SUAyED: la oportunidad de una nueva vida

Vol. 23, núm. 6 noviembre-diciembre 2022

SUAyED: la oportunidad de una nueva vida

Álvaro Sánchez Ortiz Cita

Resumen

En forma de cuento, expongo cómo, al haber cometido un error en mi elección de carrera, sufrí problemas de ansiedad, hasta que tuve la oportunidad de estudiar lo que realmente quería, gracias al suayed. No ha sido fácil, y hay que tener muy presentes las características particulares del sistema abierto, pero ha sido una nueva oportunidad en la vida que me ha permitido corregir el rumbo. Por eso, quiero dar testimonio de mi gratitud hacia el Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia.
Palabras clave: suayed, sistema abierto, oportunidad, nueva vida.

SUAyED: the opportunity of a new life

Abstract

Written as a short story, I talk about how I suffered severe anxiety issues for having chosen the wrong major. And how, thanks to the opportunity offered by the suayed, I was able to study what I really wanted, and I have overcome my anxiety problems. It has not been easy, of course, and it is very important to acknowledge the specific characteristics of the open education system. Nevertheless, it has been a unique opportunity to improve my life, and I want to show my gratitude towards the Open University System and Distance Education.
Keywords: suayed, open modality, opportunity, new life.




Lo contaré como un cuento, aunque sucedió en realidad. Diré que había una vez un profesor, graduado con honores de una carrera de negocios, que ganaba muy buen dinero y obtenía reconocimientos por su notable labor en las aulas.

Un día, ese profesor se sintió muy mal en clase: estaba mareado, sudaba, le temblaban las manos. Creyó que sufriría un infarto, así que dio por terminada la sesión antes de tiempo, y salió a tropezones del salón. Como vivía cerca de la universidad donde enseñaba, decidió que quería llegar a su casa y que la muerte lo alcanzara allí. Cuando entró a su domicilio, arrojó sus cosas y se acostó en su recámara a esperar lo inevitable. Un solo pensamiento ocupaba su mente: “Me voy a morir y nunca hice lo que quería”. Porque, aunque se había graduado con honores de una licenciatura de negocios, ahora se daba cuenta de que eso no era lo que siempre había querido estudiar, de que su vocación era otra. Lo había sabido y lo había ignorado. Y ahora ya era muy tarde.

Para su sorpresa, sin embargo, el profesor no murió. Fue al doctor para averiguar qué le había sucedido y le dieron dos noticias, una buena y una mala. La buena, que estaba muy bien de salud; la segunda, que había experimentado un ataque de ansiedad, por lo que el doctor le aconsejó acudir a un psicólogo, para averiguar qué era lo que lo angustiaba tanto.

El docente fue a terapia. Allí, obligado a pronunciar la verdad sanadora, si es que deseaba que las sesiones dieran resultado, confirmó lo que ya había vislumbrado: que él nunca había querido ser un hombre de negocios. La docencia sí que le gustaba, de hecho, le encantaba pasar horas y horas en un salón. Pero lo que él en verdad disfrutaba hacer era escribir historias y leerlas. Su talento residía en la imaginación, no en la astucia del comerciante. Lo motivaba el afán de conocerse y conocer a otros por medio de las palabras, no el vencer a sus competidores y lograr la preferencia de sus clientes. Y su aspiración no era la riqueza, sino la conversación infinita, vencedora del tiempo y el espacio, de la que sólo son capaces los libros.

Cuando salió de terapia, el profesor ya no quería dedicarse a los negocios. Más bien, quería adentrarse en la inmensa república de las letras y solicitar la residencia permanente en ella. Y si iba a seguir dando clases, actividad inmensamente gozosa para él, tendrían que ser de literatura.

Ahora bien, ese proyecto presentaba dos problemas formidables. El primero, reconocer ante sí mismo y ante los demás que se había equivocado. Que lo que había estudiado, con todo y sus buenos réditos, no le servía para nada, pues no lo hacía feliz; que jamás podría volver a dedicarse a ello porque, si bien no se había infartado, si había muerto en él la persona dedicada a los negocios. El segundo problema consistía en volver a ser estudiante, para elegir, ahora sí, la licenciatura correcta.

Pero ¿quién le daría una oportunidad así?, ¿en dónde lo aceptarían fuera de tiempo, pues ya no era un muchacho?, ¿cómo podría estudiar si tenía que cumplir con sus responsabilidades laborales y familiares, tan ineludibles unas como otras?

Fue entonces cuando el profesor supo de la existencia del Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia (suayed) de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam). Gracias a la visión del rector González Casanova, muchos años atrás, existía la oportunidad de estudiar en una modalidad especialmente diseñada para adultos que deben trabajar a la par de sus estudios; con programas muy completos, pero que sólo demandaban una hora semanal de presencia en las aulas, dando a los alumnos la oportunidad de estudiar a su ritmo y en las condiciones que mejor les convinieran. En esa modalidad abierta, los profesores eran tan buenos como los del Sistema Escolarizado, y el título emitido tenía el mismo valor.

