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Vol. 22, núm. 5 septiembre-octubre 2021

La tinta y la bata blanca

Alain Massieu Paulin y Rocío Carolina García Rivera Cita

Resumen

Existe evidencia de que el ser humano se ha tatuado desde el 3300 a.C., desde entonces, los tatuajes han cambiado significativamente en sus propósitos y significados. En la actualidad, se ha producido un cambio en la cultura del tatuaje, alejándose de la idea que las personas tatuadas son sólo criminales o marineros. Cada vez es más frecuente observar profesionistas con tatuajes, sin embargo, aún existen prejuicios que afectan la vida de muchos de ellos, especialmente de los profesionales de la salud. Este artículo busca exponer cómo el auge del tatuaje ha traído nuevos retos a los médicos, ya sean infecciones en la piel, cuestiones éticas o personales, así como el de combatir el estereotipo que existe de ellos.
Palabras clave: tatuajes, tattoo, medicina, discriminación, salud.

The ink and the white coat

Abstract

There is evidence that human beings have been tattooed since 3300 BC. Since then, tattoos have changed significantly in their purposes and meanings. Today, there has been a change in tattoo culture, moving away from the idea that tattooed people were limited to criminals or sailors. It is becoming increasingly common to observe professionals with tattoos. However, there are still prejudices that affect the lives of many of them, especially health professionals. This article seeks to expose how the rise of tattoos has brought new challenges to doctors, whether they are skin infections, ethical or personal issues, as well as to combat the stereotype that exists of them.
Keywords: tattoo, ink, medicine, discrimination, health.

Introducción

Lejos han quedado los días en que se consideraban a las personas tatuadas como criminales o marineros; en que los tatuadores ejercían su oficio en la clandestinidad o que las personas ocultaban sus tatuajes por temor a ser juzgados o discriminados. Cada vez es más común observar personas utilizando ropa que permita mostrar los diseños que llevan en la piel, ya sea un noventero tribal en el brazo, un retrato de algún ser querido, un símbolo religioso o una “manga” completa inspirada en la cultura asiática. No es difícil comprender que muchos jóvenes se quieran “rayar” si varios de sus ídolos tienen el cuerpo cubierto de tinta —personalidades tan variadas como el futbolista Lionel Messi, el cantante pop Ed Sheeran o el difunto rapero Lil Peep pueden servir de ejemplo— y actualmente ya podemos mencionar a tatuadores que han alcanzado el estatus de superestrellas como Kat Von D, Ami James, Jon Boy o Nikko.



La elaboración de un tatuaje (Stéphane Couchoud, 2014).


Un tatuaje es una pigmentación permanente de la piel causada por la introducción de sustancias exógenas; cuando sucede de forma accidental se llama tatuaje traumático, de lo contrario se pueden clasificar en: amateurs, profesionales, cosméticos o médicos. La razón por la que son permanentes involucra al sistema inmune y es francamente interesante. Para su realización, por lo general, se utilizan agujas montadas a una máquina de motor eléctrico (diseñada originalmente por Thomas Alba Edison en 1876) que oscila a una frecuencia de 50 a 3000 vibraciones por minuto. Estas agujas cubiertas de tinta traspasan la epidermis (la capa más superficial de la piel) y depositan los pigmentos en la siguiente capa, la dermis.


Figura 1. Tatuajes de los autores de este escrito.

Este proceso causa una lesión que activa al sistema inmune: miles de células, llamadas fagocitos, acuden al sitio lastimado y empiezan a “comerse” los pigmentos, aunque algunas de estas células siguen su camino por los vasos linfáticos,1 muchas se quedan llenas de tinta en la dermis. También otras células de la piel llamadas fibroblastos absorben los pigmentos y de igual forma se quedan “varadas” en este nivel (Aguirre, 2014; Lintz, 2013).

Independientemente de la fisiología del tatuaje o su diseño, el tatuaje es un medio que permite al sujeto expresarse sobre sí mismo, como testimonio de su evolución, su historia y por ello sus significados son profundamente personales (Sastre, 2011). Los médicos y profesionales de la salud no son ajenos a los cambios culturales y sociales, por lo que ahora enfrentan nuevos retos derivados del auge de la práctica: ya sean problemas de salud de sus pacientes, conflictos éticos o personales como la discriminación.

Figura 2. Tatuajes de los autores de este escrito.

La tinta a través de la historia

La humanidad se ha adornado la piel con tinta desde hace miles de años. Estos diseños han servido a manera de amuletos, símbolos de estatus social o religiosos, formas de castigo o simplemente como un adorno. La primera evidencia de un tatuaje se encontró en Ötzi, el hombre de hielo cuyos restos momificados fueron localizados en 1991 por los exploradores Helmut y Erika Simon en la montaña Finialspitze, ubicada en la frontera austro-italiana. Al realizarle estudios, se determinó que se trataba de un cuerpo del 3300 a.C. (Pesapane, Nazzaro, Gianotti y Coggi, 2014; Mayans, 2018).

En el antiguo Egipto (2000 a.C.), las mujeres se tatuaban a manera de amuletos para proteger el embarazo y la gestación, como lo hemos podido saber a través de sus cuerpos momificados. En los tiempos clásicos, entre los griegos y los romanos, los tatuajes eran usados para mostrar la pertenencia a alguna secta religiosa o, en el caso de los esclavos, a una persona. Igualmente existe evidencia de la ornamentación del cuerpo en las civilizaciones precolombinas del Perú y Chile, en donde sus habitantes se tatuaban las extremidades, el torso e inclusive la cara. Los polinesios desarrollaron complejas formas geométricas que llamaban tattau —palabra que describe la acción de golpear algo y de ahí la palabra en inglés tattoo (Anderson, 2014; Lineberry, 2007).

Figura 3. Tatuaje facial tradicional maorí conocido como moko.
Foto: Geof Wilson.

Hoy en día podemos hablar de distintas escuelas del tatuaje2 y, de acuerdo con el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (conapred), en México una de cada 10 personas tiene uno; es decir, alrededor de 12 millones de personas. En los Estados Unidos, aproximadamente 40% de la población, entre 26 y 40 años, tiene al menos un tatuaje. También se calcula que esta industria (junto con la de las perforaciones y la de remoción láser) vale tres mil millones de dólares (Meza, 2019; Jiménez, 2018; Hsu et al., 2016).

La tinta debajo de la bata blanca

Al imaginarse una persona tatuada, es fácil caer en prejuicios o estereotipos, quizás se piensa en motociclistas que manejan una Harley Davidson o en roqueros sobre el escenario, pero ¿un primer ministro, un profesor o un médico? Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, tiene tatuado el brazo izquierdo y Vladimir Franz, un abogado, profesor universitario, músico y escritor, obtuvo una relativa fama al ser candidato presidencial en la República Checa en 2013…, por tener 90% del cuerpo tatuado (ver imagen 4).

Vladimir Franz.
Fuente: Wikimedia Commons.

Cuando pensamos en un profesional de la salud, la imagen que tenemos es la de una persona de “buena” apariencia, con vestimenta formal y una bata blanca, pero, ¿de dónde proviene este estereotipo? Desde tiempos de Hipócrates,3 a los médicos se les impuso tener una imagen que los identificara como tales. En un texto denominado Sobre el médico, Hipócrates describió:

La prestancia del médico reside en que tenga buen color y sea robusto en su apariencia […] que presente un aspecto aseado, con un atuendo respetable y perfumado con ungüentos de buen aroma. […] Que haga su examen con cierto aire de superioridad (Hoyos, 1998).

Por lo tanto, construyendo la imagen de lo que un médico debe ser, desde la época Hipocrática, es difícil imaginar un médico o profesional de salud con los brazos tatuados, cabello morado o con un piercing en el labio.

Dentro del gremio médico, la doctora Sarah Gray ha cobrado notoriedad por ser considerada “la médica más tatuada del mundo”. La aspirante a cirujana ortopedista se describe como “la doctora más colorida del pabellón” y está determinada en acabar con los prejuicios. Cree que, “si uno está seguro de sí mismo y es competente en su trabajo, las apariencias no deberían de importar”. De igual forma, asegura que su apariencia ayuda en la relación médico-paciente con los más jóvenes (Lavender, 2019, ver imagen 5).

Dra. Sarah Gray.
Fuente: @rosesarered_23

Ampliamente son conocidas las frases “no se debe juzgar un libro por su portada”, “el hábito no hace al monje”; sin embargo, la evidencia muestra que un profesional de la salud que no se apega al estereotipo de apariencia, es percibido por los pacientes y colegas como menos competente y confiable (Motluk, 2018). Westerfield et al. (2012) evidenciaron que los pacientes consideraron al personal médico, que muestra tatuajes, como menos confiable, cercano, profesional, atento o cooperador (en especial si son mujeres). Callaghan y McConville (2018) estudiaron la impresión que tenían los estudiantes y personal de medicina de la Universidad de Dundee respecto a los médicos tatuados: todos los participantes aseguraron que la percepción hacia las personas tatuadas ha cambiado mucho en tiempos recientes, pero también cuestionaron la forma en que un tatuaje visible podría afectar el profesionalismo, creando conflictos entre la libre expresión, la identidad personal y la profesional.

A pesar de que pareciera que los estigmas hacia los profesionales de la salud “rayados” siguen predominando, esto podría cambiar si cada vez más y más profesionistas con tinta en la piel se hacen presentes. Dickinson et al. (2014) señalan que, conforme se vuelve más habitual la costumbre del tatuaje, grupos de personas más diversas se acercarán a esta práctica; como resultado, tendrán contacto con familiares y amigos tatuados, lo que cambiará su percepción y concientizarán que sus ideas están basadas en estereotipos.

La tinta y la salud


Imagen 6. Lesión con un patrón ulcero-necrótico.

