afirmar que por gracia o mediación de Televisa a Octavio Paz le concedieron el premio Nobel de Literatura en ese 1990, es torcer demasiado la realidad. Cierto es que la Academia Sueca ha cosechado errores garrafales, tanto otorgando como no otorgando algunos premios, pero ninguno de los premiados era un improvisado y, sin duda, Paz no lo era. Y en cuanto a la sospechosa proximidad de Paz a los monopolios, televisivos y editoriales (Círculo de Lectores y Seix Barral por mencionar tan sólo dos) recordemos que aun la poesía, para los poetas con los pies en la tierra, es, o al menos debiera ser, el producto que les permitiese vivir con decoro social y financiero y en ello ayuda, por supuesto, el empaque y la mercadotecnia. Y ¿esto justifica desdorar un tanto el halo inmaculado del poeta puro de noble corazón y gran cabeza? No lo sé, para bien o para mal, hasta hoy nadie se me ha acercado con alguna propuesta lo suficientemente indecorosa que me permitiese obtener el Nobel de Literatura o al menos una mínima solvencia financiera para gracia y beneplácito de mi mujer y mis hijos.

Resumiendo: Si nuestra clase política o deportiva o cultural fuese capaz de emular una y otra vez la capacidad de convocatoria que Paz esgrimió en ese 1990, es probable (y sin duda, deseable) que nuestra sociedad dejase atrás algunas de las taras más lacerantes de nuestra historia y, así, podríamos trocar políticos en estadistas, deportistas en atletas, partiditos en instituciones y camarillas gubernamentales en gobiernos a nuestro favor y no en nuestra contra.

 

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