Microrreservas: una alternativa para las zonas áridas y semiáridas de México

Vol. 23, núm. 2 marzo-abril 2022

Microrreservas: una alternativa para las zonas áridas y semiáridas de México

David Brailovsky Signoret Cita

Resumen

La conservación biológica es compleja. Aunque existen avances sustanciales en cuanto al establecimiento de áreas naturales protegidas, falta mucho por hacer en cuanto a zonas áridas y semiáridas en México. La selección de dichas áreas frecuentemente se basa en atributos paisajísticos, cercanía a poblaciones importantes y especies animales carismáticas o icónicas. En el Desierto Chihuahuense no sólo se tiene una densidad de protección menor a la del lado estadounidense, sino que únicamente dos reservas consideran significativamente a las plantas y en específico a las cactáceas: Mapimí y Real de Guadalcázar, y quizá la nueva reserva de Huiricuta. El problema de la representatividad de especies desérticas se incrementa debido al fenómeno de microendemismos y a las distribuciones disyuntas, tan frecuentes en los cactus. La integración de microrreservas es una buena opción para complementar el actual panorama de conservación, que requiere más que decretos y visitas ocasionales.
Palabras clave: conservación in situ, áreas naturales protegidas, microrreservas, riqueza, microendemismos.

Micro-reserves: an alternative for the arid and semiarid zones of Mexico

Abstract

Biological conservation is complex. Although there are substantial advances regarding the establishment of protected natural areas, much remains to be done in terms of arid and semi-arid zones in Mexico. The selection of such areas is often based on landscape attributes, proximity to important populations, and charismatic or iconic animal species. In the Chihuahuan Desert, not only is there a lower density of protection than on the United States, but only two reserves in Mexico consider plants significantly, specifically cacti: Mapimí and Real de Guadalcázar, and perhaps the new reserve of Huiricuta. The problem of representativeness of desert species increases due to the phenomenon of micro-endemisms and disjunct distributions, so frequent in cacti. The integration of micro-reserves is a good option to complement the current conservation landscape, which requires more than decrees and occasional visits.
Keywords: in situ conservation, protected natural areas, micro-reserves, richness, micro-endemisms.

¿Cómo se pueden conservar o preservar los ecosistemas?

Existen dos enfoques básicos para la conservación natural: la conservación in situ 1, en las zonas naturales o Áreas Naturales Protegidas (anp), y la conservación ex situ 2, en los bancos de germoplasma, jardines botánicos y zoológicos. La conservación en anp es considerada la forma más eficiente de conservación in situ de la biodiversidad, con más de 12% de la superficie de la tierra protegida (Brailovsky, 2018). Dichas áreas habitualmente extensas comprenden: las reservas de la biósfera, los parques nacionales, las Áreas de Protección de Flora y Fauna (apff), los parques estatales y los monumentos naturales. Todas ellas, quizá con la excepción de algunos parques y monumentos, suelen cubrir áreas muy grandes que, a pesar de todo, no comprenden a la mayor parte de las especies endémicas. Esto sucede con mayor frecuencia en las amplias regiones áridas y semiáridas del centro y el norte de México, donde, de hecho, existe una fuerte carencia de anp en contraste con la protección de otros tipos de vegetación en climas más húmedos de México. La necesidad de establecer microrreservas surge, pues, del problema de conservar las plantas y animales con distribuciones disyuntas3, poblaciones pequeñas o presencia en sitios muy específicos que no quedan englobados en las grandes áreas.

¿Qué se entiende por microrreserva?

Se trata de reservas de pequeñas dimensiones, concepto que puede divergir dependiendo del área geográfica implicada. Frecuentemente se considera microrreserva como un anp menor a 10 km2. Un área de 100 km2 ya es considerada de carácter intermedia, pero se pueden valorar algunas posibilidades entre ambas áreas. Las microrreservas bien manejadas y efectivamente protegidas son óptimas tanto en utilización de recursos económicos y naturales, como en baja fragmentación y mejor protección de especies con distribuciones disyuntas. Esto las hace altamente interesantes para proteger especies endémicas y microendémicas, pero, a su vez, presentan bajas riquezas y representatividad limitada de otros elementos bióticos (ver tabla 1, donde las principales ventajas y desventajas de las microrreservas se contrastan con reservas tradicionales de mayor dimensión). Es prometedor que las microrreservas puedan incentivarse a través de esquemas multifacéticos que integren inversión privada y pública; además de que, por su extensión, resultan fáciles de cuidar si cuentan con un buen programa y personal.