El auge de la cultura del arte corporal ha traído varias implicaciones y problemas de salud que vale la pena repasar. Una complicación médica asociada al tatuaje puede definirse como experiencias u observaciones anómalas causadas por este mismo. La principal es la alergia a la tinta, lo que puede llevar a distintas dermatitis; esto sucede cuando el cuerpo reacciona a los pigmentos que suelen ser creados a partir de metales. Otra complicación causada por las microheridas infringidas por la aguja son las infecciones (principalmente cuando no se trabajó con equipo esterilizado). Entre los agentes infecciosos más frecuentes se encuentran bacterias, pero también los virus de la hepatitis B y C. Es importante mencionar que no existe evidencia que confirme que la tinta negra es causa de melanomas (cáncer), pero sí puede ocultar nevos o lunares con potencial maligno (Guzmán 2020; Serup, Hutton Carlsen y Sepehri, 2015).

La remoción de tatuajes por láser es otra industria que ha visto un crecimiento en años recientes. Para esta tarea llamada fototermólisis se utilizan láseres de diferentes longitudes de onda que fragmentan pigmentos de colores determinados para que así el sistema inmune pueda eliminarlos.


Imagen 7. Tatuaje de no resucitar.

Es importante señalar que algunos tatuajes (principalmente los que son recientes y coloridos) jamás llegarán a desaparecer completamente y el tratamiento láser puede acompañarse de complicaciones como cambios en la textura y coloración de la piel, dejando cicatrizaciones poco estéticas (Hsu et al., 2016; Kuperman, Levine y Ashinoff, 2001).

Otro reto que ha traído los tatuajes a los profesionales de la salud es el de pacientes que arriban a los servicios de urgencias en estado crítico y que cuentan con tatuajes de “no reanimación”4 (ver imagen 7). Este deseo plasmado en la piel puede traer mucha confusión a los equipos de salud al cuestionar su legalidad o considerar que el tatuaje no representa el deseo actual del paciente —esto último fundado en la idea de que muchos tatuajes son motivo de arrepentimiento (Holt, Sarmento, Kett y Goodman, 2017)—.

Conclusiones

Las nuevas generaciones han crecido viendo a sus ídolos con el cuerpo cubierto de tinta; también cada vez conviven más y más con familiares o amigos cercanos que tienen alguna parte del cuerpo tatuada y han roto con varios estereotipos. Estas nuevas generaciones, que han popularizado el arte corporal y han hecho crecer dicha industria, son las que actualmente están en los salones de clases de distintas Facultades de Medicina o que en algún momento necesitarán de servicios médicos. Probablemente estos jóvenes, como parte de su libre expresión y de su identidad personal, se deseen y vayan a tatuar, exigiendo nuevas dinámicas en la relación médico-paciente.

Referencias



Recepción: 27/09/2020. Aprobación: 17/02/2021.

Vol. 22, núm. 5 septiembre-octubre 2021

Género y democracia

Jorge Platas Curiel Cita

Resumen

El presente artículo hace una revisión del concepto de género y su importancia para el estudio de la sociedad y política. El género es un concepto sociocultural que se refiere a la identidad, roles, características y oportunidades de las personas a partir del sistema y de las instituciones sociales. Aquí se propone la necesidad de reconfigurar la dimensión participativa de la democracia a partir del género, así como plantear una concepción de la política desde la acción pública y ciudadana de las mujeres y los hombres como seres sociales y sexuales, agentes del cambio y la justicia social y política.
Palabras clave: género, sexo, democracia, ciudadanía, política.

Gender and Democracy

Abstract

This article reviews the concept of gender and its importance for the study of society and politics. Gender is a sociocultural concept that refers to the identity, roles, characteristics, and opportunities of people based on the social system and institutions. Here, we raise the need to reconfigure the participatory dimension of democracy based on gender, as well as proposing a conception of politics from the public and citizen action of women and men as social and sexual beings, and agents of change and social and political justice.
Keywords: gender, democracy, citizenship, politics.

Introducción

En la teoría y filosofía política contemporánea el género ha sido uno de los temas que ha despertado cierta polémica, por su incursión como una categoría de análisis política y social. No sólo ha cuestionado las más firmes representaciones de la vida social, sino que ha cambiado los valores morales y políticos, al mostrar que el diseño axiológico y normativo de las democracias modernas e instituciones políticas dejaba fuera de su consideración a las mujeres, dificultando su acceso al disfrute de los derechos y libertades fundamentales, así como impidiendo la cohesión social en términos de igualdad, libertad, equidad, representatividad y participación política.

En este contexto, el presente artículo tiene el objetivo de reflexionar sobre el valor político y social del género para resignificar la democracia como un orden de libertad, igualdad y justicia, donde la participación política de las mujeres —y por supuesto, de los hombres— sea la clave para configurar vías de acción que ayuden a sensibilizar las conciencias y, sobre todo, a transformar nuestras conductas individuales y sociales hacia una cultura del respeto, seguridad, igualdad y libertad individual, para consolidar auténticas sociedades democráticas plurales e incluyentes.



Figura 1. La Libertad guiando al pueblo. Cuadro de Eugène Delacroix.
Fuente: Wikimedia Commons.

El género: una construcción sociocultural

El género es un concepto que en los últimos años ha adquirido cierta relevancia en el mundo académico y social, sobre todo porque ha dejado de ser un término descriptivo (es decir, de expresar un conjunto de rasgos “naturales” o biológicos entre hombre y mujer), para volverse una categoría de análisis crítico de las relaciones sociales entre hombres y mujeres. Así, Margaret Mead planteó en 1935 un concepto de género revolucionario para la época, pues afirmaba que se trataba de un concepto cultural y no biológico (Lamas, 2013), marcando así una pauta para distinguir este término del de sexo, el cual remite específicamente a la constitución biológica del binario mujer/hombre. Desde entonces, el género ha sido entendido como un fenómeno cultural y social, determinado por las distintas prácticas institucionales y los sistemas sociales como la economía, industria, familia y la división sexual del trabajo (Hierro, 2014), por mencionar algunas.

En la actualidad, cuando hablamos de género nos referimos a los distintos roles sociales, convencionales y arbitrarios que atribuimos a las personas en función de su sexo, esto es, de su condición biológica como hombre o mujer en función de sus órganos reproductivos. De ahí que la distinción entre sexo y género responda a dos perspectivas distintas: la biológica (hombre/ mujer) para el sexo, y la simbólica-social (masculino/femenino) para el género. Como afirma Lamas:

El género se conceptualizó como el conjunto de ideas, representaciones, prácticas y prescripciones sociales que una cultura desarrolla desde la diferencia anatómica entre mujeres y hombres, para simbolizar y construir socialmente lo que es “propio” de los hombres (lo masculino) y “propio” de las mujeres (femenino) (2000, p. 3).

Figura 2. Manifestación en Puebla contra la violencia de género.
Fuente: Wikimedia Commons.

El uso del género para referirse a las diferencias sociales y culturales construidas a partir del sexo biológico se popularizó en los años setenta por el feminismo académico anglosajón, además de que su proliferación como categoría de análisis permitió plantear nuevas formas de interpretación, significación y simbolización de la vida sexual, así como plantear una crítica de la vida social, cultural y política desde el feminismo. Por esta razón, el género suele asociarse al feminismo, pero género no se refiere exclusivamente a la mujer y lo femenino, pues como vimos líneas más arriba, el género expresa la construcción simbólico-social de lo femenino y lo masculino. Sin embargo, hoy en día, engloba otras subjetividades, por lo que tenemos también a lo queer, lo no-binario o género neutro, como otras expresiones de la construcción social y cultural del género.

Joan W. Scott en su célebre ensayo “El género: una categoría útil para el análisis histórico” plantea una definición relevante del término cuando escribe que “el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma primaria de relaciones significativas de poder” (cit. en Lamas 2013, p. 289). Lo interesante en el planteamiento de Scott es que sitúa al poder como una de las dimensiones fundamentales del género, ya que es a través de la constitución de lo masculino y lo femenino que se van a determinar diferentes prácticas de poder de un sexo sobre otro como legitimadas a partir de la cultura y las estructuras sociales. De esta manera, el poder, entendido como una fuerza o capacidad para influir y determinar una realidad específica, representa un punto nodal en la estructuración de las relaciones sociales de desigualdad-dominación a partir del género. Por ello, en última instancia, el género nos remite al ejercicio del poder simbólico y material como una dimensión primaria de las relaciones sociales constituidas a partir de la diferencia sexual.

En este sentido, Scott distingue cuatro elementos para comprender la noción de género:

  • Los símbolos y mitos que conforman una cultura determinada y sus representaciones (por ejemplo, la mujer y el símbolo de la fertilidad-maternidad).
  • Los conceptos normativos que dan significado a esos símbolos (la mujer como madre).
  • Las instituciones y organizaciones sociales de las relaciones de género (la familia, el matrimonio, el hogar, la educación y el cuidado de los hijos).
  • La identidad e identidad genérica (María, Lourdes, Patricia, la madre, etcétera). (Cit. en Lamas, 2013, pp. 289-292).

De acuerdo con lo anterior, vemos que el género es una forma de producción y reproducción de la vida y las relaciones sociales a partir de una lógica del poder, la autoridad y las instituciones que norman las conductas sociales e individuales basándose en la distinción sexual de las personas. Pero ¿cómo incide esto en la política y la democracia? ¿Es posible transformar las conductas y los comportamientos de los individuos en función de una lectura distinta del género? ¿Cuál es la relación entre género y democracia desde la crítica feminista? En las siguientes líneas abordaremos algunas reflexiones para intentar responder a estas preguntas.