Aquello le pareció demasiado bueno para ser cierto. Era una modalidad abierta a estudiantes con un perfil diferente, abierta a las circunstancias de vida de un adulto, abierta a quienes, como él, se habían equivocado en su primera elección y necesitaban una nueva oportunidad en la vida.

En cuanto tomó su primera clase, se dio cuenta de que el suayed ofrecía una educación diferente, pero definitivamente no de menor calidad. Aquello no era ni un vano consuelo ni una opción de segunda. Al contrario, toda la responsabilidad por el aprendizaje recaía en los alumnos, quienes tenían que mostrar que eran capaces de administrar su tiempo para dosificar el estudio, las tareas y los trabajos, y así sacar adelante las materias. Los profesores, a la par que comprendían las diferencias de perfil entre sus alumnos y los del Sistema Escolarizado, mantenían un nivel de exigencia

El protagonista de esta historia disfrutó aquellas clases como nunca había disfrutado otras. Aquí no había ninguna obligación externa, ninguna expectativa impuesta. Al final de cada encuentro semanal de asesorías, al emprender el largo regreso a casa en el metrobús, el profesor repasaba lo dicho en clase como quien saborea la conversación reciente con los amigos, esa que nos ayuda a comprender mejor la condición humana, a la par que nos descubre algo desconocido y valioso de nosotros mismos.

A veces, por supuesto, era difícil conciliar la vida laboral con sus nuevos estudios. Sobre los alumnos del suayed siempre pesa la sombra de la deserción, porque ya no se trata de estudiantes de tiempo completo, sin otra obligación que cumplir, sino de personas que hacen un doble esfuerzo para alcanzar el objetivo académico, al tiempo que cumplen con sus compromisos personales.

Finalmente, llegó el día en que el profesor concluyó sus estudios. Luego vino el reto, no menos complicado, de no dejar a medias lo logrado y titularse. Por su propia experiencia como docente, sabía bien que las posibilidades de obtener el título disminuyen a la mitad si no se hace el examen profesional en el primer año posterior al fin de los estudios.

Pero su caso fue exitoso y en su examen le fue tan bien que fue reconocido con una mención honorífica. Y, si un día, ya lejano, había caminado a tropezones hacia su casa sintiéndose miserable, ese día, en que llevaba su nuevo título bajo el brazo, un pergamino que significaba toda una nueva vida para él, se sentía orgulloso por lo logrado y, sobre todo, feliz.

Autor titulo universitario suayed

El profesor regresó a las aulas, pero ahora para hablar de libros y autores. También retomó la escritura que había abandonado tantos años. Esgrimía la pluma no como quien se disculpa por “perder el tiempo” con esas cosas, ni como el que plasma palabras como podría hacer cualquier otra cosa que lo librara del aburrimiento. No, él asía la pluma como el músico que toma su instrumento, como el profesional comprometido con su labor.

Ahora, desde su nueva vida, el profesor no desprecia a los profesionales de los negocios. No hay mejor opción para quien siente el impulso de emprender, de ejercer el comercio o de contribuir como parte de una empresa. Tampoco siente rencor hacia quienes hayan influido para que tomara esa infeliz vuelta en su camino. Nadie está exento de provocar un desastre con las mejores intenciones.

A veces, por supuesto, la ansiedad vuelve, porque, aunque esta historia está contada como un cuento, no lo es, y en la realidad los dragones reviven una y otra vez después de haberlos vencido, y la felicidad inmutable con que cierran los relatos es una ilusión. Pero no es lo mismo enfrentar problemas, como todos en la vida, que sentirse dislocado de la propia existencia, viviendo una vida falsa, robado de sí mismo.

Fue tan grata la experiencia del profesor, que volvió al suayed para cumplir el más secreto de sus anhelos de conocimiento: estudiar filosofía. También, en un sentido más pragmático, aprovechó la oportunidad de certificarse como profesor de inglés mediante la modalidad abierta del cele (ahora enallt).

En pocas palabras, es orgullosamente tres veces suayed y no podría estar más agradecido por esta oportunidad vital que recibió cuando más la necesitaba. Nunca deja pasar una ocasión de recomendar esta modalidad de estudios a quienes, por su perfil, seguramente les brindará la mejor opción.

No es por vanidad personal que ha querido contar su historia sino por una gratitud profunda que lo hace exclamar en esta fecha, junto con tantos exalumnos y estudiantes: ¡Viva el suayed en su 50 aniversario! Y que cumpla muchos más.

Sitios y obras de interés



Recepción: 07/10/2022. Aprobación: 22/09/2022.

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Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079