Tabla 1. Ventajas y desventajas de las microrreservas.
* Se muestran en letras rojas las desventajas y en azul las ventajas, al contrastarlas con reservas de tamaño intermedio y reservas de gran tamaño. Elaboración propia.

Flora mexicana, endemismos y microendemismos

Si caminaran a través de México, encontrarían una gran diversidad de flora y fauna, y notarían la gran diversidad florística del país, que Rzedowski (1993) y otros botánicos han estimado en 220 familias, 2,410 géneros y 22,000 especies, pero del cual se tienen nuevos estimados algo superiores. México es un lugar de endemismos: esto significa que casi 60% de las especies de plantas que habitan en el país sólo existen aquí y no se encontrarán en ningún otro lugar del mundo de manera natural. ¿Pero, qué es un endemismo? Podemos entenderlo sólo en relación con el área de ocupancia4 o distribución con la que es comparada una especie.

Así, por ejemplo, el peyote (Lophophora williamsii) es casi endémico del Desierto Chihuahuense, pero no estrictamente, pues algunas poblaciones ocurren en la planicie costera de Texas y de Tamaulipas, fuera de este desierto. No obstante, si es completamente de Norteamérica. Si nos enfocamos en su especie hermana, el L. diffusa, tenemos que es verdaderamente endémica al Desierto Chihuahuense y también endémica —se puede decir microendémica— al estado de Querétaro, pues sólo ocurre en esos lugares se trata de un área relativamente pequeña. Sin embargo, preferimos emplear el término microendémico para designar áreas aún más pequeñas, como podría ser la distribución disyunta de Echinocactus grusonii (Biznaga Dorada) en el cañón del río Tula y río Moctezuma (presa “Fernando Hiriart” de Zimapán) y una población encontrada hace pocos años en el sudoeste de Zacatecas (ver figura 1).

Figura 1. El caso de Echinocactus grusonii.

Las regiones áridas y semiáridas abarcan cerca de dos terceras partes de la república y comprenden enormes extensiones con escasas anp, que están separadas unas de otras por grandes distancias. Son ricas en especies de agaves, cactáceas, nolinas y fouquerias (ocotillos o cirios) y los casos de microendemismos son relativamente comunes. Existen numerosos ejemplos de plantas microendémicas, particularmente en lo que respecta a las cactáceas. Los cactus son plantas suculentas, con formas sui géneris y extrañas, que caracterizan el paisaje de las regiones áridas y semiáridas de América (Bravo-Hollis, 1997). Los agaves o magueyes, junto con las yucas o izotes y los amoles pertenecen a la familia Agavaceae, mientras que los sotoles y palmillas se agrupan en la familia Nolinaceae. Éstas y otras familias están presentes en los extensos desiertos Chihuahuense y Sonorense, la región de Tehuacán-Cuicatlán, y en zonas semiáridas de la república mexicana. En ellas se encuentran ciertos microendemismos, que se caracterizan por la extrema restricción geográfica, pues ocupan áreas reducidas (10 km2) y no se presentan en ningún otro lugar, por lo que deben ser considerados prioritarios dentro de los esquemas de conservación de la biodiversidad.

Como ejemplo, en lo que respecta al Desierto Chihuahuense5 (ver figura 2), gran parte de su flora es considerada endémica (Hernández y Gómez-Hinostrosa, 2011). En el caso particular de las cactáceas, se cuentan 329 especies y 39 géneros, de los cuales 70% de las especies y 43% de los géneros son endémicos, y de ellos una tercera parte son considerados microendémicos (Hernández et al., 2010; Hernández y Gómez-Hinostrosa, 2011). Muchas especies microendémicas han sido poco estudiadas y se conoce relativamente poco sobre la rareza y la especialización de hábitat. Hacen falta más estudios que integren estos conceptos en el diseño de reservas (Brailovsky Signoret y Hernández, 2021).

Figura 2. Presa Zimapán. Crédito: D. Brailovsky Signoret.