Género y democracia

Desde la Revolución francesa hasta la consolidación de los regímenes democrático-representativos en el siglo xx, pasando por los movimientos obreros del siglo xix en Europa, la cuestión de la libertad y la igualdad como valores y derechos fundamentales de la ciudadanía occidental habían sido la impronta que orientó el curso de la política y la teoría democrática en los últimos siglos. No obstante, como mencionamos, el feminismo de los años setenta y ochenta del siglo anterior en países como Estados Unidos, Inglaterra y Francia ponían en tela de juicio los órdenes democráticos, al evidenciar que su diseño institucional excluía sistemáticamente a las mujeres de la escena pública y del derecho al voto, situación que en términos de Anne Philips mostraba que “la diferencia sexual ha bloqueado las promesas de igualdad democrática” (1996, p. 19); además de exponer los elementos patriarcales y de opresión femenina (tales como la figura de la esposa o ama de casa, que implicaban una sujeción de dependencia económica y material de la mujer frente al hombre), con los cuales se había construido el imaginario político y social moderno.

Figura 3. Referéndum sobre el Estatuto vasco-navarro del 5 de noviembre de 1933 en Éibar. Fue la primera ocasión en que votaron las mujeres durante la Segunda República Española.
Fuente: Wikimedia Commons.

Sabemos que en sus inicios la ciudadanía y los derechos políticos y civiles sólo eran garantías para los hombres, mientras que las mujeres estaban relegadas al ámbito de lo privado y doméstico como el espacio “natural” de la mujer, mientras que la política, la economía y la cuestión de lo público eran asuntos exclusivos de los hombres. De esta manera, la participación y representación política de las mujeres en la vida pública democrática estaba limitada u obstaculizada por la forma en que sus vidas privadas estaban regidas a partir de su condición de género.

Figura 4. En las elecciones del 3 de julio de 1955, las mujeres mexicanas acudieron por primera vez a las urnas a emitir su voto.
Fuente: www.gob.mx.

En México fue hasta 1953 cuando se reconoció el derecho al sufragio femenino como parte de la inclusión de la mujer al ejercicio democrático nacional. No obstante, como hemos visto, la participación de la mujer en la democracia implica reflexionar sobre las condiciones, factores y dimensiones que impiden el acceso no sólo al derecho a votar, sino también al ejercicio de otros derechos (como a la información, expresión, reunión, conciencia, entre otros), que son fundamentales para la participación democrática y cívica.

No podemos hablar de democracia sin ciudadanía, por ello toda democracia requiere de ciudadanos libres e iguales, pero no sólo en un sentido formal, pues no basta con tener derechos y libertades, sino que necesitamos que estos derechos sean efectivos y sustantivos para transformar nuestras relaciones sociales y culturales, sobre todo a partir del género y las diferencias/desigualdades de poder que sobre él se construyen.

La democracia ha sido la apuesta política después de los regímenes fascistas y totalitarios del siglo xx. No obstante, aún seguimos aprendiendo a vivir en y para la democracia. De ahí que sea necesario no conformarnos con derechos, sino también reconocer la vital importancia de ampliar nuestra comprensión de la idea de ciudadanía hacia una noción más activa y participativa en los asuntos públicos, sobre todo si queremos transformar nuestros imaginarios sociales sobre el género. Por ello, tenemos que repensar y resignificar las prácticas de la democracia desde la perspectiva de género y desde una lógica igualitaria donde hombres y mujeres sean reconocidos como ciudadanos plenos, pues como señala Phillips “todo el debate sobre la democracia ha procedido durante siglos como si las mujeres no estuvieran ahí” (1996, p. 14).

Esta tarea nos compete a todos, hombres y mujeres por igual, pero son ellas, las mujeres, quienes encabezan la lucha por situar en la agenda pública las demandas que como sujetos históricos y sociales perfilan un momento crucial en los movimientos sociales y políticos de nuestro presente. Este escenario implica una radicalización de algunos de nuestros valores democráticos, tales como la igualdad y la libertad; pero también, y sobre todo, la equidad, la cual nos permite emprender acciones compensatorias y afirmativas para corregir las injusticias de desigualdad y exclusión sistemática que por años han marcado la vida de las mujeres.

Como elemento que ordena las relaciones sociales y de poder de lo sexual, el género puede trastocar nuestras representaciones, símbolos, lenguajes, mentalidades y conductas sobre la política y la democracia, de ahí su pertinencia y necesidad, pues hablar de género o perspectiva de género en política no significa sólo que haya más mujeres en los sistemas representativos, sino que es, además, “la oportunidad de transformar el terreno de lo político” (Phillips, 1996, p. 16), y para lograrlo es necesario abrir espacios de participación en condiciones de paridad y equidad de género, así como ampliar las demandas sociales y políticas que permitan visibilizar las identidades femeninas como seres políticos.

Cabe mencionar que la democracia no sólo es una forma de gobierno, sino que también es una forma de vida, es un valor para la vida social y cultural porque manifiesta que el poder, la capacidad de ser, decidir y hacer un proyecto de vida propio y libre es de todas y todos los ciudadanos. Por ello, quizá convenga volver al sentido original de la palabra democracia, pues es éste el que nos recuerda, en palabras de Salvador Giner, que en un orden democrático “uno opina e interviene donde nadie llama: por eso posee un espacio público, mientras que los demás carecen de él, donde el espacio de poder pertenece a alguien, y no a todos” (1998, p. 163). Así, reflexionar sobre la relación entre género y democracia es hacerlo sobre el sentido de nuestras vidas como ciudadanos, pero también como seres sexuales donde nuestros roles de género, nuestras relaciones sociales se configuran y re-configuran a partir de nuestra incidencia en el espacio público.

La democracia y la política modernas se constituyeron, entre otros elementos, a partir de la distinción entre público/privado. La política es asunto público, la vida personal, y con ella la condición femenina, era privada. Hoy en día la ecuación es distinta, el feminismo y la perspectiva de género nos han enseñado que lo personal es público (Phillips, 1996) y, por ende, la manera en la que se ha construido el género a partir de las distinciones de lo sexual, es decir, entre hombres y mujeres, son también asuntos que atraviesan la esfera de lo público. Por ello, el género no es sólo una categoría de análisis de lo social, sino también una condición de posibilidad de transformar las estructuras sociales y de poder. Apropiarse del espacio público, el lugar por antonomasia de la democracia, a partir de los roles de género significa reconfigurar el género, su comprensión y su experiencia.

La apropiación del espacio público por parte de las mujeres y sus demandas en materia de género representa una dimensión particular de un proceso político y social en el que no sólo intervienen hombres y mujeres, sino también las instituciones como el gobierno, la familia, la educación y la sociedad en general, por mencionar algunas, constituyen otras dimensiones cruciales y sustantivas para propiciar la igualdad de género en diversos espacios de la vida pública y privada. La anterior es una tarea compartida entre instituciones, sociedad y personas, por ello es importante que en una democracia todas y todos seamos partícipes del ejercicio del poder púbico en condiciones de igualdad sustantiva, libertad y pleno reconocimiento y respeto de nuestros derechos como ciudadanas y ciudadanos, pero también como seres humanos con igual dignidad.

Por supuesto que la tarea no es sencilla, pero sí de todos porque todos formamos parte de una cultura, valores e historia que han sido sistemáticamente excluyentes y violentos hacia las mujeres, pues rompen y transgreden los vínculos sociales de respeto, libertad, tolerancia y convivencia. Hablar de democracia y género es poner el acento en la cuestión femenina, lo que además tiene otras consecuencias, pues, como señalan Conway, Bourque y Scott, “aprender acerca de las mujeres implica también aprender acerca de los hombres” (cit. en Lamas, 2013, p. 33).

En conclusión, el género y la democracia son hoy en día dos conceptos que no tenemos que perder de vista en el análisis de nuestra realidad social y política. Hablar de género y democracia significa hablar de una reconfiguración de la política y nuestra acción en ella. En este artículo presentamos algunas notas para reflexionar sobre el valor e importancia del género para analizar la democracia, vimos que el concepto de género es una construcción sociocultural que responde a las relaciones de poder y autoridad de lo social, y, en este sentido, proponemos una reconfiguración del orden democrático y político a partir de propiciar la participación de las mujeres y hombres en la vida pública, donde los valores democráticos de igualdad, libertad, equidad y paridad sean las coordenadas a partir de las cuales podamos establecer vínculos sociales de respeto mutuo, inclusión y reconocimiento.

Referencias

  • Lamas, M. (2013). El género. La construcción cultural de la diferencia sexual. unam-Miguel Ángel Porrúa.
  • Lamas, M. (2000, enero-abril). Diferencias de sexo, género y diferencia sexual. Cuicuilco, 7(18), 0. https://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=35101807.
  • Phillips, A. (1996). Género y teoría democrática. iis-unam.
  • Giner, S. (1998). Carta sobre la democracia. Ariel.
  • Hierro, G. (2014). Ética y feminismo. unam.


Recepción: 27/09/2020. Aprobación: 17/02/2021.

Vol. 22, núm. 5 septiembre-octubre 2021

Lenguaje: instrumento del desarrollo humano

Aurora Martínez Romero, José Luis Ortega Sanchez y José de Jesús Alba Romero Cita

Resumen

El lenguaje es la capacidad propia del ser humano para expresar pensamientos y sentimientos por medio de la palabra. Los objetivos de este artículo son conocer el lenguaje como un instrumento del desarrollo humano y aplicar esto en el proceso de enseñanza-aprendizaje. De esta manera, se abordan diferentes aspectos del lenguaje, como su relación con el cerebro, la infancia, el desarrollo social y humano, el aprendizaje y la tecnología.
Palabras clave: zona del lenguaje, desarrollo del lenguaje, artivismo, enseñanza- aprendizaje, inteligencia emocional, procesamiento del lenguaje natural.

Language: an instrument of human development

Abstract

Language is the ability of human beings to express thoughts and feelings through words. The objectives of this article are the understanding of language as an instrument of human development and apply this in the teaching-learning process. In this way, different aspects of language are addressed, such as its relationship with the brain, childhood, social and human development, learning and technology.
Keywords: language zone, language development, artivism, teaching-learning, emotional intelligence, natural language processing.

Introducción

El lenguaje es la capacidad propia del ser humano para expresar pensamientos y sentimientos por medio de la palabra. Asimismo, es un sistema de signos que utiliza una comunidad para comunicarse oralmente o por escrito. Identifica además al hombre desde la perspectiva cultural, para que se sienta parte sustancial del lugar que ocupa en el universo. Por lo tanto, el lenguaje es parte de nuestra identidad, que se ve reflejada en nuestra cultura, tradiciones, historias, raíces comunes, ideales, valores, costumbres, que nos diferencia de cualquier otro ser humano, lo que nos hace ser únicos e irrepetibles, y tener un sentido de nacionalidad y pertenencia.

Además, el conocimiento del lenguaje facilita la comprensión del universo, saber identificar un problema y tomar medidas lógicas para encontrar una solución. Esto permite entender las emociones, lo que lo convierte en el vehículo fundamental para la buena interacción social y el desarrollo de la afectividad. En la niñez, el lenguaje es el instrumento que conlleva a un aprendizaje escolar satisfactorio, fundamental para el logro de un aprendizaje significativo y así afianzar el conocimiento posterior. Por ello, los objetivos de este artículo son conocer el lenguaje como instrumento del desarrollo humano y aplicar su conocimiento en el proceso enseñanza-aprendizaje.

El lenguaje y el cerebro

El lenguaje está en constante interacción con procesos neuronales, por lo que juega un papel central en el cerebro humano: desde cómo se procesa el color hasta cómo se valora un juicio moral o un acto mental que permite diferenciar entre lo correcto o incorrecto. González y Hornauer-Hughes (2014) determinan que las funciones cerebrales superiores, tales como el lenguaje, son un sistema funcional que depende del trabajo integrado de todo un grupo de zonas corticales y subcorticales, cada una de las cuales aporta su propia contribución al resultado final (p.143).

En Chile, González y Hornauer-Hughes (2014) analizaron las bases neurales del lenguaje como la relación entre el cerebro y el lenguaje, que describen las diferentes áreas y tractos cerebrales que participan en el sistema funcional del lenguaje (p.143). Localizaciones que corresponden a un sujeto diestro, adulto, que sabe leer y escribir (ver figura 1).

Figura 1. Cara lateral izquierda del cerebro. Áreas corticales y tractos relacionados con el lenguaje. B. Área de Broca. W. Área de Wernicke. SM. Circunvolución supramarginal. A. Circunvolución angular. FE. Función ejecutiva. PS. Procesamiento sintáctico. F. Fusiforme. M. Semántica. Memoria semántica. FLS-II. Fascículo longitudinal superior 2º componente. FLS-III. Fascículo longitudinal superior 3.er componente. FLS-IV (FA). Fascículo longitudinal superior 4.º componente (fascículo arqueado). FLS-V. Fascículo longitudinal superior 5.º componente. FU. Fascículo uncinado. FLI. Fascículo longitudinal inferior. FFOI. Fascículo fronto-occipital inferior (González y Hornauer-Hughes 2014).

González y Hornauer-Hughes concluyen que la lateralización del lenguaje depende de una serie de variables tales como la dominancia manual, edad, sexo y escolaridad. Las principales áreas cerebrales relacionadas con el lenguaje se encuentran en el hemisferio izquierdo en la región perisilviana. Éstas son las áreas de Broca, Wernicke, circunvoluciones supramarginal y angular; ínsula anterior, el polo y las circunvoluciones segunda y tercera de ambos lóbulos temporales. Estas áreas están unidas a través de tractos, como el fascículo arqueado que forma parte de la vía dorsal del lenguaje que está relacionada con la expresión. Otros tractos son el uncinado, fascículo fronto-occipital y longitudinal inferior que forman parte de la vía ventral del lenguaje que está relacionada con la comprensión. Cada una de estas áreas son puntos de convergencia, las cuales se relacionan con múltiples regiones del cerebro, formando una extensa red neuronal (p.148).

Ardila y colaboradores (2016) en una investigación realizada en Miami, Estados Unidos, partieron de los estudios contemporáneos de imágenes cerebrales, para reanalizar la localización y extensión del área del lenguaje con relación a las diferentes áreas de Brodmann. Propusieron que existe una zona del lenguaje en el cerebro que corresponde, en general, a la región perisilviana del hemisferio izquierdo, y que incluye el área de Broca (tercera circunvolución frontal) y el área de Wernicke (el segmento posterior de la primera circunvolución del lóbulo temporal), y un centro del lenguaje escrito (la circunvolución angular). Se podría suponer que la ínsula representa una región central en el procesamiento lingüístico y se relaciona no sólo con las funciones de producción verbal, sino también con la comprensión del lenguaje. En ese sentido, se puede mantener la hipótesis de que la ínsula es, en verdad, una estación central relacionada con la coordinación entre los dos sistemas lingüísticos cerebrales: léxico­semántico (temporal) y gramatical (frontal).

El lenguaje y la infancia

Barbosa y colaboradores (2018) investigaron el desarrollo de las funciones ejecutivas y su relación con el lenguaje oral, así como las habilidades iniciales de alfabetización y el comportamiento en niños preescolares (p.121). Dentro del desarrollo infantil es importante analizar las funciones ejecutivas, lo que consiste en pruebas computarizadas para preescolares, porque se logra un desarrollo más integral. Se discuten tres marcadores destacados del control: el lenguaje proactivo, efecto de idioma dominante; los costos de mezcla de idiomas, y el efecto del bloqueo orden-idioma. Con base en estos tres aspectos, se puede implementar un control del lenguaje proactivo –o sea, el proceso del idioma implementado como una anticipación a cualquier interrupción para el cual se seleccionan las palabras óptimas del idioma materno–, para restringir principalmente la interferencia del primer lenguaje durante la producción de lenguaje bilingüe, pero generalmente está ausente durante la comprensión de este último (Declerck, 2019, p. 1).

En todo esto hay un control socioemocional que es oportuno, claro, preciso y concreto, y el cual se da además con moderación, cortesía y respeto, logrando así una comunicación efectiva y cálida. La función cognitiva influye directamente en el estado cognitivo de los adultos mayores, en cuanto a funciones ejecutivas y comprensión del lenguaje (Delgado-Lozada et al., 2019, p. 103891).

Asimismo, después de un accidente cerebrovascular infantil grave se evaluó el lenguaje y los resultados cognitivos, en donde el lenguaje y el coeficiente intelectual verbal fueron significativamente más bajos (p < 0.01) entre los pacientes con lesiones en el hemisferio izquierdo en oposición al derecho. Después de una lesión en el hemisferio izquierdo, las habilidades del lenguaje no fueron asociadas con la edad sino al accidente cerebrovascular, pero para las lesiones del hemisferio derecho, el lenguaje era más deteriorado entre los niños que eran más jóvenes al inicio del accidente cerebrovascular (de Montferrand et al., 2019, p. 509).

El lenguaje y el desarrollo social y humano

Dove (2019) dice que “el lenguaje influye en la cognición social, las palabras como herramientas sociales: lenguaje, socialidad y fundamento interno en conceptos abstractos son herramientas para dar forma al estado interno de nuestras mentes/cerebros” (p. 1). Lo anterior es consistente con el papel de los eventos y las memorias episódicas en el procesamiento de los conceptos abstractos, enlazando con la importancia de la cognición social compuesta por palabras como herramientas sociales que presentan un conjunto rico de mecanismos, hipótesis y predicciones que serán investigadas y refinadas en los próximos años, y avanzarán en nuestra comprensión de los conceptos abstractos (Desai, 2019, p. 166).

En ese sentido, a finales de la década de los ochenta surge el concepto artivismo, combinación de arte y activismo. Es un nuevo lenguaje educativo que viene a ser un instrumento del desarrollo humano dentro de una sociedad cambiante y transformadora. Por consiguiente, se trata de un fenómeno de protesta de forma creativa.

El artivismo es un lenguaje actual de autonomía y libertad, es un fenómeno global de importancia creciente. Aunque sus antecedentes se remontan décadas atrás, la importancia que ha adquirido como lenguaje cercano a la vida social y a las nuevas generaciones es algo completamente novedoso. En tanto medio o lenguaje de transformación social, puede servir para dar nueva energía a las necesidades de expresión en las ciudades y entornos urbanos actuales. Su valor formativo y su capacidad para romper las fronteras de las aulas e implicar en sus prácticas a los jóvenes (Aladro-Vico et al., 2018, p. 11).

En el mismo orden de ideas, el lenguaje en la comunicación científica requiere del conocimiento en el área en que se necesite ser contextualizado, poniendo atención a las diferencias culturales, la transparencia y reproducibilidad de la investigación, siempre bajo la consideración de comunicar los nuevos hallazgos (DeJesus et al., 2019, p. 18370). Recientemente, surge el concepto de “ciudad en un lenguaje de derechos, concepto que permite abrir nuevas líneas de investigación para explorar derechos civiles, políticos y sociales ampliamente aceptados y expresados en un lenguaje de derechos, como salud, educación, memoria o la identidad” (Benitez, 2019, p. 24).