Las áreas de endemismo constituyen la unidad básica de clasificación en la biogeografía (Espinosa-Organista et al., 2002; Posadas y Miranda-Esquivel, 1999). Un área de endemismo se define a partir de la superposición de las áreas de distribución de dos o más taxa distintos (Morrone, 2001). Varias áreas de endemismo se traslapan, pero en la mayoría de las especies microendémicas esto no sucede, y no por ello se les resta relevancia en los esfuerzos de conservación. Por mencionar un ejemplo interesante, en el caso del Desierto Chihuahuense, 829 localidades se encuentran en anp y éstas están contenidas en un 7% de la superficie de este desierto. Esto significa que 93% del desierto no está protegido de ninguna forma; no está considerado en el marco de protección de la conanp, a pesar de que está repleto de especies endémicas y microendémicas.

No obstante, diversas especies de las familias ya citadas sí están presentes en algunas anp, entre las cuales cabe destacar la Reserva de la Biosfera de Mapimí6 (ver figura 3), el Refugio de Vida Silvestre de Cuatro Ciénegas, parte de la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda y la Reserva de la Biosfera Barranca de Metztitlán (conanp, 2022), así como la reserva estatal de Guadalcázar, las apff del Cañón de Santa Elena y Maderas del Carmen (Hernández y Gómez-Hinostrosa, 2011). Por su parte, en los Estados Unidos de América existen los monumentos naturales de Chiricahua y White Sands, los parques nacionales de Guadalupe Mountains y Big Bend, así como el parque estatal de Big Bend Ranch, el campo experimental de La Jornada y el área de manejo de vida silvestre de Black Gap (Hernández, 2006). Recientemente se estableció una reserva en Huiricuta, en Real de Catorce, pero ésta se enfoca sobre todo al carácter cultural de la zona.

Figura 3. Bordo y cerro San Ignacio, Bolsón de Mapimí, Durango. Los bordos pueden ser tanto caminos elevados de terracería como los más típicos embalses de agua estacional, los encontramos en gran cantidad en los desiertos mexicanos, pues son la base para mantener hatos de ganado en sitios secos. Cuando ocurren fuertes sequías es posible que se pierda el ganado en regiones amplias, como sucedió en el Bolsón de Mapimí hace un par de décadas.
Crédito: D. Brailovsky Signoret.

Microrreservas de flora

Las microrreservas de flora (mrf) son pequeñas extensiones de tierra de hasta entre 20 hectáreas y menos de 10 km2 (para el caso de México podrían ser algo mayores), que presentan valores pico de riqueza, endemismo o rareza, y que son asignadas al monitoreo y conservación a largo plazo de las especies, el sustrato y los tipos de vegetación (Fos Martín y Laguna, 2021). Fueron implementadas en un principio como una red en la provincia de Valencia, en España, para complementar a las anp tradicionales que no alcanzan a incluir a las especies microendémicas (Laguna et al., 2004 y 2021). En España fueron creadas por medio de decretos oficiales, que les confieren un estatus permanente y proveen protección para las plantas y los sustratos a la vez que permiten el desarrollo de actividades tradicionales compatibles con la conservación.

Las mrf se han ubicado especialmente en terrenos públicos, aunque también pueden establecerse en propiedades privadas mediante acuerdos o contratos permanentes e irrevocables con los propietarios, en los que se busca proporcionar incentivos para la conservación (Laguna et al., 2004; Laguna, 2008; Kadis et al., 2013). Las mrf no se tratan como las anp convencionales, sino como parcelas en las cuales la protección del sustrato es un medio para lograr la conservación de las plantas. No requieren de la aprobación de laboriosos planes de manejo, aunque dentro de ellas se desarrollan programas activos de manejo y monitoreo, que incluyen la colecta y almacenamiento de semillas, refuerzos y reintroducciones de las poblaciones, exclusión de los herbívoros, manejo de la vegetación y monitoreo de las poblaciones. Además, sirven para probar y desarrollar métodos de conservación activos que llevan a la implementación de acciones in situ o ex situ (Laguna et al., 2004; Kadis et al. 2013; Fos y Laguna, 2021).

Las mrf se han probado con éxito en varios países, especialmente en Rusia, islas del Mediterráneo y los países del centro y este de Europa. Se propone enfatizar la atención de los investigadores y autoridades mexicanas para que este prometedor acercamiento pueda ser contemplado y aplicado a la realidad mexicana, pues prácticamente no se ha empleado hasta la fecha.