El lenguaje y el aprendizaje

Bravo concibe:

La psicopedagogía del aprendizaje del lenguaje escrito, como un paradigma de investigación que integra a la neuropsicología, la psicología cognitiva y la lingüística con la educación. He aplicado en él, el término aprendizaje del lenguaje escrito, en vez de enseñar o aprender a leer y escribir. Esta modificación no es solamente semántica, sino epistemológica (2018, p. 2).

Al respecto, “las investigaciones sobre el aprendizaje de la lengua escrita y las dislexias nos muestran una historia de pensamiento científico, que culminó en las neurociencias de la educación” (Bravo, 2018, p. 4). Bajo este ámbito, la función del lenguaje en el psicoanálisis no busca representar la realidad o comunicar un sentido preexistente, sino de realizar la verdad del sujeto con certeza inherente al hecho de hablar (De la Maza, 2019, p. 37).

En el contexto de la formación de profesores en lenguaje y comunicación, Calderón propone instrumentos para validar ambientes didácticos de aprendizaje, representados por la acción de la teoría del diseño, mediante la evaluación y refinamiento de artefactos asociados con la investigación y como resultado de las relaciones que se tejen entre el ambiente problema y el campo de conocimiento (2018, p. 57).

De acuerdo con la satisfacción del aprendizaje, Alconero-Camarero y colaboradores (2017) analizaron la inteligencia emocional como un modelo transaccional cognitivo, que se basa en los procesos de pensamiento que intervienen para mediar el estrés y el entorno experimentados. La educación socioemocional1 favorece el desarrollo del potencial humano porque provee recursos internos para enfrentar dificultades a lo largo de la vida. Asimismo, los autores concluyen que la inteligencia emocional y la satisfacción del aprendizaje son cualidades deseables en los estudiantes, especialmente porque tienen un papel relevante en la satisfacción del propio aprendizaje (p. 100).

De la misma manera, de Stefani y de Marco (2019) enfatizan la hipótesis del lenguaje como “encarnado” en la experiencia sensorial y motora, lo cual ha sido ampliamente discutido en el campo de la neurociencia cognitiva, en donde el lenguaje se centra en estudios que investigan la relación funcional entre señales de comunicación entre el gesto y el habla, y los circuitos neuronales involucrados en su procesamiento y producción que expresan mensajes emocionales en la extensión del contexto de interacción social (p. 1).

Incluso, en la actualidad se ha enfatizado el conocimiento sobre la influencia del lenguaje (términos coloquiales) en la educación alimentaria en el uso de algunos términos usados en materia de alimentación como: comida chatarra, chucherías y aperitivos(Tejedor-Martín et al., 2019, p. 30). Así, la web semántica2 nos permite hacer uso de vocabularios controlados (Tintinago et al., 2018, p. 528).

Al respecto, Miranda (2011) explica que:

mediante el lenguaje nos aproximamos a nosotros mismos y a los demás, reflexionamos sobre nuestro proceder, nuestras emociones y condiciones internas; a través de lenguaje comprendemos e interpretamos la naturaleza, el mundo de las estructuras físicas y formales; mediante el lenguaje heredamos conocimiento de las generaciones anteriores y trasmitimos ideas a las próximas, construimos imágenes de nuestro ser y el de los otros, elaboramos máquinas, artefactos y programas, pero, lo más fascinante, con el lenguaje indagamos sobre el mismo lenguaje y en su relación intrínseca con el pensamiento (p. 161).

El lenguaje y la tecnología

Recientemente, Tintinago y colaboradores (2018) propusieron que: “El campo de estudio que se centra en las interacciones entre el lenguaje humano y los ordenadores se llama procesamiento del lenguaje natural (pln)” (p. 528). En éste convergen la informática, la inteligencia artificial, y la lingüística computacional. El pln, explican, busca que los ordenadores puedan analizar, comprender y entender el lenguaje humano. Por ello, implementa un lenguaje natural para comunicarnos con la computadora de manera más entendible y natural, ya que permite entender las oraciones que le sean suministradas (p. 537).

Conclusiones

El lenguaje es un instrumento importante en el desarrollo humano, en particular en el proceso enseñanza-aprendizaje. El uso del pln facilita la ejecución de programas que cumplan tareas relacionadas con el lenguaje. Los resultados del aprendizaje del lenguaje dependen de las características de las actividades educativas. La educación, la cultura y la investigación coadyuvan a la obtención de una formación integral y así alcanzar la libertad.

En términos de lo que antecede, se sugiere que el primer paso es liberarse de aspectos del lenguaje habitual para mejorarlo y por ende la comunicación humana, comprender su rol en el aprendizaje y como mediador del mismo. El lenguaje como instrumento del desarrollo humano se vincula con un proceso histórico físico y social de manera que se tiene que afrontar la construcción y adquisición del conocimiento de nuestro lenguaje que nos caracterizará y definirá dentro de lo que es la formación integral durante la existencia de cada individuo, lo que permitirá mejorar las relaciones interpersonales para tener mayor participación en las prácticas sociales y culturales logrando así, el éxito de las organizaciones.

Referencias

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  • Recepción: 23/09/2020. Aprobación: 09/06/2021.

Vol. 22, núm. 5 septiembre-octubre 2021

El gran colisionador de hadrones: una maravilla del mundo moderno

Lizardo Valencia Palomo Cita

Resumen

Para estudiar los constituyentes básicos de la materia, es necesario construir aceleradores de partículas que sean capaces de recrear, a escalas atómicas, los primeros instantes del inicio del universo. El gran colisionador de hadrones es la máquina más grande que el ser humano haya construido. Una máquina cuyas características tecnológicas la convierten en una maravilla del mundo moderno.

El presente artículo tiene como objetivo que el lector conozca algunos de los detalles más asombrosos del gran colisionador de hadrones. De igual forma, se aprenderán conceptos relacionados con la física de partículas elementales.
Palabras clave: cern, lhc, física de partículas, tecnología.

The Large Hadron Collider: a marvel of the modern world

Abstract

In order to study the fundamental blocks of nature, it is necessary to build particle accelerators. These machines are able to recreate, at an atomic level, the first instants after the birth of our universe. The Large Hadron Collider is the largest machine ever built by humanity. Its technological characteristics make it a marvel of the modern world.

The goal of the present paper is to show some of the most astonishing details about the Large Hadron Collider. In this way, the reader will also learn basic concepts related to the field of elementary particle physics.
Keywords: cern, lhc, particle physics, technology.

Introducción

La física de partículas estudia los bloques fundamentales de la materia. Al entender a la naturaleza en sus dimensiones más pequeñas es posible llegar a comprender al universo en sus dimensiones más grandes, ya que, entre otras cosas, se puede explicar su origen y expansión. Para el estudio de las partículas fundamentales de la materia se requiere de instrumentos especializados: los aceleradores de partículas, con los cuales se logra acelerar partículas a energías muy altas, de ahí que a este campo de estudio también se le conozca como física de altas energías.

Para poder cuantificar a la naturaleza en toda su escala, se necesita del lenguaje de las matemáticas. Por esta razón, al momento de describir las propiedades (masa, tamaño, etcétera) de diversos objetos, es más práctico el uso de la notación científica. Esta forma de expresar números se basa en el uso de las potencias de diez (ver tabla 1).

Número Notación científica Prefijo (símbolo)
0.000000000000000001 10-18 Atto (a)
0.000000000000001 10-15 Femto (f)
0.0000000001 10-10 Angstrom (Å)
0.000001 10-6 Micro (µ)
0.001 10-3 Mili (m)
1 100
1,000 103 Kilo (k)
1,000,000 106 Mega (M)
1,000,000,000 109 Giga (G)
1,000,000,000,000 1012 Tera (T)
1,000,000,000,000,000 1015 Peta (P)

La columna de la izquierda contiene números (enteros y decimales), la columna central muestra cómo se escribe el número en notación científica y la columna de la derecha indica el prefijo y símbolo correspondiente (CERN Education, Communications and Outreach Group, 2017, p. 1).

Para tener una idea de las dimensiones de los objetos más pequeños que encontramos en la naturaleza, podemos decir que las células miden aproximadamente un micrómetro (10-6m), el átomo es del tamaño de un angstrómetro (10-10m), su núcleo mide unos cuantos femtómetros (10-15m) y los quarks1 son incluso más pequeños que un attómetro (ver tabla 1).

El gran colisionador de hadrones

El gran colisionador de hadrones (lhc) es un acelerador de partículas que mide 27 kilómetros de circunferencia y que se localiza en la frontera entre Suiza y Francia (ver figura 1). Esta enorme máquina se encuentra a 100 metros bajo tierra y fue construida por la Organización Europea para la Investigación Nuclear (cern).



Interior del gran colisionador de hadrones. CERN copyright.

Es ‘gran’ debido a su formidable tamaño, de hecho, es el acelerador de partículas más grande del mundo. Es ‘colisionador’ porque no sólo acelera las partículas, también las hace colisionar unas contra otras. Los hadrones son todas aquellas partículas compuestas por quarks, como por ejemplo los protones y neutrones que conforman el núcleo atómico. De hecho, lo que el lhc colisiona son protones y núcleos atómicos.

Oficialmente se considera que los planes para el desarrollo del lhc iniciaron con un simposio que se llevó a cabo en Lausana (Suiza) en 1984. Ahora bien, las primeras colisiones entre protones en el lhc se dieron en noviembre de 2009. Por lo tanto, estamos hablando que tuvieron que transcurrir 25 años de planeación y desarrollo para que esta maravilla del mundo moderno empezara a funcionar.

Debido a sus altos costos, en un principio se había pensado que el lhc se construiría en dos etapas. Sin embargo, gracias a que Japón, Estados Unidos, India y otros países que también contribuyeron con los gastos, el proyecto se realizó en una sola fase.

El costo material total del lhc fue de más de 4,000 millones de francos suizos, lo que se traduce en casi 100 mil millones de pesos mexicanos (Evans, 2018, p. 42). Sin embargo, esto no toma en cuenta los gastos en la construcción del túnel en el que se encuentra, ya que esta obra de ingeniería ya existía.

La punta del iceberg

Pero el lhc es tan sólo el último eslabón de toda una cadena de aceleradores previos, sin los cuales éste no podría funcionar (ver figura 2). Antes de que el lhc empezara sus operaciones, el cern, a lo largo de más de 50 años, construyó muchos otros aceleradores de partículas. Cada uno de ellos se construyó de un tamaño mayor al de su predecesor, de tal forma que la velocidad a la que se aceleran las partículas aumentara.



Complejo de aceleradores del CERN. La trayectoria de los protones hacia el lhc es señalada con flechas color gris claro. CERN copyright.

Existen dos tipos de aceleradores que preceden al lhc, que por su forma geométrica son catalogados como aceleradores lineales y circulares. Para las colisiones entre protones el camino empieza en una botella que contiene hidrógeno. A cada uno de estos átomos se les arranca el único electrón que orbita el núcleo, formado únicamente por un protón. De esta forma, los protones primero recorren los 80 m de un acelerador lineal y luego son inyectados a un primer acelerador circular de 160 m de circunferencia. Aquí las partículas se mantienen girando a través de cuatro anillos hasta que se reúne una importante cantidad de protones. Posteriormente éstos son enviados a otro acelerador circular de 630 m de circunferencia, en donde los protones son agrupados en paquetes. Por último, los protones recorren un tercer acelerador circular que mide 7 Km de circunferencia y de ahí son transferidos al lhc.

Energía y velocidad de la luz

En la física de partículas las energías utilizadas son muy pequeñas comparadas con las energías que encontramos en nuestra vida diaria. Por esta razón se emplea el electrón-volt (eV) como unidad de medida, que se define como la energía que adquiere un electrón al ser acelerado por una diferencia de potencial de un volt. Además, en un acelerador las partículas se desplazan a velocidades muy altas, tanto así que para tener una mejor visión comparamos dichas velocidades con la velocidad de la luz en el vacío (299,792 kilómetros/segundo). Esto es así porque en el vacío ningún objeto material puede alcanzar la velocidad a la que se desplaza la luz (denotada por c). Es importante entender que se requiere de una cantidad de energía muy grande, en electrón-volts, para que una partícula alcance una velocidad cercana a la de la luz.

Conociendo la energía y masa de una partícula, es posible calcular la velocidad a la que se desplaza. De esta forma, con la energía a la que son acelerados los protones en cada acelerador de partículas, podemos calcular su velocidad (ver tabla 2).

Acelerador Energía Velocidad (% de c)
LINAC 2 50 MeV 31.4
PSB 1.4 GeV 91.6
PS 25 GeV 99.93
SPS 450 GeV 99.9998
LHC 7 TeV 99.9999991

Relación existente entre la energía y velocidad (en porcentaje de la velocidad de la luz) de un protón al recorrer los diferentes aceleradores que lo conducen hasta el LHC (CERN Education, Communications and Outreach Group, 2017, p. 5).

El congelador más grande del mundo

La razón de tener aceleradores circulares cada vez más grandes radica en el hecho de que conforme las partículas se aceleran adquieren mayor energía. Esto se traduce en un incremento de la órbita en la que se mueven. Es aquí en donde entran en juego los imanes, ya que éstos generan campos magnéticos que mantienen a las partículas en una órbita fija. Por consiguiente, si se quisiera aumentar la energía a la que el lhc acelera las partículas hay dos opciones: hacer más grande su circunferencia o que sus imanes generen un campo magnético más intenso.

En el lhc hay más de 9,500 imanes y entre ellos hay de diferentes tipos, que los podemos dividir en dos grupos. Por un lado, están los dipolos que mantienen a las partículas en su órbita circular y por otro lado están aquellos que sirven para compactar el haz de partículas. Cuando el lhc acelera los protones a su máxima energía, los dipolos deben generar un campo magnético 100,000 veces más intenso que el campo magnético terrestre para mantener a las partículas en una órbita estable (cern engineering, 2021).

Producir este campo magnético tan intenso requiere que los dipolos estén hechos de cables superconductores, es decir, material que conduce corriente eléctrica sin resistencia. Pero para lograr esto, dichos cables deben funcionar a temperaturas muy bajas, por lo que en el lhc son enfriados a -271 °C, convirtiendo a este acelerador de partículas en el congelador más grande del planeta. Una vez estabilizados a dicha temperatura, se hace circular una corriente de más de 11,000 Amperios en los imanes, que produce a su vez el campo magnético. Tomando en cuenta que una corriente eléctrica de apenas 1 Amperio puede llegar a ser fatal en el ser humano, vemos que la cantidad de corriente que se hace circular en el lhc es enorme y que además debe de ser tratada con mucho cuidado.

Ahora bien, para lograr estas temperaturas tan bajas se utiliza helio líquido. La tabla periódica de los elementos indica que en la naturaleza el helio se encuentra como gas, pero al enfriarlo a poco menos de -270 °C se vuelve líquido. Si se continúa enfriando, el helio líquido se convierte en un superfluido, por lo que fluye sin fricción. En este estado, el helio líquido se convierte en el congelante óptimo para refrigerar y estabilizar grandes sistemas de superconductores.

Un tren de alta velocidad

Imagina que estás en la playa, tocas la arena y observas los finos granos que la conforman. Al verlos tan pequeños piensas en lo difícil que sería lograr que dos granitos de arena choquen al ser lanzados uno contra otro. Se te ocurre entonces que, para aumentar la probabilidad de que dos de estos granos choquen, sería mejor agarrar dos puñados de arena y aventarlos entre sí. Pero al hacer esto notas que cuando arrojas la arena, ésta se expande en el aire justo al abandonar tu mano. Comprendes así que lo mejor sería que ambos puñados de arena se encuentraran lo más compactos posibles justo antes de chocar. De esta forma aumentaría, aún más, la probabilidad de que, al menos, dos granitos de arena choquen.

Un razonamiento similar se aplica en los aceleradores de partículas. En el caso del lhc se pueden agrupar 1011 protones para formar un paquete, de tal forma que cada haz que circula por esta máquina puede llegar a estar compuesto de más de 2,800 paquetes. Justo antes de hacer chocar estos haces, los paquetes son compactados hasta que llegan a tener una anchura menor a la mitad del grosor de un cabello humano (50 micrómetros).

Con todos estos paquetes y protones que los conforman, cada haz que circula en el lhc contiene la misma energía que un tren de 400 toneladas viajando a 150 kilómetros/hora (lhc machine, 2021). Cuando el haz se encuentra girando en el acelerador, debe ser minuciosamente monitoreado para prevenir terribles accidentes.

Al mismo tiempo, es importante que el haz, con toda esta energía, sólo colisione con el otro haz en los puntos especialmente diseñados y adaptados para ello. Por consiguiente, es necesario que la tubería por la que circula esté libre de moléculas de gas residual. Hablamos, entonces, de que dichos conductos están a un alto vacío.

La energía de un mosquito

Funcionando a su máxima capacidad, el lhc hará colisionar protones a energías nunca antes alcanzadas en ningún otro acelerador de partículas. Estas colisiones serán tan violentas que podrán recrear los primeros instantes del inicio del universo. Para tener una mejor idea de lo energéticas que serán estas colisiones, podemos decir que justo antes de colisionar, los protones tendrán una energía equivalente a la que tiene un mosquito en pleno vuelo (Symmetry Magazine, 2021).

Sí, leíste bien. El gran colisionador de hadrones, cuyo costo fue de casi 100 mil millones de pesos mexicanos realiza colisiones a las energías equivalentes al choque entre dos mosquitos. Si esto es verdad, ¿por qué entonces decimos que el lhc es una maravilla tecnológica? Pues bien, lo que hace al lhc tan especial es la concentración de energía. Si bien es cierto que la energía de los protones es la misma que emplea un mosquito para volar, las partículas subatómicas son billones de veces más pequeñas. Esto es lo realmente extraordinario del lhc.

Cuando dos protones colisionan, la energía da lugar a la creación de nuevas partículas que salen disparadas del punto de colisión. Mientras más energética sea la colisión, se producirán más partículas y con mayor velocidad. En estos momentos uno bien podría preguntarse: ¿cuántas colisiones se generan cada segundo en el lhc? Saquemos cuentas. Existen 1011 protones en cada uno de los poco más de 2,800 paquetes que conforman cada haz, los paquetes se cruzan 30 millones de veces cada segundo y cada vez que esto sucede se generan en promedio 40 colisiones. Por consiguiente, estamos hablando que en el lhc se generan aproximadamente mil millones de colisiones cada segundo (ver figura 3).



Una colisión protón-protón en un experimento del LHC. CERN copyright.

Datos, datos y más datos

Las partículas que se producen en todas estas colisiones atraviesan los detectores de los experimentos. Los circuitos electrónicos registran el paso de dichas partículas como señales electrónicas y envían la información al Centro de Datos del cern para la reconstrucción digital. No obstante, es imposible procesar y guardar la información correspondiente a todas las colisiones que se producen en el lhc. Por consiguiente, se emplea un filtro de toda esta información, de tal forma que la cantidad de datos se reduce drásticamente y sólo se seleccionan aquellos eventos que sean interesantes para su estudio posterior: tan sólo 1% de todas las colisiones.

Aún después de esta selección, los experimentos del lhc generan unos 90 petabytes de datos al año, de los cuales el Centro de Datos del cern procesa y almacena un tercio de todo eso. Para darnos una idea, tan sólo con lo almacenado podríamos llenar más de 1.2 millones de discos Blu-ray, equivalentes a reproducir 250 años de video en alta definición sin interrupciones (cern facts, 2021).