El primer paso para designar una mrf es la revisión de las distribuciones de especies microendémicas y la búsqueda de áreas críticas. Se pueden utilizar métodos como el pae7 (Posadas y Miranda-Esquivel, 1999), mismo que permite determinar endemismos en función de la parsimonia8 entre las áreas que cubren los taxones9. Existen numerosas herramientas de información geográfica que pueden resultar útiles, algunas de las cuales abarcan mapeos de los tipos de vegetación, el uso de la tierra, la propiedad y las áreas naturales (Laguna et al., 2004).

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza o International Union for the Conservation of Nature (iucn, 2022) está realizando un gran esfuerzo para valorar el estado de conservación de las especies de flora y fauna en riesgo, a través de la lista roja de especies amenazadas, por lo que también puede aportar importantes datos sobre las especies microendémicas. De igual manera, se puede revisar que las áreas delimitadas tengan más en común en cuanto a los tipos de hábitat y características ecológicas de lo que tienen con áreas contiguas, como lo sugiere la Alianza para Cero Extinciones (Alliance for Zero Extinction, 2010). En caso de que exista traslape en las áreas de ocupancia de las especies microendémicas se puede emplear el método de complementariedad para la asignación de prioridades de conservación.

Una vez analizada la información es necesario delimitar la mrf en conjunto con información poblacional y económica, la participación de las autoridades locales, municipales, estatales y federales, así como la intervención de individuos y empresas relevantes. Si se pone énfasis en la participación de las comunidades y poblaciones adyacentes al fomentar acciones para promover el cuidado de la vida (ver Brailovsky, 2021), se optimizarán las posibilidades de éxito. En una mrf se pueden establecer elementos museográficos y la posibilidad de recibir visitas tanto del sector turístico de manera controlada, como de investigadores y especialistas.

Conclusiones

Las mrf pueden contribuir de manera importante a la conservación de la flora e incluso de la fauna relacionada a diversas zonas áridas y semiáridas del país, especialmente en las extensas regiones del norte de México, como sucede en los casos del Desierto Chihuahuense y el sonorense. Las anp de grandes extensiones con frecuencia no logran cubrir la distribución disyunta y/o reducida de algunas especies endémicas. Por ello, el manejo a través de programas locales, propiedades privadas y actividades municipales puede facilitar la protección de tan relevante forma de diversidad biológica. Las mrf han sido probadas con éxito en diversos países europeos y son prometedoras para la realidad mexicana. El conocimiento en torno a las reservas y zonas prioritarias no solamente se debe integrar y compartir, sino que los programas deben involucrar a la gente de las regiones en el manejo de sus recursos. Las prohibiciones han mostrado reiteradamente su escaso valor para la conservación y se necesita más conocimiento biogeográfico para mejorar y ampliar la visión para la conservación natural.

Referencias

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  • Brailovsky, D. (2018). La conservación de la naturaleza. Ciencias, 69(4), 78-86. https://bit.ly/3tPu0m0
  • Brailovsky D. (2021). Cómo podemos ayudar a conservar la vida. Oikos=, i. https://cutt.ly/HAPFOph
  • Brailovsky Signoret, D., y Hernández, H. (2021). Cacti in the Mazapil region, Chihuahuan Desert, Mexico: diversity, geographical patterns and conservation. Haseltonia, 28(1), 25-38. https://doi.org/10.2985/026.028.0103
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  • Hernández, H. (2006). La vida en los Desiertos Mexicanos. Fondo de Cultura Económica.
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  • Hernández, H. M., Gómez-Hinostrosa, C., y Hoffmann, G. (2010). Is geographical rarity frequent among the cacti of the Chihuahuan Desert? Revista Mexicana de Biodiversidad, 81 (1),163-175. https://cutt.ly/nAPKeMh
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Bibliografía de interés

  • Brailovsky Signoret, D. (2028). La conservación de la naturaleza. Ciencia,69(4): 78-86. https://cutt.ly/fAPBgPs
  • Deltoro, V. I., Perez-Botella, J., Perez-Rovira, P., Serra, L. I., Olivares, A., y Fabregat, C. (2004). The role of small reserves in plant conservation in a region of high diversity in eastern Spain. Biological Conservation, 119, 421-426. https://cutt.ly/9AUto62
  • Kadis, C., Thanos, C. A., y Laguna Lumbreras, E. (Eds.). (2013). Plant Micro-Reserves: from theory to practice. Experiences gained from eu life and other related projects. Utopia. https://cutt.ly/TAPHLmz


Recepción: 08/12/2021. Aprobación: 06/03/2022.

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Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079