Para solventar el problema de almacenamiento y procesamiento de datos, se creó la Red Mundial de Cómputo del lhc, una red global de centros de supercómputo interconectados. Esta red está compuesta de unos 900,000 núcleos de procesamiento, distribuidos en 170 centros de supercómputo en 42 países. De esta forma, los 12,000 físicos que trabajan en el lhc pueden analizar los datos generados en cualquier momento (cern computing, 2021).

Conclusión

El gran colisionador de hadrones es el acelerador de partículas más grande y más poderoso del mundo. Para lograr esto, se ha utilizado tecnología de punta en todo su diseño: desde los cables superconductores que constituyen los imanes, hasta el enorme poder de supercómputo que se necesita para procesar la gigantesca cantidad de datos que se extraen. Pero como toda máquina, el lhc necesita recibir ajustes y mantenimiento. Es por eso que desde finales de 2018 dejó de funcionar y volverá con renovados bríos a mediados de 2021.

Referencias



Recepción: 30/11/2020. Aprobación: 30/04/2021.

Vol. 22, núm. 5 septiembre-octubre 2021

Aplicaciones médicas de los anticuerpos

Benjamín García Ramírez y Adela Rodríguez Romero Cita

Resumen

Debido a la pandemia originada por el virus sars-CoV-2, los anticuerpos se han convertido en foco de discusión. Estas moléculas, también llamadas inmunoglobulinas, son proteínas especializadas, producidas por el sistema inmune en respuesta a la presencia de invasores extraños del cuerpo, como virus, bacterias, parásitos o cualquier otra sustancia extraña, a las cuales se les denomina antígenos. Una vez detectados, los anticuerpos se unen a estos invasores de una manera muy específica y entonces los marcan para ser destruidos. Sin embargo, existen muchas dudas sobre qué son los anticuerpos y cómo funcionan. Este documento tiene como objetivo aclarar algunas preguntas relacionadas con estas moléculas.
Palabras clave: anticuerpos, inmunoglobulinas, vacuna, virus.

Antibodies’ medical applications

Abstract

Antibodies have been the focus of discussion due to the pandemic caused by the sars-CoV-2 virus. These molecules, also called immunoglobulins, are specialized proteins produced by the immune system in response to the presence of foreign invaders of the body, such as viruses, bacteria, parasites or any other substance, which are called antigens. Once detected, the antibodies bind to these invaders in a very specific way and then mark them for destruction. However, there are many questions about what antibodies are and how they work. This document aims to clarify some questions related to these molecules.
Keywords: antibodies, immunoglobulins, vaccine, virus.

¿Qué son los anticuerpos?

Los anticuerpos son grandes estructuras proteicas, que forman parte del sistema inmune y se encuentran en la sangre, saliva, lágrimas, leche materna y mucosas. Éstos protegen a los organismos ante sustancias dañinas o patógenos, por lo que evitan las enfermedades.

Los anticuerpos están constituidos por una o más cadenas de aminoácidos y algunas de ellas tienen unidas cadenas de azúcares o sacáridos. Un aminoácido es una molécula orgánica pequeña, que contiene un grupo amino, uno carboxilo y una cadena lateral, que puede presentar diferentes características químicas. En la naturaleza existen 20 aminoácidos diferentes y son las piezas básicas que constituyen a las proteínas, al unirse entre sí por un enlace peptídico. Si imaginamos a una proteína como una cadena de perlas, cada aminoácido es representado por una perla de color diferente (ver figura 1, izquierda). Para que estas cadenas puedan realizar alguna función, la mayoría de las veces deben de adquirir una estructura tridimensional o plegamiento específico, es decir, una forma no lineal. Esta estructura tridimensional depende de los aminoácidos que la componen y de la longitud de la cadena (ver figura 1, derecha).

Figura 1. Izquierda. Cadena de aminoácidos lineal. Derecha. Cadena de aminoácidos plegada, que es como adquiere, generalmente, su actividad biológica. Cada aminoácido está representado por una perla de diferente color.

En general, los anticuerpos están constituidos por cuatro cadenas de aminoácidos: dos cadenas pesadas, que contienen un número mayor de aminoácidos, y dos cadenas ligeras idénticas. Estas cadenas se unen y forman una estructura en forma de la letra Y (ver figura 2). Las diferencias entre los aminoácidos que componen dichas cadenas brindan distintas características a los anticuerpos, como flexibilidad, distinción entre patógenos (especificidad), el tipo de respuesta que despliegan, e inclusive la forma en que se encuentran en el organismo. Los anticuerpos se dividen en dos fragmentos, el fragmento de unión al antígeno o Fab (del inglés antigen binding fragment), que se compone de la cadena ligera y la cadena pesada (ver figura 2), y el fragmento Fc (del inglés crystallizable fragment), que es la continuación de las dos cadenas pesadas, y es el que tiene la capacidad de interaccionar con otros elementos del sistema inmune (Abbas et al., 2014, p. 88).

Figura 2. Representación en esferas de un anticuerpo. Se muestran en amarillo los aminoácidos de las dos cadenas pesadas (440 aminoácidos), y en verde las dos cadenas ligeras (220 aminoácidos). La línea discontinua (rojo) indica la separación entre el fragmento Fab y el fragmento Fc.

Los anticuerpos reconocen, de manera muy específica, regiones en la superficie de los agentes externos o antígenos mediante los fragmentos Fab. Los antígenos pueden ser proteínas, carbohidratos, lípidos u otras moléculas encontradas en bacterias, hongos, parásitos, virus, productos químicos y otras sustancias que provocan que el sistema inmunológico desencadene una respuesta. Una vez unidos a los antígenos, los anticuerpos trasmiten una señal a través de la unión del fragmento Fc a receptores específicos, lo que desencadena una cascada de acciones que “vencen” al invasor. Estos receptores están localizados en la superficie de varias células del sistema inmunológico (ver figura 3). Los anticuerpos son parte del sistema inmunológico adaptativo, que reconoce y elimina patógenos específicos.

Figura 3. Esquema que muestra el reconocimiento de un agente externo o antígeno (amarillo) por un anticuerpo (azul), el cual se une al receptor de una célula del sistema inmune (rojo), mediante su fragmento Fc (azul).

Por tanto, una de las funciones principales de los anticuerpos que son secretados a la mucosa y sangre es unirse e inactivar sustancias extrañas como virus, patógenos o toxinas. La región en la superficie del virus o patógeno que es reconocida por el anticuerpo se denomina epítopo, mientras que la región que reconoce al epítopo se conoce como parátopo y cada anticuerpo cuenta con dos parátopos (ver figura 4). Estos últimos reconocen de manera complementaria al epítopo, formando un complejo anticuerpo-antígeno a través de una serie de interacciones muy específicas, tal y como una llave reconoce a la cerradura. Consecuentemente, a mayor complementariedad parátopo-epítopo, el anticuerpo será más específico; por el contrario, sí no existe complementariedad no habrá reconocimiento (ver figura 4). Esta especificidad favorece, por ejemplo, que un anticuerpo reconozca al virus de la influenza y no al virus sars-CoV-2.

Figura 4. Esquema del reconocimiento de un antígeno por un anticuerpo. En rosa se muestra al antígeno con su epítopo uniéndose al parátopo. El reconocimiento parátopo-epítopo es complementario. En verde y amarillo se muestran antígenos no complementarios.

¿Dónde se forman y como actúan los anticuerpos?

En los organismos existen múltiples respuestas inmunológicas, algunas de las cuales están mediadas por células y otras por proteínas. En la respuesta mediada por proteínas, también llamada respuesta humoral, se encuentran los anticuerpos.

Los anticuerpos generados en mamíferos son producidos por las células B o glóbulos blancos que se forman en la médula ósea. Estos últimos producen anticuerpos, inicialmente como receptores en su superficie, y una vez que maduran, los liberan. Cuando los antígenos son reconocidos, las células B se activan a través de un complejo mecanismo que les permite madurar y dividirse en células idénticas llamadas clon. Algunas células B derivan en células plasmáticas, que actúan como fábricas, secretando millones de anticuerpos al torrente sanguíneo y al sistema linfático, o pueden derivar en células B de memoria, que permiten una respuesta del sistema inmune en menor tiempo, cuando existe una segunda exposición al mismo antígeno (Murphy y Weaver, 2016, p. 195). Para entender la importancia de los anticuerpos, podemos pensar en personas infectadas por el Virus de Inmunodeficiencia Adquirida (vih), el cual daña el sistema inmunológico al destruir sus glóbulos blancos, por lo que no se producen anticuerpos contra agentes extraños y las personas pueden, entonces, sufrir enfermedades graves.

En humanos existe un “ejercito” de diferentes tipos de anticuerpos, las inmunoglobulinas (Ig) G, D, E, A y M (ver figura 5), los cuales están caracterizados por sus cadenas pesadas y gracias a éstas se localizan en distintos lugares del organismo, en diferentes concentraciones y respuestas. Tanto IgE como IgM tienen una cadena pesada más larga que la IgG y la IgD. La IgA, por otra parte, se puede encontrar como monómero o como dímero, es decir, dos IgA unidas por otra cadena llamada J. La IgM puede formar un complejo que consta de cinco IgM y una cadena J (Alberts et al., 2002).

Figura 5. Diferentes tipos de inmunoglobulinas. La IgG, IgA e IgD cuentan con una cadena pesada más corta mientras que es más larga en la IgE e IgM. La IgA e IgM pueden formar estructuras de mayor tamaño.

La IgM es el primer anticuerpo que se genera en las células B, y es secretado en grandes cantidades. En el caso de infecciones virales, como la covid-19, éste es el primer anticuerpo en “entrar en acción”. A medida que maduran las células B, también se expresa la IgD, pero en cantidades menores.

Los anticuerpos IgG son los más importantes en la defensa contra bacterias y virus patógenos, como el sars-CoV-2 que invaden el cuerpo humano. En general, debe de trascurrir un tiempo para que sean expresados, son abundantes en circulación sanguínea y son los únicos capaces de atravesar la placenta, confiriendo inmunidad al feto. Además, se pueden unir a la superficie del patógeno para evitar que éste entre a las células humanas a replicarse, o lo marcan para que otras células lo destruyan.

Los anticuerpos IgE tienen un papel importante en la defensa contra parásitos y están implicado en respuestas alérgicas. Finalmente, el anticuerpo IgA se encuentra en las mucosas y en las secreciones como lágrimas, donde brinda protección. Recientemente, se ha reportado que los bajos niveles de IgA están asociados también con asma y repuestas alérgicas (Kim et al., 2017).

Los anticuerpos contra un patógeno requieren varios días, incluso semanas, para producirse cuando el individuo es infectado por primera vez. Sin embargo, cuando el individuo se re-expone al mismo patógeno, entonces producirá anticuerpos específicos de manera muy rápida (usualmente 24 horas). Debido a esto, necesitamos vacunas para protegernos contra algunos patógenos. Además, los anticuerpos no efectúan la misma función cuando se unen a un objetivo. Algunos cortan la infección desde un principio, neutralizando directamente al antígeno y evitando que el patógeno entre en la célula. Otros etiquetan a los invasores, de modo que algunas células del sistema inmunológico puedan eliminarlo. Otros pueden cubrir a los virus o bacterias en una capa pegajosa. Finalmente, otros anticuerpos avisan a las células inmunes llamadas macrófagos para que devoren al invasor.

Existe una clara variabilidad de la respuesta entre individuos ante un patógeno, hay algunos que producen anticuerpos de muy alta calidad, que son muy buenos para reconocer al antígeno, mientras que otros individuos producen anticuerpos que no son tan efectivos para unirse al patógeno y proporcionan sólo una protección parcial. Estos últimos pueden experimentar una infección más severa con síntomas más prolongados. Para los pacientes infectados con sars-CoV-2 no se sabe a ciencia cierta qué porcentaje está en las dos categorías mencionadas.

Los anticuerpos y sus aplicaciones médicas

Desde la antigüedad, se observó que individuos curados de algunas enfermedades eran resistentes a infecciones posteriores. También se vio que podían adquirir protección ante dichas enfermedades al ser inmunizados con una variante atenuada. En 1976 el Dr. Edward Jenner demostró que una vacuna elaborada con el virus que infecta a roedores confería inmunidad contra el virus de la viruela en humanos. Después de más de un siglo del uso de la primera vacuna, se descubrió que los organismos inmunizados contenían “sustancias activas” denominadas anticuerpos. Estas moléculas complejas, generadas por el sistema inmunológico en respuesta a la presencia de un antígeno específico, podían ser aisladas y usadas para la prevención o el tratamiento de enfermedades.

Las vacunas normalmente contienen fragmentos del patógeno para estimular al sistema inmune a producir anticuerpos antígeno-específicos y generar células de memoria. Así, los organismos se preparan para responder rápidamente ante un nuevo ataque del patógeno. En el caso del sars-CoV-2, se han producido vacunas que generan anticuerpos contra la proteína S (espícula o spike), que sobresale en la superficie del virus.

Actualmente, científicos y empresas farmacéuticas buscan producir, en grandes cantidades, anticuerpos que reconozcan epítopos específicos para imitar o desencadenar la respuesta del sistema inmunológico. Los anticuerpos pueden ser policlonales cuando reconocen el mismo antígeno, pero diferente epítopo (fuerza y especificidades diferentes) o monoclonales que sólo reconocen un epítopo (Ecker et al., 2015). En aplicaciones médicas se busca que los anticuerpos sean monoclonales y son generados de dos maneras: a partir de una tecnología llamada hibridoma, donde las células B que producen al anticuerpo deseado son fusionadas con células cancerígenas, dando como resultado células inmortales que producen anticuerpos de manera constante (Ghahane et al., 2017), o mediante el uso de técnicas de biología molecular, en las que se obtienen construcciones genéticas que son introducidas en células animales o bacterianas, para ser traducidas como el anticuerpo deseado (Buss et al., 2012).

La producción de anticuerpos por biología molecular es más sencilla, aunque no siempre se obtiene la afinidad esperada, es decir, el anticuerpo no se une fuertemente a su antígeno. Sin embargo, una vez obtenida la afinidad deseada, los anticuerpos pueden ser fusionados con otras proteínas permitiendo que se emita una señal cuando el anticuerpo reconoce al antígeno; esta señal puede ser un cambio de color, o bien la emisión de fluorescencia. Tal es el caso de los anticuerpos que se usan para detectar sars-CoV-2 mediante inmunoensayos.

De los anticuerpos, la IgG ha sido el más investigado, razón por la cual se ha obtenido una gran diversidad de éstos con diferentes especificidades y afinidades. Algunos de ellos han sido empleados en diversas terapias, al suministrarse completos o en fragmentos, dependiendo del antígeno blanco y de la respuesta que se busque obtener. No obstante, existen algunas limitantes para su uso, debido a que no se conocen completamente algunas de sus características, como su comportamiento en diferentes soluciones, o bien el efecto de sus secuencias de aminoácidos en cada organismo.

En el área diagnóstica, los anticuerpos se emplean en la detección de enfermedades o para determinar el estado de salud de un individuo. Algunos ejemplos son la detección de patógenos (parásitos, virus y bacterias), cáncer, autoinmunidad, embarazo, niveles hormonales, entre otros. Actualmente, algunas pruebas diagnósticas están enfocadas para su uso por personas no especializadas, de manera que puedan ser adquiridas comercialmente en farmacias o centros de distribución, como es el caso de las pruebas de embarazo. No obstante, la gran mayoría dependen de personal capacitado y certificado en los métodos de laboratorio, ya que estos últimos son más precisos y cuantificables al reportar valores numéricos. En el caso de la covid-19, se emplean pruebas rápidas de antígeno para detectar presencia del sars-CoV-2, o las pruebas rápidas de sangre, para saber si el individuo tiene presencia de anticuerpos contra sars-CoV-2.

En el campo terapéutico, los anticuerpos se suministran directamente al individuo para contener enfermedades o mejorar su salud. Algunos anticuerpos han sido empleados en el tratamiento de personas con asma, cáncer, artritis reumatoide, Alzheimer, como antídotos contra venenos o al estimular su producción, como en la tuberculosis y el sarampión. Este último método también puede prevenir el desarrollo de algunas enfermedades, y esto se hace suministrando el antígeno en pequeñas cantidades (Matsuoka et al., 2013). Sin embargo, existen incógnitas alrededor de los anticuerpos, por ejemplo, cómo las células discriminan entre agentes externos para generar anticuerpos y por qué las células pueden generar anticuerpos contra el mismo organismo, como en la enfermedad de lupus, una enfermedad autoinmune.

El 21 de noviembre de 2020, la fda (Food and Drug Administration de los Estados Unidos) dio una autorización de uso de emergencia de los anticuerpos monoclonales casirivimab e imdevimab para el tratamiento de la covid-19. Por supuesto, el costo de estos anticuerpos es bastante elevado, comparado con el costo de un antibiótico o un tratamiento antiviral.

Conclusión

Los anticuerpos monoclonales se emplean en numerosas aplicaciones médicas como terapia, diagnóstico e investigación. No obstante, se trata de un campo del conocimiento que está en constante evolución, por lo que algunos avances actuales deberán ser adaptados en el futuro para alcanzar un mayor desarrollo. Consecuentemente, se generan productos más específicos y eficientes a medida que la investigación avanza, lo que contribuye en diversas aplicaciones médicas, como es el caso de los anticuerpos utilizados para diagnosticar y combatir al virus sars-CoV-2.

Referencias

  • Abbas, A., Lichtman, A. H. H. y Pillai, S. (2014). Cellular and Molecular Immunology (8.ª ed.). Saunders.
  • Alberts, B., Johnson A., Lewis J., Raff, M., Roberts, K. y Walter, P. (2002). Molecular Biology of the Cell (4.ª ed.). Garland Science.
  • Buss, N. A., Henderson, S. J., McFarlane, M., Shenton, J. M. y de Haan, L. (2012). Monoclonal antibody therapeutics: history and future. Current opinion in pharmacology, 12(5), 615–622. https://doi.org/10.1016/j.coph.2012.08.001.
  • Ecker, D. M., Jones, S. D. y Levine, H. L. (2015). The therapeutic monoclonal antibody market. mAbs, 7(1), 9–14. https://doi.org/10.4161/19420862.2015.989042.
  • Kim, W. J., Choi, I. S., Kim, C. S., Lee, J. H. y Kang, H. W. (2017). Relationship between serum IgA level and allergy/asthma. The Korean journal of internal medicine, 32(1), 137–145. https://doi.org/10.3904/kjim.2014.160.
  • Matsuoka, T., Shamji, M. H. y Durham, S. R. (2013). Allergen immunotherapy and tolerance. Allergology international: official journal of the Japanese Society of Allergology, 62(4), 403–413. https://doi.org/10.2332/allergolint.13-RAI-0650.
  • Murphy, K. y Weaver, C. (2016). Janeway’s Immunobiology (9.ª ed.). Garland Science/Taylor and Francis.


Agradecimientos

Se agradece el apoyo financiero de la dgapa-unam (Proyecto papiit in-208418) y del conacyt (Proyecto Fronteras 87163).



Recepción: 13/01/2021. Aprobación: 13/04/2021.

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Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079